DIÁLOGOS DE AMOR
Los diálogos ideales de Platón, reaparecen en ese
neoplatonismo que lo inunda todo. En este caso Judá Abrabanel (Lisboa 1460-1523) filósofo y escritor más cono León Hebreo, invoca dichos diálogos
creando los personajes de sofía y filón que forman como acrónimo la palabra
filosofía.
No se puede desear y amar al mismo tiempo, le dice
Sofía a Filón en el primer diálogo de esta obra que, a pesar de haberse
publicado por primera vez en 1535, sigue teniendo una sorprendente frescura
intelectual.
El deseo, argumenta Sofía, se da cuando no se posee el objeto
ansiado, mientras que el amor consiste en la posesión de dicho objetos. El
deseo precede al amor y desaparece una vez que se logra la cosa deseada. El
amor nace del mismo objeto deseado, mientras que el deseo es afán de adquirirlo.
Desear y amar serían, pues, términos contradictorios, algo que Filón cuestiona,
señalando que el conocimiento es anterior al deseo y que no se puede desear –
por lo tanto amar – aquello que desconocemos.
La discusión, que sin duda se basa en el modelo de
los diálogos platónicos, es realmente fascinante porque quien lee sopesa uno y
otro argumento, poniéndolo en relación con su propia experiencia personal.
Todos somos producto y padecemos la sed infinita del deseo y todos pensamos que
la realización plena del amor consiste en la posesión, tal vez sería mejor
decir identificación con el objeto amado.
La pregunta flota en la mente, ¿acaso no podemos
desear lo que ni siquiera sabemos que existe, aquella persona que no conocemos
y quizá nunca encontraremos? Y, de llegar a conocerla, a encontrarla, una vez
que la tengamos en el sentido noble de la palabra ¿dejaríamos de desearla?
¿dejaríamos más tarde de amarla para ceder al impulso de un nuevo deseo?
Filón, apoyándose en Aristóteles, apunta que hay
diferentes clases de cosas deseadas, por ejemplo las útiles y las deleitables.
El deseo por las cosas útiles terminan cuando estas cumplen su función
utilitaria, mientras que el de las deleitables permanece, ya que el deleite que
proporciona no se agota, sino que puede demandar su constante reiteración. De
ahí que lleguen a coexistir el deseo (por lo deleitable) y el amor (en la
posesión) un ideal que aunque muy pocas veces se llega a realizar, igualmente
merece la pena atravesar las puertas del mismo infierno por intentar el logro.
Después de cinco siglos el tema del amor planteado
en estos diálogos sigue planteando en forma aguda un interrogante sobre esta
dulce angustia que define al ser humano.