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Momentos literarios

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MÓRIS

Móris fue el eterno amigo surgido de una luz que comenzó en el período de nuestra infancia. Aún sin presencia luego de el período escolar primario, seguimos nuestro camino y nos vimos en alguna oportunidad pero en forma espaciada. Lo cierto es que cuando nos tuvimos en presencia aquella era de una dinámica construída de forma excepcional, tanto, que hasta vivíamos juntos, el se quedaba a dormir en mi casa la mayoría de los días de semana y hasta a veces los sábados enteros y algún domingo. Nos queríamos mucho, no se si está de más decirlo pero fue una amistad profunda, lo mejor, quizá lo único en función de amistad que me haya sucedido. 

 

Hubo un tiempo que fue cuando nos llegó la adolescencia cuando ya no nos veíamos con asiduidad pero cada tanto mi prima me informaba cuando compartía con él el bus que lo llevaba a su centro de estudios el Oto Krause, donde estudiaba química especializada, yo para esos años estaba metido en la la calle Juncal en la  UCA intentando convencerme que lo mío era el derecho. 

 

Uno de esos días convertido en exaspertante, odiado, nunca olvidado, se me dio  por hojear el periódico La Razón que tenía dos tiradas y esta vez era la de la tarde, hojeando encontre un titular algo así como "Muertos en una casona de Martinez" seguir leyendo fue como una ruptura de todo lo que había dado por hecho, lo que había pensado acerca de la relación entre  los seres humanos, una fatal desdicha, un aporte innesesario a lo humano, a la vida misma, esa que truncaba la de mi amigo Móris encontrado en una casona acribillado sentado en un sofá, una imagen que nunca vi, pero que siempre imaginé y que no deja de estar en mi mente y lo estará mientras viva. Mauricio Borghi había caído en manos de la tristemente famosa Junta Militar Argentina, tenía 21 años exactos, y dejaba un hermano por que el mayor de los tres, me enteré cuando llegué a España, también había sido ejecutado. 

 

Eran tiempos difíciles, aún así comencé a buscar donde lo velaban, no podía soportar la situación fue algo que modificó mi existencia, mi forma de pensar, no así mi forma de sentir que siempre fue profunda hacia quienes quiero, hacia lo injusto, hacia el valor de la vida que es lo único que tenemos.

 

Lo cierto que a pesar de todo hay algo que llevao como una cruz yes que cuando había averiguado donde era el velatorio, mi madre a la que no puedo reprocharle que pensara en la vida de su propio hijo, me convenció de que no fuera a verlo ya que en esa época los infiltrados, tanto policías como militares estarían acechando para buscar en las personas asistentes algún cómplice aunque no lo fuera, su sino era torturar para encarcelar y volver a torturar todo lo que se pudiera a los más que se pudiera. Mamá en su deber y sentir como protectora me convenció y eso volvió a marcar mi vida en un no olvido, aún sueño entrar entre un cúmulo de gente y ver un féretro tapado y al lado su querida madre aferrada a él. 

 

Pasó el tiempo, aminoró aquella especie de obsesión por el desacierto aunque quizá en lo práctico nop haya sido así pero continúa y continuará mientras respire. 

Fue cuando hace algunos años decidí hacer un homenaje me vino la idea cuando hice un pequeño escrito que se iba a llamar "Homenaje" y que era como un agradecimiento a Julio Cortázar y que se terminó llamando "Mágicas Palabras"  Así surgió la idea de traer a Móris a mi vida actual para no dejar de tenerlo presente y a la vez regalarle el escrito a su madre, cosa que no pude realizar por que ella falleció al poco tiempo de yo estar en España, además, debo decir que la comunicación con la cuñada de Móris no era buena, y era más que entendible ya que los que pasaron esas situaciones tan terribles sospechaban de cualquiera y  yo para ella era un don nadie, así que lo primero que pensaron cuando mi primera comunicación es que era de los servi cios secretos del estado o algún militar o policía o alguien que quería remover intentando volver a los interrogatorios,  torturas o todo el sinsentido que uno quiera imaginar. 

De todos modos seguí con mi proyecto y la pequeña nouvelle, figura en esta página al final y más que eso, en mi corazón y para siempre.

