DOSYUNO
Una noche se sentó sobre su mirada en la cálida espera de aquel inmenso azulturquesa y no dejó de mirarse.
La luna no era tenue, como su vida, todo era inmensamente luminoso, brillante. Su boca tenía un néctar, sus ojos despejados sentían la libertad de aquel mar que por su falta visual de límites, lo hacán sentir libre. Por fin...libre.
Entonces, escribió pensando en ella:
Me doy a tu mirada, a ese expresivo seguimiento de tus ojos, insisto en la cercanía de tus párpados y en ellos doy forma a mi existencia.
Te he visto hoy, deliberada en tus movimientos con las manos sin instancias, esas manos de esos ojos que hurguetean en los interticios de mis pensamientos, en la sonoridad de mis escuchas, en el deseo de mis esperas.
Llevas en tu andar el caos de la noche, ese que debiera darnos la saciedad, el cosmos y la entrega. No tengo por que tengo la inminencia de verte, porque al no estar, estás, porque huelo en la distancia, siento hasta en tu no presencia el elevado dogma de tu existir. Tengo las noches y los días plagados de tí, de la aventura del beso, de la constancia de lo renovado, de ese incomensurable estado de seducción permanente, cambiante e idóneo.
Fuera del estentóreo y crispado movimiento que algunas veces denotan las cosas y los seres; allí estamos: mi dedo índice recorre el lateral de tus piernas en un suave contorneo que parece claudicar en cada recorrido, más no lo hace, se asienta más aún en su cómplice redada, tus pechos insinúan que claudicar dejó de ser palabra, contribuyen asonancias, me dan el reflejo del alma secreta que se abre a mis entrañas, ser dos para ser uno y volver a separarse, convertirse y ser lo mismo que no fuimos, que no seremos, pero que a la vez también hemos sido: mi mano suave da a mi tacto ese aterciopelado ensueño de la piel sobre mi piel, tu pubis llama, tienta mi deseo y mi sonrisa, descubre todos los juegos, arma y desarma las imágenes y el verbo. Tu sexo y la humedad de mis papilas se encuentran en el devenir de tus fluidos, en la espera cadenciosa de los míos, recorro tu esperanza de ser recorrida, me doy en mi movimentada calma, con mis sentidos, con mi ser, te das en ese confluir de ansiosas mareas, te relflejas, me reflejo.
Dos y uno: simetría: se presienten, se adormecen, se invaden, se acoplan, se disgregan, desfallecen, resucitan, resplandecen, se refriegan, se entregan. Culminan en un eterno comienzo, en el orgasmo de la vida y la vida en él.
La duda
Era siete de diciembre y Mimo no acertaba con la palabra, la frase de esa escritura que siempre lo involucraba con la inmovilidad. Mientras más pensaba menos se le ocurrían las cosas, es como que la afluencia de ideas se toparan en la salida inminente de las mismas formando un angosto cuello que no permitía liberarlas; Mimo estaba sin ideas precisas en medio de todo ese desdén el ruido del teléfono terminó por difuminar más aún sus ideas.
-Hola
- ¡Feliz cumpleaños!
- ¿Hola...como te has acordado...?
- No sé, supongo que hay algo que me lo recuerda, pero quizá sea la cercanía con el mío
- Si, el cinco de diciembre
-También tú lo recuerdas
- Si por la misma razón, la cercanía con el mío
Ada había entrado en la vida de Mimo de una forma intempestiva, aunque ese conocimiento había comenzado por internet se había profundizado de tal manera que cada palabra cada mirada cada sonrisa se fue convirtiendo en caricia, la proximidad tardó en llegar, pasaron meses hasta que pudieran planear un encuentro, pero lo virtual había convertido todo en una especie de duda sospechada de no ser real, una duda sobre aquella duda. Los dos desbordaban sentimientos pero también necesidad, había quizá una preparación en esa necesidad consensuada que llevaba de caminos bifurcados a una encrucijada donde ellos, los dos habían planteado sentimientos
Ada era una mujer sencilla de gustos poco complicados y con una especial sincronización hacia los colores, hacia lo armónico, su profesión como decoradora de interiores así lo exigía pero además ella era así, era alguien interiormente cargada de sueños y con sentimientos al borde de esperanza pero sin poder consumar la mayoría de ellos, en contraposición su aspecto exterior era de una belleza desbordante, su estética, su control para lo armónico, su mirada limpia, sus facciones delicadas, sus manos tan amenas proyectaban su humanidad toda en un plano sobredimensionado, un plano que no podía ser captado fácilmente, cualquiera no podía ver a la verdadera Ada, la Ada especial, la Ada amor, Mimo, simple y próximo dedicaba sus días a escribir, no tenía una preocupación excesiva por las cosas que le rodeaban, su interior estaba signado por la abundancia, cariño, tempestades, sueños. Lo bohemio le atraía, volaba viajando aunque nunca lo hiciera, su imaginación se hacía presente sumamente a menudo, era su vida, la vida del escritor, del loco, que de eso siempre se tiene algo. La vida, esa que le dejaba poco tiempo compartido se le había planteado como un feng shui, era Ada y sus policromías, su armonía que lo invadía todo, como sus manos y sus caricias que lo habían convencido en cierto modo en aquello que le faltaba para completarse. Aún así en Mimo prevalecía esa duda que al fin era lo que siempre lo había puesto en el callejón sin salida de la soledad, era como una coraza, una duda inventada para no ceder, para abrirse lo justo y necesario y acorralando de alguna manera a quién pretendía unión aunque sea de tiempo parcial, ese tiempo que le dejaba su concentración en la próxima frase, en aquel personaje en la acción a la que pertenecía dirigida por él mismo, su creador. Ada a pesar de todo le costaba incidir, no era su estilo y se convertía así en una paciente aceptadora de la circunstancia a la que pertenecía desde que comenzó su relación con Mimo, ella acomodaba las cosas, sus sentimientos como si estuviera decorando, poniendo las cosas en lugares diferentes para que todo quede en un lugar que al observarse diera placer. Y así era la pervivencia de la relación que entre la duda de uno y la espera del otro se sustentaba en los encuentros que permitían que las manos de Ada se convirtieran en caricia y los espacios entre aquellos encuentros en la vaguedad de la espera y la suspicacia de la duda.
Un día Ada dejó de llamar a Mimo y él convirtió la falta de comunicación en un pretexto para no ser él quien dijera el viejo discurso de tomarse un tiempo para poder saber lo que ambos necesitaban para continuar o quizá dejarlo simplemente sin rodeos. Así pasaron las semanas sin percibir esa necesidad qué aunque no es constante, aparece como las imágenes y los recuerdos de instantes, la memoria de los actos consumados, la alegría de haber estado disfrutándose, de haber compartido tanto con tan poco, la ilusión.
Luego de que ese tiempo pusiera en relevancia la falta de sentir una verdadera necesidad, Mimo volvió a tener la duda, solo que ahora era la duda de no haber hecho lo suficiente para convertirla en certeza.
DYBBUK
“Neshamot guilgul”
REPORTAJE A SARAH HELAHIM
Porqué Josua
¿El nombre quiere decir?
Si
Bueno, tiene que ver con Jesús que era judío y ya sabe los judíos……en fin es un nombre masculino de origen hebreo
¿Trevor estaba con él?
No. Trevor ya estaba muerto, aunque eran inseparables, eran tal para cual. Trevor vino de Reino Unido a los once años, al poco tiempo conoció a Josua y desde ese momento nunca se separaron, todos pensaban que eran hermanos
¿Josua tuvo otros hermanos?
No, solo éramos él y yo
Su hermano menor
Así es, soy seis años mayor, aunque el siempre fue muy maduro, de pequeño se notaba en sus conversaciones, eran algo avanzadas para su edad
¿Y por ejemplo de que hablaba?
Bueno, a ver, déjeme pensarlo…muchas veces, la mayoría diría yo, se encapsulaba en cuestiones políticas, ya sabe también hablaba de ciencia, y de la relación entre las personas, le animaba mucho eso, hablar de los sentimientos hacia otras personas
Josua siempre fue una persona sencilla, inteligente, tanto, que tenía dos licenciaturas bastante diferentes por cierto, era ingeniero electrónico pero también era antropólogo, es fácil decirlo pero a cualquiera esas dos carreras le hubieran llevado caso de media vida, Josua a los 24 años ya se había licenciado en las dos
¿Sus padres estaban enterados de todo?
Papá no tenía una relación íntima con él, nunca la tuvo, en cambio mamá siempre estaba a un salto de lo que le pasaba. Ellos nunca supieron lo que hacía Josua, siempre han creído que Josua, que tiene un carácter muy apacible, dedicaba su vida a la investigación, estaba muy interesado en temas sociales, bueno de alguna manera la otra carrera, la de ingeniero le servía para vivir
¿Se casó alguna vez?
Tuvo dos intentos fallidos, creo que Josua no es para compartir todo el tiempo con una sola persona, el compartía si, pero se repartía entre muchos, entre muchas. Era muy hermético en lo que se refiere a su vida personal, siempre ha sido difícil saber si tenía algún interés más allá de lo que se veía en la persona que casualmente estaba a su lado, digo casualmente por que a mi modo de ver y hablando de mujeres, todas fueron casuales
¿Alguna vez le hizo saber a usted alguna inquietud o indicio respecto al desenlace ocurrido?
No, como dije en sus relaciones era hermético, pero ahora que lo pienso no solo en eso era así, aunque, sus actitudes eran pacíficas y nunca parecía enojado, a veces no entiendo como sobrellevaba esa ira interior que lo llevó a ser lo que fue, a hacer lo que hizo
¿Había alguna razón, psicológica por ejemplo, para que sucediera lo que sucedió?
No que yo sepa, Josua tuvo una infancia feliz, la poca comunicación con mi padre fue superada gracias a mi madre que culminó de alguna manera realizando su papel y parte del otro, el de mi padre. Quiero decir que no tuvo sufrimientos, solo los que comúnmente tiene un niño, alguna frustración momentánea, pero solo eso. Los dos gozamos una buena infancia y tuvimos, según yo analizo, una buena crianza
Bueno, digamos que usted no tomó el mismo camino…
Yo me gradué en medicina, lo mío, mi actuación está bajo el juramento de Hipócrates, yo no mato, yo curo. Además, piense que todos reaccionamos en forma distinta ante un mismo hecho, la crucial diferencia entre los seres humanos radica allí, en nuestro proceder ante una circunstancia, nuestro modo de ver la realidad es dispar. Josua tenía un razonamiento opuesto al mío, aunque fuéramos de una misma familia y compartiéramos la infancia, porque la diferencia de edad no hacía que no pudiéramos estar juntos, pero el reaccionaba de una forma y yo de otra
¿Cuándo fue la última vez que estuvo con él?
Hace tres años…bueno quizá un poco más no puedo ser muy exacta con el dato cronológico, pero aproximadamente hace tres años estuvimos juntos, Josua había cambiado, al menos mi recuerdo sobre el era el de un joven simpático, atractivo, inteligente y locuaz, siempre bien arreglado, bien vestido quiero decir y su aspecto personal era de un hombre delicado, preocupado por el detalle. En cambio al volver a verlo, con barba, desgreñado, sin tomar cuenta de su estado, me pareció estar con otro Josua, aunque su calidad como persona, su trato y su cautivante conversación estaban intactas.
¿Porque cree que sucedió ese cambio sustancial en su persona?
Sería fácil decir que fue debido a las malas compañías, pero Josua nunca fue influenciable, el era él siempre, por lo que es difícil responder a esa pregunta. Sin embargo debo decir que ciertos ambientes pueden modificar a una persona, más aún si el ambiente no sufre modificaciones, la constancia ambiental va haciendo un molde y se vive inmerso en ese formato, aunque hay dualidades, muchas veces somos otros, no podemos evitar un cierto contagio en esas convivencias.
Médica Psiquiatra, ya que supongo que esa será su próxima pregunta.
Nos ahorramos la pregunta, espero que no pase lo mismo con alguna respuesta.
No, contestare todo lo que se me pregunte, claro que mis respuestas están condicionadas a lo que yo sepa, no olvide que a Josua lo he visto últimamente a intervalos, el no vive en este país hace ya mucho tiempo y nuestra relación como hermanos pasó a ser distante. Había comunicación, siempre la hubo, pero estos últimos años ha sido por medios electrónicos o esporádicamente por correo normal, pero ya sabe que no hay como compartir con la persona, ver sus gestos, sus cambios de humor, sus respuestas instantáneas.
¿Usted me ha dicho que Trevor era inglés y que al llegar aquí a los once años nunca se separó de su hermano, Trevor estudio aquí?
Yo he dicho que vino de Inglaterra, pero Trevor era Irlandes, nació en Dublín. Hablo de una relación afectiva entre los dos, muchas veces sin presencia corporal ya que Trevor terminó su carrera en Irlanda y venia cuando sus vacaciones, luego de licenciado vivía en los mismos lugares donde lo hacía Josua, al menos siempre que hablábamos de el Josua me hacía referencia a su presencia.
Trevor también era inteligente, era ingeniero electrónico, hablaba 5 idiomas, hizo un posgrado en Madrid a los 22 años. No es que yo sepa mucho de la vida de Trevor, pero puedo decirle que bien podría haberse llamado Helahim de apellido, eran como gemelos, se parecían físicamente y en sus actitudes, Trevor era pelirrojo, era lo que los diferenciaba, ah bueno y por la nariz, Josua contaba con una nariz jesuítica. También en sus circunstancias de vida y carácter se parecían, Trevor era amable, cortés, seductor, pero sus relaciones (al igual que las de su amigo), a mujeres me refiero, eran casuales, repartía su afecto sin compromiso con mucha gente, pero todo eventual.
¿Era Judío?
Mahler, ¿un apellido representativo verdad? Pero dudo que a Trevor le importara cualquier tipo de religión, ellos eran en muchos aspectos un misterio, como dije Josua era hermético, y digo ellos por que compartían también actitudes y pensamientos. En el caso de Josua y en referencia a lo religioso, creo que mi padre termina siendo el ultimo de los religiosos de la familia, la cúspide se dio en mi bisabuelo que era Rabino, mi abuelo era asistente a la sinagoga, pero ya había perdido ese ardor religioso que le precedía, aquí no se daba el carácter transitivo, pero sí hubo una dosificación bastante importante desde mi bisabuelo hacia mi padre, si fuera una enfermedad, podríamos decir que era genética, digo esto porque mi padre si era un ardiente admirador, propulsor y esclavo de la liturgia religiosa judía. Todo esto, como es de imaginar, contrastaba con el pensamiento, las manifestaciones y consecuentes actitudes que Josua siempre tuvo. Ese fue el punto de partida del alejamiento padre/hijo, hijo/padre que ambos solventaban sin medias tintas, era a todo o nada. Así como mi padre magnificaba su postura pro religiosa, Josua se ufanaba de su no pertenencia, de creerla una superchería más, una más porque él ponía a cada religión en el mismo saco, creía a pies juntillas eso de: “el opio de los pueblos”. Nunca se lo pudo obligar a ir a la sinagoga, alguna manifestación litúrgica o a nada que se acerque a esas creencias de las que él estaba tan lejano.
Quizá alguna anécdota, puede pintar a Josua de cuerpo entero en esa dirección
¿Podría relatar alguna?
Si, por supuesto. Mire, de por sí es difícil que en una casa, en un hogar judío pueda uno negar situaciones que la familia, ya no el núcleo familiar cercano, sino digamos la externa, primos, tios…abonaban desde el primer día del nacimiento de un descendiente judío.
Recuerdo a mi tío Elías, hermano de mi padre felicitándolo por el Bar Mitzvá de su hijo Josua y a mi padre llorando sobre su hombro porque su hijo no haría su Bar Mitzvá como todo buen judío. Los meses que precedieron a esa catástrofe fueron una pesadilla, el ambiente familiar era terriblemente pesado.
¿Y su madre?
Como dije, mi madre, hacía el trabajo por los dos, así que contenía a uno y a otro y además aconsejaba a Josuita (así lo llamaba) para que no estuviera nervioso, que sus deseos iban a ser respetados:”estamos en un siglo donde el derecho más importante es la libertad” decía pobre mamá, pero además ponía el hombro para que Simón (mi padre) llorara su fracaso como padre judío.
Lo cierto es que el Bar Mitzvá se realiza a la edad de 13 años y el acto condensa una serie de preceptos que tienen el significado de la responsabilidad, el niño se convierte en adulto. La negativa de Josua a la celebración fue una negativa de plano, tanto, que amenazó con irse de la casa, eso aterró a mi madre que hizo lo imposible para convencer a Simón, al menos para que mirara hacia un costado. Logró algo, y fue que su marido la viera rezar por todos los miembros de la familia, mamá se convirtió así en la religiosa que nunca fue. No era suficiente, pero al menos papá no estaba solo en sus rezos y cada vez que decidía ir a un acto litúrgico ya tenía compañía, eso mermó el tiempo de pensar en lo mal judío que era su hijo.
Josua era como un azote, un azote antisemita en el mismo seno familiar, su constancia en la negación de todo acto religioso era contundente, pero además había condiciones externas a el a su sentimiento, que lo situaban como un NO JUDIO. El tema de la circuncisión por ejemplo. ¿Cuándo un judío se libra de ese pequeño corte que se hace al octavo día de nacimiento?
