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Momentos literarios

 en redes sociales :

PERDIENDO ESENCIA

 

La teoría darwinista se pierde en el registro de los tiempos, si alguna vez hemos sido cooperativos, si cazábamos para el grupo, si vivíamos en un mundo fraternal (no sin los altibajos de la convivencia) hoy el tiempo nos encuentra en la carrera por la pérdida de esa esencia inicial.

 

El pasado está condenado a no sufrir cambios sin embargo el futuro es incierto, siempre lo es, algunos, los que no están salpicados y promocionan una mejoría desde su perspectiva, la suya, la única que la distancia que sugiere su entorno les deja ver, insisten en que la mejora es sensiblemente clara. Otros en cambio, no sé si más realistas o convencidos de lo contrario, también por su entorno, que en este caso los imbuye sustancialmente en el ambiente en el que viven, ven al futuro con una especie de certidumbre asimilada a su presente. Ese que hemos de vivir por ser el tiempo que nos toca, pero un ejercicio futurista siempre ayuda para estar prácticos en materia temporal y en eso la literatura va en socorro de nuestro entendimiento.

 

La alineación de mis libros se acomodan en paralelo al desorden de mi vida, ordenada en sentimientos, lo contrario en todo lo demás. Sin buscar, la biblioteca me brindó un encuentro, mejor: un reencuentro, esta vez ha sido Herbert Gerorge Wells con "La máquina del tiempo" que me inció en la práctica, subjetiva sin duda, de ejercitar futuro.

 

Wells crea el personaje EL VIAJERO que a su vez inventa una máquina que viaja en el tiempo, la desición de viajar al futuro lo instala en el año 802.701.
En la continua búsqueda por saber más, el viajero como humano, ejercita la pregunta del ¿Porqué? y en su imaginario quiere, desea que el avance cronológico muestre mejoría y prosperidad concentrado en la esencia que contiene lo fraternal, esa unión de seres empecinados en la optimización de una sociedad mejor. Conecta así íntimamente con la sublime pretensión de encontrar una sociedad en plenitud de su desarrollo y aparece ante sus ojos un mundo habitado en su superficie por seres hedonistas: los ELOI, seres pequeños, bellos y gaciosos pero a la vez débiles y superficiales.

 

Los ELOI viven en forma despreocupada, sin trabajar, alimentándose de frutos, sin indicios de enfermedad, jugando y amándose. Cuestión esta que lleva al protagonista a comprender lo acertado de su intuición al conjeturar que la sociedad ha concluído en un desarrollo pleno donde el dominio de la naturaleza y la falta de necesidad exime a los sexos de especialización alguna.

El viajero supone entonces que ese ha sido el destino de la humanidad, producto de la resolución de sus problemas existenciales. Pero claro, las historias humanas nunca son tan simples o lo son hasta que perforamos su interior. Descubre que la vida de los ELOI se encuentra signada por un profundo miedo al subsuelo y a la oscuridad. Debajo de la superficie donde víven comunicados por sendos agujeros hay otra vida dominada por siniestras criaturas, los MORLOCK, segunda rama de la especie humana que vive en las tinieblas subterráneas y aparece en la noche en busca de su alimento: los ELOI.

 

Los MORLOCK, a diferencia de esos seres gráciles vegetarianos e inofensivos, se caracterizan por su fealdad y ferocidad. Seres blanquecinos, de ojos enormes y sensibles a la luz producto de tanta brutal oscuridad. Carnívoros y con una dieta sujeta a su plato preferido, esos seres graciosos que viven en la superficie.
El viajero comienza entonces a intuir el error de esa visión superficial de su llegada y comprende cuan breve ha sido el sueño de la inteligencia humana. El futuro se convierte así ante sus ojos en un presente inquietante donde existen dos razas que comparten en una particular simbiosis, un planeta extraño y desolado que ha sufrido catástrofes y transformaciones con un ténue reflejo de humanidad que pervive en la continua pérdida de esencia a través del tiempo. La necesidad, rechazada durante milenios, convierte su nueva obra pero ahora desde la penumbra subterránea.

 

¿ Escribió Wells una novela de ciencia ficción ? Es verdad que traza una sombría visión del futuro de la raza humana, pero es toda una alegoría y en ella, en una supuesta exageración, tan supuesta como el tiempo por venir, pretende un llamamiento hacia los hombres constructores del devenir. El ejemplo de los ELOI en clara descendencia de los antiguos capitalistas ultraideológicos y los MORLOCK, los maltratados de hoy, quienes desde una subterránea penumbra acaban por dominar a sus antiguos opresores.

 

La máquina del tiempo trata fundamentalmente sobre la lucha de clases, marcando una profunda diferencia entre estas y previniendo el desenlace (simil al actual pero al revés) en un futuro lejano de un mundo poblado por dos degeneraciones, que habiendo perdido su esencia inicial, mutan en hombres y mujeres sin cualidades humanas y enfrentados entre sí.

 

Instantes

Roca y cala, marisco y noche, almohada y deseo.

Una selva tropical en el centro de la ciudad, un recital de percusión y un domingo de sardana, la elección de un color y el sol que se pone rojizo en la terraza.

El desayuno y un avión, una obra de teatro y el cafe de las mañanas, un mercado de colores y el vino de la vida antes del almuerzo.

La cocina, los olores conservados desde la infancia, el laurel, el tomillo, el beso y la caricia, la cena y el amor sin avaricia.

El Hortelano y el Pincel, la música y un pensamiento de momento compartido.

La vela y el sofá, la rosa  y el mantel. El color de tus ojos que se ajusta invariablemente a la sonoridad de mis palabras, tus palabras que son mis propios ojos buscando tu mirada.

Tus brazos, tu espalda y la oposición nocturna de nuestros cuerpos que en la mañana vuelven a mirarse.

Te quiero como siempre, pero te quiero como nunca porque el día ya termina y ayer es siempre menos.

 

SUEÑO

Eran las 6,15 cuando se despertó, quedó un rato mirando el cielorraso y como cada día a las 7 estaría de pie.

 

Para Román hoy era un día como otros pero no tanto porque por primera vez había intentado desde las 6,15 y hasta las 7 menos un minuto interpretar el sueño de la noche anterior. Los recuerdos confusos como se suelen mezclar en los sueños abrían posibilidades a cada acto imaginado que se subordinaba o quedaba retrasado ante otro pidiendo prioridad, así lo mandaba el subconsciente pensaba, pero igual el tiempo no cuenta, en un sueño puede pasar una vida, se acota a ese espacio atemporal donde la decisión le venía dada.

 

En la primera imagen, ahora imaginada se vio sentado esperando ante una mesa en una bar lejano de tumultos como único parroquiano aguardando, sentado allí solo a la espera, miraba sin ver, oía sin oír, lo importante era esa demora que parecía interminable.

Román por momentos parecía triste, la irresolución de aguardar, el temor (la esperanza) tardó un tiempo, tiempo de sueño en saber lo que esperaba, quizá otra vida mejor que la que tenía, quizá perseguía un sueño dentro del sueño. Pronto lo supo, la esperaba a ella, le costó articular un nombre solo leía su imagen imaginada, pequeños ojos brillantes, unas arrugas que suponen tiempo acompañando las comisuras de su boca. Unas manos agradablemente grandes y soñadas para el sueño. No pudo ahora recordar nombre alguno, pero el sueño volvió a retrotraerse por inimaginables preferencias soñadoras a momentos (una vida) antes de la espera, donde ella, antes de tenerlo sentado le había dado parte de su tiempo, la promesa de quererle aún más, una vida en completa armonía con sus cuerpos y sus almas, le había llenado de regalos inmateriales envueltos de esperanza

 

Abriéndose paso una nueva insurgencia, otra acción, Román intuía una mentira aunque no atinaba acomodarla, no supo si el tiempo fue pretérito pero pronto entendió que estaba bien sujeta entre la espera y las promesas, intuía que aquellas promesas se bifurcaban y que también tenían como dueños otros destinos, aun así no quiso pensar en el engaño, aquellos ojos no parecían capaces, como tampoco los suyos lo eran de una sutil percepción.

 

Volvió el sueño a instalarse en la espera como último remanso, se vio esperando, sentado a la mesa cercana a una ventana enrejada como recalcando su condición de eterno prisionero de la demora. Eran las siete menos un minuto y no sabía si realmente había imaginado o soñaba que soñaba.

 

 

Aromas

(Explorar el pasado, evocando recuerdos desordenados)

“Hace ya muchos años que, de mi infancia en Combray, solo existía para mí  la tragedia cotidiana de acostarme. Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso  tomar, contra mi costumbre, un poco de té. Dije que no, primero, pero luego, no sé por qué, cambié de opinión. Mandó a comprar uno de esos bollos pequeños y rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen haber sido moldeados en las valvas con ranuras de una concha de Santiago. Pronto, maquinalmente, agobiado  por el  día triste  y la perspectiva de otro igual, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había dejado reblandecer un trozo de magdalena. Pero, en el instante mismo que el trago de té y  migajas de bollo llegaban a  mi paladar, me estremecí, dándome cuenta de que pasaba  algo extraordinario. Me había invadido  un placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía indiferente a vicisitudes de la vida, a sus desastres inofensivos, a su brevedad ilusoria, de la misma manera que opera el amor, llenándome de una esencia preciosa; o, más bien, esta esencia no  estaba en mí sino que era yo mismo. Y no me sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podía haberme venido esta poderosa alegría? Me daba cuenta de que estaba unida al gusto del té y del bollo, pero lo sobrepasaba infinitamente, no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Cómo apresarla? [...]   

     Y, de repente, el recuerdo aparece. Ese gusto  es el del trocito de magdalena que el domingo por la mañana en Combray (porque ese día yo no salía antes de la hora de misa), cuando iba a decirle buenos días a su habitación,  mi tía Leonie me daba, después de haberlo mojado en su infusión de té o de tila. La vista de la pequeña magdalena no me había recordado nada, antes de probarla; quizá porque,  habiéndolas  visto a menudo después, sin comerlas, sobre las mesas de los pasteleros, su imagen había dejado esos días de Combray para unirse a otros más recientes [...]      

     Y desde que reconocí el gusto  del trocito de magdalena mojada en la tila que  me daba mi tía (aunque todavía no supiera y debiera dejar para más tarde el descubrir por qué ese recuerdo me hacía feliz), en seguida  la vieja casa gris, donde estaba su habitación, vino como un decorado teatral a añadirse al pequeño pabellón que estaba sobre el  jardín ...”

                                                                  Marcel Proust, Por el camino de Swann,

 

No pensé nunca que me iba a aficionar al intento de investigar la intrínseca conexión entre aroma y sentimiento, aroma memoria sentimiento, pero así fue, en forma inconsciente al igual que lo que llevamos a cabo al inspirar, así mi vida fue virando como el tornasol que cambia de color como la vida cambia de momentos.

Quizá el escepticismo respecto a ciertas verdades mundanas, la banalidad o esa forma tan subjetiva que tenemos de vivir a veces la vida no me había llevado a captar el contundente valor de las cosas que subyace muy dentro de ese aparente visión circunstancial que solo define apariencia. El aroma, el olor, el perfume o la fragancia nos llevan, como en el caso de la magdalena de Proust, a conectar con momentos ricos en sentimientos, no es que me hubiera empecinado, fue Yanela la que me llevó a la situación de confiscar sentimientos a través de la memoria incitada por aquellos aromas que se ven reconocidos en el tiempo y en algún lugar que nos es familiar.

 

Sucedió como suceden invariablemente las cosas que pasan en la vida, esta vez y aunque fue con el oído, el repiquetear del tintineo comenzó a brindarme una especie de alegría momentánea, quizá también hubiera relacionado en aquel momento el suave tintineo con Almiranta, la vaca de mi abuelo que hacía sonar su cencerro al tiempo que buscaba la mejor hierba.

 

Esos domingos un poco abúlicos, caminaba por la Av. Sao Joan y al llegar a Ipiranga me detuve en la esquina norte/sur, viré la cabeza y leí atentamente Esquina MPB, mi corazón latió rápidamente y aunque debo decir que no fue por el olor, porque aún no me impregnaba la idea, mi corazón se inclinó hacia la poesía invocando la música popular brasilera, estaba en el Bar Brahma. En la terraza, en medio de aquel murmullo encontré un lugar donde sentarme a espaldas de una mujer infravalorada en cuestión de importancia por el mero hecho de una impronta momentánea, solo pude confirmar que era rubia…rubia y solitaria.

Pregunté al camarero que podía aconsejarme para ese mediodía de domingo. Me informó amablemente: “puede experimentar iguaria bahiana, por ejemplo BOBÓ DE CAMARAO preparado con aceite de dendé y leche de coco” que era lo que le acababa de servir a aquella señora rubia…Insistí en algo más lugareño, me dijo”. Pues…FAVORITO DE CAUBY, un picadillo de filé mignon con base de cerveza negra, arroz, farofa y pastel de banana” Me gustó lo de farofa, me recordó a Minas Gerais y ese fue mi plato de domingo.

 

Mientras esperaba, bebía cerveza y leía en aquel cardapio….”Alguma coisa acontece no meu coraçao – Ipiranga y Sao Joao –“Fue cuando comenzó el tintineo, una suave armonía momentánea producto del choque de metales, no logré mirar con detenimiento porque provenía de una sonoridad que estaba a mi espalda, pero mi empecinamiento me hizo decantar la verdadera razón. Aquella rubia cubría la mitad de su antebrazo con pulseras metálicas, cada vez que bebía un sorbo cerveza, las pulseras lograban un parangón inconsciente con la Almiranta y me llevaban y retrotraían del pasado al presente.

Ensimismado tal cual es una situación constante en mí no me percaté de la llegada siempre auguiriosa del amigo que no veía hacía muchos años. Otto Vianello, un italiano que había conocido en Paris y que residía en Sao Pablo y que casualmente era asiduo al bar,  me avisaba de su presencia con sus dedos en mi cuello para llevarme a un abrazo de esos que solo los italianos saben improvisar… ¡Mamma mía! ¡Moranguinho! Acabó diciendo..

 

¡Uff años que no me llamaban así!

Mientras se sentaba frente mío y ordenaba una cerveza, había empezado a conversar de viejos tiempos, de la compra frustrada de aquel negocio en el Balneario Camboriú que nos había comulgado en una amistad duradera.

¡Noites mágicas! Repetía incansablemente…

Sin embargo y aunque hacía años que no nos veíamos, me parecía que no estaba concentrado en aquella conversación de recuerdos, es más, en forma constante torcía su cuerpo lejos de la perspectiva de mi persona y observaba por momentos a mis espaldas, no lo hacía todo el tiempo, pero su desplazamiento era algo constante.

¿Te interesa la rubia?

- Quizá, amico, contestó en su lengua casi olvidada.

De pronto y fiel a su estilo, se levantó repentinamente, me dejó de lado y se quedó parado al costado de la intrigante rubia…

- ¡Yanela! Dijo sorprendido Otto Vianello.

La rubia se levantó cual resorte, abrazó a Otto Vianello y le dijo:

- ¡Nicascio!

- ¿Nicascio? Dije sorprendido

Acto seguido, me cogió del brazo, me hizo sentar frente a la rubia y dijo:

- Yanela…Alexis, Alexis…Yanela

- Insistí… ¿Nicascio?

Otto Vianello sonrió.

Me contó que Otto  y Vianello eran los nombres de sus abuelos, el Alemán y el italiano y que en los tiempos que nos conocimos se hacía llamar así pero que su verdadero nombre era Nicascio.

 

Estuvimos conversando los tres hasta altas horas de la tarde, se mezclaron recuerdos, ficciones, vivencias, frustraciones. Fue muy interesante, además de ponerle nombre a aquella rubia que verdad era como una Yanela, me gustó cierta coincidencia con ella, porque era más que aquello que se podía ver en ella, mucho más. Sin embargo no captaba muy bien la relación que unía o había unido a Otto… bueno a Nicascio con Yanela, así que opté por no demostrar demasiado interés aunque creo que mis poros destilaban ansiedad de saber más sobre aquella persona que emanaba un intenso olor a mujer asimilada a mi estilo, ya no oía el tintineo, ahora estaba atrapado en sus pequeños ojos brillantes. No pude discernir en el momento si Nicascio lo hacía por favorecerme, por alguna ocupación contractual o por haber captado esa inconfundible manera de expresarnos de los humanos cuando nos interesa alguien. Lo supe, pero no fue en aquel momento. Lo cierto es que Nicascio se levantó de su silla, nos saludó efusivamente y se fue so promesa de volver a encontrarnos en algún otro momento.

 

- Fue agradable, atinó a decir y se fue caminando por avenida Sao Joao

Yanela y yo nos quedamos sentados conversando y logramos tender un puente de comunicación como pocas veces se logra construir entre las personas, fue un momento donde las expresiones se confundían de tal manera que ni yo ni ella sabíamos si lo que decía el otro era realmente la palabra propia expresada desde otros labios, los gestos, aquellos deliberadas manifestaciones de pudor y erotismo nos envolvían con movimientos de manos y sonrisas de miradas.

 

Llegó el momento de la despedida, caminamos unas calles y luego nos saludamos. Yanela se acercó a mí, nos besamos discretamente y su aroma penetró en mi subconsciente buscando un lugar donde alojarse. Es curioso que logremos guardar en forma inconsciente la información relacionada con el tacto, el olfato y logren penetrar en los hemisferios cerebrales. El sentido del olfato es de verdad intrigante, enigmático,  involuntario y difícil de describir. Yanela se dejó ella misma instalada en mí y desde aquel instante para siempre detonando su fragancia en los momentos más inverosímiles que nunca se eligen, vienen como desembocaduras fluviales y se desplazan a su antojo proponiendo en no olvido de aquello que es parte de uno mismo.