 

NARCISO

Narciso, un ser mitológico símbolo de la belleza, después de haber rechazado a Eco, convertida en una voz condenada a repetirse. Se enamoró de su propia imagen reflejada en las cristalinas aguas de una fuente. En su contemplación absorta sobre sí mismo supo que jamás podría poseerse, esto lo condujo a la muerte. En el mismo lugar donde su cuerpo había caído sin vida, creció una flor; una flor que destila un bálsamo curativo: el amor siempre nos deja algo. Y aunque es bueno quererse, es mejor trasponer los límites de nuestra vanidad, desplazándolos hacia un sentimiento compartido.

 

 

RETRATO AUTOBIOGRÁFICO

Cuando me preguntan:
- ¿De dónde eres?
Nombro el lugar donde resido, en este caso actualmente soy de Menorca, cosa que sin duda puede cambiar (cambiará) posiblemente. Quizá porque en realidad no soy de ninguna parte o quizá por que entiendo pertenecer realmente al lugar mismo donde tengo una vida en ese momento, una de mis vidas.

Claro que no puedo soslayar mi pertenencia de alguna manera a mis orígenes, como todos, tengo raíces y mi estilo está sobradamente influido de aquello que fui en mi infancia y juventud.

Nací en Buenos Aires. América es heterogénea aunque se la pinte toda igual desde este lado de occidente. Todos los países del continente americano se destacan por su colorido, por su movimiento corporal, por una especie de locura festiva, por aquella mujer representada por una canasta florida sobre su cabeza. No es el caso de Argentina, en el Río de la Plata, se pierde el color, se es más gris, con menos colorido. Lo propio del lugar es la obsesión, hay una creencia que los problemas se arreglan en el bar de la esquina. La literatura es una literatura psicologista, hay como dije una obsesión, y quizá el intelecto supere a la acción misma.

La sociedad de mis orígenes brinda una motivación central para la escritura: La melancolía. En ciertas sociedades es algo implícito, es una tristeza llena de vitalidad y energía, algo vivo. A través de la melancolía se logra poseer y trasvasar esa realidad representada, todo eso se convierte en arte, el arte de la escritura, de la comunicación.

No puedo negar mi correspondencia con Roberto Arlt, con Cortázar, Borges, Marechal y hasta con el mismo Horacio Quiroga, casi un ermitaño que vivía en mitad de una selva y que fue el precursor del cuento en argentina con sus: “Cuentos de la selva.”