Pues el Talmud preve un solo caso, y es que si un tío materno muere por hemorragia en el Berit Milá, entonces el descendiente no es circuncidado. ¿Que cree que sucedió en la familia? Pues que el tío Ioel murió en la celebración por una fuerte hemorragia, es como si todo hubiera sido predestinado. Pero el colmo fue que años después, en un hospital de las afueras del pueblo, se hizo circuncidar y por supuesto hizo publicidad de ello, esto llegó a oídos de mi padre que emocionado esperaba su momento triunfal, hasta que Josua confesó que aquella instancia no tenía nada que ver con lo religioso, sino que estaba convencido que ese paso dado era por un concepto de higiene que él había acuñado con el paso de los años.
¿En qué momento de su vida Josua decidió trasladarse a Tel A Viv?
Antes de trasladarse a Tel A Viv, hizo un primer paso, vivió un año en Irlanda, supongo que fue para la época en que su amigo Trevor estaba terminando los estudios. Luego fue solo a Tel A Viv, vivió en un kibud poco más de un año, no puedo precisar las fechas pero supongo que a juzgar por sus cartas fue en los 90.
¿Sabe usted que determinó que fuera a vivir a Israel?
Si, lo sé. He hablado de su hermeticidad, pero supongo que siendo su hermana, una hermana acostumbrada a estudiar la mente y los actos que derivan de ella, pude arribar a ciertas conclusiones. Josua, era inquieto, pero piense usted que una persona como el, que no estaba interesado en la religión y que además hablaba del universalismo como si ya hubiésemos superado antinomias y viviéramos en un mundo ideal, pero el era así. Josua quería probar y probarse a sí mismo que era más humano que judío pero que a la vez no podía negarse que de alguna manera que el judaísmo era una clave en su genealogía y por tanto en su vida.¿Como hacerlo? Pues bien, vivir en el centro neurálgico del pensamiento judaico en un kibutz, trabajar, soñar, reir, llorar, rezar, todo, todo como lo hace un judío. Y así fue, Josua vivió en el desierto en el kibud Av Vaem (paradojal significado: respetar a los padres)
Recuerdo que en las primeras épocas en que intuí un cambio en Josua, en su personalidad, entendí que había algo que le venía de lejos y le escribí una carta, en esos momentos estaba con Trevor en Iran.
¿Recuerda los términos de la carta?
Bueno…espere, guardo una copia.
Querido Josua:
Puede que sea un estado normal en mí, pero ciertamente estoy preocupada y lo estoy por ti.
Me he enterado por Lilith que estás en Iran, ella que estará de paso (supongo) ya que se dirige a La India te entregará esta carta en mano. No se que haces allí Porque has dejado todo, las posibilidades que tendrías aquí, no se, en Israel mismo, me refiero a lo laboral. Aunque no entiendo, te apoyo, sabes que siempre he tratado de estar a tu lado aún cuando no entiendo tanta inquina respecto a todo lo referente a la religión, sabes que yo tampoco soy una ortodoxa ni mucho menos, pero nada cuesta hacer una omisión al respecto y dejar a Simón un poco feliz.
Si tienes algún problema, solo tienes que decírmelo, hablarme, estaré a tu lado. A veces hay desajustes que necesitan arreglo, muchos de ellos provienen de causas biológicas o medioambientales, quizá por procesos emotivos. Hay veces que la frustración de una respuesta emocional común a una oposición, despierta una especie de ira y decepción que surge de la percepción de resistencia al cumplimiento de la voluntad individual.
La frustración interna puede derivar en una desmotivación en las metas personales, esto determina, a veces, digo solo a veces un comportamiento pasivo agresivo pero en otras la respuesta es más directa y se convierte en una propensión a la agresión. Se que te ha sido difícil la convivencia con papá y se que eso ha producido en ti una tensión o quizá una desarmonía interna del sistema de ideas, creencias, emociones y actitudes y todo esto por mantener al unísono dos pensamientos que están en conflicto, una incompatibilidad que suscita un conflicto con tus propias creencias.
Ya se que piensas que estoy hablando como una Psiquiatra, pero no es así Josua, hablo como una hermana, una hermana preocupada. Recuerdo que algo parecido te dijo León, éramos chicos y también se que León era amigo de papá, y eso le aportaba un índice de parcialidad en todas sus palabras, pero debes recordar que León Festinger, fue una eminencia y a él debemos una teoría que revolucionó el campo de la Psicología social.
No es mi intención agobiarte,
Yo también tengo creencias profundas, pero otras no lo son tanto y por eso les doy un sentido práctico de necesidad momentánea. Lo principal hermano es que te sientas bien y si no lo estás, como dije en el inicio es que sepas que estoy, siempre estoy.
Te dejo mi teléfono (he cambiado el número) el móvil: 654345234, también te doy el de la consulta 972423128, un mensaje también será bien recibido.
Tu hermana que te quiere
YEYA
Esta carta le fue enviada por mi prima hermana Lilith quien viajaba a La India y le daba gusto pasar a ver a su primo del alma
El árbol de Bodhi hizo meditar a Buda, en ese mismo lugar se preguntó el porqué del sufrimiento y el dolor, su conclusión y la mía y la de tantos…es que existir quiere decir que nos vamos a encontrar con el sufrimiento y la raíz de todo sufrimiento es el deseo que se nutre de una avidez incontenible arraigada en la ignorancia.
Josua miró detenidamente a Lilith, durante un silencio aletargado que ella entendió como un no estar de acuerdo con su pensamiento, pero sorprendentemente Josua le acarició la cara y aceptó sus palabras como si fueran las verdades que ella pretendían que fueran. El cariño entre ambos no había disminuido con el tiempo, su tía, la madre de Lilith, había sido como una segunda madre para Josua y ese sentimiento que el siempre había sentido hacia ella, ahora lo embargaba cubriendo los gestos y aseveraciones de su prima Lilith.
-Y tu Josua ¿en qué crees? si es que crees en algo
Josua sonrió, viró por un instante sus ojos hacia el sol que se desvanecía en la tarde, volvió su mirada hacia Lilith y respondió en forma casi taciturna.
Y luego iré a Haryana allí estoy casi asentada, he comprado una pequeña casita ya que he decidido una vida de ida y vuelta a la India. A propósito Josua, ¿Cómo has hecho para que acepten tu pasaporte que contiene un visado de Israel? ¿Has estado en un Kibutz verdad? Han inspeccionado mis visados en busca de un sello israelí, no aceptan a personas que tengan un visado de ese país.
- Bueno ya sabes que todo tiene arreglo, este también es un mundo converso.
- Antes de hacer este viaje, que aunque sea de paso hacia la India, me pareció interesante, bueno también lo hice por verte y entregarte la carta, pero decía que he leído con interés Los árabes del mar y me ha gustado, aunque he visto mucho desierto, llaman a una parte de Omán, Distrito Vacío y creo que lo definen bien porque es la mayor zona de arena de todo el planeta.
- Lo es. Pero desborda en encantos.
Rezo, pinto y como arroz urad, mung, toor y especias que perfuman el ambiente y dinamizan de color algo así como aquella película: UN TOQUE DE CANELA
Bueno, si se pregunta ¿cómo tengo esta carta todavía? Es porque mi tarea me lleva a hacer copia de todo, por ejemplo tengo copia de la Tesis de Josua en filosofía. ¡Imagínese!
¿En serio, puedo verla?
Mnn, la tendré que buscar, espere usted un momento
Pasados unos minutos, Yeya regresó con la copia acercándosela al entrevistador
No es muy larga y a través de sus conclusiones podrá usted ver cómo piensa mi hermanito
UNIVERSIDAD AUTONOMA MEDITERRANEA
ALUMNO: JOSUA HELAHIM IZTAPALAPA MX, MARZ0 2001
SEMINARIO DE INVESTIGACION - TESIS DOCTORAL II
RELGIONES, ORIGEN, SIGNIFICACION Y PREEXISTENCIA
Introducción
La religión no deja de ser un proceso cultural de la vida del hombre, que fundó o ayudó a fundarlo mediante diversos cambios relacionados a lo social y político.
El presente análisis del fenómeno religioso con base en lo histórico y antropológico intenta dilucidar el origen y su persistencia para la comprensión de la continua sustanciación hasta la actualidad teniendo como referencia los variados contextos en distintas regiones como diferencias comparativas.
La multiplicidad teórica respecto al origen y comportamiento de las religiones a través del tiempo, si bien muchas complementarias, otras, la gran mayoría, ayudan a descartarse unas con otras. Esa pretensión de instruir sobre un tiempo que no nos pertenece por no ser el nuestro, nos propone la más profunda dificultad de creer ilusoriamente que podemos científicamente establecer una especie de comportamiento e intensidad religiosa en el antepasado humano.
Paradojalmente mi consciente absorción de conocimientos me lleva a la sutil conclusión de que no sabemos apenas nada y que los diferentes tipos de conclusiones a que nos conduce nuestro aprendizaje no son más que suposiciones.
Desarrollo
El hecho religioso es fruto de la reflexión del hombre. Se puede afirmar que las religiones ya configuradas hunden sus raíces en unos prototipos prehistóricos Sin embargo es difícil tomar los orígenes como absolutos, de echo sería imposible corroborar que la más antigua manifestación humana que podamos alcanzar sea la que equivale a la humanidad primitiva, y, aunque tengamos pruebas prehistóricas de una actividad psíquica, siempre desconoceremos su pasado inmediato. Históricamente la religión no comienza en ninguna parte, no hay un momento que pueda definirse como su comienzo.
Los primeros sistemas de representaciones que el hombre se ha planteado del mundo y de sí mismo son originalmente religiosos, aportando consigo un cariz social, así esas representaciones grupales expresan realidades colectivas.
La universalidad de la proyección religiosa responde a necesidades sociales e individuales, facilita así pseudo respuestas y da sentido divino a lo social, esperanza y consuelo. Ciertamente podemos decir que las religiones se fundaron en la naturaleza de las cosas y de ahí podemos partir para su continuidad, al estudiar las primitivas, verificamos que lo hacen ateniéndose a lo real, es por ello que los antiguos ritos, sacrificios, derivaban de una necesidad humana subyacente.
El intento de explicar comportamientos humanos, nos remonta inexorablemente a una forma primitiva y simple para poder demostrar como con el paso del tiempo se ha transformado en lo que es hoy. La variedad de elementos que subsiste en religiones milenarias no nos deja distinguir lo principal de lo secundario. En sociedades inferiores, una cierta homogeneidad ayuda a reducir las diferencias, en contraste con civilizaciones avanzadas, el intelecto y la moral gozan de uniformidad que a su vez hace que todo sea simple y común a todos, lo secundario no ha logrado aún desbarrancar a lo principal.
Todas las religiones por más opuestas que se muestren unas de otras, tienen un punto en común que es que el mundo y su misterio merecen una explicación, para ello encuentran un punto de apoyo en algo que supera la inteligencia, que está por sobre todos, un ser único, inmutable. Mientras en otros seres la sutil diferencia que existe entre los mismos lleva consigo un aditamento histórico cultural, esas divisiones existen y deben existir, son esenciales, su ausencia, conduce inexorablemente a la nada, la clave son la diferencia y el contraste.
La religión no son dioses y espíritus, sino que es un todo formado de partes con mitos dogmas, ceremonias. Una creencia es una clasificación donde existen dos puntos equidistantes entre sí: lo sagrado y lo profano, lo sagrado es una instancia superior al hombre que recoge su inferioridad en la dependencia misma. Hay en esto una conversión, se pasa de lo profano a lo sagrado, esto último plagado de prohibiciones, pero ya en un plano sobrenatural donde las sustancias son comprendidas por lo divino. Lo sagrado explica, pero no puede ser explicado es una experiencia personal donde no puede haber suplantación. Todo es una búsqueda constante a cuestionamientos existenciales. Hay allí renovadas implicancias vinculadas con la trascendencia o la absolutización de determinados valores, lo oculto, el misterio. Y para poder acercarse a ese misterio se dio valor a lo sagrado reconociendo que en él se encuentran fuerzas superiores a las humanas.
La religión es, en un intento de simplificación, un sistema solidario de creencias donde un conjunto de individuos se sienten unidos en su representación del mundo sagrado y sus relaciones con lo profano, sus prácticas son acaecidas en forma idéntica conformando así, una iglesia. Consiste en modelos sistemáticos, valores y comportamientos que se adquieren como miembro de una sociedad.
No cabe duda que cultura y religión son dos términos coexistentes y que la religión es parte de la historia del hombre, aunque cultura, un término de contenido más amplio, realmente la contenga.
En la modernidad, vemos que Dios deja de ser el centro que fuera en la Edad Media, constatado como el momento de plena expansión, el Renacimiento comienza a dejar ver una crisis de creencias con un voraz desarrollo de lo individual. Comienza entonces un pensamiento libre sin ataduras, ataduras comunes a períodos religiosos. La libertad gana adeptos, la pluralidad de pensamientos filosóficos comienza a dar lugar a que la razón sea el centro de todo, la razón se separa de la fe. Comienza así una nueva forma de buscar la verdad, se suceden etapas que van liberando a la humanidad del fanatismo religioso y de la ignorancia. El hombre solicita respuestas certeras apoyadas en la razón y esto termina con la desacralización de las sociedades.
La fe en dios se sustituye por la fe en el hombre que se vuelve un valor absoluto, se duda, se cuestiona, rechazando la uniformidad de pensamiento ideológico que convierte a los individuos en masa.
Aparece así un ateísmo proclive a un mundo libre con seres que promulgan sus propias creencias y opiniones y su libertad de expresarlos.
“!DIOS HA MUERTO”, dijo Nietzche, en una severa crítica a las religiones.
CONCLUSION
Lo primero a tener en cuenta es que el pensamiento religioso en su avance debe percibirse por un sistema de interpretaciones que llevan a su deformación, traduciendo así imperfectamente su verdadera naturaleza. Pero como hemos dicho, las religiones nacen de una necesidad subyacente, de la oscuridad que el hombre necesita iluminar, algunos desde su poder supieron capitalizar esa luz aparente que se reveló en pueblos primitivos. Con el paso del tiempo, grandes imperios estaban dados a que sus ejecutores fueran tocados por los dioses, pero fue el comercio quien con su expansión ayudó a unificar a los dioses en uno solo. El monoteísmo comenzó a ser un fiel reflejo de la vida económica en un clima opresivo donde la religión justificaba la violencia y hasta a veces la ha impartido (inquisición)
En un intento por buscar una especie de imparcialidad, debemos decir que una modernidad antirreligiosa, deja los valores muy difusos, la opulencia que dicta el Norte, es tan mala como la pobreza que repercute en el Sur.
Es muy posible que el sentido religioso nazca con el hombre, que este nace bueno, la sociedad lo hace malo, lo corrompe. Pero también en búsqueda de ese equilibrio que el mundo necesita (implora) es de suponer que las religiones futuras no tendrán ese tinte masificado y llegará el día que no habrá otro culto que aquel que cada uno se hará libremente en su fuero íntimo.
¿Y de Trevor que más me puede decir?
Dos almas en conjunción, recuerdo lo triste que le puso a Trevor cuando Josua decidió vivir en un Kibutz, pero a Josua cuando decide algo no hay dios que lo convenza de lo contrario y lo menciono porque se acomoda a lo que él piensa respecto a un todopoderoso
Trevor y Josua se despidieron en un abrazo sentido, los dos contaban con esa simiente que convive en los amigos, esa perspectiva que hace que uno pueda vivir en la piel del otro.
La verdad es que a veces pienso que Josua hizo todo por fastidiar a papá, si lo hubiera planeado no lo habría hecho mejor.
Antes del término del plazo, Josua, había abandonado Irlanda y pasaba un día entero en Tel A Viv en espera del bus que lo llevaría al Kibutz, el mismo bus que semana a semana recorre la carretera hasta el desierto y que lleva y trae a jóvenes que buscan diversión en la ciudad.
La entrada del Kibutz era sencilla, un gran arco, dos puertas de tres metros formadas con alambre de púa tensado cada una que se unían en el centro y permitían la entrada de vehículos de gran porte, la verdad que aunque parezca una comparación deleznable, se parecía mucho a las entradas de campos de concentración nazis
Sorteadas las puertas se conformaba un camino con cierta oblicuidad que desembocaba en una especie de plaza con tres edificaciones, al frente una edificación amplia con dos pisos la planta baja era un bar restaurante y en su primer piso un salón destinado a festejos, en el costado derecho de la plaza una pequeña edificación destinada a biblioteca
El lado izquierdo estaba compuesto por una edificación destinada en forma polifuncional a teatro, cine, una pequeña parte de la construcción en un lateral de la misma estaba dedicada a oficina postal Circunvalando la plaza había otro camino que se dirigía a tres construcciones de dos plantas cada una subdividida setenta en unidades funcionales de dos dormitorios cocina comedor y estar (40m2) cada construcción alojaba a noventa personas el primer bloque ciento diez el segundo y ochenta el tercero, la distribución tenía que ver con los apartamentos matrimoniales y los singles, luego había una subdivisión que clasificaba a estables (con más de un año de residencia) y los pasantes hasta que cumplieran el ciclo, esto era manejado por un contrato de prueba de tres meses seguido de uno de dieciocho
Un poco más apartado se encontraba la zona de distribución de alimentos, un pequeño supermercado interno que distribuía productos del Kibutz
Pan casero, vino y demás alimentos producidos allí
Desde la zona de viviendas, un camino recto de unos 150 metros llevaba a una pequeña estación con un pequeño tren de cuatro vagones que distribuía a los trabajadores a la zona de cría y cultivo a un km de distancia más o menos, ese mismo ramal bifurcaba su pequeña red vial hacia un gran depósito con cámaras frigoríficas con salida por un lugar opuesto a la entrada que daba sobre una carretera que llevaba directamente a Tel A Viv.