 

El paso de las horas desde aquel día estaban hechos de calcular no calcular el tiempo sin verla, la alquimia de intentar adivinar la ilusión desde el otro lado o quizá la desesperante indiferencia. Con todo y ante aquella situación embriagante de galanteos, olvidé, olvidamos establecer continuidad, ninguno, ni yo ni ella nos quedamos con un número de teléfono, inverosímil pero real así como mi desesperación por buscar el hilo conductor que me lleve a un nuevo encuentro.

En forma urgente llamé a Otto Vianello, después de buscar en antiguas agendas su móvil, logré dar con él.

- Hola, ¿Otto Vianello….Nicascio?

- Yo mismo…Hola Moranguiño!! ¿Cómo vas? ¿Cómo te ha ido con Olhype?

- ¿Olhypé? ¿Pero es que nadie se llama como dice que se llama?

- Perdona, con Yanela

 - ¿Por qué has dicho Olhypé?

- Bueno…Yanela ha sido una compañera de infancia y luego me convertí en su confidente, en su amigo, nunca hubo más que eso entre nosotros. Cuando pequeña, Yanela era la más alta de la clase y le decíamos ojos pequeños, pies grandes, olhypé. Los vi muy ensimismados y me hice a un lado, espero que la hayan pasado bien.

- Te llamo porque olvidé pedirle su número de teléfono

- ¡¡Vaya con Casanova!!

- Lo sé, ha sido un error, aunque debo decir…compartido, lo cierto es que quería saber si tenías su número.

- Lo siento my friend, el encuentro del domingo con Yanela y contigo fue enteramente casual, hacía mucho que no la veía y obviamente a ti. No tengo contacto alguno con Yanela, aunque ella es inteligente, si siente que puede haber algo más contigo, te buscará. Por cierto, menos mal que has llamado, tampoco tenía tu teléfono, pasó mucho tiempo…volveremos a vernos, al menos eso espero. Ten paciencia Alexis, habrá una segunda vez. ¿Te ha contado algo?

- ¿Debía haberlo hecho?

- No…bueno, digo….

- A ver, dime lo que no quieres decirme

- Pues, no puedo. Los dos sois amigos y si ella no te ha contado nada…yo he sido su confidente y no puedo decirte nada que ella no te haya dicho. Lo siento Alexis, lo mismo le diría a ella sobre un asunto que me hubieras contado.

- Pero….

- No hay nada malo, es una confidencia.

Entre mi desconcierto y sus palabras, nos despedimos y me senté sobre la cama como en una nube de esperanza, suavemente y casi distraído, me dormí hasta que el sol obligó a mis párpados a entreabrirse.

 

En enero, esperaría febrero, un salto a marzo y ni noticias de Yanela. No sabía cómo hacerlo, el desconcierto se había juntado con el desgano y los grises se convertían en negros muy a menudo. Eso hizo que improvisara una estrategia. ¿Y si Yanela fuera asidua al Bar Brahma? Decidí entonces a partir del segundo domingo de marzo, dar presencia en el bar, en la misma mesa de ser posible y a la misma hora todos los domingos restantes hasta poder dar con ella. Una estrategia un poco vaga, sin sustento, pero al menos dilataba mi maltraída esperanza. Domingo tras domingo a la misma hora que aquel día, me sentaba y hasta mis movimientos, mis bebidas fueron desesperadamente rutinarias, abúlicas, sinsentido. Después de casi tres meses, promediando mayo casi había agotado la paciencia de mis esperas, un domingo, el que había decidido que era el último de antemano, mientras me dirigía hacia el bar y sin saber porque, cambié mi rumbo, ya no dirigía mis pasos hacia Sao Joao e Ipiranga, solo caminaba en sentido de una vaguedad no calculada, algo como abúlico e impersonal, no sé si era yo el que se desplazaba u otro que zigzagueaba sin sentido hacia un lugar desconocido.

En una toma de conciencia sobre lo que hacía, fui tomando nota mental del trayecto, caminaba por una calle llamada Duque de Caxias, viré en Consolaçao hasta la avenida Brasil hasta llegar a la plaza California decidí entrar en el bar Da Praça, un pequeño y acogedor bar que tenía un aroma cultural, cuadros y libros denotaban su carácter,  me sentía en una pequeña parte de mi mundo. Pedí un café largo y sin azúcar. Fue entonces cuando vi una información que estaba sobre la barra cercana a mi mesa, me acerqué tomé un folleto que publicitaba un lugar llamado Baró. Decía literalmente “Galpao, espaco dedicado a artistas das décadas de 1970 e 1980, mostras excluisivas e inéditas” Rua Barra Funda 216. Terça a sexta, das 10ás 19h, sábado das 11h asl 16h. tel (11 3666 6489) Constaba un mapa y estaba a ocho calles. Pagué y me dirigí hacia el lugar.

El Galpao es un lugar amplio con divisiones circunstanciales donde exponen varios artistas contemporáneos. En la entrada hay en un costado una especie de mesa redonda con diferentes books pertenecientes a pintores y escultores que exponen. Divisé dos de los cuatro que tenían presencia pictórica en la sala, también había un plano de situación.

Juarez Machado, me pareció interesante, un pintor de Joinville que, aunque vive en Paris tiene un estilo art Deco/Figurativo. Me sedujo la idea de contar historias románticas, sexo y seducción que subyacen en la vida nocturna de bares, clubs y fiestas elegantes. La elegancia vestida de transgresión que sucede con las manos bajo la mesa. Bajo uno de sus cuadros rezaba: “El arte para mí es tratar de encontrar mi propio tamaño, mis límites en el pasado, mis medidas en este, mi espacio en el futuro”.  El segundo pintor de mi elección fue Fabio Baroli, que aunque vive en Río, es nativo de Minas Gerais, tiene mucho de erótico e impone su deseo de provocar otras emociones más íntimas y cercanas. Lo extraño en este caso fue que Baroli, nacido en 1981 nada tiene que ver con 70/80. Fue en un cuadro de este pintor donde me detuve más tiempo, quizá por el título para empezar porque toca las fibras de lo que no se ve y en definitiva es lo que me gusta. “En la intimidad uno se angustia” era el sugerente nombre del cuadro impactaba la semidesnudez de una mujer que aporta su calor corporal y deja sus piernas entreabiertas bajo las faldas. Allí quedé y me acerqué lo bastante para mirar algo en el cuadro, algunos, los más se alejan, yo neófito, hice lo  contrario, más me acercaba más parecía ver.

 

Una voz detrás de mí dijo:

- No es una mancha.

Enrojecí de pronto. Viré y el calor del cuadro trasuntó mi cuerpo. Era ella, Yanela. Casual causal que llenaba de color y vida el momento más allá de la muestra pictórica. Nos quedamos mirándonos por un instante eterno, sin palabras, solo nos mirábamos y sonreíamos hasta que sonó un móvil que hizo perder ese efecto ilusorio cambiando por una cruel realidad también momentánea, algo fútil quizá que nos alejaba del sueño. Yanela cogió el teléfono de su bolso.

- Hola, si, si ya está, estoy con él, gracias, luego hablamos. Nicascio que me daba tu teléfono

- ¿Justo hoy?

- Es que…Creo que fue un error de los dos, y yo no tenía el teléfono de Nicascio…

- ¿Y cómo?

- Es que llevo meses buscando un contacto que lo conoce y que de seguro tenía su número de móvil y ayer pude dar con él, estaba en Paris y volvió justo ayer.

- Supongo que los mismos meses que yo te busco en guía, que voy al bar los domingos…

No sé si fue retomar o fue algo así como si aquel domingo hubiera sido ayer y hoy lunes nos viéramos por segunda vez. Lo cierto que había en un principio una cierta confirmación de la sospecha. La primera vez que la tuve en mis brazos tocarla fue como llegar a casa. La maravilla de la sorpresa una y otra vez, ¡teníamos tanto que contarnos! Pero era todos los días, todos los días había aportes, descuidos y abundantes sesiones de miradas y presencias aún sin estarlo, sin estar presente, sin la cercanía de los cuerpos, aún estábamos juntos. Las primeras semanas por algunos momentos intentaba hacerme a la idea que era algo momentáneo, una especie de coraza anti sufrimiento que nos inventamos creyendo que eso nos salvará. Pero con el paso del tiempo esa idea “protectora” desapareció y quedé a la merced de los acontecimientos que me sobrepasaban.

 

Hacer el amor con Yanela era algo continuo, el acto en sí, el sexo era como mirarse, tomarse de la mano, caminar; a la vez que mirarse, tomarse de la mano, caminar era hacer el amor, hacerlo a diario, en nuestras conversaciones, en la cocina cuando Yanela pedía permiso para sazonar mi salsa, cuando yo agregaba perejil a su tostada con tomate.

Yo vivía en un pequeño apartamento cerca de la Av. Sao Joao, Yanela tenía su casa en el barrio Perdizes y era donde estábamos la mayor parte del tiempo. Todo en Yanela me atraía, su forma de decorar, de proponer ambientes cálidos, luz difusa, su comida….su forma de amar porque amar era la forma misma. Fueron los tres meses más maravillosos de toda mi existencia. Tres meses. Solo tres. ¿Cómo sucedió? Así como así. Yanela un día desapareció sin dejar vestigio, sin mensaje, sin despedida. Infructuoso fue llamarla, ir a su casa, estar horas en los aledaños. Yanela me rompió el corazón en mil pedazos. Me sugerí a mí mismo aquello de amar sin ser amado pero no entendía la circunstancia porque lo que emanaba no era eso, sino el mismo flujo que circulaba de ida sí, pero también de vuelta. Volvían a pasar los meses sin mí. Yo ya no era yo. Tomé una decisión, dejé la vida en la ciudad y volví al pequeño pueblo que fue mi residencia durante muchos años. Volví a Itajaí, el pequeño pueblo pesquero me había cobijado desde los 80, muy cerca a pocos kilómetros del Balenario Camboriú tenía amigos que terminaron regenteando una disco.  Encontré un pequeño apartamento con vistas en la playa Buraço y allí viví durante años. Volví, pero alejarse a veces no soluciona el problema, solo que cambiar de ambiente ayuda.

 

La escritura,  la lectura, siempre han salvado los momentos más álgidos y me ayudaba a acompañarme de mi mismo, es una introspección constante que ayuda a verbalizar nuestros vacíos,  sentimientos. Un intento es una aventura así que el mío, el de alguien que escribe cuentos intentar escribir novela es complicado, pero en esa complicación se encuentra el gusto y la forma de evadirse y de no pertenecer por momentos a este mundo letal. Consciente de que la novela solicita del autor información, comencé a escribir sin preocuparme sobre lo que iba escribir, solo me dejé llevar, siempre es así, cuando uno se adentra, luego necesita la información para después, si ficciona, cambiarla a su gusto, después de todo, escribir es definir un estilo, el propio. De todas maneras y aunque internet ayuda, era necesario para mí, oler libros, así que me tenía que desplazar hacia bibliotecas y poder tocar, oler e imaginar de otros autores consecuencias de sus escritos.

 

Habían pasado dos meses de la huida de Yanela, ya no pensaba todo el tiempo en ella, pero pensaba, la imaginaba aún cocinando y riendo a mi lado. Decidí entonces consultar la biblioteca que más tuviera que ver conmigo. La biblioteca Albertina Ramos de Araujo, una biblioteca nominada como nostálgica, allí una antigua casa de dos pisos guarda en sus estantes la historia viva del mundo. Apenas 90 kilómetros me separaban del lugar, llegué a Sao José y pronto estuve en la Rua Padre Macario 10, lugar de la biblioteca. Entré y comencé una búsqueda sin guía, abría y cerraba libros sin saber que buscaba, cuando lo encontrara sabría que estaba buscando.

 

“Le Rouge et le Noi” de Stendhal, una novela de fines del siglo XVIII que mostraba una Francia borbónica y un poder omnímodo del ejército (rojo) y del clero (negro) fue la pista, pero no fue esta novela la que me llevó a considerar ciertas situaciones que sentía como propias. En la novela, una de las amantes de Julián Sorel, Madame Renar, era dada a la lectura de ciertas novelas románticas y había una especial que simbolizaba su momento, el de ella y el de su amante Julián. La novela en cuestión estaba escrita por Jean Jaques Rosseau, originariamente titulada “Cartas de dos amantes”, habitantes de una pequeña ciudad a los pies de los Alpes y se inspira en la historia de Eloísa y Pierre Abélard, incurriendo en una sublime entrega que poco a poco sobrepasa la pasión amorosa. La obra habla sin duda del amor, pero instala una teoría filosófica con la que Rosseau explora valores morales dando preferencia a la ética. Me interesó la perspectiva que brinda el amor cuando salta vallas que nos presenta la sociedad. Una joven noble enamorada de su preceptor de origen humilde y que obliga a las partes a amarse en secreto. La novela es epistolar y aunque las primeras ediciones la daban como “Cartas de dos amantes”, el libro tuvo su consagración como “La nueva Eloísa”.

 

Volví y a la mañana siguiente en la estrecha calle que me separa del mar, se encontraba un coche azul y de pie, junto a él la mujer que, como en un gráfico de ejes cartesianos, había curvado en forma de parábola descendente una vida colmada de esperanza. Caminé hacia ella y permanecimos paralizados en una mirada eterna caracterizada por un grito mudo de impotencia y un lo siento en la mirada. Caminamos por la arena, nos detuvimos sin mediar palabra mirando el mar. Sentados allí, Yanela giró su cuerpo hacia el mío dejando el mar a un costado y me obligó a imitarla. Sin dejar de mirarme ni por un segundo comenzó diciendo:

- Te contaré que ha pasado, lo que pasa y un poco la historia de mi vida

- La verdad es que no llego a comprender como…

- Te pido, eso sí, no me interrumpas, está en mi ánimo poder dar transparencia al cómo y porque he actuado como lo he hecho.

El énfasis y su determinación me fueron preparando para escucharla mientras me internaba en la sinceridad de esos ojos brillantes que hacía mucho no me dejaban dormir.

- Siempre he sido menos sana de lo que parezco. Durante mi adolescencia sufrí una enfermedad rara que aunque no duró mucho fue premonitoria de otra que me hizo aborrecer mi nariz. La bromhidrosis tiene que ver con el olor corporal y aunque se considera rara, en mi caso fue solo el comienzo de la rareza. De todas formas con el paso de los años desapareció sin más, siempre supuse que mis glándulas sudoríparas iban al ritmo de mis hormonas pero según me pareció se fueron autocontrolando. El problema y el colmo de la rareza me llegó después con casi treinta años comenzó a evolucionar en mi un estado inconsciente de emociones rescatadas del pasado que se fue exacerbando con el tiempo. Lo cierto es que ni siquiera es considerada enfermedad y solo hay un puñado de médicos especialistas dispuestos a tratar algo que nadie trata, entre ellos se encuentra el Dr. Mistakis  que  es mi médico hace más de 20 años, reside en las afueras de Paris y ya hace un tiempo que cuando me atiende me recibe en su casa, él y Teófila, su mujer han sobrepasado lo profesional y…soy, se podría decir una amiga de la familia. Y es justamente donde he estado este tiempo en que nos dejamos de ver, de allí vengo, de Paris.

 

 Como es de imaginar, intentaba comprender mi padecimiento pero es compleja la comprensión cuando no se tiene ni idea de las causas. Solo Mistakis y sobre todo en los primeros momentos pudo darme un poco de luz más que nada con su trato afable y comprensivo mucho más que con su saber hacer.

Los olores son una mezcla compleja, una combinación de diferentes categorías. No tuve en claro nunca si predomina lo físico o lo psíquico aunque me inclino más por lo segundo, creo que la fascinación en los humanos está íntimamente ligada a sensaciones, emociones y experiencias. Los olores, atraen y repelen, son parte del cortejo, establecen atracción o quizá alarma. Lo cierto es que el olor es un estímulo y en él hay una especie de reconocimiento de algún momento ya vivido. Mi problema Alexis es que, si bien conviven tanto los momentos de felicidad con aquellos que los que sufrimos, estos últimos me aniquilan como persona. El hecho en sí es que hay aromas, una mezcla de ellos o quizá uno determinado que me conduce a momentos aciagos, mis receptores olfativos remueven lo que está instalado en mi memoria y eso me lleva a una depresión que tardo en controlar días, a veces semanas. La intensidad del aroma no solo es fuerte sino que termina en una descripción y apreciación, ambas inconscientes. Hay cosas que fui aprendiendo con el tiempo, el umbral que es la concentración mínima que percibe el estímulo en mi es revelador de lo que me pasará seguidamente después de pasado dicho umbral.

 

Como comprenderás, me fue difícil explicar esta situación a la persona con la que estaba viviendo el idilio que ha marcado mi vida. Entiendo que las cosas se deben  compartir, sin embargo estando en mi lugar y ante el miedo diario que volviera a suceder, a llegar al umbral y tener que desaparecer de improvisto…

- Lo has hecho, has desaparecido sin más

- Sí y no. Lo que hice fue paradójicamente al revés, comencé a sentir que me faltaba algo, que ya me había acostumbrado a que me sucediera que algún aroma alcanforado, floral, frutal me llevara al intento de desertar de tener una vida normal. Me fui sí, desparecí pero me fui corriendo a Paris para exponerle a Mistakis la preocupación de no estarme sucediendo lo de siempre, casi podría decir que extrañaba mi infelicidad, ese llegar a ese umbral que me llevaría inexorablemente a situaciones caóticas que ya eran parte de mi vivir. Mistakis con su infinita paciencia me hizo todas las pruebas, hasta me expuso a fragancias como ambergris  que es una fragancia que de origen animal y al alcanforado pero con resultados neutros. Un día, después de cinco semanas de análisis y comprobaciones Mistakis me dijo en el desayuno:

- Yanela, he estado pensando y revalorizando toda tu historia clínica, me gustaría que esta tarde vayas a mi consultorio y hablemos tranquilamente.