Hijo de un empresario industrial, profesión esta que a su vez había sido heredada de su padre, un inmigrante italiano del 1900, me movía en un país que crecía voluminosamente a un ritmo diferenciado respecto a otras sociedades, aún las más lejanas, las de otros continentes. Claro que en Argentina todo es y no es, hoy es la euforia y mañana la depresión, quizá esto sea una parte de esa melancolía, de ese tango, de esa inmigración que iba a América para “hacer la América” y volver, pero luego de fabricar una vida, ya no podía, no se podía volver. Así lo pintó en muchas de sus letras Enrique Santos Discépolo (Discepolín). Y quizá, con un sentido filosófico, estas apariencias discontinuas tengan que ver con algo significante literariamente. En Argentina casi no existen novelistas, es el cuento el verdadero artífice, el género más acabado, los cuentistas son los más destacados, los novelistas poco abundan o se los desconocen, allí tenemos a Juan Filloy, un caso testigo, con once novelas publicadas y para muchos, un desconocido.
Existe una paradoja, la constancia en la historia de la vida de la sociedad argentina, es la inconstancia, si observamos esa falta de continuidad en todo el estamento, político, religioso, social, podemos ver por ejemplo, la cantidad de golpes militares en la corta historia del país, casi ningún presidente terminaba su mandato legal.
Cuando me refiero a lo literario en comparación con lo expuesto y hago precisión en un factor intrínseco del ser argentino, comparo la falta de continuidad asimilada a la novela. El cuento sería, lo es supongo, más apropiado, es una estructura cerrada que comienza y termina, luego podemos comenzar con otro, distinto, otra cosa nueva, otra locura, otro golpe de estado a nuestros pensamientos.
El año de mi nacimiento se había iniciado el declive de un gobierno (el peronista) que hizo mucho por el crecimiento social. Gobernó por momentos en forma equilibrada y brillante, pero como contraste y para no ser menos argentino de lo que simbolizaba serlo, fue un ejemplo de todo lo contrario, gobernó mal, se excedió en muchas cosas y vio enemigos donde no los había, solo había personas de distintos pensamientos a los instalados. Hoy es común la convivencia, en otros tiempos, en los míos, no lo era.
Mis estudios comenzaron en un colegio inglés, allí hice la primaria, en una escuela medio pupilo. Intenté comenzar mis estudios secundarios (influenciado por mi amigo Maurice) en un instituto industrial especializado en química, pero duró poco la influencia, la realidad fue contundente y luego de algunos desaciertos pasé a un bachillerato menos complicado, menos empírico, más humanista. Todo terminó con el intento de ingresar a la universidad para estudiar derecho. Hice el curso de ingreso en la UCA (Universidad Católica Argentina) me examiné, terminando como uno de las notas más altos: 8,75/10, nunca más pisé una universidad, solo llegué hasta el ingreso, mi primer escalón fue eso, el primero y el último.
Trabajé como empleado vendiendo libros, zapatos y otros menesteres, algunos necesarios, otros no tanto. Años más tarde me desempeñé en una asociación mutual privada que tenía que ver con la salud, hasta que comencé a hacerlo en la industria de mi padre por largo tiempo. Luego intenté desarrollar otra actividad aledaña a la industrial, pero por razones obvias de cambios en los manejos políticos, ser industrial comenzó a ser como la revolución: “Un sueño eterno”. Decidí que mi lugar no era más Buenos Aires, que me agobiaban los ruidos y la gente y me fui acercando al océano atlántico. Mi profesión era para ese entonces, asesor inmobiliario, abracé esto con pasión, me matriculé, asistí a cursos, congresos, jornadas especializadas mientras hacía lo mismo en mis ratos de ocio con la literatura, concurría a talleres literarios, investigaba, escribía, leía como un loco. En Mar Del Plata, era director de una agencia inmobiliaria, lo fui por mucho tiempo, hasta que llegaron épocas de cambio. Los cambios también removían lo sentimental. Soy divorciado de un matrimonio fallido de corta duración, me había casado joven con una madrileña en Buenos Aires, tuvo poca importancia en mi vida pero sirvió para darme la titulación:”divorciado”. Luego ya en otro tiempo conocí a la madre de mis dos hermosas hijas de la que estoy actualmente separado.
Cuando todo comenzó a dejar de ser lo que era, vamos, a producirse otro cambio en el país, el contraste me llevó a pensar en unas palabras de mi padre que me había invitado en un momento especial (de cambio por supuesto) a morir (vivir) en Europa, invitación a la que hube declinado con una vital convicción. Convicción que cambió radicalmente (para no ser menos con mi identidad) y que me llevó directamente a una agencia de viajes, invirtiendo la polaridad con mis abuelos (paternos y maternos) yo venía a: “Hacer la Europa”.
En esos momentos recordé que mis abuelos maternos eran gallegos, gallegos de Galicia (vale decirlo porque en Argentina se dice que todos los españoles son gallegos, cuando obviamente es lo inverso)
Me instalé en una isla de difícil integración, donde resido actualmente, en otro mar, bello mar Mediterráneo, en otro mundo más pasivo, donde los Aires a veces no son tan Buenos por culpa de la Tramontana.
Mi paso por la costa sur del Brasil, me hizo volver a rendirme ante otra tierra en algún tiempo desconocida, hoy Itajaí es parte de mi vida, como lo es Binibeca donde resalta el verde azulado del mar y las casas uniformemente blancas.

Los años siguieron pasando y desde la agencia inmobiliaria de Mahón, volé a la montaña, algunos años dedicado al turismo rural, en lo agreste, en la montaña, allí el rumor de la brisa sugiere el olor de la vida, una de ellas, porque al igual que mis personajes mudan, viran, ni yo me atrevo por momentos a saber donde están. Siempre cambiando, como yo que aquí estoy esperando por otra vida, por el cambio.