El kibutz producía todo tipo de verduras y hortalizas (algunas de gran tamaño) cuyo resultado llegaba a los mercados de Europa en la zona de piscicultura con 4 bañeras para la cría de Salmón
Un poco más alejado Ocas, estas en gran porcentaje eran vendidas a Francia. Cercano al criadero de Ocas, construido en galvanizado con grandes tolvas de alimentación, estaba el matarife donde se implementaba la matanza casher K
Una organización perfecta, diríase bien judía o alemana por la perfección o quizá, para tener que ver en lo parecido con la entrada del lugar
Josua había llegado en la tarde, le quedaba aún la espera de la asignación de la unidad habitacional y el trabajo que ocuparía en la organización del Kibutz
Sentado en el centro administrativo donde se realizaban las admisiones que funcionaba a un costado de la biblioteca, Josua esperaba su destino judío.
Yeya estaba en casa de sus padres, y no encontraba su teléfono que aunque auxiliar hacía las veces de agenda de citas, la importante estaba en su despacho, lo cierto es que trató de recordar donde había estado ya que nadie podía socorrerla y llamar a su móvil para poder reconocer el lugar por el sonido, así que desandaba los lugares por donde había estado, cuando ya los había recorrido todos, recordó que había estado en el despacho de su padre mirando un libro hebreo y viejas fotos con el Rabino Mhur ya fallecido. Volvió entonces a entrar en aquel despacho lleno de historia judía, de amigos y de familiares, ella misma estaba en muchas fotos con su padre, su madre y hermano. Miró en el suelo, en el viejo y gastado sofá, dirigió la mirada hacia la alfombra, puso cara de desconcierto y un cansancio como de frustración y ya detrás del escritorio atinó a sentarse en aquel sillón que había acuñado tantos pensamientos, tantas noches de Torá, dirigía su mirada hacia el infinito de aquella habitación que parecía decirle: תמשיכי בת אל תוותרי sigue hija no te des por vencida
Mientras miraba al vacío apoyó sus manos sobre el escritorio, tiró para atrás su cuerpo y deslizó sus manos hacia el borde del mismo , no pensaba ya en el teléfono , solo recordaba momentos junto a su padre en aquella estancia, haberse sentado sobre sus faldas, jugar con aquella imagen de una estrella puntiaguda de cinco puntas, pensaba, estaba centrada fuera de aquel presente tan poco ilusorio, pensaba mientras deslizaba su mano por aquel borde de escritorio como si ese misterioso y alargado movimiento táctil fuera lo que la llevara al pasado, de pronto algo la trajo al presente poco añorado, en el recorrido de sus manos algo en la parte derecha, arrinconado, algo pequeño, recostó su cuerpo para mirar debajo del borde y lo que interponía su recorrido era un pequeño pulsador disimulado en el final del escritorio, volvió a erguir su torso y sin pensarlo pulsó aquel elemento sorpresivo. Escuchó un leve ruido acompañado de un clac, miro en su derredor acercó su vista nuevamente hacia el adminículo torciendo otra vez su cuerpo, giró, miró hacia los estantes que estaban detrás del antiguo escritorio , recorrió estante por estante con su mirada sin encontrar nada extraordinario, levantó, movió libros, tocó adornos , , se dio vuelta para ver otra vez la sala completa, no encontraba nada que pudiera haber hecho un clac, se volvió hacia la biblioteca y en la esquina izquierda del estante principal . la que no había inspeccionado tanto, observó un par de libros salidos de línea hacia adelante, acercó su mano, , reconoció un libro escrito por ella , tomó tres de los libros y los retiró, entonces se percató que había una pequeña tapa de madera caída hacia adelante, la bajó hasta ponerla horizontal y miró en su interior, había solo una carpeta azul, la tomó y volvió a poner todo como estaba. con la carpeta en sus manos, se sentó en el viejo sillón paterno y la dejó un momento sobre su falda ,miraba aquella carpeta azul como si no se atreviera a desentrañar un secreto, como si avizorara algo inexpugnable que no debería ser develado, por un momento pensó en volverla a poner en el lugar secreto, . La intriga pudo más, la abrió y en una primera página apareció la palabra -HELAHIM
Quizá algún documento familiar se dijo, siguió adelante y en la segunda hoja figuraba INFORME FAMILIAR y en el desarrollo del texto varias frases resaltadas
Comenzaba:
El presente informe se conserva en el Archivo Histórico Nacional como resolución del destino judío.
Presentes en el acto los menesterosos judíos Jaco Cohen, Lumbroso y Ximo Calderón, Mosé Salvadiel, Don Sento, Mosé Sarco, Simón Elías Helahim, Yuge Abenfariz, Mosé y Yuge Zarco, Rabí Samuel y otros, en total cuarenta y cinco todos empadronados en Hervás en el 1942, doce de los cuales carentes de propiedad alguna. Muchos de ellos figurando en el padrón como persona indigente aunque algunos de estos eran en realidad prestamistas judeohervasenses y eran reconocidos por antropónimos de antiguos judíos habitantes de la zona en otro siglo.
En el punto segundo del acta asamblearia figuran parte de los mencionados que se reunían con asiduidad en casa del Rabí Samuel y donde yacía un cartel: “En Hervás, judíos los más”, sus reuniones tenían como objetivo la situación imperante después de la llegada de los Reyes Católicos al poder y anterior a esto el desarrollo laboral del pueblo y las necesidades e intercambios que tenían que ver con un mejor crecimiento comercial de la zona.
En la mencionada reunión se decidió a pesar del riesgo, afrontarlo para seguir viviendo en Hervás, cuestión ésta que no fue obedecida por la mayoría de los cuarenta y cinco presentes con lo que muchos se autoexiliaron para volver años más tarde, trece se convirtieron al cristianismo y con el paso del tiempo pasaron a denominarlos como “cristianos viejos”. El hecho es que los conversos pasaron a dominar la situación socio política desde el mismo municipio ordenando estatutariamente la limpieza de sangre y el control económico.
Así en los años setenta fueron informados todos parientes directos de los conversos de la situación acaecida en Hervás en aquellos momentos, los mismos han firmado la aceptación y recepción del presente informe.
En la provincia de Cáceres a los 14 días del año 1976
La cabeza de Yeya parecía explotar, ya no quería seguir leyendo las otras páginas. Solo exclamó ¡Pobre Papá!
Guardó el documento, cerró la trampilla, acomodó los libros, volvió a sentarse y pensó ¿Lo Sabrá Josua? No creo se dijo a sí misma, no, no creo…Cuando estaba por salir del lugar, oyó que sonaba su teléfono, movió la cabeza de arriba abajo, a los costados y de pronto un estante se iluminaba, latía, entonces recordó que en su ingreso anterior había cogido un libro para hojearlo y supuso haber dejado el teléfono para tomar el libro, bien, problema solucionado, aunque hizo falta una terrible noticia que parecía haberla estado esperando. ¡Su abuelo era un converso! ¡Un Helahim!
Se subió al coche mascullando "N o se lo puedo contar a nadie, guardaré el secreto para siempre Sealejó con los ojos llorosos pensando que su padre casi habría muerto en su alma judía al haber recibido la noticia que supo guardar la mayor parte de su vida
Pensó que tenía ganas de llamar a Josua no por contarle nada que eso ya lo tenía claro, pero para ella este momento ha sido un golpe en su afecto hacia Simón, un controvertido cambio en la historia que había sido para ella una marca de fuego que era difícil de sacudirse sobre todo en un instante reflejado en unas letras que contradecían lo que había aprendido sobre su historia familiar. Necesito hablarle, se decía, quiero escuchar su voz , para mí será como si se lo estuviera contando y su voz suavizara aquel momento tan hostil
No pudo esperar más, llegó a su casa, antes de bajar del coche marcó el número, una, dos veces pero el móvil no contestaba, insistió, pero sin resultados.
Se preparó un té y sentada en el sofá, mientras sostenía su cabeza con su mano y su codo contra el apoyabrazos, no reparó que había encendido el televisor y se fue quedando dormida mientras las noticias informaban que en Tel Aviv anunciaban un ataque terrorista en una casa donde fueron encontrados tres personas adultas de sexo masculino sin vida, entre los nombres constaba el apellido Helahim.
El General y las estatuas
Había sido un libertador de países, su labor era salvar a naciones de los imperios de otra época, independizarlas, antes los combates eran a fuego y espada, ahora ya no le pertenecen porque solo son a fuerza de reglas económicas, para él solo valía la acción. Ahí estaba parado sujetando su sable corvo, todo un valiente, salvo hace un largo tiempo que se sentía intimidado por el ámbito que lo circundaba, muchas cosas no eran de su agrado pero lo que más odiaba eran las estatuas, sentía frío solo de verlas, un abúlico día después de tantos cuando ya se habían apagado las luces escuchó decir que iba haber una especie de mudanza y que a él, sobre todo a él lo iban a llevar al Museo de Bellas Artes - ¿Qué tengo yo que hacer allí? Pensó en alguna excusa como acostumbraba en su época de teniente para desviar el curso de lo que iba acontecer, pero daba igual lo que él pensara, el acto se iba a producir y no lo dejaría dormir imaginando en como evitarlo, de todos modos era una cuestión de la sordera que todos los demás practicaban hacia él, nunca lo habían escuchado y esta no sería la excepción.
Al llegar la mañana del día siguiente, lo ayudaron a subir a un gran Camión que había estado esperando en la puerta del edificio por largo rato, una vez en marcha mientras atravesaban la ciudad su preocupación había crecido en su interior y le era difícil poder expresarse, no había posibilidad de palabras y menos hacer algún movimiento, todo había sido planeado con efectividad, esa efectividad con la que él mismo conducía sus ejércitos hacia la victoria. Nunca antes había realizado un paseo tan largo subido a un vehículo de transporte que dicho sea de paso estaba plagado de cosas aparentemente inútiles, solo destacaba él con su hombría y su trayectoria. Al parecer estaba invalidado para admirar el paisaje citadino, el sol filtrándose entre las hojas de los árboles, el canto de los pájaros, los apuros de la gente para cumplir sus labores, nada parecía entusiasmarle, solo recordaba sus pesadillas llenas de estatuas de ese lugar al cual se dirigían y que solo pensarlo lo había atormentado y ahora eran un hecho, estaba como en el principio de un calvario.
Por fin y por desgracia para su desvaída suerte el camión se detuvo, esta vez eran cuatro las personas que se subieron al transporte para ayudarlo a bajar aunque prácticamente a la fuerza, mientras bajaban, fijó su vista en la entrada a medida que se acercaban a ella, él en el medio y sus acompañantes que lo tomaban de ambos brazos podía observar simplemente Av. del Libertador 1473, una vez dentro habiendo atravesado la gran puerta de hierro, entraron en un largo pasillo alfombrado. Pensó que se iba a desmayar, el lugar estaba siendo peor que en sus sueños entrecortados por largos insomnios, las había por todas partes de todas formas y tamaños, era un infierno de estatuas. Alguien lo estaba observando con una especie de monóculo, se acercaba y alejaba y parecía calcular algo en él, lo estudiaba y hacía comentarios que no llegaba a escuchar, pensó en salir corriendo hacia la calle, pero no pudo, las piernas no le ayudarían. Lo guiaron lentamente por otros corredores que parecían no terminar nunca, atravesaron dos salas llenas de cosas que hasta él mismo pensaba que podían parecérsele, se había apagado el murmullo de su llegada ahora todo estaba en silencio, a eso estaba acostumbrado, al silencio y a la soledad, que habría sido de sus ejércitos pensaba, ¿Por qué ahora el que debía obedecer era él?
Ya en un gran salón que según sus cálculos era el principal, el más importante y no era para menos debido a su trayectoria. En el centro había una gran tarima, lo ayudaron a alzar y lo dejaron parado en medio de aquel gran ambiente custodiado por estatuas de gran porte, antes de abandonarlo por completo pusieron cuerdas de un gran diámetro a su alrededor. Fue entonces cuando por vez primera sintió aquella frialdad interior que provenía del mármol con el que lo habían tallado.
En las soledades de la noche
Tengo un amigo que visito en las soledades,
presente, aunque escape a las miradas.
Me verás prestarle oído
para percibir su lenguaje
sin rumor de palabras.
Sus palabras no tienen vocales ni elocución,
ni nada de melodía de sonidos.
Es como si me hubiera hecho
interlocutor de mí mismo,
comunicando con mi inspiración,
con mi esencia, en mi esencia,
presente, ausente, cercano, alejado.
Está más próximo que la conciencia a la
imaginación.
El Llanto
A propósito del llanto y sin tomar en cuenta los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en una botella de vino con el corcho pegado con un pegamento inalterable.
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con las palmas de las mismas hacia adentro.
No dedique mucho tiempo a este menester, más bien disponga del olvido sobre lo que ha originado esta desapacible actividad. Recuerde qué en el fondo, el olvido representa un simulacro lleno de fantasmas, que a veces se nos acercan requiriendo tristeza por lo fallido, por la distancia temporal que se nos impone o por la simple modalidad de ser sensibles.
Duración media del llanto, tres minutos. Superado dicho tiempo, entrará usted en una sobredosis lacrimal.
Todo va bien
Sentía que mi hombro se movía, era como una especie de vaivén en forma un poco brusca acompañado de unas palabras “vamos, vamos, sigamos” No sabía que había que seguir hasta que levanté la cabeza y la vi, era Eloísa que en forma insistente pretendía que volviera en mí, no se porque y de donde debía volver pero al fin y al cabo estaba ante un acto de plena impresencia. “estoy aquí he llegado” dije sin más mientras ella insistía con seguir, continuar, la besé en los labios y me fui incorporando despaciosamente.
¿Dónde vamos?
Hay que seguir insistía Eloísa
Pero, pero ¿dónde estamos?
Eso queremos saber desde el momento en que llegamos o nos materializamos aquí, no sabemos donde estamos ni como hemos llegado a este lugar
Bueno en algún rincón de la Tierra debemos estar, digo yo ¿no? En España por ejemplo que es donde vivimos
No estés tan seguro llevamos días recorriendo y alimentándonos como y cuando podemos
En ese momento viré y pude ver que Eloísa también de pie llevaba una mochila bastante grande
-Llevas una mochila le dije –
¿Qué te pasa Richard? Tu también llevas una igual a la mía con cosas inservibles dentro
A ver es como si se me borran algunas cosas, por ejemplo ¿qué comimos ayer?
¿No recuerdas lo del árbol?
Ah si si, ¿pero es que solo comimos manzanas?
¡Gracias que comimos manzanas! Recuerda que llevábamos dos días sin probar bocado
¿Y entonces por qué no llenamos bolsas de manzanas por prevención?
El árbol era muy alto, te caíste y además salimos fugados de allí porque oímos un rugido
Si lo recuerdo perfectamente aun me duele la pierna. En fin hagamos lo que dices y continuemos, aunque no se hacia donde
Nosotros somos nuestra propia brújula, hemos ido sin sentido cardinal solo avanzando hacia adelante
Bien pues hagamos eso entonces
Pronto salieron de aquella zona que parecía un refugio ya que había vegetación y una arboleda, era diferente a lo que habían visto hasta hace unos días atrás que era casi desértico o zonas grises sin ningún tipo de vegetación, enseguida divisaron un sendero y comenzaron a transitarlo sin tener idea de adonde les llevaría, Richard por momentos se detenía y miraba una pequeña libreta en la que anotaba unas simples cantidades que le indicaban aproximadamente el tiempo transcurrido desde un supuesto lugar de salida hasta su detención y algo así como una cifra que según él eran los kilómetros recorridos, luego al lado de las cifras figuraba una palabra que definía más o menos el lugar como por ejemplo cultivado, arbolado o desértico. Todo comenzaba cuando el borde del sol tocaba el horizonte, cuando llegaban las sombras ya era hora del final de la caminata ya que era imposible continuar si la luz solar no los cobijaba ya era bastante con el hecho de que no sabían por y para donde se dirigían.
A lo lejos divisaron algo como una construcción, a medida que se iban acercando pudieron contemplar algo así como una nave semidestruida que aún le quedaba un trozo de techo.
Al fin podemos ver algo que significa que hay o hubo vida aquí, a medida que trasvasaban la construcción ruinosa intentaban sacar conclusiones sobre el deterioro y el paso del tiempo Richard trataba de adivinar desde que año provenía el abandono, sin embargo Eloísa parecía más interesada en avanzar, no creía que eso podría explicar de ningún modo que estaba sucediendo con su estada en aquel sitio, el motivo y el como habían llegado a aquel lugar donde parecía no haber almas habitándolo.
Momentos de cansancio los hacía querer abandonar, pero la aridez del surco y la obsecuencia de Eloísa los animaba a continuar, intentaban hacerlo en largos trechos de conversación y largos de silencio donde el pensamiento gravitaba sobre una nada que parecía estar viviendo en medio de la realidad observada por ojos poco acostumbrados a tanta ausencia.
De pronto el camino comenzó a dejar su planicie y se convirtió en una ondulación poco pronunciada pero tanto más difícil por aquellas subidas suavizadas por largas bajadas que ayudaban por lo tenue en ese largo plano inclinado, a lo lejos parecía verse algo en movimiento, algo gris, a medida que se acercaban identificaban la silueta de un hombre longevo con sombrero de un gris sudado, activaron el paso poco menos que corriendo y con la sonrisa implantada en sus caras se acercaron llegando al lugar en un punto más elevado que el que estaba el anciano ciñendo un pico deforme que intentaba clavar de entre un montículo de rocas ya esparcidas por su propia acción.