Intrigada, inconsciente pero esperanzada, Yanela estuvo a las tres en punto en el consultorio.

 

Al entrar se percató que aquel médico, su amigo, la esperaba sonriente, sentado y pulcro al frente de su escritorio y mientras la miraba y la invitaba a sentar, decía:

- El Dr. John Amoore fue quien propuso la teoría de la mezcla de categorías olfativas, y en ti se daba esa circunstancia muchas veces de una conjunción de aromas. En realidad cuando llegaste a mi consultorio en aquellos años yo navegaba en el sistema olfativo como quien se compra una barca nueva y sale al mar, tu ayudaste a mi mejor comprensión de los problemas humanos que debemos tratar los médicos. Querida Yanela, toda tu enfermedad, si se le puede llamar así, tiene un tinte muy elevado de psicosomático, en realidad habiendo estudiado más que tu historia clínica, tu historia como persona, he llegado a la conclusión que tu infancia pubertad y madurez tienen un síntoma que es el enclave de mi diagnóstico. La falta de amor ha sido la clave de la mayor parte de tu existencia, querida Yanela, el tiempo que has vivido en un idilio permanente ha sido la clave de tu cura, si tengo que extender una receta yo diría que regreses cuanto antes al lado de la persona con la que amas y con la que llegaste a la posibilidad de sentirte como una extraña en ti misma por faltarte el connato de la infelicidad. “El amor no tiene olfato ni nariz el corazón” es el título de una novela interesante que he leído hace poco y que deberías leer. Aunque tu estado sea la incredulidad, querida mía, estás curada.

- Las palabras de Mistakis que aún resuenan en mí, fueron las que me trajeron hasta aquí.

Los ojos de Alexis no dejaron nunca de estar atentos a las necesidades de Yanela, el paso del tiempo lejos de convocar el habitual desgaste, ha logrado afianzarlos más en la relación. Hablan mucho pero cuando no lo hacen sus miradas, sus gestos son el mejor acabado de ese amor que impregna el aroma de la casa.

 

 

 

Hoy leyendo

AROMAS DEL TIEMPO

Los que escribimos hemos sido grandes lectores, aunque va mermando con los años la actitud, siempre hay algo interesante que nos mueve en una búsqueda, a veces hasta casi inconsciente, de pensamientos pares u opuestos. Leemos, releemos porque es el sentido de escribir, leer, iniciar un  monólogo interior, volcar nuestra propuesta, lo que pensamos, que es verdadero sentimiento puesto en letras.

 

Hoy leo un pequeño libro que llegó a mis manos causalmente porque la casualidad no tiene nada que ver con entrar a una librería y obtenerlo. Este pequeño libro cuyo nombre es AROMAS DEL TIEMPO, es obra de un autor coreano nacido en Seúl, Byung - Chul Han, quien es profesor de la Universidad de las Artes de Berlín.

El mensaje de Han es recopilatorio de actitudes que nos han llevado a un cambio acelerado de esta sociedad exultante de modernidad. Esa modernidad que nos quita tiempo, lo acelera; se ha perdido el arte de desmoronarse al más puro estilo Proust, no hay intervalos entre los instantes desmereciendo así al tiempo en su sentido. Así todo va de carrera, los objetos devienen en efímeros en un  mundo desintegrado. En la secuencia de instantes, el tiempo en sí pierde la duración, tan importante para el transcurso de este y se vuelve, se ha vuelto impermanente. La vida acelerada, la rapidez en vivir experiencias, en transitar lo raudo que nos aleja de lo meditado.

 

Los que estamos preocupados en el alargue en pro del disfrute, nos da por pensar, interpretar, convencernos en no estar de acuerdo o sí, intentamos eternizar el instante para no vivir en esta sensación acelerada de un paso temporal que da vértigo. La obsolescencia inmediata de lo nuevo es producto de esa rapidez que no deja lugar siquiera a la perplejidad. El mismo presente carece de sustancia debido a lo transitorio y al cambio de un nuevo cambio. Nuestra retina no logra muchas veces una atención verdadera debido a la rapidez del envejecimiento acelerado de los fragmentos que pasan ante nuestros ojos. Han nos alerta que hemos perdido la facultad de percibir y apreciar el “aroma del tiempo” que va adosada a esa morosidad que plantea Proust en sus Caminos del Swann, justamente en su Búsqueda del tiempo perdido. Debemos recuperar duración, morosidad para recuperar ese aroma de ese tiempo esfumado en actitud. Se requiere demora, un camino en márgenes de lo contemplativo sin objetivos marcados, esa  misma demora necesaria para el transcurso de ese tiempo requerido. Vivir raudamente en el intento de no perdernos nada, hace que perdamos la esencia de la vida, o sea nos abocamos a perdernos todo. Me quedo con una de las frases de Han:

“La vida gana tiempo y espacio, duración y amplitud, cuando recupera la capacidad contemplativa”.

 

«No sé si el cuento es una manera de vivir como la poesía, pero sé que escribir cuentos es una manera de mirar».  Isidoro Blastein

 

 

Los amantes

      

       El teléfono estaba sonando mientras Sarah en la otra punta de la casa no había llegado a cogerlo. Volvió a sonar...

- Hola

- Hola, ¿podría hablar con Roberto?

- Temo está equivocado de número, aquí no hay ningún Roberto.

- Lo siento, debo haber marcado mal el número

Eran las diez de la mañana cuando esa primera llamada, a las cinco de la tarde volvió a sonar el teléfono

- Hola (contestó Sarah nuevamente)

- Hola, buenas tardes, no sé si sigo estando equivocado o ¿puede usted comunicarme con Roberto?

 

- Ya le he dicho esta mañana que aquí no hay ningún Roberto, debe verificar el número, porque al que está llamando es erróneo

- Perdone Usted otra vez, no es mi intención molestar, pero es que lo he testado y es el número que Roberto me ha dado en oportunidad de haber estado con él en Madrid.

 

- Bueno, si que el prefijo es correcto ya que este número pertenece a Madrid, pero como le dije, no hay aquí ningún Roberto.

- Lo siento

- No es nada, buenas tardes

 

Los días eran tristes para Sarah que confirmaba su soledad cada mañana, la imagen de sus padres que ya no estaban, corroboraba que el último vestigio de compañía se había esfumado. Su carácter, forjado en la destemplanza, se había vuelto agrio, sus noches alargadas, sus días cansinos y sus cenas llevaban sus ojos a la mirada de un infinito perdido.

Su nostalgia tomaba dimensión en ciertos momentos cuando recordaba aquel noviazgo que dejó su alma sin pudores, tantos años de esperanza y luego el engaño se llevó lo poco que atesoraba, aunque ya no era relevante el recuerdo de aquel hombre, sino el simple estado de monotonía que le hacía recordar su compañía.

 

Sarah había nacido en una familia de labriegos, de esos que la dureza los convierte en esa forma de pureza donde todo se ve y se huele de antemano, hombres y mujeres acostumbrados a las faltas, pero que a su vez, emanaban con sublime sencillez, ese cariño irrenunciable a su entorno.

Pasados dos días de aquella llamada a un teléfono que ya casi era una parte más de los recuerdos, volvió a sonar

-     Hola

Pasaron unos segundos, interminables segundos sin que del otro lado de la línea se escuchara una palabra por respuesta

-     Buenos días, eh... mire, perdone pero...bueno no sé … es que yo...

-     ¿Quién habla?

-     Soy yo … digo, el que buscaba a un amigo …

-     ¡¡Otra vez!!

-     Lo siento, no quiero molestarla, pero su voz se me ha tornado familiar  y …

-     Escuche, voy a colgar, no me parece procedente la conversación

-     Por favor, sólo un momento

 

La mujer calló por unos instantes, luego de ello dijo:

-     Bueno, supongo que debe haber encontrado a ese tal Roberto

-     Oh, ¡se acuerda! Quizá si le hubiera dicho mi nombre, también se hubiera acordado de mí

-     Es la tercera vez que llama, ¡como para no acordarme!

-     Julián, es mi nombre ¿y el suyo?

-     Sarah  (contestó languidamente)

-     Mucho gusto Sarah

-     Con hache al final

-     ¿Me deja hacer algo?

-     ¿Algo como qué?

-     Adivinar

-     ¿Adivinar?

-     Si adivinarle la vida

-     ¡Usted es como un niño!  ¡Y un atrevido! Llama aquí por un número equivocado y ahora quiere adivinar mi vida

-     Soy un soñador …  ¿usted no necesita de sueños?

-     Se pasó mi momento de sueños, ahora vivo en la más absoluta realidad

-     ¡Mal que hace!

-     ¿Porqué lo dice?

-     Porque ya bastante dura es … la realidad como para que la tomemos sin la ilusión de un sueño. Un sueño que puede dejar de serlo sólo de insistir en ello, los sueños se convierten en realidad, ¿sabe?

-     Esto me parece una pérdida de tiempo

-     El tiempo al final es el que determina todo, el tiempo es el que marca la historia de una vida, el tiempo la limita …

Esta mañana, después de una noche de insomnio, al despertarme pude ver en los entresijos de mi ventana una luz que recorría las paredes de mi dormitorio, quizá ocurra eso todos los días soleados de mi vida, pero hoy era diferente, yo estaba atento, no dejé que fuera un día como otro, lo quise, lo presentí singular. Es como cuando uno pasa por un lugar todos los días y lo cotidiano lo vuelve desaprensivo, uniforme y en esa uniformidad se pierde el detalle, una de tantas veces, uno se para y eso hace que avance, como el aforismo: “ cuando me detengo es cuando más avanzo” y en ese detener comienza a ver cosas que lo cotidiano, lo repetitivo no deja apreciar, siente uno que es la primera vez que pasa por ese lugar, que se pierde cosas en tanta repetición. Por eso hoy he visto un día soleado distinto a tantos otros, quise verlo así, me detuve, lo sentí, lo quise todo para mí. Quizá la vigilia de la noche anterior me hizo comprender que no debemos tener una mirada imprecisa sobre las cosas que nos acontecen, aún las diarias, que debemos tener más presente, que respirar no solo es un acto necesario para nuestra vida, sino que esa vida es lo único que realmente tenemos y debemos sentirla, disfrutarla, aprovecharla, aprovecharla como yo hice en la mañana con el sol entrando por mi ventana, hacerlo, con todo el cuerpo, en toda su dimensión.

-     Estoy perpleja, no me había detenido nunca en esos detalles, bueno, además creo que lo que más me está aconteciendo en este mismo momento es que no le conozco Julián, sin embargo lo escucho como se escucha a un amigo, a alguien que se conoce hace tiempo. La verdad es que en este momento pienso que me alegraría y mucho que haya encontrado a Roberto.

-     Los detalles …, los detalles Sarah, son los que realmente importan, mi insomnio, mi desvelo patente en estos mis pensamientos tienen un fundamento. He pensado más de una vez sobre la fragilidad de la vida, sobre la rapidez con que dejamos todo esto, esas cosas a las que nos aferramos, tantas cosas inútiles pero a las que creemos importantes salvo en nuestro último momento de conciencia, allí se puede uno arrepentir, bien tarde de todo ese bagaje, que aunque no llevaremos, lo vemos en forma crítica. La llamé tres veces, pero esta última fue para sentirme como si fuera la primera, cuando desconocía que mi amigo, aquel de tantos avatares compartidos, el del instituto, el de juegos, el de algún negocio frustrado en este tiempo, ese que vivió mis ascensos y descensos y me animó siempre con su palabra, había dejado una carta para mí en su despacho diciendo las razones de huida de este mundo. Roberto ha muerto Sarah.

-     ¡Ohh! Lo siento, de verdad que lo siento Julian, no esperaba yo …

-     Su número telefónico se parece, solo que he cambiado un 9 por un 6, quizá si hubiera escrito el número bien, me habría dado tiempo de hablar con él, de convencerlo.

-     Las cosas malas a veces traen con ellas cosas buenas.

-     ¿Lo dice por consolarme?

-     Lo digo porque estamos hablando hace un rato y su conversación, sus expresiones me han mantenido interesada gran parte del tiempo. No dejaré que me adivine una vida, pero puede que esto sea el punto de partida de una amistad.

-     ¡Quiero verla!

-     ¡Es demasiado rápido!

-     ¿Cómo se mide el tiempo? El tiempo toma más valor en función de lo que nos resta, déjeme ver gestos, deje que me detenga como si hubiera pasado muchas veces ante usted y ahora me haya detenido en los detalles, en sus ojos, en su sonrisa. Deja que me sacuda la uniformidad de la repetición y que me pare a verte, a disfrutar de tu compañía como el sol de mi ventana.

-     ¡Es una locura!

-     ¿Crees que no lo sé? Vivimos en un mundo de locos donde ya lo que menos destaca es la locura.

-     Pero nosotros, bueno puedo hablar por mi, soy una persona normal

-     Por eso estoy de acuerdo al considerar un encuentro contigo como una locura.

-     No sé …no sabemos nada el uno del otro, solo estamos conectados por un receptor, no tenemos imagen.

-     Tienes mis palabras… ¡Magia! ¿Crees en la magia?

-     Son simplemente trucos

-     Como los sueños, pero nos ayudan a imaginar otra realidad, a ilusionarnos, a creer que todo puede ocurrir, y quien sabe, lo que soñamos puede convertirse en nuestra vida. Me gusta lo mágico. Mira hace unos días no sabía de tu existencia, sin embargo hoy me encuentro hablando contigo. Yo buscaba a Roberto, no a ti.

-     Es verdad, pero soy aun la mujer invisible para ti, no sabes nada de mí, ni de mi vida

-     Eso es lo que se ve a simple vista, pero no podemos quedarnos con que las cosas ocurran y si no ocurren dejamos todo como está, hay que aproximarse, hacer que las cosas sucedan, además ¿qué hay de la percepción?

-     ¿Percibes algo en mi?

-     Es difícil poder hacer indicaciones que resulten comprobables con nuestra teoría, sin embargo, puedo vislumbrar honestidad, no me pidas comprobaciones, he dicho que es una percepción. Aunque si quieres una comprobación respecto a otro adjetivo que apareció en mi mente : pasión, puedo decir que no has contestado las tres veces con un tono monocorde a mi requerimiento, a mi búsqueda. Digamos que las personas pasionales la demuestran en sus actitudes, tu segunda, bueno quizá más la tercera llevaba implícito un: ¡Oiga… porque no se va a tomar viento!

-     ¿Y eso que quiere venir a demostrar? ¿Que soy pasional?

-     Que no todo te da igual, que reaccionas tanto favorable como desfavorablemente con pasión

-     Me estoy creyendo que tus libros preferidos son los de psicología, hasta seguro que es parte de tu trabajo.

-     Nada más lejano. Soy arquitecto.

-     Ah, te dedicas a hacer proyectos, construir edificios…

-     No

-     ¿Cómo que no? ¿Qué hacen los arquitectos entonces?

-     Si, hacen eso. Pero yo fui tras un sueño.

-     ¿Vives de sueños?

-     Algo así. La arquitectura fue para mi un obstáculo que tenía en el camino y debía salvarlo, una vez acabado, digamos con el título bajo el brazo….

-     Fuiste a buscar trabajo

-     No, yo a mi sueño y el título al cajón. Jamás ejercí como arquitecto, sólo fue un salvoconducto para poder hacer feliz a mi padre.

-     Me estás intrigando con tu sueño

-     Mi sueño es vivir otras vidas. Puede que sea más pobre (en dinero) que lo que alguna vez había imaginado ser, pero mi vida es intensa. Me gusta estar pendiente de mis palabras como éstas lo están de mis sentimientos. Me siento literato no solo porque escribo sino porque investigo lo que nos pasa como sociedad. La literatura estudia como interpretar los sentimientos a través de las palabras (no solo los sentimientos, sino las situaciones). Esa es la forma en que vivo otras vidas, soy, muchas veces otro, sin dejar de ser yo mismo. Ese fue siempre mi sueño.

-     Ahora sé porque siento la cercanía, porque me eres cercano. Mis padres estuvieron siempre alejados de la cultura, eran unos nobles labriegos que nunca supieron más de lo que marcaban sus costumbres y estas circundaban lo básico y en esa subsistencia me crié, aunque debo decir que tuve el empeño (y el de mis padres claro) de modificar esa alegoría que parece marcar nuestra crianza respecto de nuestra forma de vivir. Me licencié en empresariales y aquel trozo de tierra que apenas sirvió para el sustento familiar se convirtió en grandes extensiones y estas a su vez en una empresa de lácteos asociada a una mayor que hoy recorre el planeta con sus productos. Esto marca una sutil diferencia: tu arte, yo ciencia. Sin embargo la cercanía que mencioné en un principio proviene de algo singular, un familiar muy querido siempre trató de convencerme para que me dedicara a la escritura, aún hoy conservo sus misivas que venían de muy lejos. Mi tío Haroldo vivía en Argentina, sólo lo ví dos veces en mi vida, pero su insistencia fue casi convincente en algún momento, si no fuera porque la enseñanza paterna respecto a lo intrincado de la subsistencia con pocos recursos y la necesidad de crecer, inclinaron la balanza. Recuerdo, sin embargo con nostalgia las primeras palabras de un cuento suyo que me gustaba mucho: "Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo"

 

-"La balada del Álamo Carolina"

 

- Si, ese era el tít...¡quiero verte!

 

- ¿Ahora, te parece?

 

-¡ Estás tardando mucho!

 

No había nada que entender, solo dejarse llevar. El entendimiento humano le debe mucho a las pasiones, pensó Julián.

 

Sonó el timbre. Él estaba allí. Sarah moderó su carrera por las escaleras, se detuvo en el recibidor, se miró en el espejo, tocó su cara reflejada en él y esbozando una sonrisa siguió su camino hacia la puerta de entrada.

Liberó el cerrojo y despaciosamente entreabrió la puerta. Aparecieron unos ojos intimistas que se clavaron en los de Sarah. Sonrieron. La puerta terminó de abrirse para dejar paso a Julián que entró cerrándola con la palma de su mano sin dejar de mirarla, mientras Sarah permanecía centrada en sus ojos impregnando la escena de un candor juvenil. El acercamiento fue de una lentitud extrema, sutil sin palabras, la mirada prevalecía sobre los olores del lugar, nuevos para Julian, cotidianos para Sarah. Todo era secundario salvo sus miradas. Suave, casi sin besar, posándose en sus labios, se besaron. Se acariciaban, se miraban, volvían a besarse. Una escena sensual, sin el tiempo por testigo hizo de los amantes un eterno sentir. La tarde se convirtió en noche, la noche en amanecer, mientras sus cuerpos desnudos retozaban de tanto en tanto después de cada marea de sentimientos.

 

 

El amor es algo inclaudicable mientras dura, pero siempre y sobre todo en los comienzos, depende de nuestros actos pasionales. Decía Nietzche que al amar juntamos todas las mejores propiedades de las cosas más maravillosas y perfectas que consideramos en el mundo y como estas son similares con el objeto, éste es considerado como esa cosa maravillosa, ese algo perfecto. Al interactuar nos brindamos y se nos brindan y esas interacciones se nivelan según la influencia de uno hacia otro, el nivel más bajo es el odio, le sigue la ignorancia, después la tolerancia, luego el respeto y en la cima: el amor. Cuando el nivel de interacción es más bajo, las personas tienen necesidad de alejarse, cuando es más alto, la necesidad de acercarse entre ellas.

 

La noche que volví de Arenys, mientras conducía y después de habernos despedido con un beso sin ninguna vibración, pensé en Sarah y Julián y en que eso era lo que yo quería para mí, pasión desde el primer minuto, sin cálculos, sin pensar, solo vivir, sentir. El amor llega compartiendo, haciendo proyectos, viviendo los días cada uno como si fuera el último.

 

 

SIMPLE RETÓRICA

 

           Quizá haya sido la mera copia de un estilo, quizá yo sea así, no lo se, pero siempre que me decido hacerlo penetra en mi mente una especie de literatura psicologista, supongo que haber leído a Henry James ha incitado en mí esa especie de escritura plagada de monólogos interiores. Pero esa sintomatología decanta de alguna manera mi forma de enhebrar palabras. Si tuviera que confesarme a mi mismo una especie de conformidad o aprobación, diría que acepto con gusto la libertad de mi mano ejecutando esa ficción que es la vida de un simulador de acciones y personajes. Por el contrario me distancia con el disfrute del trazo mismo aquello que me hace sentir acotado: una instantánea periodística, donde la realidad no necesita del esfuerzo verosímil.

 

Mi escritorio: mi lugar, es un escondite donde siempre que puedo refugio mi inestabilidad ante la primer blancura que vomita mi Lexicon 100, pero (aunque no siempre) suelo salir airoso de la contienda, es decir: logro escribir unas primeras líneas, que no sabré nunca como seguirán después del punto.

 

¿Por qué lo hago? ¿Por qué escribo? ¡Eso quisiera saber yo! Es algo que nace aun siendo precavido para que no suceda. Supongo que es la vida, la mía que insiste en ser como es en todo momento. Mis textos son eso: mi vida. Si tuviera que definir un estado de ánimo para poder recrearme en la escritura, inventaría uno nuevo:” escritutiva “ y siempre estoy en ese estado: siempre proclive. Mis ritmos no son los que mi cuerpo/mente requieren, despisto como un buen burlador de monotonías, por ello no planeo constancias, sino más bien una suma de interferencias. Tengo la rapidez de un teustodin que piensa y repiensa cosas que seguramente no son las que volcaré sobre papel: borradores mentales dispuestos disuasivamente en forma desordenada.

 

En algún tiempo pasado fui un gráfico estilo, o por decirlo mejor: estilográfico, pero aún  tengo la Lexicon (¿qué escritor no tuvo una alguna vez?), es solo un símbolo, porque mi artilugio es: TOSHIBA NOTEBOOK. La modernidad ayuda, te puedes situar en Egipto en segundos, guardar, borrar, corregir ortográficamente, gramaticalmente…..con la RAE en el navegador uno se siente un verdadero Borges.

Nunca estoy del todo satisfecho con la obra, veo en ella, en la mía, un desperfecto accional, muchas veces rodeo el objetivo sin cumplirlo, escritos quizá algo intelectualoides que se comen la acción misma, pero a veces, solo a veces doy con una frase que me hace sentir bien.

 

Entiendo que en literatura, importa lo que se dice, pero también como se lo dice, la estética es una parte del todo, así que también es menester corregir gramaticalmente y dedicarle tiempo a hacerlo o publicar (como decía Borges) para dejar de hacerlo.

 

Un escritor es un lector con alguna anomalía que lo lleva a cruzar la línea y ver que se siente del otro lado. Soy un  parsimonioso lector que relee, vuelve a releer (quizá por falta de madurez cognitiva) y  nunca guarda un libro en la biblioteca sin antes pensar que volverá sobre algún párrafo.

 

Escribir es un delicado proceso entre la escritura y la lectura, una música compleja con sentido, graduación e inspiración, pero también es ahondar en esa felicidad que consiste en que las letras abastezcan nuestra necesidad de vivir.

 

 

 

Ataraxia

 

Ahora es hoy, el mañana del ayer que fue justamente cuando anoté en mi cuaderno de notas registradas para mis cuentos, tu teléfono. Mientras miraba mis notas respecto a un nuevo cuento tu número bordeaba el margen de la hoja. Muchas veces intenté evadirlo, pero me perseguía y la treta, entendí yo, era la ataraxia que figuraba como la primera palabra de mi próximo escrito, y que define algo así como la contención del deseo. Contuve entonces el deseo por llamarte, no una vez, muchas...muchas.

 

Comprendí entonces que si pasaba el tiempo, no lo haría, no te llamaría y eso era lo que estaba haciendo una y otra vez: no llamarte. Pero entonces me asaltó una idea que me vino de lo más profundo y provenía del recuerdo de las tantas veces que me habías solicitado una foto sin gafas y una foto a secas, entendí entonces que aunque no te llame, debía intentar al menos decirte (me) algo que justifique mi propia ataraxia. Cerré entonces el cuaderno de notas y pensé que te hubiera dicho por aquel teléfono que parecía titilar como los carteles luminosos del centro de la ciudad y que tientan al consumo.

 

¿Qué diría yo… cómo empezar?

 

El médico me preguntó cómo me sentía y yo le dije que desvariaba pero que por favor no me curara la locura que es lo único que tengo. Insistió el médico en mi estado, esta vez el general,  a lo que yo dije que lo de la pierna, la cara y el ojo estaba superado en el dolor pero ahora venía la faz psicológica de poder enfrentarme a mi estado de ser diferente al común de la gente. Comenzar con una no pertenencia y poder asumirla, seguro me llevará tiempo, le comenté, pero la insistencia es el método y ya sabe, porque usted es mi médico, que soy constante a pesar de todo, tantos años escribiendo de esta manera terrible que lo hago y sin embargo no abandono, lo mismo ocurrirá con mi ojo, mi pierna y mi cara, estaré instalado en la constancia de siempre, no abandonaré.

 

La sinceridad ante todo. Siempre he sido un hombre feliz o convencido de ello, después de todo es lo mismo, si uno está convencido de ello pues es feliz. Pero un buen día y según todos dicen después del accidente: por culpa del destino, cogí el coche de Thomás porque el mío y el de mi novia Lorena estaban averiados, tenía que ser el de Thomás. Nada sabía yo de la rotura del decimonoveno diente de la caja de dirección, los coches viejos son así, tienen cosas que se arreglan, no se cambian por otro nuevo con el que a una velocidad media te puedes matar sin justificativo: ¡Pero si era un coche nuevo...caray! Lo cierto es que los primeros kilómetros de la M40 dirección Burgos nada me hicieron notar de la avería y claro, Thomás no dijo ni pío al respecto. Se le habrá olvidado pensé después en el hospital.  En las autopistas la velocidad es de 120kms pero mi prudencia siempre me hacen ir por debajo de la norma, pues ni caso, en la curva pronunciada del último tramo el volante se trabó justo en el diente 19, ni que hubiera sido el 13 y ya poco pude hacer para no dar contra el quitamiedos, el guardarrail de mi pasado ayudó, a pesar del freno o por el freno (no lo sé) y el cambio de marcha, a que formara un trompo voladizo que terminó campo traviesa con las concernientes vueltas en tirabuzón. La sirena, el bullicio, la gente a mi alrededor, de eso, no me enteré de nada, me desperté en Santa Catarina en aquella habitación 37 oliendo a desinfectante viendo por un solo ojo y con una de mis piernas colgadas de un trapecio. Un joven médico a quien no conocía y luego el mío de familia me vaticinaron que iba para largo, pero me tuvieron sin noticias precisas durante varios días, mi cara estaba vendada, el ojo tapado y la conciencia sobre mi estado: desinformada.

 

Cuando al fin Páramo, así se llama mi médico, creyó el momento justo o enfrentó la cobardía de decirle a un paciente que está jodido, me contó lo sucedido. Habían pasado 15 días que para mí podrían haber sido el doble o diez veces más, no puedes medir el tiempo en el encierro con una realidad distinta a la tuya cotidiana. Me habló como médico dándome ánimos antes de decir palabras que no llegaban atadas a la preparación previa hasta que mis nervios danzaron ante su parsimonia y vomitó sin técnica alguna: "perdiste un ojo, un pié y tienes un corte longitudinal profundo en el lado derecho de tu cara". No me pude caer porque estaba acostado pero el mundo me daba vueltas, no entendía como ayer (ayer o cuando fuere) estaba yo saltando por el parque, tirándome a la piscina...y hoy pertenecía a la raza de los desahuciados. Insistió Páramo en que la cicatriz de la cara se podía disimular, que un colega amigo de la infancia era cirujano plástico y era algo así como un orfebre de su profesión, "no sabes las maravillas que hace"

¡Estaba yo para maravillas!

Lo cierto que en estos casos se impone la espera, todo debe cicatrizar, aún las cosas que no son sangrantes pero sí producto de acciones deliberadas, la prótesis, el nuevo ojo estético y la cirugía debían esperar cada cual su turno. Los que no esperaron y que funcionaron como prótesis uno de otro fueron Thomás y Lorena, hoy ya a tantos años vista, casados y con la pequeña Lorenita me lleva a una toma de conciencia de que nunca sabré a ciencia cierta si mi coche y el de Lorena estaban averiados aquella mañana y si el diente diecinueve del viejo Seat no fue el fruto un proyecto de futuro feliz para algunos y de triste consecuencia para otro.

 

Ya ves, no es fácil decir la verdad mintiendo, por eso elijo siempre el camino, no se si más corto, pero sí más plausible para mí: el relato. Dicho sea de paso, ya no escribiré el cuento que tenía in mente, este será mi cuento en honor a la ataraxia que no pudieron suprimir Lorena y Thomás en su camino hacia la felicidad.

El hombre culto

 
Borges rebozaba memoria, impostaba literatura y perfección en sus frases a las que dedicaba ese tiempo donde uno las da vuelta para cambiar su significado. Sus citas eran infalibles y sus temas amplios por la exhaustividad al tratarlos. Sus palabras perdían grandilocuencia, ganaban en significado, limitaba sus frases haciendo que, aunque parezca contradictorio, estas abarquen más.
 
La metáfora fue su gran herramienta para ganar extensión.
Borges capturó la vida a través de los símbolos, el espejo, el tigre, la piedra, la moneda, el laberinto, mostraban su poder metafórico de explicar la realidad.
 
“Toda las rosas están en la palabra rosa, todos los mares en la palabra mar”.
El sueño, del que hizo su gran matriz, como cuando afirma del hombre que sueña otros hombres:
“Un solo hombre ha nacido, un solo hombre ha muerto en la tierra. Afirmar lo contrario es mera estadística, pura añadidura”.
 
Lo fantástico le viene dado por un accidente casero, una caída que lo lleva al insomnio y escribe sobre seres imaginarios y sobre aquella ave chestertiana que construye su nido al revés y vuela para atrás, porque no le importa a dónde va, sino dónde ha estado.
 
La memoria
 
En un connato sobre sí mismo crea Funes el memorioso, mostrando que la memoria es recuerdo pero también deviene del tiempo. En Funes, ese prodigio de la memoria, extiende la red metafórica del insomnio, tan suyo, tan personal como esa misma memoria que le impregna a su personaje.

Borges, hombre tan prodigioso como su Funes. Me parece escucharlo recitando poemas, a veces hasta en alemán, con fechas, autores, confirmaciones literarias. Borges, el hombre culto, el memorioso.

MI PRIMER LIBRO

¿De dónde vienen los encantos? ¿De dónde tanta ilusa perfección? Ingesta de palabras de domingo, en noches silenciosas de tenues luces dirigidas.

Siempre hay un primer contagio de camino a la enfermedad, ese coleóptero que te pica y no te deja descansar hasta que te apliques, hasta que tomes seriamente el juego, ese juego de anudar palabras que referencien hechos que convierten en historias.
Mi primer contacto en letra pura fue documental, novelado pero lejos de la ficción que purifica mis días y ayuda a resolver mejor la realidad.
Juvenilia es un relato en primera persona de andanzas juveniles en el afamado Colegio Nacional Buenos Aires, enclavado en lo que se dio en llamar la manzana de las luces, salieron de sus aulas personajes que tuvieron que ver con la cultura y con el poder. Aquellas andanzas contadas en un desarrollo lineal muestran un contrapunto desde su adolescencia a su madurez apareciendo como en todo lugar emblemático las cuestiones de un mundo extramuro que se reinventaba en aquel interior reconocido como el primer colegio de avanzada de América Latina construido sobre el antiguo seminario de los jesuitas.
Juvenilia fue ese libro, querido libro de la infancia colegial, cuyo autor Miguel Cané fue un déspota ameno, debo decir, porque no siempre se comulga con las ideas de los autores, pero se los debe juzgar por su arte, lo demás es personal.
Interno en el viejo colegio Nacional Buenos Aires, Cané diseñó sus andanzas y sus pecados de juventud. Lograba escaparse en la noche gracias a un compañero que gozaba con la peculiaridad de ser el único que contaba con la llave de puerta de entrada, llave esta que no se prestaba ni se alquilaba, siempre dormía en el bolsillo del compañero Benito Neto que imponía como condición participar en la travesura nocturna.

Cané en su relación de amor y odio con la disciplina, llegó a ser expulsado, volviendo a ser aceptado para terminar como docente de la institución y convertirse en diplomático de países limítrofes.
Para mi esas historias contadas en un castellano plagado de galicismos, un verdadero manifiesto de picardía y atrevimiento, tuvieron la categoría de aventura. Luego fue la constancia la que hizo que mi mirada recorriera otras, Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, Libros de la Selva de Horacio Quiroga, Corazón de Edmundo De Amicis, Mi planta de naranja lima de Vasconcelos, Las mil y una noches.
La contribución siguió por los andariveles de la técnica que se aprende con detalle para olvidarla sigilosamente y ejercerla como autómata, así aparece lo capcioso, las teorías, lo bello que esconde el contenido, Hemingway, Borges, Joyce, Gogol, Herman Hesse, Cortázar, Baudelaire, Whitman....Todos generaron en mi esa escritura que hoy procede y lo hace por esa conduccíon que acelera la mano y que es hija de todos esos autores.
Juvenilia fue el primero, el del despertar de ilusiones, nada concretas, pero dueñas de una ensoñación que hoy me sigue guiando por ese juego lúdico que logra disolvernos y convertirnos en palabras.
FRASES CORTAS
La esencia del instante es la fugacidad, busco aquellos que por sublimes, quisiera eternizar.

Julián Busto Vallés

Encuentros
Porque, sin buscarte te ando encontrando por todos lados, principalmente cuando cierro los ojos.