Eloísa gritaba, intentaba llamar su atención también gesticulando. Profería palabras sin sentido conceptual mas bien sonidos -Eh, oy, va, oy, to, Hey, baaa - Pronto intervino Richard – Señor, estamos aquí, Hola, Señor (mientras agitaba su sombrero)
Pero aquel viejo parecía no oírlos, en ningún momento había dejado de picar solo secándose la frente con su manga de vez en cuando interrumpiendo así su labor por espacios poco prolongados
Debemos hacer algo, seguro que este señor no nos escucha por el ruido del hierro sobre la roca. No estamos muy lejos, vamos, acerquémonos dijo Eloísa
Ten cuidado con las rocas, agárrate de mi mano para no perder el equilibrio hasta que estemos bien cerca
Una vez allí Richard que estaba un paso por delante, miró fijo al hombre y le dijo: - Buenas tardes buen hombre, estoy aquí con mi esposa y quisiéramos saber dónde estamos, ¿Qué lugar es este? ¿Hay algún sitio donde comer algo? ¿Aceptarán tarjeta de crédito? Es que no tenemos….
Pero el viejo seguía picando ni se había inmutado ante la desesperación de Richard, es más, su mirada estaba fija en aquellas rocas cuando no en el horizonte
- Pero ¿Qué le pasa hombre acaso no me escucha? Dígame algo, usted es la primera persona que vemos en días ¡escúcheme, diga algo por favor! - Eloísa dio ese paso que la separaba de Richard diciendo – A ver si va a ser sordo, ¡Señor escucha lo que le decimos, ¿sería tan amable de respondernos? No hay caso no escucha – Fue entonces cuando dijo: - Vamos Richard volvamos al camino – se dio media vuelta y cuando estaba por dar un paso retrocedió en esa media vuelta y se acercó más al viejo y le quiso coger la manga de su camisa pero en el instante se inclinó hacia adelante y cayo de bruces entre las rocas, mientras el hombre seguía picando ahora con Eloísa en sus pies.
- Pare, pare loco la va a matar, ¡deje eso ya! Pero el viejo no cejaba, picaba picaba y picaba sobre la cara, sobre el estómago sobre las piernas de Eloísa.
Pronto Eloísa se incorporó, se sacudió la ropa con sus dos manos y acercándose a Richard le dijo que no entendía lo que había pasado “quise coger su puño no había tal puño y la inercia me llevó hacia adelante” Yo he visto que caías a sus pies, estuve a punto de pegarle un puñetazo y todavía no se sino terminaré haciéndolo, pero lo cierto es que no dejó de picar, te picaba a ti, a tu cuerpo, ¡oh! Fue indignante, fatal, me sentí como sometido a ese ser que parecía inhumano y tal vez lo sea, pero cuando te has levantado como si nada, sin siquiera un rasguño, me quedé en ascuas, no puedo explicar lo que ha pasado querida, estoy casi obnubilado por esto que nos ocurre sin poder explicar que estamos haciendo aquí como llegamos y como es que este hombre, el único con quien nos hemos topado a lo largo de días parece no escucharnos, ni siquiera vernos
Sin mirar hacia atrás, ambos tomados de la mano volvieron al sendero en busca de continuar hacia adelante como indicaba la “brújula” de Eloísa, hasta que el atardecer fue ensombreciendo el camino y sin encontrar alguna arboleda donde guarecerse, se recostaron en un lado donde la senda se ensanchaba.
En la mañana, al alba, nuevamente Richard sentía que lo zarandeaban desde su hombro con más fuerza que el día anterior. – Para Eloísa, ¿para qué? todavía es de noche –
No, es casi de día, ya se que duermes profundamente por eso intento que despiertes porque he escuchado pasos y creo que vienen hacia nosotros, no se ve mucho pero escucha, Richard escucha –
Se escuchaba como si fuera una compañía de soldados marcando el paso y acercándose, pronto se veía como un fulgor a media altura que se acercaba más y más, cuando ya estaban de pie miraban en la dirección de aquel resplandor y pronto vieron un grupo de personas desgreñadas y con sombrero de paja cargando sobre su hombro herramientas lustrosas de horticultura. Cada vez se acercaban más hacia a ellos en el camino, tanto que Eloísa dijo: “nos van a atropellar” los dos atinaron a poner sus manos con las palmas abiertas y decían “paren, paren” pero eso no sucedió, los atravesaron, traspasaron sus cuerpos como si en verdad no existieran, fueron unos interminables segundos, cuando terminaron de sobrepasarlos los dos se quedaron impertérritos aun con las manos extendidas y girando la cabeza cada uno hacia el otro.
¿Has visto eso dijo Richard?
¡Como para no verlo! ¿Qué es lo que pasa Eloísa, somos invisibles o algo así? ¿En que nos hemos reencarnado? ¿Qué somos?
Pues estoy muy confundida no se que pensar, entonces el viejo no solo no nos escuchaba sino que no nos veía
Sentados a la vera del camino mirando sin mirar, en estado de catarsis, enmudecidos ante lo ocurrido quedaron así por un tiempo prolongado hasta que la reacción fue tomando cuerpo en las palabras de Richard
Escúchame, no podemos seguir sentados, debemos seguir, después de todo ese es tu precepto, seguir hacia delante, continuar a como de lugar para ver que descubrimos
Tienes razón, acomodemos las mochilas y sigamos
Tras caminar largo rato, Richard se dejó caer en el camino. – Estoy fatal, temo comience a sentirme como un árabe en el desierto pronto veré espejismos, comienzo a pensar en paellas, en corderos a la brasa, en un sabroso salmón –
Deja eso Richard, lograrás que enfermemos con esos comentarios, yo también tengo hambre, a veces sed, todo junto en el mismo instante, anda ve, levántate que aún tengo un poco de agua de aquel arroyo que cruzamos, bebe y volvamos a mi obsesión
Continuando el camino entre áridos paisajes a Richard le pareció ver a lo lejos una especie de planta delgada pero con una gran flor o algo así, a medida que se acercaban, se dieron cuenta que la planta era un girasol.
– Oh, como puede uno sorprenderse por un girasol, es que la falta de vivacidad, de colores, no encontrarlos no verlos en tanto recorrido, hace que este bello girasol sea la mejor planta del mundo –
Quizá sea premonitorio, si hay uno puede haber más
Puede… ¡Claro que puede! ¡Sigamos, sigamos!
Siguieron su andar entre medio de esa visión semi desértica por largas horas, no dejaban de pensar en que punto estarían de esa nada donde no imaginaban fronteras, era como transitar algo amorfo que no llegaba a conformarse en sus mentes, sin formato alguno como si fuera todo horizonte, llegar a un punto era como no haber transitado hasta él, siempre era el mismo punto de aquel horizonte, nada explicable ante la impresencia. Por fin encontraron unas bayas y se saciaron durante largo rato para poder continuar esperando encontrar algún humedal, arroyo o algo que se le pareciera. Distante a dieciocho Kilómetros, según Richard, encontraron a cierta distancia en una especie de terraplén a dos hombres de mediana edad conversando bajo un frondoso árbol. No aminoraron su marcha, solo los veían con desconfianza en la creencia que no eran vistos por aquellos hombres no detuvieron su andar, casi pasada su alineación con ellos, Eloísa hizo un gesto con la mano, un saludo de costumbre moviendo su mano y ante la sorpresa de ambos, aquellos seres devolvían el saludo.
¡Nos han visto Richard, nos ven, nos ven!
Detuvieron su marcha observando hacia ellos y volvieron a saludar y fueron correspondidos. Tardaron nada en bajar aquel terraplén acercándose a aquellas dos bellas almas que proveían aire a sus pulmones, reminiscencias de sueños, un proyecto de comunicación, escuchar, poder ser escuchados
¡Buenas tardes! Dijo Richard seguro de que sus palabras habían de ser respondidas
Buenas tardes, dijo uno de ellos, hola dijo el otro.
¡Fantástico exclamó Eloísa! Es maravilloso poder comunicarse, seguramente no saben el significado que es para nosotros poder conversar, que nos estén viendo…
Sí que lo sabemos, a todos los míticos nos ha sucedido lo que a ustedes
¿Míticos? Dijo Richard
Sí, ustedes pertenecen a la Generación Mítica, son míticos por legendarios y ficticios por utópicos. Significa que solo nos podemos ver entre nosotros, sin embargo los de la Generación Prístina no os pueden ver, no nos ven, salvo el VS que puede vernos a todos, no conozco otro caso, solo él.
Eloísa y Richard se miraron confirmando una intriga respecto a aquellas definiciones de “generaciones” para ellos hasta el momento inexistentes, se sentaron frente a ellos esperando escuchar algo que diera sentido a aquellas palabras
Soy Eduard, Jaime, dijeron. Entiendo vuestra extrañeza, como dije todos nosotros los míticos pasamos el mismo proceso y en ello va toda la incredulidad que tenemos los humanos llegados a este lugar puesta de manifiesto. Debo decir que no puedo explicar como y desde cuando estamos aquí aunque para mí hace mucho tiempo, no es para todos igual ya que por ejemplo Jaime llegó después que yo, es imposible hacer cualquier medición del tiempo. La verdad es que les podemos explicar algunas cosas, pero si quieren saber, que no es lo mismo que entender, tendrán que ir a ver al VS, el tiene el don de poder explicarlo todo con meridianas palabras. De todos modos les puedo decir que uno de los problemas como habrán comprobado desde que llegaron es alimentarse, no ha quedado mucho espacio cultivable, son zonas exclusivas y todo es manejado por los Prístinos, hay también problemas para guarecerse bajo algún techo, nosotros vivimos con otra persona en un lugar abandonado, una especie de capilla cuya cúpula está totalmente inclinada casi a 75 grados, la hemos apuntalado como hemos podido y como arquitecto que aunque acá no sirva de mucho serlo, puedo decir que no es peligrosa la inclinación. Nos costó mucho tiempo conseguir un lugar donde residir, no fue nuestro hallazgo, sino del principal que es el que ha determinado que seríamos tres los que podamos estar, con la salvedad que si alguno de los tres tiene alguien para traer por tres noches, no más que eso, pueden estar en un apartado dentro de la pequeña vivienda para luego continuar su viaje, eso sirve para ayudar a las personas que como ustedes son recién llegados y no alcanzan a comprender el problema en toda su dimensión, pueden pues si quieren aceptar el ofrecimiento que les hemos proporcionando sabiendo de antemano que las reglas son ayudar a proveer comida y marcharse al tercer día, es una regla non escrita que nos hemos dado todos los míticos, es una forma de ordenar un poco esto que nos ha tocado vivir.
Pero ¿Cómo podemos entender donde estamos, como hemos llegado, esto siempre ha sido así? Aquí vive muy poca gente, y según parece mucha de la que vive no la podemos ver
Mejor que siga Jaime que tiene información más precisa respecto a ciertas cuestiones políticas, el está licenciado en ciencias políticas en su país
Es verdad tengo una carrera que no me sirve para nada pero bueno lo cierto es que estamos aquí y hay que afrontar la realidad. Respecto a los prístinos son los originarios o primeros habitantes de este lugar que se llama Tlön, nosotros somos viajeros de otra dimensión de ahí que no pueden vernos. Les diré que para comenzar este lugar ya no es la tierra, pero lo era, era nuestro planeta, recordarán que los últimos tiempos era imposible vivir en ese estado de desconcierto, ante tanta descoordinación, pérdida de derechos que se daba por descartado que perdurarían por los tiempos de los tiempos y habían sido conseguidas con luchas generacionales, mucha gente incluía lo que llamaban clases sociales, aquellos intelectuales, las personas que sin serlo podían pensar, los incultos, los más pobres, los que sabían apenas leer, los que protestaban y los que no, todos, absolutamente todos perdieron algo que siempre habían tenido, intuición. Y entonces a la hora de elegir quien los gobierne, entre tanta ignominia, elegían al que más gritaba, recordemos que siempre hay un punto de inflexión antes de la Francia del 68 Debord ya marcaba que la libertad era una simple ilusión, que la gente vivía ajena a si misma, que había una alienación general que les impedía a los habitantes de las ciudades vivir su propia vida, la manipulación cerraba el cerco porque era la que determinaba dicha alienación y había una deambulación errática, me refiero a que no había un sentido como país si lo medimos en forma individual pero más que eso el sinsentido era fundamentalmente planetario, así fueron pasando gobernantes de todas las regiones, países, grandes organizaciones que vivían su ahora, seguía sin importar la recomendación de no contaminar, las guerras, las desavenencias, todo conducía en forma apurada a maltratar el planeta, mientras digamos por poner un ejemplo de desidia, un político de gran prestigio internacional dijo aquella recordada frase: ”Todo va bien” Pues como sabemos nada, pero nada iba ni ha ido bien en muchos años, la globalización puso en primer plano la gran desigualdad entre los países y los continentes, luego vino más y más violencia alentada por los Gobiernos, hasta que llegó la hora de probar los misiles tecnológicamente sofisticados, claro si uno está a favor de la paz porque fabricar armas ¿no? En fin a lo último se fue copiando algo que comenzó en Texas en los 2000, llevar armas en todo momento y fue un contagio hasta en países “deseosos” de paz. Así fue como el bosque se transformó en desierto, contaminaron el aire y los océanos, la tierra fue esterilizada con la radiación, la contaminación dejo apenas unas pocas zonas cultivables y otras sin poder serlo por años, por eso vemos tan poca vegetación, Al final los dueños del mundo acabaron con el mundo, el norte global tomando decisiones por atajo no racionalizadas. Esa es toda la información de la que dispongo, me parece que lo que dijo Eduard sobre que podrían ampliar y saber más es acudiendo donde el VS, supongo que él los adentrará más en lo que pasa y lo que piensan los prístinos.
Bien, dijo Eduard, lo mejor que podemos hacer ahora es ir a que conozcan donde nos proveemos así podrán ayudarnos con la carga para llevarla a la capilla
Recorrieron un trecho por el camino hasta que giraron por un pequeño sendero que los llevo en poco tiempo a un sector donde había árboles frutales de diferentes tipos, cargaron manzanas, peras, naranjas, las contaron, debían llevar 2 frutas para cada uno de los cinco.
Bueno, aquí nos proveemos de algo de comida, luego buscamos otras alternativas bien difíciles de encontrar, este lugar es para cuatro familias, somos pocos, pero debemos cuidar la cantidad o pronto no tendremos siquiera esto para alimentarnos
Volvieron al camino y pronto llegaron a aquella capilla inclinada y allí le presentaron a Roger les dio la bienvenida y los invitó a pasar
Roger era el anfitrión y los terminó de convencer que una vez terminada su estadía fueran a ver al VS y les explicó como debían llegar, no era fácil explicar cantidades y tiempo en ese lugar donde cualquier sustanciación al respecto era imposible a pesar de la agenda de Richard
Al tercer día, Richard y Eloísa agradecieron la amabilidad a los tres e hicieron la observación de que volverían a verlos algún día pero ya como míticos consolidados
De vuelta en el camino conversaban de la buena experiencia que habían tenido con el encuentro de Eduard y Jaime, Richard tomaba nota
¿Qué piensas Richard?
Pues que en verdad estoy más calmado quizá ahora pueda recordar mejor las cosas que nos acontecen y que pierdo por momentos, ha sido muy edificante estos momentos vividos, ahora debemos lograr ver a ese tal VS a ver que nos dice
Ya en el ritmo, era temprano en la mañana y caminaban sin preocupaciones si se puede decir así, llevaban comida en la mochila y agua, eso era algo impensable respecto a lo que habían estado viviendo. Pronto llegó el atardecer, el paisaje había cambiado un poco, parecía menos árido respecto a que comenzaba verse desde el camino algo de vegetación, eso alegraba sus miradas después de tanta aridez.
En la mañana Richard se despertó, miró a Eloísa que aún dormía, la besó suavemente mientras acariciaba su mano, así se fue despertando contestando con otro beso
¿Ves? Así se despierta a alguien en la mañana
Tienes razón es mucho mejor volver al mundo real de esta forma sin tener que zamarrear a nadie
Rieron y se levantaron para continuar el camino
¿Será que falta mucho? Dijo Eloísa
¿Mucho para qué, llegar a algún lado o simplemente al lugar donde está el VS?
Supongo que para ver al VS
Caminemos, tengamos paciencia
A lo lejos parecía que el camino torcía hacia la derecha, cuando llegaron vieron dos caminos
Bueno, esta es la bifurcación que dijo Eduard, debemos seguir el camino de la derecha, no estamos lejos, aunque no se medir cuanto tiempo nos llevará, con la palabra “poco” debería alcanzar
Rieron
Anotaré el cambio de rumbo y más o menos lo recorrido
Tienes una fijación
Como tu con mi hombro en la mañana
No era como siempre, iban llegando a un lugar diferente de echo se podía observar a lo lejos dos casas a las que fueron llegando, en la entrada de una de ellas había dos grandes vasijas colmadas de una vegetación que colgaba y en la puerta, en una silla sentado había una persona no muy mayor, un hombre con sus brazos cruzados
¿Será mítico? Dijo Eloísa
Probemos
Buen día señor, quisiera hacerle una pregunta
El hombre descruzó los brazos y dijo: “A su disposición”
¡Qué alegría! Manifestó Eloísa
¿Que sea mítico? Pues también vienen prístinos pero no reflejan nada ante mí, supongo que vienen a ver al Viejo Sabio, le informaré esperen un momento
Entró en la casa y volvió para informarles que podían pasar
Al entrar observaron que estaban rodeados de humildad, no había nada decorativo salvo un cuadro perdido en una pared lateral, cruzaron el ambiente entrando en un segundo estar donde, a pesar de la poca iluminación al final de aquel estar sin muebles, solo dos sillas y una pequeña mesa se veía una persona de edad avanzada sentada en un gran sillón con una gran barba de perilla vestido con una túnica roja desgastada y adornada en los puños y en el centro con un hilo dorado, su apariencia era de una persona más o menos alta sumamente delgada y con características asiáticas, el hombre hizo una señal para que se sentaran y esperó a que alguno dijera el motivo de su visita.
Richard comenzó diciendo: Good evening sir, it´s a pleasure to meet you.
El viejo, no contestó rápidamente, eso incomodó un poco a los recién llegados
Luego de la pausa, el viejo dijo: No te esfuerces puedo entender tu idioma
Ah, bien dijo Eloísa
Luego de otra pausa
El viejo dijo: ¿Y bien?
Ah si, bueno, estamos en este lugar sin saber muchas cosas, más o menos se nos dijo que somos seres que estamos aquí pero no, y que esto podría ser la antigua tierra, aunque según vemos nada tiene que ver con lo que hemos vivido a lo largo de los años estando en ella. Hemos caminado de forma inconducente y aunque no podría decir cuánto, diré que mucho, hemos caminado mucho y seguimos ávidos de información, saber del pasado y también del futuro, que nos sucederá, que haremos aquí, como seguimos, donde vamos, tendremos algún rumbo definido o seremos como hasta ahora nuestra propia brújula sin saber donde nos conduce el paso siguiente que vamos a realizar.
En ese momento se vio que una vela se encendía, el viejo soplaba la cerilla y decía, hay que cuidarlas, hay muy pocas. Luego de otra de sus pausas que gravitaban en todas sus conversaciones, comenzó por decir algunas palabras con una característica voz con una leve afonía.
¿Sus nombres?
Richard y Eloísa
Bien, el pasado, el pasado…debo decir inicialmente que no debemos juzgar lo bueno y lo malo tan rápidamente a decir verdad lo que definíamos como calamidades algunas veces fueron buenas cosas y lo que creíamos que eran sucesos positivos eran verdaderamente las calamidades. De todas maneras la razón dejó de verse tan importante cuando se llegó a la conclusión de que la locura es parte de ella, la locura es parte de la razón misma y cuando la verdad del poder se impone, y siempre lo ha logrado, entra en las conciencias sujetando así a los seres por los medios de comunicación o si eso no tuviera resultados óptimos también por la fuerza. No debemos pensar que los únicos totalitarismos han sido el nazismo y el estalinismo, también cuenta el totalitarismo científico-tecnológico nacido en el Viejo Mundo. Existe una diabólica voluntad de poder que inventan los propios que conciben dicho poder como una acción perversa sobre la humanidad que se les rinde, luego encuentran vericuetos donde manejan bien ese poder, como ejemplo de los detonantes es el manejo mundial de la justicia a efectos de llenar de impunidad sus propios actos. Hemos fracasado en los hechos, pero también el fracaso se sitúa en la omisión.
Llegó la pausa, sin dejar de mirarlos hizo un respiro más ostensible mientras parecía pensar lo próximo de su comentario, dando lugar también a que se le objete o pregunte
Pero entonces ¿Nos hemos autodestruido? ¿Qué será del planeta? ¿Qué será de nosotros?
El VS elevó un poco la vista sobre sus cabezas, caviló, entonó un suspiro casi imperceptible
Al final en ese materialismo irreductible que se sostuvo durante siglos, esa puja por el dinero que es el huevo de la serpiente, culmina con la acción de destruir las cosas materiales, pero también a los seres que lo único que tienen es su vida, vida rodeada de banalidades innecesarias pero creadas a tal efecto. En ese sentido debo decir que las sociedades han fracasado rotundamente, molesta fracasar si tenemos de rever nuestra posición sobre nuestras ideas, sin embargo es más doloroso comprobar que aquellas ideas por las que resistimos embates por las que hubiéramos dado la vida, terminan siendo equivocadas. El materialismo ha sido un error.
Ese pensamiento sería ir en contra de Marx, dijo Richard
Nadie es perfecto elucubró el VS y prosiguió, respecto a que es lo que pasa y probablemente nos pase, pues hoy tenemos los vestigios de lo acontecido, hemos escuchado la paremia Nihil novum in terra, o sea que lo que parece novedoso en la tierra puede no serlo ya que todo tiene precedente, con eso la explicación era suficiente para pensar en otra cosa como sugiere Francis Bacon, una distracción de lo que verdaderamente ha sido hecho, lo mismo que se hará que es lo que fue, lo mismo que será. Lo cierto es que muy poco a poco el planeta se va recuperando pero los que lo habitaban no, atrapados por la codicia y la falta de visión, aunque tuvieron muchas oportunidades de cambiar pero eso no se hizo, nadie advirtió el peligro. Y me preguntas que pasará ahora, pues ahora se trabaja para otra cosa, la comisión formada por los prístinos la cual presido y a la que llamamos Tertius trabaja en un sentido opuesto a todo lo que gobernó la tierra, cuando el mal se movía a sus anchas, el plan es básicamente Ego cogito ergo sum, las cosas no son, son percibidas según nosotros mismos, en el desarrollo del plan Noumeno, la materia es subalterna, la reflexión nos acerca al conocimiento, empezamos desde cero la verdadera acepción, la vida misma es puro pensamiento, habrá ambigüedad, todo lo bello pasa por el ambiguo. En el futuro, también los míticos tendrán una representación, pero no puedo decir más al respecto, porque el cambio es embrionario y tiene algo de secretismo aunque eso no durará mucho, pronto haremos conocer hacia adonde vamos, lo que pasa es que comunicarse es difícil y hay mucha dispersión pero estamos unificando las zonas y en ese sentido les recomiendo que continúen caminando hacia el norte, actualmente deben pensar que este lugar es el límite norte de lo que era Francia, continúen, vayan a Rusia, Asia, irán entendiendo cada vez más.
Volvió el silencio, por largos instantes estaba presente solo la respiración de las tres almas que estaban en aquella estancia
Continuaremos dijo Eloísa, gracias por estos momentos que nos dan una especie de paz interior y esperamos poder volvernos a encontrar
Richard expresó también su gratitud
El VS se levantó de su asiento por primera vez en la tarde, juntó sus manos bajó su cabeza manifestando una reverencia y dijo. Hasta más ver.
Fuera de la casa Eloísa y Richard surtieron sus mochilas con alimentos y retomaron el camino sabiendo ahora que su dirección era Norte y su esperanza y deseo era volver a ser en un nuevo mundo.
Mark
Sonó el teléfono, escuchaba la voz del otro lado mientras mi vista se perdía sabe dios por que intento de recuerdos. Fueron unos minutos, una explicación sobre algo inexplicable, salí al jardín como enloquecido buscando mi pala pequeña de plantar plantas, fui corriendo hacia ellas, hacia las campanillas de invierno, desenterré cuanto bulbo pude hallar, puse todo en un tiesto y me senté a llorar.
- Que vuelo es?
- 856
- Iberia no?
- Si
- Sufrirás retraso con seguridad
- Tu vete ya has hecho bastante, traerme desde Madrid hasta la T4, atiende tus cosas que yo no tengo apuro.
- Bien, no dejes de llamarme y cuando vuelvas te vendré a buscar, buen viaje
- Gracias, te llamaré
Tomás me abrazó como un chiquillo, como aquel hermano que nunca tuve, nos unían grandes esperanzas, era un idealista, quizá me estuviera mirando en mí mismo espejo.
Siempre me pareció lejos la distancia medida en chequeos, despachar maletas, bajar, subir por esas escaleras mecánicas, el vuelo, el terrible vuelo de 14 horas, pero esta vez, me parecía peor aún, la falta de costumbre y el miedo que algo no me dejara regresar a España lo hacía todo más denso, además y porqué negarlo no me gustan las nubes, soy más feliz pisando suelo firme. Tenía al menos una esperanza casi insignificante, quería que quien se sentara a mi lado no me hablara en todo el trayecto, quería pensar, recordar cómo había sido todo en aquellos años, en la universidad cuando conocí a Mark, cuando logró transmitirme toda esa pasión por las letras que generaron en mí esa transformación intelectual que hoy llevo en forma inconsciente en mi piel, en mis palabras, en mi escritura.
Conocí a Mark en una de sus cátedras, en una materia de esas que llaman obligatorias perteneciente al ciclo de grado: Teoría y Análisis Literario y más luego lo seguiría viendo en Literatura Argentina y Literatura Latinoamericana, de echo fue él quien me impulsó a que la última monografía (de dos que exige la carrera) versara sobre Jorge Luis Borges. También dictaba filosofía en lo que se llama Ciclo Básico de la carrera, pero no fue mi profesor en esa materia. En aquel tiempo era una carrera como tantas, en mi caso comenzada tarde y solo con el atractivo que da sintonía a ese ímpetu juvenil que nos lleva a hacerlo todo o a dejarlo todo. Hoy, con esa pausa que me dan los años vividos concientizo que no sería posible para mí una vida sin literatura. Al igual que Mark, que había desgranado sus años entre la enseñanza y la investigación literaria, también yo abracé con mucha fuerza esa vida convertida en letras.
Mark era una persona afable que gozaba de un perfil pedagógico difícil de soslayar, siempre todo me parecía más fácil a través de sus palabras. Me parece imposible imaginarlo en una actitud de sometimiento aún frente a la enfermedad. Su dinamicidad y elocuencia encontraban siempre respuesta en sus seguidores, fundamentalmente para quienes éramos sus alumnos que lo buscábamos por los pasillos para escuchar sus opiniones sobre cuanto tema literario planteara dudas o meros cambios de enfoque, porque la literatura también es opinable, no es estanca, es libre como todo arte, quizá más porque cualquier obra pictórica para citar un ejemplo, viene acompañada de palabras.
Recuerdo como si fuera hoy aquella su primera disertación frente a un nuevo y novel alumnado: “La fe se apoya en una verdad que no necesita demostración alguna, pero acordemos que existe un intento de emancipación de la fe sobre el saber que encuentra su máximo exponente en los discursos filosóficos. Cuanto más uno cree saber tanto menos el saber revela sus auténticos misterios, por lo demás la fe es una creencia ilusoria que aquí no necesitamos, aquí somos valientes y nos vaya bien o mal dependemos de nuestra actitud frente a la dilucidación de los problemas. Yo estoy aquí para ayudaros, para acompañarlos en la dificultosa tarea de abordar y conceptualizar temas, que como decía la pensadora y feminista Celia Amorós significa politizar, pero admitiendo que en todo esto el profesor, que soy yo, pretende dar libertad a sus alumnos para que no se queden en esos callejones estrechos del concepto, sino de abrirse, darse luz, ser libres en sus expresiones, tanto, que pueden estar en desacuerdo con este viejo profesor, siempre y cuando, claro, las teorías emanadas sean un producto de una controversia neuronal. No creo yo qué sin compenetrarse en cualquier tema podamos opinar libremente, porque la libertad exige cierto grado de compromiso, después de todo así pasa con los derechos y este, la libertad, la de expresión, es el de más alto grado en mi visión de los valores.”.
Y así libremente es como se aprendía la primera lección que ofrecía Mark sobre su método: “La Libertad”. Luego vendría la crítica emanada de esas vastas discusiones literarias cuando no filosóficas que había instaurado en la clase como método socrático de criticarlo todo, a tal punto que nuestro interior quedaba juzgado por nosotros mismos, lo bueno era lo depurativo de todo el pensamiento individual o colectivo atravesado por esa depuración que nos llevaba a conclusiones que también eran filtradas, no se acababa nunca, ni siquiera llegando a casa donde todo se tornaba mágicamente en palabras y actos rutinarios. Pero claro, la idea momentánea que las clases fogosas, los intercambios, las contradicciones, el cansancio de usar tanto nuestro sistema neuronal había veces que se creía, aún lo creo, no servía de nada, sin embargo a través de los años y con ese asentamiento que nos lleva a alejarnos del dominio de las hormonas, hoy me asiste en todos los casos, discursivos o no, y que me brinda esa madurez de las ideas que revela una cierta lucidez para tratar los temas como si fuera el mismo Mark abordando las cuestiones que más allá del raciocinio nos demuestran en forma constante que los verdaderos problemas del humano, los profundos, los que prevalecen no están atravesados por la razón, salvo aquellos que tienen poco que ver con la vida y lo trascendente.
A través del tiempo los humanos al mirarnos a la cara hemos supuesto que el rostro observado simbolizaba el interior de la persona, la unicidad que implica esto representa rasgos del carácter y el temperamento. A su vez se daba en prestarle entre los alumnos atención a su barbilla, ya que según mi amigo Orantes una barbilla revela cuanta fuerza de voluntad se posee. El rostro de Mark con forma de triángulo invertido implica una mandíbula estrecha y una barbilla puntiaguda, como el rostro de Venus, denotando ser acogedor, afectuoso, de personalidad alegre y sociable, disfrutaba de la compañía de las personas y siempre trató de pensar lo mejor sobre ellas, era raro verlo deprimido y si lo estuviera le duraba poco o al menos no era notorio. Su frente ancha daba la pista de amplitud de puntos de vista y su grado de entendimiento. Sus cejas bien marcadas, largas y de tipo superior y más alargadas que los ojos denotan brillantez además de relaciones tolerablemente buenas con los demás, sus ojos pequeños daban una referencia a que uno es menos emprendedor, más precavido y prefiere pensar más que hacer, le gustan las tareas con cierto grado de desafío y es un excelente investigador, analista o teórico y muestra un cierto grado de obstinación. Mark era una persona de genio agudo, agradable, empático, con palabras apegadas a un discurso filosófico. Nació en un barrio pobre denominado como “Las Avenidas” en la parte este de la ciudad de Mar Del Plata. Dedos finos, delgado, de caminar seguro a la par de sus creencias. Vivió en España, el tiempo que duró la dictadura, aunque fueron pocos años. Vivía en un apartamento cercano al centro de la ciudad, una especie de altillo con ventanales hacia el mar, ese mar qué de niño, nunca había logrado alcanzar hasta que logró sacar la cabeza del libro que en ese momento estaba leyendo. Siempre tuvo la necesidad de hacer que la gente se comunicara por eso estaba estudiando crear un lenguaje, un idioma analítico.
Entendía el universo como algo indefinible, esto nos lleva irremediablemente a que cualquier clasificación que de él se realice, sea arbitraria y conjetural, su problema era la paradoja ya que esta surge (según él) del conflicto que se producen en la mente cuando tiene que luchar contra el habla.
Una vez me dijo:
“En la práctica, el lenguaje es algo más o menos vago, ya que lo que afirmamos nunca es totalmente preciso, una red de palabras imposibilitadas de penetrar en la raíz de las cosas, que denotan un universo de aproximaciones pero que verdaderamente nunca expresan lo real”. Por lo tanto, la conclusión de Mark es de un notorio tinte borgeano.
En aquellos tiempos Mark me había dicho a modo de confesión que nunca terminaría su estudio sobre la creación de un nuevo lenguaje analítico, que eso le llevaría toda su vida, ahora más que nunca comprendo que era cierto, que jamás culminaría ese paradigma, pero supongo que le era reconfortante el camino, la meta no siempre produce esa felicidad que nos imaginamos, quizá porque la imaginamos sobredimensionada, en cambio el intento, el intentar llegar a esa meta está llena de gozo, de disfrute, y eso creo que era a lo que Mark apuntaba, a deleitarse en un entretenimiento que llenaba horas que hacían que lo banal tenga menos posibilidades en su ciclo circadiano.
Nunca supe muy definidamente las bases de aquel supuesto idioma, pero alguna vez en sus confesiones tertulianas y en el más estricto secreto poseído de un culto a la amistad, delineó unos trazos de su basamento teórico prescrito en un borrador de hojas cuadriculadas con un sinnúmero de anotaciones marginales. Su técnica, si mal no recuerdo, era dividir el universo en dos grandes categorías representadas por i unas y por r otras, subdivididas las segundas (r) a la vez en diferencias y luego en especies. En las dos primeras grandes divisiones todo lo comenzado en i serían productos de la imaginación y los r los de la realidad, luego cada una de estas opciones era representada por letras, ejemplo: ra: animal, rab: mamífero, rabo: carnívoro, rabos: perro, rabe: herbívoro, rabev: vaca
id dios, ib buda, il Alá…
La casa de Mark era como él. Aún en el exterior, la primera vista de la casa hacía que a ella entráramos de a poco, al igual que en él los sentimientos de amor y amistad eran filtrados, de a poco, como razonados; existía allí un pequeño hall abovedado de un inacabado estilo inglés, una puerta de un grosor imponente con un tallado ebanista que moldeaba unas pocas figuras diría casi medievales, algo casi abstracto en la creación desde la perspectiva humana, pero rodeado de un respetable halo misterioso en sus líneas faciales. Al abrirse se entraba a una pequeña recepción con un infaltable paragüero, una mesa angosta (no menos que centenaria) apoyada sobre una pared lateral y sobre ella las fotos de Matilde y de dos de sus nietos. Toda la casa y su mobiliario llevaba un tinte oscuro, como si el sol no fuera bienvenido a toda hora, ambientes amplios con paredes tintadas de un blanco rancio templado a base de tiempo. Unas pesadas cortinas de un color oscuro en su mayoría ayudaban a esa impenetrabilidad lumínica que concordaba con esa blancura epidérmica que catalogaba a Marck como única especie entre aletargados y silenciosos lomos de voces imprentadas.