Julio Cortázar

DANIEL BOGGIO
- estirpe de escritor -
Han pasado los años, compartiste tu bohemia y tu escritura, te repartiste en miles y yo soy uno de ellos. Te recuerdo hoy, en tus manifestaciones literarias, cuando explicabas la filosofía incrustada en las letras, aquel iceberg heminwayniano, aquella historia A, descubriendo que la verdadera historia era la B. Compartimos tertulias, cuentos, algún sueño futbolero de la Academia de otros tiempos y la militancia peronista.
Recuerdo la primera vez. La cita era a las 20horas, nunca llegabas a tiempo, luego lo supe, entraste a aquella vieja aula de la Biblitoteca de las Naciones Unidas. Coleta, zuecos, una mirada hacia todos los que eramos sorprendidos con tu presencia. Te sentaste cual Buda sobre el escritorio frente a la clase, encendiste un cigarrillo y vomitaste literatura. El atractivo del momento fue sublime, desgranaste a Borges, a Cortázar, a Spinoza. Cada clase era un Olimpo de dioses literarios, filosóficos, una verdadera comprensión de lo que la literatura encierra.
El chico del suburbio marplatense nos dejó hace ya 4 años, tus libros: Tierra dividida, La vaca dedicada a la fellatio. Es verdad que escribiste bastante poco, también es verdad que en tus clases se fumaba y se bebía whisky, pero debo decir que cuando dejé aquellos talleres porque ya no estaba en Mar Del Plata, busqué otros en forma de compensación de aquellas enormes horas literarias que comenzaban con el anochecer y terminaban nunca se sabía donde y como. Ningún taller literario fue eso para mí, todo lo demás después de Daniel fueron conceptos sin tino, sin esa despiadada disección que hacía sobre la literatura.
Una vez me dijo, respecto a mi imposibilidad de escribir por falta de tiempo, por mi trabajo. "No se puede obviar el hecho de escribir, el que quiere escribir: escribe, Alfred Hichtckok solía decir: "Los pretextos no se filman".
Daniel suscribía un personaje de cuento literario, su misma vida lo era, era un cuento en sí misma. Me sentí muy tocado al saber que ya no estaba, que dejó a muchos sin esa enfermedad literaria que siempre contagiaba. No dejo ni dejaré de escribir nunca, no importa que no se me lea, pero así como decíamos que escribir es definir un estilo, también digo que soy parte de lo que he leído y parte de mi forja te la debo a ti, yo también soy Boggio.
Volveteloco
TODO ES VERDE – Las opiniones son como las narices: todo el mundo tiene una -
El pensamiento rígido de las personas y su facilidad al simplificar contextualmente lo que no se profundiza, no deja margen para ver más allá de la superficie de las cosas. Los temas así tratados tienen la defectuosa perspectiva de no poder ser discutidos con la amplitud necesaria para poder ver en ellos los errores de un lado, pero también los de lo que se le opone. Dicho así, las discusiones con este nivel donde uno dice: he visto tres puntitos verdes, por lo tanto todo es verde, nos plantea la imposibilidad de equilibrar ya que tres puntos no pueden determinar un todo, sino tan solo esos mismos puntos. Sí decimos 3 son verdes y lo vemos, pero lo demás podemos discutirlo, pues ya puede haber un principio de desacuerdo discutible pero no un alegato de tal manera que si todo es verde, aunque no sea así, debamos aceptar lo que dice apenas una parte.

 

Ceder y aceptar ciertas revelaciones que pueden hacer cambiar nuestro pensamiento luego de repensar nuestra postura es verdaderamente admirable, al menos en este contexto, pero debería ser normal que nos convencieran de vez en cuando de nuestros desaciertos, ya sabemos que nadie tiene la verdad de su lado, la subjetividad manda y las verdades para uno no lo son para otros, de tal manera que uno puede hablar no de la verdad sino de su verdad y esa si que es objetiva desde el punto de vista personal aunque no sirva para un uso universal de la misma.

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La discusión siempre goza de la licitud de un enriquecimiento que valora nuestras aptitudes y muchas veces logra que seamos más humildes y sepamos escuchar a quien piensa ya no digamos distinto parecido, sino esa diferencia que impone el pensar en forma totalmente opuesta a la nuestra.
Debemos siempre intentar desarrollar los temas aceptando la propuesta connotativa de los mismos,
no hay una sola acepción de las cosas porque depende de la perspectiva, no hay una opinión válida y otra no, hay opiniones y eso basta para poder desmenuzar en tono cordial y asumir las diferencias.
Hay quizá un punto de no retorno en la postura y es muy posible que no baste con un momento concreto de cambio de opiniones sino que se considere hacerlo en distintos momentos y alargando la discusión sin caer en el cansancio. Claro que el punto de no retorno significa que nuestro ego cierra la puerta a la que también pertenecen nuestros oídos, a la postura diferente a la nuestra. Sin embargo a quienes nos sucede a menudo, derivamos, no siempre, pero algunas veces en la duda acerca de nuestra creencia, eso nos hace que el tema tenga un amplio desarrollo y ayuda al intelecto para pulirlo, para mejorar nuestra forma de pensar y ver mejor la realidad. Con esto se puede pensar que un método de convencimiento es la insistencia, puede que para algunos casos, para algunas personalidades sí lo sea, pero aquel que no se limita a sí mismo, en su interior deja que ingrese lo opuesto, lo contrasta y puede que siga pensando igual, que cambie diametralmente o que abone su creencia inicial habiendo de este modo blindado de rotundidad a su propuesta.
Veo tres puntos verdes, pero nada es verde. Tampoco tiene sentido la postura, podría uno decir veo tres puntos verdes, puede que todo sea verde o una parte lo sea o quizá nada sea verde salvo los tres puntos, claro que en este caso el quizá cambia el tono de aseveración de la frase.
N de la R: Dedicado a un catalán con linaje, a mi amigo Fafa.
DESPEDIDA
Se fue: Una vida que se va en minutos y que ha costado la vida. Un suspiro, una sonrisa, el alma puesta en instantes. Todo se lo lleva la inmensa atonía que se sucede, comienza a convertirse en un recuerdo que se nubla,se evade de la realidad: ya no se sabe si fue vivido, si volverá a vivirse. 
Aunque todo es: todo fue. Una expresión sin palabras se repite en la mente: una cara. Comienza una asistencia continua a la soledad. Una esperanza, un haz de luz, la mirada… luego el llanto; ha valido la pena pero corroe.
Nos deja: se ha ido, pero vuelve hecho recuerdo. Vuelve, siempre vuelve.
A VECES ME PARECE
Me parece que entrarás por la puerta para decirme que no hubo un tiempo interrumpido, que la vida es esto que estamos viviendo y que los tomates están frescos fuera de la nevera y habría que cortarlos para el almuerzo.
A veces te escucho entre esta tiniebla de mi soledad, te dibujas en palabras, me das el aliento para salir de madrugada, para cocer las redes de mi esperanza, dar sentido a las horas de este transcurso que nos lleva por entre las sombras del desacierto, con destino a la luz que plantean tus
faldas.
A veces; a veces doblo mis dedos para recordarte en las mañanas, tu nuca, tu espalda, la veracidad de tu presencia en el color de las sábanas.
El amor descansa de la noche mágica, complemento de sudores, remanso de olores, rumor de agitación. Todo te recuerda, vienes a veces, vienes ahora, pero vienes, lo haces siempre, como acostumbrada al movimiento de las aguas, al vaivén de la barca, al sueño de lo soñado, a la tempestad del desacuerdo, a la infinita calma de aquellas comparecencias.
Ya ves, puedo hablar de ti sin nombrarte, imaginarte en la sugerencia, creerte a mi lado y no en ésta injusticia impar, disparidad de solo uno, cuando tan bien nos iba el dos.

EL COLOR DEL AMOR

Eladia lo miró a los ojos tiernamente, ya sabían los dos de lo que hablaban sus miradas, siempre desde el primer momento habían dado por sentado que estaban hechos en el mismo molde.
- ¿Sabes lo que pasará, no?
Samuel devolvió aquella mirada tierna acompañada con una tenue sonrisa.
-¡Pues no! no se lo que pasará, dímelo tu.
- Que voy a morir, debes estar preparado.
- Es una marcada tendencia en los hospitales que haya gente que muera, pero las hay que salen de aquí por su propio pié. Son momentos difíciles, pero no estás sola, y no me abandonarás, mi sino es que sigas haciéndome llegar tarde a las reuniones mientras dilatas el tiempo frente al espejo.
- No exageres, no es algo que ocurre cada vez.
- Ocurre.
- ¿Cómo me vez hoy? ¿Estoy muy demacrada quizá?
- Si te digo que eres la más bella del hospital,¿me lo creerías?
- No.
- Crees en que te vas a morir, pero no crees en lo que te digo y que no es más que lo que siempre he visto con mis ojos, con estos que me han dicho que eres la mujer más bella en cualquier lugar donde estés.
- Eres un adulador.
- Quizá, pero adularte me llega de ti, quiero decir que siempre ha sido sensorial, que tu haces que yo sienta esa sensación, que me lo trasmites, que siempre ha sido así aún cuando no nos conocíamos y hablábamos de cosas simples.
-¿Luego todo se ha ido complicando no?
- Vivimos, es lo que pasa mientras uno cree que está haciendo otra cosa, pero no se hace más que vivir.
- ¿Qué es lo que recuerdas con más intensidad?
Samuel se acercó un poco más al costado de la cama de aquella habitación asceptica, cogió la delgada mano de Eladia sonrió y dijo:
- Me vienen imágenes de momentos todos felices, la vida contigo es redundante en placer, mis actos, aún los individuales, no son míos únicamente, sino nuestros. Pero te contaré un secreto, bueno no es secreto lo ocurrido, sino lo que pasó en mí en tres momentos de nuestra vida.
- Me ilusiona que me cuentes, ¿tendremos tiempo?
- Si, la enfermera me avisará con antelación cuando te preparen.
-¡Todo ha pasado tan rápido!
- La vida es fugacidad, por eso cuando estamos en esos momentos de comunión, en instantes como estos, debemos dilatarlos, tomarlos a consciencia, con todo el cuerpo. ¿recuerdas el ejercicio de concentración?
- ¿El de la mano?
- Si, concentrarse en una parte del cuerpo para sentirla profundamente. Sentir que estás vivo, como circula la sangre por tu cuerpo. Así debemos hacer con los momentos como este, para escapar de esa fugacidad, esa rapidez que nos plantea la vida cuando transcurre el instante.
- Estoy con los ojos cerrados y esperando que cuentes.
- El primero de mis recuerdos, no me merece mayores comentarios, como comprenderás fue aquella noche del primer encuentro, del primer abrazo y del suave beso. Fue el comienzo de una antesala de diálogos que tuvimos por teléfono o por esa moderna forma de comunicarse que hay ahora y que nos da la probabilidad de ver nuestros gestos. Te dije no mucho antes de vernos: "Si fuera profeta, si entendiera de misterios y de cualquier conocimiento, si estuviera en mí la fe para mover las montañas, pero no tuviera amor, nada sería. Si mis precarios bienes donara a gente más pobre que yo, si mi cuerpo entregara para ser quemado, pero aun no tengo amor, nada de él se aprovecharía. El amor es paciente, bondadoso y sin jactancia, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido, lo sufre y lo espera todo, todo lo cree y lo soporta. Hay dos cosas que nutrirán nuestras vidas: Esperanza y amor. Son dos cosas que van juntas, basta que una falle para que la otra la sostenga."
La segunda fue nuestro primer contacto físico, nuestro acercamiento y nuestra desnudez engendrando timideces, convirtiendo todo el ambiente en algo primoroso, cálido; un mundo tan nuestro que nos aislaba de todo lo demás, un mundo marcado por aquella esperanza de mis anteriores palabras. Un mundo de tu y yo, de quimeras, de no saber que piensa, que siente el otro, mientras uno siente y piensa profundamente. También la continuación de aquel primer contacto, porque lo seguido fue más y mejor, porque el vino no derramado en un momento de excitación mientras sostenías la copa, iba a darme la perspectiva de un loco amor, loco pero equilibrado, tanto como ese vino sin derramar. Jamás olvidaré ninguno de estos instantes, tampoco serán ajenos a mi todos los que me han hecho feliz a tu lado, y que son todos, hasta los malos, los aparentemente injustos, los inmerecidos, porque ni yo ni tu merecimos estar separados a partir del mismísimo día en que la casualidad y seguidamente la causalidad dio que nos conociéramos.
Mientras ella apretaba la mano de Samuel, una lágrima le recorría la mejilla buscando el vértice lejano de la comisura de su boca. Él secaba con su dedo aquel imperceptible y cristalino hilo de sentimiento.
- Y por fin, la tercera...
Eladia abrió grande sus ojos, sonrió y dijo:
-¿ Ya lo sé?
- ¿Qué es lo que sabes? ¡Qué costumbre de adivinar lo que voy a decir basándote en lo que harías tu si fueras yo, en este caso: ¡pensarías tu si fueras yo mismo!
- Es que tu a veces eres yo y yo a veces tu, siempre dices eso.
-¡Eso lo dices ahora con el fin de que ocupe tu lugar y sea yo el que me opere y no tu! De buena gana lo haría, de buena gana ocuparía tu lugar para que no sufras ni física ni mentalmente, pero debes saber, entender que lo que pase ahi dentro -señalaba con la mano derecha una lejanía y con la izquierda su pecho - ocurrirá aquí dentro.
- También lo sé, soy tu continuación, y tu la mía, me duele lo que te duele, te duele lo que me duele.
- ¿Me dejarás que te cuente mi tercer inolvidable experiencia contigo?
- ¡Mientras no sea sobre sexo!
- ¿Sexo?
-¡Si! ahora no puedo estoy convaleciente y no repararás (como siempre) en actitudes y dichos para hacer que te desee.
Rieron en voz baja por unos minutos, hasta que Samuel frunció el seño diciendo:
-¡Bueno basta! ¿Digo o no digo lo que vine a decir?
- ¿A eso has venido?
- ¡Si!He venido a contarte lo mucho que amo y he amado contigo.
- Cierro mis ojos.
- ¡Y tu boca por favor! ¿Recuerdas el día que me dijiste que Adela se iba de casa a vivir a Madrid?
- Si claro.
- Pues ese día no fue, pero fue el inicio. Cuando decidimos buscar una casa con jardincito y...encontramos ese apareado que estaba derruido...
- ¡Lo sabía! ¡lo sabía! sé lo que vas a decir
- No lo sabes.
- ¡A que sí!
- No.
- Lo de la pintura.
- No se puede contigo.
- Igual cuéntamelo, volveré a cerrar mis ojos y mi boca claro.
- Bien, mientras tu mirabas los cuartos y la cocina yo me quedé ensimismado mirando la pared de aquel comedor nuestro, ese que nos daría escenario a futuras escenas a veces (muy pocas) cotidianas.
- Nada de sexo dijimos.
- No, no hablaré de sexo, hablaré de...
La puerta se abrió y un aire hospitalario inundó aquella habitación, una delgada, sonriente y demacrada enfermera entraba con una bandeja y en ella una píldora, un artefacto de medir la tensión y un vaso de agua.
- ¿Comó estás mi reina?
- Ya lo ve aquí con mi rey.
- Si lo veo. Este rey se tendrá que marchar en cuarenta minutos tenemos programada la cirugía.
La enfermera terminó su tarea y la habitación volvió a quedar sumida en el silencio. Solo se miraban, Samuel tenía la mano de Eladia entre las suyas, fue un momento de amor, otro más. Al cabo de unos minutos ella dijo:
- ¿Me seguirás contando?
- No hay tiempo.
- Estás preocupado ¿no?
- En absoluto, me conozco y se que saldré airoso de esto.
- Yo soy la que tengo que salir airosa.
- ¿En que quedamos tu no eres yo?
- Bobo
- Han llegado tus hijos, te dejaré sola con ellos un minuto.
Eladia y sus hijos estuvieron hablando hasta que la enfermera llegó nuevamente con el pijama para la operación.
Adela besó a su madre con fuerza inusitada y Jorge, su hermano la tomó en su brazos y le dijo cuanto la quería. Luego esperaron afuera, cuando salió la camilla los tres,dos de un lado y uno del otro tomaban sus manos y la acompañaban por el largo pasillo hacia el ascensor. Samuel la besó en la frente, sus hijos en sus manos. El ascensor se cerró como quién cierra un libro, como aquel libro que Samuel se había puesto a escribir sabiendo que Eladia estaba enferma.
- No le dije que la quería
Adela lo miró, puso su mano sobre su hombro y dijo:
- Lo sabe, mamá sabe cuanto la quieres.
- No importa cuanto sepa, todos estos años se lo he dicho cada día, cada día le he dicho dos cosas: lo bella que es y cuanto la quiero, aunque lo sepa, debe, siento que debe escucharlo siempre.
Los tres sentados en la sala de espera, esa espera interminable que lleva a uno a un eden donde cosas como las que están sucediendo, no son posibles, todo allí es una nube poblada de recuerdos, imágenes instantáneas de una vida que parece lejana.
Samuel se concentró en la pared del comedor, recordó que cuando Eladia se había ido a Madrid, él para darle una sorpresa, había pintado la pared de color verde pistacchio con un color blanco. A su vez, cuando el se fue a ver a su editor, ella pensando que el blanco de la pared era un sellador sobre ese verde oscuro, pintó la pared de color pastel y no quedó allí, al volver Samuel y como aun no habitaban la casa, creyó que los pintores a quienes se les había encargado el trabajo en un principio, habían equivocado el color, volvió a pintar la pared de blanco y por supuesto hubo una última vez que fue cuando cedió a los encantos de ella, no sin reirse horas enteras por el suceso. Igual que ahora, en este momento en que ella estaba en la cocina y el en el estudio.
-¿De que te ríes? ¡Nome digas nada, estás escribiendo sobre lo de la pared!
- ¡Cómo para engañarte a ti!
- ¿Estás terminando?
- No, me falta un capítulo
- Y dime...¿Insistes con lo de Eladia?
- ¿Y Como quieres que te llame?
- Como me llamo en realidad al menos parecerá que le hablas a una flor.
- No, en la ficción eres Eladia y yo Samuel. Ah y no te dije que TE AMO.
- Me lo dices todos los días amor.
- Sí pero no te lo dije cuando se cerró el ascensor.
- ¿Qué?