Golpeé la puerta, al abrirse, mi imaginación ya había visto un Mark acosado por la enfermedad, abatido, casi sin poder hablar, con los ojos desorbitados, sufriendo en silencio los designios de esa especie de curva a que nos lleva el destino en un inminente desvío de aquella recta de un encantador camino de buenos encuentros, gratos momentos…sin embargo, cuando su hermana abrió la puerta, esbozó una sonrisa, me besó y me dijo: “Está sentado en la biblioteca, te está esperando”.
Parado frente a él, en su antiguo escritorio flanqueado por aquellos estantes con los libros de su vida, busqué sus ojos entonadamente tristes, me sonrió y dijo: “podría haber sido cáncer, hubiera estado casi contento”, se a que se refería. Para un intelectual la mente es el eje de su vida, la que le proporciona el entorno, la diversión y todo, lo imaginable y lo inimaginable que circunda nuestro mundo. Me acerqué por su costado derecho, lo cogí de un brazo, lo levanté de su sillón de maestro de un tirón y lo traje hacia mí en una inesperada actitud, ya que Mark nunca ofrecía sus sentimientos en actitudes demostrativas, pero dejó que lo abrazara y me abrazó. Parecía que eso hiciera evidente un lado débil, aunque se bien que era sentimental y quería a su entorno, a sus alumnos y a mí, que era más que su alumno, ya había pasado por ese estadio, ya era para toda visión externa su ex alumno amigo, aunque sé que para él siempre fui más que su alumno preferido, así lo he sentido yo durante toda nuestra relación.
Mientras garabateaba con su pluma Mont Blanc, haciéndome ver que yo estaba siempre presente en su escritorio, definía los puntos salientes de esta nueva vida…si puede llamársele así. “No temas, no te diré de buenas a primeras: ¿Quién eres, qué haces aquí? sabes que cuando el médico me lo dijo con sus palabras diagnosticas, me encerré aquí mismo, con la estilográfica, que por cierto nunca falla, te he dicho gracias? Uy, hace más de diez años…”ahá bien, como decía… y estudié los pormenores de esta mochila que parece no me abandonará hasta que me mate, Diez años, diez años es el desarrollo aproximado, con un agravamiento exponencial en su segundo estadio.
No sé si quería que fuera tan claro en las especificaciones, pero era una forma de compartir con él este cruel destino, ayudarlo a que destilara toda esta intimidad novedosa de calculables consecuencias. Parecía que estuviera dando clase, lo miraba por momentos y me concentraba como en otros tiempos en sus especificaciones, la conceptualización que contenía su método discursivo.
“DSTA, así se llama es una atrofia cerebral difusa, claro que hay muchas enfermedades cerebrales, ésta, querido amigo, es como una película francesa sobre la muerte, es lenta…adormece…supongo que el que se adormece es el que la detenta no el que la ve, con lo que puedes estar tranquilo que no te aburrirás”. Sonrió, para poder disimular el contenido dramático de esta estúpida adquisición. “La muerte-prosiguió- lamentablemente no es la muerte del enfermo si no de sus neuronas, una muerte lenta pero implacable, mientras tu pervives, ellas se van muriendo, determinando que tú, que estabas vivo alguna vez, vayas muriendo de a poco a través de ellas”
Entonces, inclinó su cuerpo hacia abajo, estiró su brazo derecho y abrió el último cajón de su escritorio, sacó una carpeta grisácea, como aquellas donde llevaba nuestros exámenes para corregir en este mismo lugar de su casa. Se percató de un tenue anochecer, una falta de luz, como si anticipando que al abrir la carpeta todo comenzaría a ser real pero con menos luz, entonces encendió la lámpara. “Aquí está todo, atrofia cerebral difusa, asociada generalmente con demencia, que se presenta de ordinario en la edad senil”.
El médico se negó a que me desplazara, así que vino a verme y con detalle, como si fuera yo mismo dando clase, me dijo:
¿Es usted profesor verdad? Y todo lo quiere saber…pues bien…
La verdad profesor es que es difícil explicar lo que no se puede explicar, me refiero al origen de la enfermedad, Se trata de una muerte neuronal, un tránsito que es degenerativo acompañada de la destrucción de células del tejido y parte de las disfunciones en la comunicación bioquímica entre una neurona y la otra y conlleva a la muerte de estas células.[]
Existe lo que se llama sinapsis y que refiere a la comunicación de las neuronas primero es una descarga química que se convierte en eléctrica segregando proteínas, la interrupción de ese ir y venir, de ese pasaje convierte células vivas en muertas.
El origen, pues nadie lo sabe. Así están las cosas, pero le digo que haremos bastante en pro de su mejoría, bueno al menos que todo sea muy lento y pueda usted tener un alargamiento del primer estadio que en definitiva es el menos penumbroso y consecuentemente alejarse lo más posible en el tiempo del segundo. Lo medicaremos con algo que frena en un gran porcentaje la evolución de los síntomas, por lo pronto tomará un tiempo una dosis de Prometax una vez al día, con la salvedad de que no puede bajo ningún concepto interrumpirlo que al buen decir es que no se olvide nunca de la toma diaria ya que cualquier interrupción en la toma hace infructuoso poder retomarlo y que vuelva a ser efectivo
Te quiero pedir un favor, bueno, en verdad son dos los favores
-Lo que tú quieras Mark
- Bien, he comenzado una novela, no sé si podré terminarla, esta incertidumbre me está matando, bueno a fuerza de ser sincero no es la incertidumbre la que me mata… Me sentiría más tranquilo si sé que tú me ayudarás.
- ¿Quieres que la escribamos juntos?
-Exactamente, solo que será literalmente…la obra realizada por los dos, bueno hasta que yo pueda claro y en el libro seremos dos autores
-No hace falta…
-Insisto en que figures como coautor
- ¿Y…el segundo favor?
- Ah si…en Barcelona ¿tu vives cerca verdad?
-Si vivo en Catalunya
-Quisiera que me pusieras en contacto con el Instituto Cajal del Consejo superior de investigaciones científicas
- ¿Quieres que los llame?
-Bueno…si, pero solo quisiera que veas con quien me puedo poner en contacto en forma telefónica en un principio, llegado el caso…viajaría
-Dalo por hecho. ¿Es respecto a una donación? No me contestes si no quieres
- Quiero que el estudio de mi cerebro pueda ayudar a otros casos y se pueda descubrir más acerca de la enfermedad
- Respecto a la novela yo te puedo dar las bases con las que he comenzado y tu me darás tu opinión de como seguir el hilo y si te parece haríamos aportes en forma separada, o sea cada uno puede escribir un capítulo, como también engrosar los dichos del otro en capítulos que aunque no sean originados por la misma pluma pueden llevar contundencia en la idea o en la acción y no temas ya sabes que siempre he tenido una premisa en toda escritura, eso de que no hay que escribir bajo la influencia del dolor, sino cuando este no sea más que un recuerdo.
Me retiré emocionado en forma no visible con la promesa de volver al día siguiente, saludé a Mark y a su hermana que demandaba mi opinión sobre el estado no precisamente de su salud, sino de su animosidad, a lo que contesté que mañana sería mejor momento para conversar, claro que no fue por no querer contestarle sino por salvar ese momento emotivo y de angustia que me poseía en medio y después de la conversación con Mark.
Mientras caminaba y manifestaba una desorientación sublime, no referente donde me encontraba geográficamente sino en el dilema de si estaba procurando un taxi o solo caminaba en zigzag sin poder confirmarme a mi mismo que quería llegar rápido al hotel, o a cenar o a cualquier lugar donde, después de mis cavilaciones alejadas del momento y el lugar habría de ir. Recordé la tarde de la graduación, aquellas caras juveniles desfilando en busca de un testimonio que premiara tantas horas de concentración, mientras Mark cedía su mano y predecía perspectivas de un futuro prominente a cada graduado. Fue una tarde calurosa de esas de un diciembre bien americano, todos sabíamos que era un fin de ciclo con una probabilidad muy baja que nos volviéramos a juntar para aquellas magistrales discusiones con el mejor, con Mark.
Entre tantas conversaciones, cuando ya había dejado de ser mi profesor, digamos que siempre lo ha sido pero era otro tipo de acercamiento el que nos unía, una vez me dijo:”Ama la vida, aprende a vivir y aprenderás a morir, el miedo a la muerte es culpa de los estados y de las religiones ya que morir es un estado natural, si uno le quita ese miedo aprende a hacerlo con dignidad”.
Después de una noche insomne a pesar de la pastilla, volví a casa de Mark, él había salido un momento, entonces se dio la oportunidad precisa para hablar con Elisa, su hermana que volvió a la pregunta de ayer, fue cuando le dije lo que pensaba.
Elisa asintió con un movimiento de cabeza agradeciendo mi sugerencia pero sobre todo estar cumpliendo los preceptos de esa amistad que desde siempre nos ha unido. Cuando llegó Mark que mostraba hoy en la mañana una buena predisposición me sugirió entrar en su despacho y hablar un poco del proyecto novela que nos iba a ocupar.
Habíamos dado comienzo a algo que deberíamos continuarlo a distancia, yo viviendo en España y el en Chauvín, un barrio importante de Mar Del Plata. Llevaría tiempo pero me hacía ilusión que esto sea un objetivo hasta donde alcance para Mark. Fueron pasando los días en los que no todo el tiempo hablábamos de la novela, muchas veces paseábamos por algún parque cercano, a veces íbamos a Camet que es un gran parque que limita con el Océano Atlántico y cuenta con 22 hectáreas y allí hablábamos de como llevar el proceso adelante, aunque lo principal era hablar de testigos literarios que ya no lo eran, de clásicos, de los que eran nuestros contemporáneos y de cuestiones fútiles o momentáneas, derivaciones de nuestra relación que nos había trasladado en el tiempo. En un momento de una de las charlas me había preguntado cuanto tiempo estaría en Argentina, le dije que más o menos 20 días, a lo que sugirió que me aloje en su casa para poder aprovechar más el tiempo juntos. No podía desairarlo, después de todo no sabía cuánto tiempo le quedaría y lo mejor es que viva el momento con una llama ardiendo en forma constante. Así lo hice y cuando llegamos de vuelta de la caminata Mark le dijo a Elisa que preparase la habitación de invitados del primer piso. Llamé a Tomás y le dije que ya no estaría en el hotel y que pronto le diría el día y horario de mi llegada a Ezeiza.
Llegó el momento de volver, de dejar a Mark con un abrazo fundido con la promesa de “te veo mañana”, volví, me encerré en mi despacho y fui abordando la comunicación asidua para mantenerlo vivo de la mejor forma posible.
Todo se fue hilvanando con el paso de los días, de los meses, parecía que no pasaba nada, que la enfermedad no existía, fue como un elixir que nos dopaba para socorrernos en la ayuda del olvido mientras recordábamos las acciones de nuestros personajes y la idea, el fundamento que no fue más – ni menos – que una bella amistad fundida en palabras, frases coincidentes. Mientras de a poco la ficción iba desviando el camino que drásticamente fue marcando la realidad, nuestro refugio se situaba como siempre en aquella literatura compartida en el relato ficcional.
Mientras Mark compartía conmigo una parte alterna del resto de sus días, complementaba otra pequeña parte también desde su despacho observando desde su ventana su último otoño donde se podía contemplar un abedul que había virado el color de su follaje esperando la caída otoñal de sus hojas caducas, así como aquellos colores, como aquellas hojas, caducaba el tiempo de Mark, mi profesor, mi amigo que ejerció su profesión de Maestro hasta el último de sus días.
SIMULACRO
El pequeño gnomo entró en la tienda, asomó su cabecita al mostrador, al que apenas llegaba al aborde, movió sus ojitos en derredor de su cavidad oftálmica en un giro completo y dijo: SIMULACRO.
El imponente tendero detrás de aquella barra y desde su altura, lo miró, le preguntó si sabía el significado de la palabra a lo que el gnomo asentó con la cabeza.
El tendero se introdujo detrás de una cortina azul y volvió con un largo
tubo grisáceo, sellado en sus dos extremos.
El gnomo cogió el tubo, lo apoyó sobre uno de sus hombros y salió de aquella tienda caminando en forma suave apoyando primero el taco de su bota luego todo su pie en una forma cadenciosa hasta llegar
a la punta, como dibujando un paso cansino.
Luego de un largo caminar, al llegar a un bosquecillo, se sentó,
apoyó su espalda sobre un árbol, puso el tubo sobre sus piernas, lo miró, sonrió y en unos minutos se quedó profundamente dormido
Al despertar, lo hizo en Nayaf, ciudad receptora de peregrinación. Desde ese mismo momento el gnomo se convirtió en Harun-al Rashid, el barbado Rashid caminó por el valle de la paz, pasó por Dhi qar
en dirección al puerto de al-basrah, allí, a orillas del rio shatt-al-arab. se encontró con Simbad en Alf layla wa-layla y le entregó el tubo.
Este abrió el sello de una de sus puntas y antes de abrir el otro extremo miró fijamente con sus ojos negros al gnomo que había dejado de ser Rashid. Procedió a abrirlo esbozando una sonrisa, su boca
sonreia y sus ojos también lo hacían.
Al hacerlo, salió un humo blanco que pobló todo el puerto, así se formó una palabra en el cielo: mise en abyme, todo el cielo se nubló, luego como si hubiera caido la tarde, todo se volvió rojizo, de
un rojizo tenue, difuminado.
En Bagdad todo se volvió sonrisa, mariposas y flores. La pugna se desvanecía.
Grupos antagónicos se abrazaron, lo hostil fue una guerra fingida, el simulacro convirtió al combate en la ficción de guerra. Era guerra de paz.
KUIDAPALOS
Un cuento futbolero
En lo más oscuro de la noche se agitan los fantasmas del pasado. En el más rojo atardecer se agitan los fantasmas del pasado. En la primera luminosidad de la mañana se agitan los fantasmas del pasado. Están conmigo, son parte de mí y me gustan.
Sentado sobre su mirada tibia casi dejaba derramar una lágrima acumulada en un vértice como forrada de cristal denunciando el brillo de sus ojos. Una tarde apacible de un calor empecinado, sometía su mejor perfil a las apostillas del pasado, la lentitud del movimiento se acompasaba con todas sus esperas, el tiempo también lo había hecho más lento, más seguro, más sabio, más amante de la luz, de lo abstracto que habita en el interior de las cosas y que seguramente cobraba en él desde hacía ya tiempo más importancia que el contorno frío que define a los objetos conceptualmente con cuestiones idiomáticas.
Había a su alrededor una inmensa soledad elegida para poder caminar como otras veces, acompañado de su ayer, desafiando su rémora que como sombra estaba siempre a su lado. El paisaje policromático de barrio con esperanza de perdurar tenía poca importancia para un observador ciego de presente, solo él y sus vivencias codificadas, que lo mantenían absorto en un plano distante modificando toda la escena visual, estaban inmersos en la subjetividad circundante como en una diáspora dónde se contenían unos a otros todos los personajes, personajes que se movían, que opinaban, amaban y lo preferían a él que les preparaba las circunstancias a las que estaban perteneciendo.
Ahí estaba, en el confín de la sensibilidad, aprovechando recuerdos, formando con ellos un tejido inalterable de sucesos, mirando sin mirar, como en estado de ebriedad, casi comatoso, impertérrito, insondable. Solapadiuk, más conocido por “ Ruso” siempre era el culpable final de la inalterabilidad del resultado, corpulento, con tenazas como manos, situado a lo último del camino, infranqueable y volador, siempre llegaba hasta dónde se lo proponía. Sus estiradas no permitían el grito de festejo, el tiro de la esquina era toda una parodia: El Carniza a cubrir el primer palo, el Tano en el segundo, todos los demás haciendo el uno a uno. “Aquí mando yo” parecía decir el Ruso, expectativa y al grito de “¡Mía!” llegaba la polvareda de aquella peladera y con gesto de sospecha y aprisionando gajos de un cuero gastado casi oval, con sonoridad metálica que volvería a rodar en sentido contrario, bien lejos, lamiendo otros pastos, en otros rumbos, esperando otro pie, otro pecho en que apoyarse.
Una esperada tarde de sábado, acudía el viejo Estigarribia que caminaba despaciosamente cansado a la apertura de candado de los vestuarios de pisos encementados de la cancha auxiliar del club, que tenía la principal a escasos cien metros. Esa tarde se medían los del club y los del equipo del Ruso, todo un acontecimiento, rivalidad ortodoxa de vecinos casi linderos.. Aurinegros unos y blanquicelestes los otros, los del Ruso, iban a dejar bien en claro quién era el patrón del barrio.
En un apartado hablaban como por lo bajo dos jugadores, uno de ellos un tal Drufuca decía:
Con un sí en la respuesta sin palabra, ambos cubrieron sus lugares en espera de la pitada inicial.
Irina cerraba la puerta tras de sí y él apoyaba el labio sobre la taza blanca con filigranas, hundiendo su mirada vacua en la negrura del café humeante.
Encontró el periódico sobre la mesa, era tarde, noticias de hoy pero ya viejas, pensó en Sotelo, “¿Arquero ese?” “¡Arquero el Gato!” que ya se gastó la última vida el pobre, hojeaba como no sabiendo que lo hacía, en el suplemento deportivo en un copete leía “El equipo del Turco” imprentaba el artículo.