EL OFICIO DE ESCRITOR

SOLEDAD
Todo comienza con la hoja en blanco, una catástofre se nos avecina, como llenar de tintados pensamientos tanta vacuedad, tanta blancura.
Hay sí paradojalmente una compañía: La soledad implícita y necesaria a la hora de crear.
Flaubert decía que no hay recuerdos que pueblen nuestra soledad, la hacen más profunda aún. Kafka interpretaba la soledad no como un estar aislado, sino como estar muerto, muerto en la necesidad de estar muerto.
El hecho de buscar la propia voz, el tormento de conectar con las profundidades de uno mismo, la agonía de establecer ese contacto hasta que uno lo logra, es algo que nos cuesta las horas, luego ya no se sabe que pasa en el mundo, en que día estamos, todo se vuelve conscientemente inconsciente.
A la hora de escribir, en innumerables oportunidades he pensado en la obsesión (la he sentido) en la carga que supone el silencio y el olvido, no me dejo distraer, son solo mis personajes que pueden conmigo, me atan a sus pensamientos y me llevan por su vida, como si yo ya no tuviera una.
Me siento embargado por ese romanticismo inundado de ansiedad, tristeza, nostalgia.
Melancolía
La sociedad a la que pertenezco brinda una motivación central para la escritura: La melancolía. En ciertas sociedades es algo implícito, es una tristeza llena de vitalidad y energía, algo vivo. A través de la melancolía se logra poseer y trasvasar esa realidad representada, todo eso se convierte en arte, el arte de la escritura, de la comunicación.
Tenemos una sola vida, pero en esa vida hay muchas vidas, muchas sin sentido. La melancolía quizá en forma generalizada puede que sea, esa falta de sentido de esas vidas, o la conclusión en la muerte, nos debemos explicar a nosotros mismos que en algún momento moriremos, nacer para morir ¿ Cuál es el sentido de esto? Ansiedad, tristeza, nostalgia.
BAGAJE DE RECUERDOS

Me dirigí al cuartito del fondo y encontré unos tornillos en la cajita de los recuerdos. Superé la primer instancia que me reservaba esa falta de memoria que a veces despista. Luego de un rato con ellos en la mano, me di cuenta que el óxido me indicaba esa cronología que el tiempo había dado a mis grisáceos cabellos. Recordé entonces aquel arcón en la esquina de mi juventud, en aquella convexa unión que angulaban los días de mis años noveles.

El meccano: Un juego latoso que con disímles componentes nos dejaba crear distintas formas. Uniones, tornillos, tuercas, todo para el ensamble, todo para la creación. Cerré la mano con los tornillos dentro, lo mismo hice con mis ojos y me vi armando una figura con el mecano. Cuando los abrí, entendí que había creado una vida, igual que cuando niño, ensamblando, atornillando instantes, dándome esa licencia de poder vivir el sueño de ser feliz.

Literatura como arte individual

El discurso literario obliga a la comunicación: es la comunicación, se adentra en la realidad en una forma de expresión que llevada de la mano de la lingüística y convertida ésta, no solo en lenguaje, sino en metáfora, recreando así una realidad por medio de símbolos e imágenes en una búsqueda simple de encontrar receptores, y en esto, la metáfora y sus aliados recursos nos ayudan y colaboran con el lenguaje cuando este llega a su limitación. La transgresión en esta vía linguística, en el arte literario es un punto principal y se convierte en producción artística captada por el lector que aboga por su comprensión.
La organización en la fase lingüística, donde el autor crea su propia perspectiva, sin perder su contexto social al cuál se vincula, es explicado a partir de una sinopsis autónoma, propia del que parten de sus propios recursos. Toda interpretación externa del propio estilo de hacer literatura, tiene distintas vertientes: psicológico, estético, ideológico, sociológico, ético e histórico.
En esto, la palabra es el eje de todo este arte, siendo esta medio de la expresión que comunica y a su vez, la literatura parte de la cultura y manifestándose esta en un nivel determinado que obra como desarrollo de un tipo de sociedad. El hombre tiene una inminente posibilidad de alcanzar sus potencialidades creativas mediante este arte integrándose desde su propia individualidad y plasmando un tiempo determinado que marca la sensibilidad de su época, del momento en que le ha tocado vivir.

TEORÍA LITERARIA

Si nos preguntáramos que es la literatura, o que abarca, muchos nos dirían que todo lo que se imprime en letras, lo que contiene frases o palabras secundadas por una idea, otros dirían que esto o aquello es y no es literatura en una forma de clasificación basada en la subjetividad de la belleza. Cierto es que hecho o ficción pertenecen a la literatura, no es una división que nos pueda adelantar que es lo uno o lo otro, las dos son caras de una misma moneda literaria por decirlo así.
Si lo vemos bajo el aspecto de una forma de escritura, de valorar un lenguaje poco común para algunos y bastante para otros dedicados a la materia, un lenguaje que no se percibe en aquel ordinario, algo más cercano a lo poético, o bien a una prosa acabada, detallista, alejándose de la forma en que se habla en la vida diaria. Digamos a modo de ejemplo que si voy por la calle y escucho: “las miradas se confunden en las sombras perdidas de la noche”, de inmediato sabré que estoy en presencia de algo literario, advierto eso por la textura de las palabras, porque el empleo de las mismas me regala esas tinieblas de esto metafórico que acabo de decir, porque no hay una proporción entre significante y significado. Porque el lenguaje luce, se desprende de lo común coloquial, porque nos da una perspectiva diferente a la de escuchar por ejemplo:“todo ha aumentado de precio, además este mes me llega el seguro del coche“. Claro que esto viene ceñido a un pensamiento formal, pero literatura es forma, pero también contenido, importando tanto uno como lo otro. Claro que la literatura fue pasando por varios procesos, signados muchos de ellos por aquellos que recortaban la forma de hacerla, así podemos diferenciar por ejemplo una literatura bajo el dominio zarista y una Rusia comunista, hasta los primeros citados la cuestión de la discusión se movía en lo formal, lo que vino después fue un mero pretexto para diseñar la literatura en pos de convertirla en vehículo ideológico, común a los regímenes dictatoriales tanto de un lado como de otro. Lo formal se me supone a mí como algo que raya en lo superficial, si la materia abordada se compone de ese único componente, sin embargo si le agregamos adentrarnos en el contenido, ya supone que la mezcla es más compleja y ayuda a dar sentido a nuestras palabras, es decir, no nos quedamos con lo supuestamente bello de las mismas, si no que se añade el sobrepeso del sentido de las mismas, claro que en esto, al ir más allá entramos en terrenos que determinan un camino inequívoco hacia lo psicológico o sociológico. El texto trasunta una compleja realidad social, incluye los sentimientos y ya no se mira la obra solo en sus palabras, una obra que mira lo que le pasa a las personas, como viven, como merecen vivir y agota la transparencia de sus miserias, las muestra en los claros ejemplos que denotan las vidas de sus personajes, lo que estos sienten y por ende lo que hacen sentir, ¿Quién no ha sentido el frío de San Petersburgo junto a Akaki Akakievich en el El Gabán de Gogol, ¿Quién no siente como propia la miserable, repetitiva y solitaria vida del funcionario Don José de Saramago en Todos los nombres?
El contenido no solo es la motivación, es, si se quiere, el eje del relato, el eje por donde circulan las palabras para decirlo en una forma literaria. Tampoco debemos analizar la obra como un mero conjunto de recursos por más literarios que se los tilde, es importante la sintáxis, las técnicas narrativas, la métrica en el caso de la poesía, pero no es lo único, ni siquiera lo determinante, más lo sería, más lo es y eso lo puede reafirmar cualquier lector, lo que nos quiere decir un autor de una obra literaria.
Cuando hablamos de lenguaje ordinario, sabemos de que hablamos, pero esto cae en lo heterogéneo que nos plantean por ejemplo las distintas clases sociales o colectivos donde se hable, no es lo mismo o normal un lenguaje de un religioso, de un barrio bajo o de algún conjunto de estudiantes de filosofía, no es tan simple, es más complejo de lo que parece, no podemos encorsetar en lenguaje ordinario a todos los que de alguna manera existen en circuitos cerrados contenidos por aprendizaje o forma de vida.
Es verdad que en reiteradas oportunidades la discusión se instala en que algo es literario o no lo es. Es fácil hablar de otro siglo y creer que en un siglo romántico como el XVIII todo era poético, pero como no hemos vivido la circunstancia, desconocemos el contexto de la época, por tanto es difícil evaluar el sentido de las palabras para clasificarlas de algún modo metafórico, sin embargo, sí podemos pensar que en un mundo menos dependiente de lo económico, es decir donde sus dioses eran otros tales como las artes, si podemos sospechar un grado más sutil o etéreo si se lo quiere llamar de las frases consignadas a la literatura. Ahora bien, si pensamos en que literatura es escribir de una forma plagada de belleza únicamente, ¿Qué queda para aquello que se escribe fuera de esa visual característica? ¿Qué queda para personas como Bukovsky que lo ha hecho desde su lugar en la sociedad, con lo residual del lenguaje? ¿Es que eso no es también literatura? O quizá también enfrentado a lo poético, aquel que escribe sin exhibir ampulosidad, con un lenguaje sencillo, aunque sobrio y descriptivo, ¿No merece considerarse literario?
Para algunos, todo escrito es susceptible de categorizar como literario, la revista Superman por ejemplo o aquellos fascículos de Readers Digest con el que nos bombardearon en alguna época pasada. Lo importante en todo caso es que haya discusión, que podamos elevar nuestro pensamiento y que tanto los que piensan de una u otra forma, puedan debatir que es, en que mundo se encuentra sumida, que contenidos la componen, quizá todos tengan razón a su manera y literatura sea lo que ve cada cual a su estilo, desde su propia perspectiva.
A pesar de todo lo dicho, puede verse como una excentricidad o algo identificado con lo superintelectual el hecho de expresarse sobre una dicotomía sobre una supuesta teoría literaria. Claro si comparamos esto con las grandes discusiones en las que debiéramos los humanos estar compenetrados, si pensáramos que somos peores que cualquier otra especie animal que solo dedican la matanza prójima al sustento familiar, si tomáramos en consideración que hoy con un exiguo porcentaje de lo que se invierte en armamento, se terminaría con el hambre del Tercer Mundo, pues el presente estudio transita por los caminos de la banalidad. Sin embargo, la forma de saber que nos pasa, porque nos pasa y sin dejar de lado el juicio de la posteridad en un análisis hacia nuestra forma de relacionarnos y de ver la vida, esa comunicación, verbal, escrita, es inminentemente literaria, así de esa forma sabrán de nosotros, tanto, quizá mucho mas de lo que distintos testimonios nos dieron la oportunidad de saber, evaluar, otras sociedades de otros tiempos.
Literatura es entonces, en un modesto intento personal por definirla, un arte, discutible según perspectiva, pero un arte al fin, un arte que implícitamente comunica, donde es tan importante lo que se dice y el cómo se lo dice. Un contenido que relata una historia, la historia de la sociedad que involucra a todo ser que respira, un contenido que ayuda a conocernos profundamente y todo sin olvidarse del lenguaje, ese código enfundado en letras que nos maravilla según las vayamos acomodando, frases que dan imagen de actitudes, de gestos, de comportamientos que abrevan en la fuente de las ideas de quien las escribe. 
PLAZA MOLINA
Un viaje. Guía de metro: Un frondoso conjunto de líneas multicolor con pequeños desvíos oblicuos que rápidamente vuelven a su cauce rectilíneo, todos cruzados en algún punto de su verticalidad por un trazo comunicante donde predominan los cambios sistemáticos de destino, algunos consecuentes con los días y las horas repetidas y otros en cambio, esporádicos, con la simpleza de un solo acto espaciadamente secuencial afin a su destino pero sin la utilidad de esa prosecución diaria que determina nuestra vida en su periplo más rutinario
8,12 de un día cualquiera
Siempre subía en Lesseps, aligeraba el paso, y volvía a tomar el vagón y aclaraba su destino Paseo de Grácia
Habían pasado cuatro minutos. Tomado del barral cuya continuidad dibujaba perimetralmente un asiento, allí parado observaba el movimiento de la estación, el ir y venir presuroso de apuros convencionales. Comenzaba a declinar la velocidad y por la ventanilla se veia la espera, bolsos y portafolios cargados de rutinas, de horarios preconcebidos
Con el movimiento, con el avance despacioso comienzan a pasar las imágenes cada vez más raudamente hasta una desaparición total, hasta una oscuridad tunelesca, un húmedo olor a profundidades nos lleva en un desplazamiento que se sublima y se vuelve cadencioso en el llegar y salir de cada estación. No me había percatado en un principio, pero un movimiento curvilíneo con un pequeño tirón de derecha a izquierda del vagón me había hecho desplazar dos pasos en sentido de la máquina y mi panorama había cambiado.
Declinaba la velocidad, llegábamos a un punto de detención pero a medida que aparecían figuras más cercanas, me costaba verlas, todo era controvertidamente más lejano, confuso, solo el contorno de un perfil que por momentos se convertía en frente y volvía a ser perfil se recortaba sobre la ventanilla, captaba mi atención. Unos ojos confirmados con la veracidad desde los míos llevados desde el cristal hasta su humanidad toda, me daban la certeza de su imagen. Sus ojos no me miraban aunque los sabía risueños, una boca pequeña de dulces labios finos y delicados en el recorte de un afinado rostro que acusaba delgadez.
La miraba fijamente en su imagen cristalina, era mágica, no podía dejar de mirarla, de meterme en esa figura enigmática, en ese cristal dinámico, que me transfería los mas dulces pensamientos, los mas inquietantes sentimientos. Que me persuadía de imagenes futuras en el incomensurable paisaje de lo imaginable.
Hubiera querido romper aquel: mi silencio, contarle mis devaneos, regalarle por todas las estaciones de su vida: mis ojos, mis palabras.
¿Cómo pretextar un encuentro fortuito? ¿Cómo dejar de mirarla, de contemplar su indiferencia hacia mi, hacia mi presencia confundida entre tantas presencias?
Pero había llegado el fin de su trayecto, comenzó la culminación de nuestro encuentro, que era mío, tan propio y cercanamente mío como distante y desconocido era para ella: primera vez.
Sin percatarse siquiera de mi existencia, dejó su asiento, esquivó mi invisibilidad como si fuera un obstáculo, rodeó el pasamanos con sus delicados dedos para abastecer su equilibrio poniendo su mano muy cerca de la mía, muy cerca, dejándome el calor de su presencia que había nacido tenuemente en aquel, ahora lejano cristal
Observé con detenimiento, como se alejaba, su figura abandonaba el tren, todo, pero lo mas abandonado era yo mismo, que sentía aquel instante como final, irrepetible.
Por un momento, un tiempo ex temporal que no sabría medir, no conseguí tomar una acción. Miré el nombre de la estación, la hora, pensé en la hora, hace años que no llevo reloj, recorrí las muñecas impaciente, agudizando mi vista, todas las horas, una hora: 8.30, me apee, subí escaleras, busque, confundí las faldas, se había esfumado, ya no estaba, en esa marea de personas que enfrentaban su dirección con la mía. Volví, bajé escaleras, esperé otro metro, me quedaba una única esperanza, que fuera ese su trayecto habitual, que en su puntualidad rutinaria, volviera una y otra vez a realizar el viaje en los mismos horarios.- Yo estaría allí. Esperando.
Segunda vez, otro día cualquiera: consecutivo. Ocho y once.
Entre cada terminal el promedio temporal era de cuatro minutos, si había subido cuatro estaciones antes eran dieciséis minutos, sumando el tiempo muerto (dos) en cada parada me daba una suma de dieciocho, sumado a los doce, indicaba la hora exacta de bajada, faltaba un minuto, el horario de detención era ocho y doce.
Acompañé la detención con un paso poco firme, diletante, importaba solo el seguimiento de mi vista, busqué en cada ventana, en cada puerta acristalada en cada asiento, un lugar, su figura, su imagen en cada viajero
Entraba y subía a los vagones como un loco, no había tiempo había que decidir la elección por uno, entré en el tercero, caminé en la dirección del convoy, miraba hacia los lados, a los asientos, escudriñaba a las personas de pie. Por un momento pensé que no la volvería a ver. Pero allí estaba, otra vez ofreciéndome su imagen sobre el cristal para el regocijo de mis ojos. Cabello rubio, un corte casi masculino, bella, dominante, risueña vestida en un tono agradablemente oscuro, contrastando con su tez pálida, con sus ojos, enturbiando cualquier belleza a su alrededor. ¿Cómo podría llamar su atención? No sabía qué, como iniciar una conversación, mi timidez sobrealimentaba mi inacción, mi falta de decisión. Pensé quizá mañana...el tiempo se esfumó perdido entre el como y el cuando, otra vez eludió mi invisibilidad dejándome el perfume con un toque ácido de piel y esencia pagada.
Sería mañana, mañana concretaría mi plan de abordaje, intentaría al menos que notara mi presencia. Pero mañana estaba lejos y yo debía darle una vida, saber que hacía donde trabajaba como era su historia. Bajé raudamente para recuperar el tiempo perdido entre tantas cavilaciones, pero otra vez había perdido su imagen que tan firmemente se aposentaba en aquel cristal. Otra vez la multitud sumida en aquellos horarios vespertinos me confundía en un ir y venir de apuradas correspondencias. Sentado, soñando con un encuentro fortuito, casual o producto de un momento de inspiración seductora, con ese placer que produce la respuesta de una sonrisa a una palabra . Decidí que se llamaría Laura, la sonoridad del nombre me daba seguridad de continuidad, asociaba eso como a veces lo hacía con la catarsis que me produce de una canción suave pero contundente, con el amor por las cosas nobles y así era ella, poseedora de una nobleza candorosa. Laura trabajaba en una clínica dental, era la secretaria, la encargada de distribuir las citas, de las cobranzas, ella era todo lo que no era dominado por el tecnicismo que rodea a los profesionales para dar luz a una sonrisa, ella era natural en su sonrisa como en su vida. Me hubiera gustado que viviera sola, daría eso un interés especial en el sentido de como emplear su tiempo por elección propia sin el compromiso de cocinar para alguien, sino de elegir su tiempo, invertirlos en la variedad de gustos ligados a la perfección, su figura, su dulzura me hacían inclinar hacia esos notables comportamientos. Sin embargo en mis devaneos ingresaron dos hijas, una perra y amigos y amigas pocos, bien elegidos Comencé a sentir su cercanía, de tal manera que el roce inconsciente entre mis dedos me hacía pensar, sentir el roce con los suyos, el acercamiento a sus labios me aproximaban a ese calor, a ese hogar.
Un abrupto movimiento inercial me trajo hacia la realidad, mis ojos seguían abiertos pero ahora miraban figuras reales, existentes en ese mundo visible que hacía apenas instantes no contaba para mi.
Sería mañana, mañana intentaría entrar en la vida de Laura
Tercera vez: Logré coordinar horarios, vagón con su llegada, al verla llegar, acompañé su andar conservando una distancia prudencial y pude entrar al mismo tiempo que ella al vagón. Se sentó junto al cristal de la ventana como otras veces, pude sentarme a su lado observaba solapadamente. Su imagen, la real, ella misma, y la proyectada en el cristal, la más cercana me daba sensaciones calor, suavidad, una honda y pulcra notificación de olores de ensueño. La otra, la del cristal, brillo, contorno, perfección.
No podía dejar escapar el tiempo en tanto devaneo, quería tenerlo para poder hablarle, debía hacer algo, no quería hundirme en él como, otras veces. Me hubiera gustado deslizar mi mano en alcanzar la suya, en esa lucubración aterciopelada de su piel, en esa blancura perfumada.
Entonces sucedió! Miró su reloj pulsera, giró su cabeza hacia mí, sonrió y me dijo dulcemente:
- Me parece que es la primera vez después de tanto tiempo cogiendo este metro en el mismo horario día tras día, la primera vez que llegaré tarde al trabajo.
Confundido entre sus palabras y ese esperanzado aliento al escuchar pronunciarlas, prodigué:
- Si pudiera decirlo en una forma surrealista, diría que soy yo el que frena este vagón.
- No me diga, ¿y cuál es la razón de postergar mi llegada siempre tan puntual a mi trabajo?
- Alargar el tiempo
- ¿Le gusta viajar en metro?
- No tanto, después de todo, mis viajes, en su mayoría son ocasionales
- Como este supongo
- No
- ¿No lo es? ¿No es ocasional? ¿Se dirige a su trabajo quizá?
- Pues siguiendo con mi propuesta surrealista, he venido día tras día luego de semanas para poder coger este metro.
- No entiendo porque, pero sus razones tendrá
- ¡Si!, mi razón se ha comunicado conmigo y me habla
- ¿y qué le dice?
- Que no sabe porque lo hago, pero que seguramente tendré mis razones para obrar así.
- ¿Me implica en su obsesión por coger este metro día tras día a la misma hora?
- Es usted la razón de esta consecución, de esta obstinada forma de conseguir estos minutos que fueron parte de mis devaneos y hoy calibran en una realidad que atomiza mi presente de tal manera que no me parece estar en un transporte público subterráneo, sino más bien montado en una nube.
- ¡Ohh! Estoy sorprendida… quizá debiéramos seguir esta conversación fuera de esta penumbrosa circunstancia.
- Estoy de acuerdo
- Tengo que apearme, si no tiene inconveniente y su tiempo según sus palabras está marcado por el mío, me acompaña hasta la puerta de la clínica y hablamos en camino
- Más que de acuerdo
- Bien
Caminamos juntos, cercanos, hablando de cosas simples reconocidas hoy como maravillosas, fue un tiempo breve locuaz, medido en palabras y gestos, decorado con sonrisas y llenos de candor, ese candor del inicio, ese candor de la brevedad, ese poco, poquísimo tiempo que nos daba llegar hasta la entrada de aquel viejo reacondicionado edificio que se había convertido en su rutina diaria.
Nos miramos, nos dimos ese beso sin pretensión, giramos nuestros cuerpos y mientras yo soñaba con la Laura de hacía unos ya viejos instantes, recordé que no le había dicho, cuando, como…ni siquiera tenía forma de comunicarme. Rápidamente volví la vista hacia el lugar de aquella despedida, pero ella ya no estaba, Laura ya no estaba. Caminé sin rumbo, preocupado más en como resolver el próximo encuentro que en mi escritura, en el fulgor de mis próximas letras, más que en todo mi quehacer literario, pensaba en Laura y en como hacer para volver a encontrarla. 
Pronto y cansado logré sentarme en un banco de una plaza cercana, no podía dejar de pensar en aquel encuentro y en mi mala gestión de no haber sabido darle continuidad a ese sueño que movía mi despertar hacía tanto tiempo, hallar una mujer como Laura fue un letargo que, habiéndolo anidado en mis noches, en toda mi escritura, resaltaba esa incoherencia de no haber sabido resolver sin dilación. 
Llegué a casa apesadumbrado, subí las escaleras y me enojé con el espejo, culpándolo de todo, de mi vida vacía, de mi necedad. Un improperio acompañó mi mano en el bolsillo derecho de mi americana que estaba dispuesto a otro abandono. Mis dedos sintieron algo suave, los cerré apretando entre ellos la pequeña tarjeta, la acerqué a mis ojos…
Laura Asor
Turnos
Clínica Condal
Mitre 3218 Barcelona
Lo supe con el tiempo, a confesión de Laura, ella misma la había puesto en mi bolsillo en el momento de la fugaz despedida.
Los años pasaron…
- ¡Amor! ¿Estás en la biblioteca?
- Si amor, casi terminando
- ¿Cenamos fuera?
- Cenamos donde tu quieras, solo dame unos minutos
- Terminaré de contestar mis correos mientras te espero
- Feliz era una palabra inesperada, hoy a tantos años de aquel encuentro puedo decir que mis horas con Laura han sido la mejor prueba de una felicidad continua, de un amor que rueda por toda la casa aun sin terminar de lograrse por completo, quizá lo logremos en el día de mañana… ahora que recuerdo, ¡Eso fue lo que dije ayer!