Leía:
“A los integrantes de un equipo de Football en la ciudad de Santa Ana se los conoce sólo por su apodo..” Cómo a nosotros, pensó: Fede, el Negro, el Flaco, Chiche, el Carniza, el Zapatero, El Gallego, el Tano, Quique, Coco, Lito, Ruso, Cacho, Fito, Pitta, Baby, el Paragua, el Queso…Movía el Queso, recepcionaba el Flaco Giachello, comenzaba el partido del campeonato, se le había ganado al equipo de Dillon, a Curupaití con Indio y todo, solo se complementaría el año ganando este.
Iban quince. Pelota de Lito para el Queso, este con pesado andar pero con fuerza corporal incorporada desplaza al defensor, zapatazo y uno a cero “A llorar a la iglesia más cercana, si es que los dejan entrar a estos maletas” pensaba el Ruso.
Y así fueron pasando los minutos tratando de aniquilar los primeros cuarenta y cinco. Faltando diez ya el Ruso tempranamente era el hombre de la tarde. Las había hecho todas: Las bombeadas por arriba dejando la palma mirando al cielo, los de la esquina con una mano y dormida en el pecho, las del rincón con la yema para “calentar los panchos”, algunas de embolsada con rodilla en tierra, para las aparentemente altas y lejanas, sólo vista y a las profundas para el pique, el achique sin amagues.
Iban veinte del segundo tiempo, penal y protesta, una mueca y el Ruso que se enerva, empujones y entredichos, Lito que se acerca, “No engranes que perdemos”. Se para el shoteador desde los doce, mira el arco, toma carrera y le da a media altura, casi esquinado, con alma y vida y el Ruso que completa: la busca con su cuerpo en una particular estirada, la desdibuja, la pierde, la desaparece, inmoviliza la red. Le modifica el semblante al delantero, muchos enmudecen, les destruye la ilusión, los suyos lo abrazan con los gritos, lo abrazan con los brazos.
Todo sigue igual o peor; para algunos es volver a empezar, no queda mucho tiempo, Drufuca empuja a los suyos contra el arco del Ruso, se juega el campeonato, sólo queda Lito cerca de la solitaria área contraria por si algún contrataque. Pelota bombeada sobre el arco del Ruso, rebote en el área, larga para Lito, no hay offside y con gambeta larga a la salida del colega del Ruso define con toque corto como a dormir y ratifica: dos a cero. Hay festejo y manos en la cintura, algarabía y desazón, al borde de la cal Don Camilo y Gallito gritan que “Ya está” mostrando relojes para apurar la última pitada “Es la hora” grita el otro Ruso, el Ruso Cuaréscima, el dueño del transporte que lleva al equipo a otras canchas, Coco se tira a los pies de un rival y la manda al córner, viene el tiro por elevación y ahí está otra vez el Ruso, la baja, la acaricia, la rodea en un abrazo de pecho y de brazo. Los hecha a todos, “Afuera, arriba, vamos, salgan” la pica y la pierde para adelante en busca de mejores destinos, Lito que la baja y la cubre contra el banderín de la esquina adversaria, no se la pueden sacar, nada mejor que el tiempo para pasar y pasa, el tiempo pasa y Fito y Pedro González que hoy no jugó piden “¡La hora réferi!” pero Lito no la deja sola, la sigue cubriendo como sólo él sabe hacerlo para que no la toquen, la mima. Se acerca un adversario y patea todo. “Foul bestia” grita uno parado sobre un tronco acostado que unido a otros dibujan el perímetro de la cancha. Lito se levanta, entra Catulo el masajista y lo revisa, todos los cómplices alrededor mintiendo tiempo. El Ruso se acerca y le habla al juez: “Es la hora pasada, termínelo juez”
Coco lo toma del brazo, “Andá al arco que ya se termina”
Como si todo sucediera en el mismo instante, Lito se levanta rengueando de la pierna equivocada, el Ruso llega al arco, el réferi que obliga gritando: “juegue, juegue” y que gira en un descuido sobre sí mismo, pito en boca con palma de la mano derecha abierta cubriendo un lateral del silbato que dibuja la salida del sonido en tres acordes, brazo izquierdo extendido y señalando el centro del campo y chau Meridión, nombre del equipo perdidoso.
Llueven los abrazos, todos están dentro del campo y aún los que no ganaron lo aplauden con la mirada al compositor de esa serenata, el Ruso, que deja el primer abrazo, el infaltable primer abrazo del Coco para confundirse en el abrazo con todos. Lo vivan, le dan el mérito, “bajaste la cortina” le dice alguien que le conoce el historial, “ como cuando cuidabas los palos del Vesubio” piensa.
Casaca amarilla, pantalón semi marrón ennegrecido, rodilleras, botines, medias y cara todo es tierra, tierra de are, donde ejerce su mandato, donde no hay quién se atreva. En ese pequeño gran rectángulo de cal y polvo que parece decir: “Propiedad privada, prohibido pasar! En ese lugar tan lleno de “Mía, tapá, andáte, salile”, en ese lugr dónde mueren tantas ilusiones y se cosechan esperanzas, en ese lugar como en la vida, El Ruso, el Cuidapalos, había vuelto a ganar.
Los accidentes no resurgen en nuestras mentes como momentos excepcionales, son más bien esos salidos de calendario para sellarse en el olvido.
Aproximarse al fin de nuestros días, al límite formal de ese precipicio que supone nuestro último reducto, signado por alguna acción preliminar de último momento, creo, se tornará una acción inconsciente sumida en el casi imperceptible y definitivo gran paso hacia la nada, al ya no ser, no estar.
Era un día primaveral, de aquellos donde las flores van regando con mantos de color la cercana finalización invernal que como en la vida, corresponden a claroscuros, a tormentas y días frescos pero aún soleados. Mientras conducía, Radio Nacional daba información sobre el estado de carreteras que nunca escucho. Aplicaba mis sentidos a los colores abundantes de la vera del camino. Los girasoles en su despertar giraban hacia el sol, las lavandas parecían perfumar una vida en constante perspectiva, los pinos rompían con la monotonía multicolor del paisaje reunidos en racimos de arboledas distantes unas de otras, como seres vivos que interactúan entre sí. Los ramilletes de flores amarillas bordeando el camino indicaban vivacidad resaltando de entre lo verde como dando un haz lumínico de constante disparidad.
Entonado en la vaguedad de mis recuerdos, comprendí entonces que una historia comienza cada día, que es uno el que va haciendo las veces de personaje de su propia y novelada vida, mis padres, mis amigos, mis hijas y Laura daban luz a cada día de mi vida como aquellas flores que en continua alineación acompañaban mi desplazamiento iluminando mis pensamientos.
Rita, mi hija mayor me había comunicado su embarazo de 3 meses y su decisión de continuar con el mismo. Su embarazo, su enfermedad y su solitaria existencia, se manifestaban como puntos de desencuentro, pero ella al fin y al cabo era como su abuelo, constante, sistemática y valiente. Desde chica había sufrido los síntomas de una curiosa enfermedad.
La primera vez que escuché sobre aquella afección se dio bajo circunstancias casuales, Rita apenas contaba con seis años y aunque siempre nos había llamado la atención la tardanza de sus reflejos, nunca hubiera imaginado que se trataba de una enfermedad, curiosa, pero enfermedad. La tarde del descubrimiento, casualmente una florida tarde primaveral, no se precisar el año pero fue en los ochenta. Jugábamos con Rita a los goles, teníamos un balón en el coche por si se nos presentaba la ocasión de jugar un poco. Debo decir que siempre me he resistido en aceptar la generalidad respecto a las pertenencias a uno u otro sexo, Rita tenía muñecas, sí, pero también balones y canicas, además casi siempre vestía de color celeste, el rosa ha sido ocasional en su vida, aún hoy me dice que lo ve como un color débil, un rojo que no se anima a serlo, se podría decir lo mismo del celeste con respecto al azul. Pero en cuestión de auto imposiciones personales, uno elige el pretexto que más convenga para consolidar su teoría.
Esa tarde parecía haberse agudizado el problema o quizá se nos presentara más claramente en forma evidente. Al enviarle el balón, Rita tardaba más tiempo de lo habitual en tomar la decisión de devolverlo y realizar la maniobra muscular que finaliza con la acción misma, luego, en medio de una forma inadecuada, gesticulaba o emitía alguna que otra palabra en la más absoluta descoordinación. La falta de cohesión provenía de una atetosis o sea de un movimiento muscular lento, pero también de una distonía que supone una contracción de los mismos. No es que yo supiera los términos exactos, fueron estos los que indicó el médico al diagnosticar la enfermedad a la que no llamó por su nombre científico y que aún no se si lo tiene, solo dijo:”le llaman la enfermedad de la parsimonia”, siguiendo con su alocución profesional, manifestó que: “este tipo de afección puede que provenga de una patología somática o no, puede ser una mezcla o bien puede que sea determinada por una herencia familiar, en la mayoría de los casos se desarrolla a estas edades y culmina en la adolescencia o con un primer embarazo, quizá aparezca una corea de gesticulaciones inapropiadas o sin sentido. Además, debo decir –culminó – que este tipo de afecciones no es tan común en las mujeres como si lo es en los hombres, en estos últimos es donde más se consolida en la estadística, superando en un grado de 3 a uno al sexo femenino”.
Estas dos últimas frases me retrotrajeron en el tiempo, en segundos se patentizó lo ocurrido con Amanda mi hermana cuando se descubrió que los síntomas que arrastraba de pequeña provenían de una enfermedad denominada TS. La palabra corea despertó mi atención, recordando que el significado de esta es una danza de movimientos comúnmente denominados tics. Por lo demás, también el síndrome de Tourette (nombre científico) es casi privativo del género masculino. En Amanda, aún hoy debo decirlo, hay rastros de tics como si esto tuviera una intención determinada provocada por alguna causa externa o alguna idea subyacente en su foro interno amparada en su más íntima convicción. La repetición – al igual que sucedió en un principio con Rita – conduce a la habitualidad para finalizar en una reproducción involuntaria sin causa aparente al tiempo que resulta exagerada la forma, intensidad y frecuencia.
El hecho fue que luego de una intensa búsqueda sobre correlación entre las dos enfermedades, se llegó a la conclusión que a pesar de ser concordantes en los síntomas y aunque puede haber algo fundamentado en lo genético, esto es que hay un defecto en el gen#4., todo depende de la cantidad de copias que se traspasen de generación en generación que desemboque en la agudización de la dolencia, en mi hija los síntomas se fueron relativizando con el pasar de los años. Amanda menguó en la profundización de la sintomatología, pero mantuvo inversamente a esta característica, la longitud temporal hasta nuestro presente y aunque lejos está de componer música, comparte enfermedad con Mozart, quizá para sobreponerse al peso de la unilateralidad de una enfermedad incompresiblemente solitaria en la generalidad de la regla.
Mientras mis pensamientos vagaban por los personajes cercanos que han alimentado mi vida, la conducción se había convertido en monótona. Los colores ya no asombraban y la falta de contraste y ebullición seductiva habían convertido mi desplazamiento por el camino primaveral de aquel multicolor de incandescente perspectiva en la tenue mirada confundida en el infinito de mi parabrisas.
Un ruido ensordecedor me alejó de mis pensamientos, un golpe seco sobre el lado izquierdo viró el coche que siguió su recorrido desplazándose inercialmente hacia uno de los lados de la calzada. El momento fue eterno, regresaron a mí las imágenes de una vida en segundos, los altibajos, las reyertas, lo positivo y algunas veces incoherente de mi estancia, qué como aquellas florecillas amarillas, daban un haz de luz suave, determinante para aquellos interminables segundos de dislate, al compás de un concierto de lacerantes latosos sonidos.
Sentí que algo salía de mí mismo, un desplazamiento de mis sensoriales aptitudes que iban alejando de su núcleo hacia el lado contrario sobre el cual se movía toda aquella materia estridente.
Un silencio comenzó a ahondar el momento, un agudo dolor intercostal, mis piernas entumecidas y mi cabeza virando otra vez sobre pensamientos ahora confusos enrevesados, y un líquido rojizamente pardo comenzaba a bullir desde el centro de mi abdomen, sintiéndome mojado, quizá con más dudas que humedad, dudas sobre certezas de las que había hecho causa, sobre las que había cabalgado convencido en razones inalterables, razones propias quizá ejercidas en forma egoísta, un balance atónito de rápido y cruel contenido me indicaba como principio un fin que coloreaba todas las imágenes del instante.
Sin precisar el tiempo transcurrido me adjudiqué una idea absurda: “Un ateo en el cielo”, pensé en lo inconmensurable del trance de sentir mis primeros olores mortales, olores conscientes de un nuevo nacimiento pero ahora en la muerte. Suave y despaciosamente entreabrí mis ojos en lo que supuestamente era el cielo que según cartel indicativo residía en alguna parte del continente europeo, más precisamente en Suiza. Leia apenas: SCHILLER, Swiss made, sonreí con unas pocas fuerzas convincentes y pensé en Frederick Schiller ese poeta alemán que tanto había costado adosar a mi preferencia literaria hasta que con su poema “Éxtasis por Laura” terminó por convencerme.
Quizá la blancura y asepsia del lugar me indicaban que estaba en el paraíso, sabía que el paraíso tiene siete puertas, dudé de mi perspicacia de saber cuál golpear, solo sabía que para llegar a él había que cumplir el protocolo de estar muerto.
Pronto entendí que Schiller era una marca de medidores de signos vitales antes que poéticos y que el cielo no estaba en Suiza sino en la habitación 106 de un hospital perdido en un valle rodeado de montañas. Así mi desvanecido cuerpo, no titubeó a instantes seguidos en percibir una presencia sobredimensionada, alguien que con su simple respiración cercana daba placidez a mi decaída vitalidad. Su mano sobre el borde izquierdo de mi cama y su sonrisa implacablemente cordial daban curso a la mía, que en un estado soñoliento agradecía en contagiosa correspondencia. Dormía y por momentos volvía a surgir desde las sábanas como el alter ego de mí mismo para manifestar mi consecuente permanencia a este mundo letal, volviendo a caer en aquel sopor inducido por la medicina y el estado de mi convalides. Sin embargo, Móris allí estaba, en medio de mis alegaciones de presencia soñolienta y mi ambiental y total desaparición.
Su presencia, esta vez, fue casi sin palabras, aunque lo que siempre simboliza
Móris (aún sin decirlo en palabras) despertaba mi interés y debía cumplimentar su pregunta buscando la respuesta que me era sugerida subrepticiamente, pero era su forma de hacerlo, con autoridad pero
sin que se note demasiado, creando intriga y nunca en forma insistente. Era como si su voz, fuera mi propia voz, la voz de aquel amigo invisible que vivía en la terraza de mi infancia, como si se
hubiera materializado para preguntar por mis respuestas, para responder por mis preguntas.
Esa tarde de accidente simplemente atinó a decir:
“solo lo provisorio dura y tú lo eres, eres provisorio, lo ocurrido es una contingencia, qué como todas las
contingencias, de mucho transitarlas se convierten en vida”.
NARCISO
Narciso, un ser mitológico símbolo de la belleza, después de haber rechazado a Eco, convertida en una voz condenada a repetirse. Se enamoró de su propia imagen reflejada en las cristalinas aguas de una fuente. En su contemplación absorta sobre sí mismo supo que jamás podría poseerse, esto lo condujo a la muerte. En el mismo lugar donde su cuerpo había caído sin vida, creció una flor; una flor que destila un bálsamo curativo: el amor siempre nos deja algo. Y aunque es bueno quererse, es mejor trasponer los límites de nuestra vanidad, desplazándolos hacia un sentimiento compartido.
PERDIENDO ESENCIA
La teoría darwinista se pierde en el registro de los tiempos, si alguna vez hemos sido cooperativos, si cazábamos para el grupo, si vivíamos en un mundo fraternal (no sin los altibajos de la convivencia) hoy el tiempo nos encuentra en la carrera por la pérdida de esa esencia inicial.
El pasado está condenado a no sufrir cambios sin embargo el futuro es incierto, siempre lo es, algunos, los que no están salpicados y promocionan una mejoría desde su perspectiva, la suya, la única que la distancia que sugiere su entorno les deja ver, insisten en que la mejora es sensiblemente clara. Otros en cambio, no sé si más realistas o convencidos de lo contrario, también por su entorno, que en este caso los imbuye sustancialmente en el ambiente en el que viven, ven al futuro con una especie de certidumbre asimilada a su presente. Ese que hemos de vivir por ser el tiempo que nos toca, pero un ejercicio futurista siempre ayuda para estar prácticos en materia temporal y en eso la literatura va en socorro de nuestro entendimiento.
La alineación de mis libros se acomodan en paralelo al desorden de mi vida, ordenada en sentimientos, lo contrario en todo lo demás. Sin buscar, la biblioteca me brindó un encuentro, mejor: un reencuentro, esta vez ha sido Herbert Gerorge Wells con "La máquina del tiempo" que me inció en la práctica, subjetiva sin duda, de ejercitar futuro.
Wells crea el personaje EL VIAJERO que a su vez inventa una máquina que viaja en el tiempo, la desición de viajar al futuro lo instala en el año 802.701.
En la continua búsqueda por saber más, el viajero como humano, ejercita la pregunta del ¿Porqué? y en su imaginario quiere, desea que el avance cronológico muestre mejoría y prosperidad concentrado
en la esencia que contiene lo fraternal, esa unión de seres empecinados en la optimización de una sociedad mejor. Conecta así íntimamente con la sublime pretensión de encontrar una sociedad en
plenitud de su desarrollo y aparece ante sus ojos un mundo habitado en su superficie por seres hedonistas: los ELOI, seres pequeños, bellos y gaciosos pero a la vez débiles y superficiales.