MÁGICAS PALABRAS

Nulla dis sine linea
Llegamos al lugar indicado como si hubiéramos recibido una información cósmica. Él buscaba las suyas. Lo digo por Julio, claro a él le era más fácil, en cambio para mí, encontrarlas en una consecuente asociación con mis ideas, me era mucho más complicado, quizá por que Julio tenía ya bastantes compiladas. Mucha escritura y vida centradas en cientos de frases ya homologadas hacia la posteridad. Residían allí, en una secreta vida que les permitían perpetuarse, en ese mundo sin tiempo, las palabras como núcleos generadores de vivencias, afectos y sensaciones con el intrínseco valor cognitivo de su sonoridad y su inmanente disposición asociativa. Preparadas para un discurso coloquial, para una admonición literaria, en una clara conjunción de letras inseminadas de símbolos como sólidos puentes de comunicación.
Cuando entramos, había una pequeña recepción, donde un señor, alto con bigotes dispuestos horizontalmente a los lados de sus mejillas como signos interrogantes y vestido en forma solemne con frac, nos daba alguna indicación sobre el lugar, constaban sobre el escritorio , vacío de papeles, vacío de horarios, fechas, agendas o algo que pudiera significar compromiso. Nos explicaba como debíamos encontrar nuestras búsquedas, nos facilitó un gráfico pre impreso en blanco y negro donde se contorneaban las distintas partes del lugar. Saliendo de la recepción se ingresaba en un pasillo angosto que derivaba en un área circular cubierta por estanterías dispuestas en una misma redondez perimetral. En el centro, un gran escritorio circular con lámparas individuales, una al lado de la otra hasta cerrar el círculo, aportaba una especie de serenidad y ambientación placentera especial para la búsqueda y conciliación de las palabras.
A un costado estaban las escaleras que nos llevaban a dos pisos superiores concebidos de igual manera al de la planta baja. En sentido descendente, había otra que bajaba a un sótano con las mismas características circulares, con sus correspondientes estantes dispuestos en dos semicírculos por estancia acompañando la redondez de aquellos muros casi ovales. Aunque los estantes parecían vacíos, no lo estaban, daban por su frente y alto una idea de dimensión, no así su profundidad donde no se visualizaba un límite determinado, solo se patentizaba una limitación en la negrura de su infinita concepción universal.
En su interior, todas las palabras llenando ese espacio infinito. Allí permanecían en la espera de zutanos que buscaran conciliarlas , que definieran una historia, un cuento, en variadas construcciones literarias destinadas a ser escuchadas con los ojos de los muertos. Los diferentes estadios correspondían al mundo de los conceptos, que unidos a lo real y lo ficticio, ilustraban en forma de escritura, lo que los creativos y oficiosos escritores siempre nos han querido comunicar. El carácter general, tenía sin embargo, una simiente extraordinariamente semántica.
El primer piso, generaba un sentido sincrónico, mientras que el segundo y el tercero eran de contenido diacrónico. La planta baja conjugaba la sonoridad de las palabras que tanto implican para lo literario, en la consecución de una sensación armónica, casi musical.
El sótano funcionaba como apéndice, figuraban allí en forma añadida, accesoria para amalgamar la función de las palabras, las distintas alternativas como recursos ofrecidos para el relato. Así se podía dar uso a la parábola, la peripecia, la metáfora, la recurrencia, la paráfrasis, otros usos demandados, todos en función de la escritura. Permanecí sentado en la primera planta mucho tiempo, a Julio se lo veía subir y bajar en esa intensa búsqueda de palabras que lo había caracterizado durante su vida, en cambio a mi se me daba la complicación de enlazarlas una con otra, no sabía por momentos si bajar o subir, quizá esa falta de oficio o de agilidad intelectual o esa ductilidad estructural, que Julio tenía y que esbozaba al menor intento de congeniarlas.
Me contentaba, aún me contento, con aquello de que intentarlo es suficiente para encontrar una felicidad interior de poder disfrutar únicamente con el tránsito del camino, sin importar el destino, ensimismado en la realización, sin mirar, muchas veces, hacia el objetivo final, perdiendo de vista la contundencia que nos exige lo literario, esa necesidad de ser efectivos al momento de escribir. Al salir, y luego de prometerse uno reincidir en la visita, nuevamente el hombre de frac nos entregó una forma que debía llenarse con los datos del visitante y un ítem que enunciaba la palabra: testimonio, Julio escribió Rayuela, yo lo había dejado en blanco.
El encargado me preguntó: ¿ningún testimonio? Aunque lo considere poco importante... ¡No! - contesté - Aún no he logrado encontrar todas las palabras.
IDENTIDAD
Si hubiera sido algo rutinario, quizá le habría sido más fácil, pero él no tenía la costumbre de viajar en metro. Sin embargo ese día lo cogió en Paseo de Grácia para volver a su casa despues del trabajo, tenía solo tres estaciones hasta llegar a Lesseps para luego caminar hasta la calle Ballester donde residía hacía años, en un antiguo edificio, aunque renovado gracias a la gestión del actual presidente de la comunidad que ya llevaba cinco años en el cargo.
Se sentó en el metro y mientras miraba la llegada a la primera estación, una munjer se sentaba a su lado, la observaba sin tener que verla fijamente, de soslayo se había percatado que era elegante, bien peinada con cabello corto y aunque no se animó a verle los ojos para no delatarse, se los imaginó de un color tenua, haciendo contraste con su ropa oscura: un azul marino. Pensaba también que su olor era agradable, una mezcla de aquí estoy con Givenchy, la propia irradiación de su piel con esa mezcla de perfume francés casi evaporado. Sus labios eran finos, casi sin el detalle labial, con un color humano, húmedos, esperanzados. Alta, con porte de mujer decisiva, la imaginaba dando directivas, custodiando que se cumplan.
LLegaron a Fontana y ella no se había movido, él bajaría en la próxima, aunque le hubiera gustado seguir, seguir con ella todo el trayecto y esperar en algún momento poder animarse a decirle algo o que la fortuna hiciera algo en su favor.era el momento precisopara hacer una toma más directa sobre sus rodillas, sobre sus alargadas y finas manos, no llevaba anillo, solo un pequeño reloj Cartier de formato cuadrado, unos pequeños colgantes sin brillo y al realizar un giro para dirigirse hacia la puerta de salida pudo notar que ella giró su cabeza, allí pudo confirmar la sospecha sobre sus ojos color almendra. Pero lo que ella hacía era similar, buscaba enderezarse, mover su cuerpo en dirección de la salida. Destino: bajaban en la misma parada: "Lesseps", quizá este visconde lo ayudara acortando distancias como lo había hecho en Panamá o Suez, pero esta vez hacia esa delicada y femenina forma de caminar. Lo cierto es que mientras él caminaba, ella venía detrás, solo escuchaba un taconeo, no podía verla para no delatar su interés. Cuando viró por Gral.Mitre, el había perdido ese ruido esperanzador, siguiendo su camino hacia la calle Ballester. Fue entonces cuando al llegar al edificio, buscó la llave en su bolsillo, intentó abrir la puerta pero antes giró su cabeza porque sintió una presencia detrás suyo, era ella, que con una sonrisa, esperaba la apertura. - Buenas noches (dijo ella) - Buenas noches - Soy del 4to 3º El contestó con la formalidad de extener la mano derecha _ Ah, mucho gusto: soy 3ro4º - Igualmente, gracias por abrime la puerta
- ¿Es la primera vez que nos cruzamos verdad?
- Así parece, tampoco hace tanto que vivo acá, aunque me parece casual que en dos años que resido nunca nos hallamos visto, ni siquiera en las reuniones de comunidad que ahora por varias razones son más asiduas.
- Bueno, quizá mañana tengamos la oportunidad, si es que no volvemos a estar en desacuerdo con la asistencia y usted va y yo no o viceversa.
- Mañana iré, han de cambiar toda la puerta de entrada y estoy interesada en los materiales que utilizarán
- También yo iré para dar mi opinión al respecto
Ya en el ascensor, llegando al 3º, se despidieron y 4to 3º siguió hasta su piso.
Al día siguiente, a las ocho de la noche en la reunión:
- El presidente (2do 1º) leía la órden del día mientras el secretario (1ro 3º) tomaba nota de la asistencia.
4to 3º y 3ro 4º se habían saludado al llegar y por cortesía se sentaron juntos, los dos habían llegado prematuros a la reunión.
Leído el orden del día, 2do 1º hizo alusión a los presupuestos sobre el cambio de la puerta de entrada, la que se había decidido cambiar por un aluminio pintado ya que la madera astaba visiblemente deteriorada.
En esos momentos, él se acercó para hablar en voz baja
- Voy a decirle algo, nunca me hubiera imaginado que usted, la señora del metro, fuera 4to 3º, me sorprendió esa situación después de haber esperado tanto tiempo por conocerla.
- ¿Sí? ¿Usted estaba intrigado por mí?
- Mire, en dos años reuniones, 2do 1º siempre la nombraba y citaba algunas sugerencias suyas respecto a las cuestiones de la comunidad y que en ellas se había basado para presentar alguna moción sobre cambios. Sin embargo, parece ser que cuando usted acudía a la reunión, yo no lo hacía, en cambio al hacerlo yo no lo hacía usted, así nunca hemos coincidido hasta hoy.
- Bueno sí, puede ser verdad, la última vez tuve que ir a la Costa Brava por una invitación y como los viernes no trabajo... pues muchas veces las reuniones son en ese día de la semana. Pero he de confesarle una cosa, también yo estaba intrigada, siempre se hablaba en las reuniones de 3ro 4º y yo esperaba ponerle rostro. Aunque la verdad es que algunas cosas se de usted en este tiempo.
- ¿Qué es lo que sabe de mí?
- Bueno, la verdad es que me da verguenza confesarlo
- Quizá me de más verguenza a mí porque yo sí se algunas cosas de usted y...
- ¿Sí?
- ¡Sí!
- A ver 4to 3º,seamos sinceros. Yo le contaré pero primero dígame como está de la tensión arterial
- De la....¿Cómo sabe?
- No se como decirlo...bueno, he mirado en su basura y he visto que está medicado con atenolol (50mg) amoldipino (20mg. Lo siento, es la verdad.
- Ahhh...y yo que pensé que...¿Usted come poca carne verdad?
- Si ¿Cómo lo sabe?
- Bueno he mirado en su basura y casi siempre hay restos de pollo.
- ¿Usted también?
- ¿Qué más sabe de mí?
- Qué está solo
- Como usted
- Sí, mi basura me delata ¿No es así?
- Sí, y la mía
- Compartimos algunos gustos, el vino por ejemplo, yo bebo Coto de Imaz como usted.
y supongo que la leche...
- No, usted bebe La Asturiana y yo una mas baratita, no es por el precio, sino que la que bebo no contiene lactosa.
- También sé que hay fines de semana que viene su hijo, he recapacitado y a veces me he cruzado con él ahora lo sé, es su viva imagen.
- Ah... pensé que me iba a decir que lo habia visto en la basura.
- No, pero si sé que le gusta el pescado porque cuando viene, ese fin de semana, en su casa se come pescado
- ¿Qué más delata mi basura?
- Bueno, que es usted limpia, ordenada
- ¿Porqué lo dice?
- Porque todas las semanas limpia la tierra
- Claro eso va a la basura
- Exactamente
- La semana pasada casi subo al 4º , a su piso
- ¿Sí? ¿Porqué no lo hizo?
- Por timidez, supongo
- ¿Lo hubiera hecho por conocerme?
- Quizá, pero lo que quería era ayudarlo
- ¿Ayudarme?
- Sí ¿Se cortó, no es así?
- Ahh... sí claro las vendas en la basura
- Sí
- Un corte superficial, fue cocinando, ya sabe que me gusta cocinar
- Sí claro, su basura dice que usted hace guisos, ya sabe: patatas, latas de tomate...
- Sí
- Aunque, hace tres fines de semana he visto que ha comprado jamón serrano, así que estuvo de bocata
- Es cosa rara en mí
- Lo sé
- Supongo que usted debe tener que ver con Asturias
- ¿Por qué lo dice?
- Bueno, ya sabe, las cascaras de mariscos
- Ahh, es cierto, me gusta el marisco y también es cierto que he nacido en Asturias, sin embargo, usted en un lugar más cálido, quzá Andalucía
- ¿Por qué lo dice?
- Por el gazpacho
- Ah si, nuevamente la basura, el pepino delata más que cualquier otra verdura
- Y dígame... ¿Le fue bien en el viaje a Paris?
- Los billetes en la basura ¿verdad?
- ¿Dónde sino?
- Pues sí, me fue bien, he estado un fin de semana con mi hija, ha sido fantástico, sobre todo es que me gusta mucho la cocina francesa
- Bueno, la nuestra tampoco está mal
- Si claro, la cocina española se ha superado a sí misma
- Bueno la verdad es que me gustaría saber más de usted sin hurgar en su basura
. Y a mí
- ¿Le gusta el cava?
- Sí, además pega con el marisco
- Lo sé, ayer he comprado unas gambas de origen argentino, gambones les llaman
- ¿En la Boquería verdad?
- ¿Cómo lo...?Ah, otra vez la basura
- ¿Le gustaron?
- Ah, los he pelado, pero no los he comido aún
-¿ Ah no?
- No. ¿Y si los comemos juntos? ¿Qué le parece una cena con cava y mariscos?
- Pues, diría que me cautiva la idea
- ¿A las nueve le parecería bien?
- En 4to3º o 3ro 4º?
- En 4to, si no le parece mal
- No, me parece mal, pero tendrás que cocinar y ensuciarás la cocina
- No importa, limpiaré todo como siempre cuando cocino, solo que esta vez será para dos, luego, los restos, ya sabes....a la basura
- ¿En la tuya o en la mía?
FUTUROS RECUERDOS
Montroy, Febrero 22 de 2007
Hay cartas que raramente se envían. Supongo que esta tendrá el mismo destino de tantas otras: El cajón de mi escritorio.
Querida Laura:
Hemos compartido el mundo de una generación conflictiva que proyectó sobre nuestras vidas una forma de sentir. Con esto significo que podemos hablar de las mismas cosas, que son nuestras, que son inherentes a nuestro devenir. La música por ejemplo: el bolero es tan nuestro como el “Ayer” de Lennon. Me has dejado un sendero con señales, que yo, metido en esa cotidaniedad convertida en rutina que no debí dejar que nos abarcara no supe percibir, esas señas que ibas dejando como alertas, como si me mostraras lugares vacíos que en algún momento serían ocupados, que provocarían un desplazo. Este último tiempo has tenido varias ocasiones de decírmelo pero se que para ti es difícil decirlo, casi tanto como para mi el haberlo escuchado. Se que no hay nada mejor que el tiempo para pasar; y pasa. El tiempo pasa. Imagina, hace un año ya. Un año que se diluyó en una tensa calma, en un tórrido transcurso de días de irrelevante sonoridad, claxon de la vida que de tanto oírlos acostumbra nuestro sentido auditivo: se nos hacen comunes, asimilables. Sin embargo aquellos que quisiéramos escuchar, se nos alejan, se añoran Laura. 
Cada vez más me concientizo que vivir es construir futuros recuerdos. En una atroz concordancia, cuando el pasado año se hablaba del principio del fin (el fin de los atentados armados) yo nunca pensé en el fin. Pensé que nuestro fin era el principio. Pero lo otro era destructivo y ya sabes que no me gusta nada eso, que no justifico ninguna guerra, no me gustan siquiera los altisonantes, no entiendo lo que destruye. Pero lo nuestro era una construcción, algo idílico que fue tomando cuerpo, que tuvo sus bajos, sus altos, con tonalidades, pero sumergido irremediablemente en la esperanza que es tan abstracta a veces, que no se cristaliza nunca, pero existe y nos da sentido; ilusión. Te recuerdo. No como quisiera, temporalmente al menos, ya que ese recuerdo hubiera querido que estuviera referido a instantes recientes, pero no hay nada mejor que la realidad tangible para ese baño que da rigor a la pérdida. 
A veces llevo tu sonrisa en mi bolsillo. Me resulta embarazoso cuando realizo alguna compra y en plena búsqueda de intercambiar lo que tenemos con lo que nos ofrecen, me topo con aquella boca que elevó mi placer al sentimiento. Hube de comprar algún atún en lonchas para darme cuenta. Recuerdo nuestro primer encuentro, la primera vez, el primer sonrojo. Uno siempre tiene ese candor: el mismo de la pubertad cuando miramos a alguien por primera vez con un interés mayor, con algo sobrescrito que únicamente dos pueden interpretar. Quizá pienses que me voy en palabras, y si esto quiere ser una explicación sobre lo que nos pasó, sobre mi mismo, quizá no entiendas tanta profusión linguística. 
Pero querida Laura, quiero contarte, decirte, lo que ha pasado por mi corazón en este tiempo, pero también me lo digo, me lo repito a mi mismo. Es como si aprovechara para contárselo a dos personas a la vez. No creas ni por un momento que estar a tu lado fue, pero en nada querer ser como los demás, como aquellos que están juntos pero no saben que los une, que los retiene a permanecer en ese estado. Quería, necesitaba que todo fuera diferente. Me gustaba tu preocupación, tus gestos, tu mirada, tu dulzura…y tu Cocido (porque no decirlo) que disfrutaba sentado a la mesa de tus encantos. 
Un año Laura. Un año de lucha entre querer conciliar contigo sin que notaras casi mi indiferencia en algunas circunstancias y mi deseo frustrado de correr desesperadamente lo más cerca de tu cuerpo, de tu vida. Así viví. Así asistí a la convocatoria de mis primeras y últimas Fiestas Falleras. A aquel mercadillo librero de La Gran Vía donde no supe seleccionar el libro concordante con la asfixia de mi estado de soledad: soledad de ti, soledad impuesta de todo aquello que significara que no estuvieras a mi lado. Todo me era igual. Estoy tratando de ser lo más sincero posible, lo que me permite la educación que recibió mi conciencia, aquella que condiciona de alguna manera nuestra forma de pensar, de ver la realidad, de imaginar y crear algunas ficciones que nos dan ese lugar al que pertenecemos. Hoy fue un día de cine. 
No se porque a veces nos empeñamos en ponerle sal a la herida. El título de la película me animaba aún más a sentir tu falta: “Mis días sin ti”: Argumento tristemente cómplice de alguien que lo pierde todo, y cuando hablo de todo, sabes bien que no me refiero a algo material. El personaje deja un mensaje final: “He dejado los armarios vacíos, tan vacíos como mi esperanza de recuperarte. No me esperes, me voy al trópico” Regresé más abrumado que cansado y hurgando en mi polvorienta biblioteca, justo al lado de aquel diccionario de antónimos y parónimos, encontré un libro de tapas azules: también te trajo a mi. Pero me detuve en el diccionario: busqué la palabra amor, seguidamente decía: odio. No era lo que tenía pensado como antónimo, hubiera concebido mejor la indiferencia. Será porque la tuya, tu indiferencia, me desequilibraba más que si me hubieras odiado, si me odiaras Laura, me darías la oportunidad de reconquistarte. La indiferencia no da oportunidades. Me vienen a la memoria, tantas cosas…..aquel día por ejemplo en que compramos dos pulseras, dos baratijas que de alguna manera nos unían. 
Nunca te dije, pero luego de unas semanas, volví al lugar, y compré otra igual a la que nos regalamos, porque me parecía iba a perder aquella primera. Compré otra igual para que supieras que nunca me había olvidado: aún conservo las dos. Si te dijera por ejemplo: 12 de febrero, para ti no significaría nada, pues para mí fue la noche del silencio y del abrazo, esa noche que al acontecer del tiempo no me dejó dormir, sentí lo mismo que en aquellos momentos, pero más exacerbado, quizá se disipaba, pero tuve la sensación de estar volando. Fue quizá la última noche que hicimos el amor. Querida, es la segunda. Quizá la tercera, no lo se, pero son las veces que estoy tratando de terminar esta carta: de disfrazar mi despedida con algún antifaz de alegría, con alguna sintomatología que renueve aquella idílica esperanza. Lo siento, no se me ocurre nada más acorde para el caso, que pensar en una cena que se pretende íntima y donde las velas no se han encendido, en un tigre que bosteza su aburrimiento en espera del fracasado regreso de su tigresa o quizá en el propio suscriptor de esta misiva que en unos momentos cerrará la puerta tras de sí, formando un eco de palabras que resonarán largamente en el ambiente, dejando tan vacía la esperanza como armarios imaginarios que nunca fueron compartidos: No me esperes, me voy al trópico.

 

Julián

LA PROPUESTA

 

El catarro me estaba poseyendo, el resfrío, lejos de desaparecer comenzaba a profundizarse y planear sus vacaciones entre tissues que iban entrando en el cesto a poco de haber sido abiertos. El desgano que procede a una enfermedad no deja, a pesar de todo, que se interrumpa mi estilo personal en inquietarme por descubrir cosas que, más allá de lo novedoso, me ayudan a una posible historia. Pensaba en Laura, no sé si es porque dispongo de tiempo o porque me estoy acostumbrando a su forma, a su respuesta, al juego que jugamos desde el primer día.

 

Lo cierto que entre esos enrevesados pensamientos, entre idas y venidas hacia la cocina, vigilando mi caldo de pollo, me entretenía leyendo por internet, más bien esquivando las noticias características que nos invaden día a día, La bolsa, Cristiano, los goles de Messi, la crisis......esperaba algo mejor, claro todo estaba allí pero mi ojo experto ignoraba aquello que parece lluvia sobre lata y que ya no nos deja ni siquiera perplejos, lo malo se ha instalado para ser costumbre, pero yo, animal irreverente instalado en el desagrado, en descontento, insisto en que debemos buscar lo mejor, lo diferente. En eso estaba yo cuando leí algo que esta vez sí llamó mi atención, entre tanta noticia repetida, había algo en letra pequeña que asomaba como ese sol radiante en el comienzo de las mañanas, algo de esperanza aunque luego se nuble.

El texto decía : "Estrategias para una propuesta" "Estar juntos no significa estar de acuerdo en todo, aun sin parecerlo, siempre estamos negociando para conseguir lo que queremos, lo que nos atrae. Si uno necesita decirle algo a ella o a él, debe hacerlo con la mayor naturalidad posible. Claro que siempre hay, por personalidad, quien prevalezca más que el otro, alguien con más labia o fuerza que trata de imponerse. Lo normal en cualquier caso es ceder en ciertas ocasiones (que no en todas) igualmente, sea como sea, hay cosas a las que uno no debe renunciar tan fácilmente, pero son cosas que están, que viven en nuestros tuétanos, de lo que estamos hechos, el porque somos así, que nos hace serlo.

 

Quererse uno mismo y valorar nuestras capacidades es un seguro de vida en cualquier relación, es el aporte que podemos dar desde el otro lado. Valorarse y estar a gusto con nosotros, con nuestro físico es muy importante a la hora de la seducción, así que lo primero es creérselo, creer que somos magníficos ya que eso más tarde o más temprano se traslada. Elegir el momento, antes de cualquier solicitud, debemos tomar en cuenta el ambiente que sea el adecuado, no podemos abordarle de buenas a primeras, sin una antesala, ni interrumpirla para mostrar que lo que decimos es más importante que lo que dice ella. Debe haber una cierta relajación (aunque si fuera la primera vez que lo propones, se torna difícil) no debe haber estrés ni cosas por hacer, de esta manera se está más receptivo a escucharse. Debemos intentar que el lugar no sea común, digamos que aunque sea común a los mortales, no lo sea para las dos personas intervinientes.

 

La conversación quizá no verse sobre hechos importantes pero en medio de ella y en forma natural (camuflado) como si uno estuviera hablando del tiempo, se hace presente la propuesta. Con tacto y sin miedo, así se proyecta una buena estrategia. Las mujeres generalmente suelen poner en juego sus armas de seducción cuando quieren algo y casi siempre tiran de sus encantos y eso manifiesta su sexualidad. Pero la palabra es una de las formas de seducción más poderosa, claro que es importante lo que se dice, pero de igual calibre es la importancia del como se lo dice, la posibilidad de una respuesta negativa, puede producir un vacilamiento y eso modificaría seguramente el sentido de lo que pretendemos. Debemos tener en claro lo que queremos, y que no lo queremos por un bien individual, sino que el bien beneficiará a ambos, "los dos nos veremos beneficiados". "La forma es importante, impregnada de palabras dulces y un tono suave, evitando toda brusquedad y sin ser demasiado directo, después de todo eso dará el nivel de comprendimiento y receptividad que el otro tiene en ese mundo mágico en el que perviven mientras están juntos. El enfoque debe ser plural, no hay que pedir por uno, ya que como se dijo, el beneficio es para dos, no se debe mirar únicamente desde una perspectiva y que el otro vea únicamente una necesidad momentánea, si uno piensa en una modificación, en algo nuevo, positivo, que este cambio se manifieste por sí mismo en un bien para los dos. Llegados a esta circunstancia, dejar entrever al otro como se beneficiará al ceder a la petición". Al leer esto me pareció comprender que yo también debía tener una estrategia, me sentí igual de enfermo, pero con ideas renovadas, bueno, la verdad es que el caldo también hizo lo suyo. Volví a mi pensamiento inicial: Laura, cavilé en la mejor forma de decírselo, buscar el momento y lugar adecuado, casi copiando el artículo, iría yo a por todas, subrepticiamente claro. Antes debía pensar que lo primero debería suceder es una mejoría, este catarro quizá no me deje ser del todo locuaz, necesito que se me entienda, que interprete la proposición.

 

He pensado mucho en ello ya desde antes del caldo y no veo errores en mi estrategia, se lo diré el sábado, si el sábado es un buen día y será de noche con lo que un poco de penumbra ayudará, por eso del ambiente. A pesar de todo debo confesar que no sería la primera vez que lo hacemos, por lo tanto quizá la propuesta adolezca del factor sorpresa, pero si la primera vez fue bien, no tiene porque no serlo esta segunda. Bueno, me armaré de valor, esperaré el momento oportuno y el sábado mismo le digo a Laura si quiere cenar conmigo.

 

 

 

TREINTA AÑOS NO ES NADA

No conocí a Cortázar en persona, pero tampoco a Sócrates, sin embargo abrevo de sus experiencias. Carezco de nostalgia respecto a ciertas certidumbres, a pesar de ello soy todo eso (nostalgias) sobre inciertas cosmogonías. Creo en los destellos que convierten algunos postulados, y a sus postulantes en clásicos. He sentido la pobreza al igual que Akakiy Akakievich, así como nuestra vieja casona (mía y de mi hermana Irene) se convirtió en una Casa Tomada. Tampoco he coincidido cronológicamente con Platón, sin embargo he vivido intensamente los Diálogos de Amor de León Hebreo. Nunca he querido pervivivir, por eso siempre me he decidido por la vida y ésta, gran parte de ésta se circunscribe a mi dedicación por la escritura.
Julio fue una nota musical en medio de la noche, me despierta aún cuando lo leo, cuando en entresueños sigo admirando su destreza, aún hoy sus letras me infieren una suprema nobleza. Cortázar persigue lo infinito, hace pensar, establece un acuerdo tácito con el lector al que no le es todo dado, su colaboración es crucial, Julio, el escritor, marca el sendero.
Nos dice en sus charlas en la Universidad de Berkeley que enfundado en el preciosismo de la lengua hizo un trayecto prospectivo marcado por una época determinada por un esteticismo de inusitada belleza, su cambio fue a "cuento" de un viaje, la riqueza de otras clturas le dieron el pretexto y la historia comenzó a ser mucho más importante que la forma de contarla, desplazando el objetivo desde un planteamiento de culto a la literatura hacia ese mismo arte como indagación del destino humano.

La síntesis del comentario es que a Cortázar se lo sigue leyendo al ritmo de nuevas ediciones editoriales. No deja de ser un referente paradigmático de como se escribe un cuento, aunque nunca albergó la instancia de ser a conciencia quien dicte normas al respecto, "no se escribe ni bien ni mal" decía..."hay temas bien tratados o mal tratados". Sin duda él perteneció a la estirpe de su misma invención, me refiero a esos seres verdes y húmedos al que hizo referencia y bautizó de Cronopios que eran criaturas ingenuas, idealistas, desordenadas, sensibles y poco convencionales, a diferencia de los Famas: rígidos, organizados y sentenciosos.
No soy dado a los tópicos, pero en este caso es justificado aquello de que: la fama es puro cuento