Los ELOI viven en forma despreocupada, sin trabajar, alimentándose de frutos, sin indicios de enfermedad, jugando y amándose. Cuestión esta que lleva al protagonista a comprender lo acertado de su intuición al conjeturar que la sociedad ha concluído en un desarrollo pleno donde el dominio de la naturaleza y la falta de necesidad exime a los sexos de especialización alguna.
El viajero supone entonces que ese ha sido el destino de la humanidad, producto de la resolución de sus problemas existenciales. Pero claro, las historias humanas nunca son tan simples o lo son hasta que perforamos su interior. Descubre que la vida de los ELOI se encuentra signada por un profundo miedo al subsuelo y a la oscuridad. Debajo de la superficie donde víven comunicados por sendos agujeros hay otra vida dominada por siniestras criaturas, los MORLOCK, segunda rama de la especie humana que vive en las tinieblas subterráneas y aparece en la noche en busca de su alimento: los ELOI.
Los MORLOCK, a diferencia de esos seres gráciles vegetarianos e inofensivos, se caracterizan por su fealdad y ferocidad. Seres blanquecinos, de ojos enormes y
sensibles a la luz producto de tanta brutal oscuridad. Carnívoros y con una dieta sujeta a su plato preferido, esos seres graciosos que viven en la superficie.
El viajero comienza entonces a intuir el error de esa visión superficial de su llegada y comprende cuan breve ha sido el sueño de la inteligencia humana. El futuro se convierte así ante sus ojos en
un presente inquietante donde existen dos razas que comparten en una particular simbiosis, un planeta extraño y desolado que ha sufrido catástrofes y transformaciones con un ténue reflejo de
humanidad que pervive en la continua pérdida de esencia a través del tiempo. La necesidad, rechazada durante milenios, convierte su nueva obra pero ahora desde la penumbra subterránea.
¿ Escribió Wells una novela de ciencia ficción ? Es verdad que traza una sombría visión del futuro de la raza humana, pero es toda una alegoría y en ella, en una supuesta exageración, tan supuesta como el tiempo por venir, pretende un llamamiento hacia los hombres constructores del devenir. El ejemplo de los ELOI en clara descendencia de los antiguos capitalistas ultraideológicos y los MORLOCK, los maltratados de hoy, quienes desde una subterránea penumbra acaban por dominar a sus antiguos opresores.
La máquina del tiempo trata fundamentalmente sobre la lucha de clases, marcando una profunda diferencia entre estas y previniendo el desenlace (simil al actual pero al revés) en un futuro lejano de un mundo poblado por dos degeneraciones, que habiendo perdido su esencia inicial, mutan en hombres y mujeres sin cualidades humanas y enfrentados entre sí.
Paraíso e infierno terrenal
Pablo, religioso, busca siempre un paralelismo con las cosas de la vida,
con las cuestiones de fe, todo lo ve reflejado en un abstracto mundo espriritual.
Un día después de larga espera en la puerta de un cine decide entrar y comprar una entrada, al intentar buscar dinero en su bolsillo cayò en la cuenta que no contaba con dinero suficiente para poder
obtener su billete. La negación circunstancial del acceso a la sala le hizo recapacitar en su posible ingreso al paraíso. Si en este mundo no le han dejado entrar al cine por no tener dinero, pensó
que cuando intente entrar en el paraíso no le dejarían entrar si no justificara obras buenas en su haber para permitírsele el acceso, buscó en su interior y al igual que el dinero, sus obras,
presumiblemente buenas, no aparecían. Así, Pablo entendió que su destino era el infierno.
Alguien se acercó a Pablo y le dijo que el paraíso no es un allá, es mas bien un aquí.
No se necesita acceder, se está en él de alguna manera por las circunstancias a las que pertenecemos. Lo más terrible del infierno dijo, es la ausencia del ser amado, la terrible soledad del amor,
ese es el infierno. El paraíso, por el contrario, es tal porque ella lo ocupa, existe porque existe el amor, sin ella, sin esa persona que vive por y para ti, no hay paraíso.
Instantes
Roca y cala, marisco y noche, almohada y deseo.
Una selva tropical en el centro de la ciudad, un recital de percusión y un domingo de sardana, la elección de un color y el sol que se pone rojizo en la terraza.
El desayuno y un avión, una obra de teatro y el cafe de las mañanas, un mercado de colores y el vino de la vida antes del almuerzo.
La cocina, los olores conservados desde la infancia, el laurel, el tomillo, el beso y la caricia, la cena y el amor sin avaricia.
El Hortelano y el Pincel, la música y un pensamiento de momento compartido.
La vela y el sofá, la rosa y el mantel. El color de tus ojos que se ajusta invariablemente a la sonoridad de mis palabras, tus palabras que son mis propios ojos buscando tu mirada.
Tus brazos, tu espalda y la oposición nocturna de nuestros cuerpos que en la mañana vuelven a mirarse.
Te quiero como siempre, pero te quiero como nunca porque el día ya termina y ayer es siempre menos.
SUEÑO
Eran las 6,15 cuando se despertó, quedó un rato mirando el cielorraso y como cada día a las 7 estaría de pie.
Para Román hoy era un día como otros pero no tanto porque por primera vez había intentado desde las 6,15 y hasta las 7 menos un minuto interpretar el sueño de la noche anterior. Los recuerdos confusos como se suelen mezclar en los sueños abrían posibilidades a cada acto imaginado que se subordinaba o quedaba retrasado ante otro pidiendo prioridad, así lo mandaba el subconsciente pensaba, pero igual el tiempo no cuenta, en un sueño puede pasar una vida, se acota a ese espacio atemporal donde la decisión le venía dada.
En la primera imagen, ahora imaginada se vio sentado esperando ante una mesa en una bar lejano de tumultos como único parroquiano aguardando, sentado allí solo a la espera, miraba sin ver, oía sin oír, lo importante era esa demora que parecía interminable.
Román por momentos parecía triste, la irresolución de aguardar, el temor (la esperanza) tardó un tiempo, tiempo de sueño en saber lo que esperaba, quizá otra vida mejor que la que tenía, quizá perseguía un sueño dentro del sueño. Pronto lo supo, la esperaba a ella, le costó articular un nombre solo leía su imagen imaginada, pequeños ojos brillantes, unas arrugas que suponen tiempo acompañando las comisuras de su boca. Unas manos agradablemente grandes y soñadas para el sueño. No pudo ahora recordar nombre alguno, pero el sueño volvió a retrotraerse por inimaginables preferencias soñadoras a momentos (una vida) antes de la espera, donde ella, antes de tenerlo sentado le había dado parte de su tiempo, la promesa de quererle aún más, una vida en completa armonía con sus cuerpos y sus almas, le había llenado de regalos inmateriales envueltos de esperanza
Abriéndose paso una nueva insurgencia, otra acción, Román intuía una mentira aunque no atinaba acomodarla, no supo si el tiempo fue pretérito pero pronto entendió que estaba bien sujeta entre la espera y las promesas, intuía que aquellas promesas se bifurcaban y que también tenían como dueños otros destinos, aun así no quiso pensar en el engaño, aquellos ojos no parecían capaces, como tampoco los suyos lo eran de una sutil percepción.
Volvió el sueño a instalarse en la espera como último remanso, se vio esperando, sentado a la mesa cercana a una ventana enrejada como recalcando su condición de eterno prisionero de la demora. Eran las siete menos un minuto y no sabía si realmente había imaginado o soñaba que soñaba.
(Explorar el pasado, evocando recuerdos desordenados)
“Hace ya muchos años que, de mi infancia en Combray, solo existía para mí la tragedia cotidiana de acostarme. Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso tomar, contra mi costumbre, un poco de té. Dije que no, primero, pero luego, no sé por qué, cambié de opinión. Mandó a comprar uno de esos bollos pequeños y rollizos que se llaman magdalenas, y que parecen haber sido moldeados en las valvas con ranuras de una concha de Santiago. Pronto, maquinalmente, agobiado por el día triste y la perspectiva de otro igual, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había dejado reblandecer un trozo de magdalena. Pero, en el instante mismo que el trago de té y migajas de bollo llegaban a mi paladar, me estremecí, dándome cuenta de que pasaba algo extraordinario. Me había invadido un placer delicioso, aislado, sin saber por qué, que me volvía indiferente a vicisitudes de la vida, a sus desastres inofensivos, a su brevedad ilusoria, de la misma manera que opera el amor, llenándome de una esencia preciosa; o, más bien, esta esencia no estaba en mí sino que era yo mismo. Y no me sentía mediocre, limitado, mortal. ¿De dónde podía haberme venido esta poderosa alegría? Me daba cuenta de que estaba unida al gusto del té y del bollo, pero lo sobrepasaba infinitamente, no debía de ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía? ¿Qué significaba? ¿Cómo apresarla? [...]
Y, de repente, el recuerdo aparece. Ese gusto es el del trocito de magdalena que el domingo por la mañana en Combray (porque ese día yo no salía antes de la hora de misa), cuando iba a decirle buenos días a su habitación, mi tía Leonie me daba, después de haberlo mojado en su infusión de té o de tila. La vista de la pequeña magdalena no me había recordado nada, antes de probarla; quizá porque, habiéndolas visto a menudo después, sin comerlas, sobre las mesas de los pasteleros, su imagen había dejado esos días de Combray para unirse a otros más recientes [...]
Y desde que reconocí el gusto del trocito de magdalena mojada en la tila que me daba mi tía (aunque todavía no supiera y debiera dejar para más tarde el descubrir por qué ese recuerdo me hacía feliz), en seguida la vieja casa gris, donde estaba su habitación, vino como un decorado teatral a añadirse al pequeño pabellón que estaba sobre el jardín ...”
Marcel Proust, Por el camino de Swann,
No pensé nunca que me iba a aficionar al intento de investigar la intrínseca conexión entre aroma y sentimiento, aroma memoria sentimiento, pero así fue, en forma inconsciente al igual que lo que llevamos a cabo al inspirar, así mi vida fue virando como el tornasol que cambia de color como la vida cambia de momentos.
Quizá el escepticismo respecto a ciertas verdades mundanas, la banalidad o esa forma tan subjetiva que tenemos de vivir a veces la vida no me había llevado a captar el contundente valor de las cosas que subyace muy dentro de ese aparente visión circunstancial que solo define apariencia. El aroma, el olor, el perfume o la fragancia nos llevan, como en el caso de la magdalena de Proust, a conectar con momentos ricos en sentimientos, no es que me hubiera empecinado, fue Yanela la que me llevó a la situación de confiscar sentimientos a través de la memoria incitada por aquellos aromas que se ven reconocidos en el tiempo y en algún lugar que nos es familiar.
Sucedió como suceden invariablemente las cosas que pasan en la vida, esta vez y aunque fue con el oído, el repiquetear del tintineo comenzó a brindarme una especie de alegría momentánea, quizá también hubiera relacionado en aquel momento el suave tintineo con Almiranta, la vaca de mi abuelo que hacía sonar su cencerro al tiempo que buscaba la mejor hierba.
Esos domingos un poco abúlicos, caminaba por la Av. Sao Joan y al llegar a Ipiranga me detuve en la esquina norte/sur, viré la cabeza y leí atentamente Esquina MPB, mi corazón latió rápidamente y aunque debo decir que no fue por el olor, porque aún no me impregnaba la idea, mi corazón se inclinó hacia la poesía invocando la música popular brasilera, estaba en el Bar Brahma. En la terraza, en medio de aquel murmullo encontré un lugar donde sentarme a espaldas de una mujer infravalorada en cuestión de importancia por el mero hecho de una impronta momentánea, solo pude confirmar que era rubia…rubia y solitaria.
Pregunté al camarero que podía aconsejarme para ese mediodía de domingo. Me informó amablemente: “puede experimentar iguaria bahiana, por ejemplo BOBÓ DE CAMARAO preparado con aceite de dendé y leche de coco” que era lo que le acababa de servir a aquella señora rubia…Insistí en algo más lugareño, me dijo”. Pues…FAVORITO DE CAUBY, un picadillo de filé mignon con base de cerveza negra, arroz, farofa y pastel de banana” Me gustó lo de farofa, me recordó a Minas Gerais y ese fue mi plato de domingo.
Mientras esperaba, bebía cerveza y leía en aquel cardapio….”Alguma coisa acontece no meu coraçao – Ipiranga y Sao Joao –“Fue cuando comenzó el tintineo, una suave armonía momentánea producto del choque de metales, no logré mirar con detenimiento porque provenía de una sonoridad que estaba a mi espalda, pero mi empecinamiento me hizo decantar la verdadera razón. Aquella rubia cubría la mitad de su antebrazo con pulseras metálicas, cada vez que bebía un sorbo cerveza, las pulseras lograban un parangón inconsciente con la Almiranta y me llevaban y retrotraían del pasado al presente.
Ensimismado tal cual es una situación constante en mí no me percaté de la llegada siempre auguiriosa del amigo que no veía hacía muchos años. Otto Vianello, un italiano que había conocido en Paris y que residía en Sao Pablo y que casualmente era asiduo al bar, me avisaba de su presencia con sus dedos en mi cuello para llevarme a un abrazo de esos que solo los italianos saben improvisar… ¡Mamma mía! ¡Moranguinho! Acabó diciendo..
¡Uff años que no me llamaban así!
Mientras se sentaba frente mío y ordenaba una cerveza, había empezado a conversar de viejos tiempos, de la compra frustrada de aquel negocio en el Balneario Camboriú que nos había comulgado en una amistad duradera.
¡Noites mágicas! Repetía incansablemente…
Sin embargo y aunque hacía años que no nos veíamos, me parecía que no estaba concentrado en aquella conversación de recuerdos, es más, en forma constante torcía su cuerpo lejos de la perspectiva de mi persona y observaba por momentos a mis espaldas, no lo hacía todo el tiempo, pero su desplazamiento era algo constante.
¿Te interesa la rubia?
- Quizá, amico, contestó en su lengua casi olvidada.
De pronto y fiel a su estilo, se levantó repentinamente, me dejó de lado y se quedó parado al costado de la intrigante rubia…
- ¡Yanela! Dijo sorprendido Otto Vianello.
La rubia se levantó cual resorte, abrazó a Otto Vianello y le dijo:
- ¡Nicascio!
- ¿Nicascio? Dije sorprendido
Acto seguido, me cogió del brazo, me hizo sentar frente a la rubia y dijo:
- Yanela…Alexis, Alexis…Yanela
- Insistí… ¿Nicascio?
Otto Vianello sonrió.
Me contó que Otto y Vianello eran los nombres de sus abuelos, el Alemán y el italiano y que en los tiempos que nos conocimos se hacía llamar así pero que su verdadero nombre era Nicascio.
Estuvimos conversando los tres hasta altas horas de la tarde, se mezclaron recuerdos, ficciones, vivencias, frustraciones. Fue muy interesante, además de ponerle nombre a aquella rubia que verdad era como una Yanela, me gustó cierta coincidencia con ella, porque era más que aquello que se podía ver en ella, mucho más. Sin embargo no captaba muy bien la relación que unía o había unido a Otto… bueno a Nicascio con Yanela, así que opté por no demostrar demasiado interés aunque creo que mis poros destilaban ansiedad de saber más sobre aquella persona que emanaba un intenso olor a mujer asimilada a mi estilo, ya no oía el tintineo, ahora estaba atrapado en sus pequeños ojos brillantes. No pude discernir en el momento si Nicascio lo hacía por favorecerme, por alguna ocupación contractual o por haber captado esa inconfundible manera de expresarnos de los humanos cuando nos interesa alguien. Lo supe, pero no fue en aquel momento. Lo cierto es que Nicascio se levantó de su silla, nos saludó efusivamente y se fue so promesa de volver a encontrarnos en algún otro momento.
- Fue agradable, atinó a decir y se fue caminando por avenida Sao Joao
Yanela y yo nos quedamos sentados conversando y logramos tender un puente de comunicación como pocas veces se logra construir entre las personas, fue un momento donde las expresiones se confundían de tal manera que ni yo ni ella sabíamos si lo que decía el otro era realmente la palabra propia expresada desde otros labios, los gestos, aquellos deliberadas manifestaciones de pudor y erotismo nos envolvían con movimientos de manos y sonrisas de miradas.
Llegó el momento de la despedida, caminamos unas calles y luego nos saludamos. Yanela se acercó a mí, nos besamos discretamente y su aroma penetró en mi subconsciente buscando un lugar donde alojarse. Es curioso que logremos guardar en forma inconsciente la información relacionada con el tacto, el olfato y logren penetrar en los hemisferios cerebrales. El sentido del olfato es de verdad intrigante, enigmático, involuntario y difícil de describir. Yanela se dejó ella misma instalada en mí y desde aquel instante para siempre detonando su fragancia en los momentos más inverosímiles que nunca se eligen, vienen como desembocaduras fluviales y se desplazan a su antojo proponiendo en no olvido de aquello que es parte de uno mismo.
El paso de las horas desde aquel día estaban hechos de calcular no calcular el tiempo sin verla, la alquimia de intentar adivinar la ilusión desde el otro lado o quizá la desesperante indiferencia. Con todo y ante aquella situación embriagante de galanteos, olvidé, olvidamos establecer continuidad, ninguno, ni yo ni ella nos quedamos con un número de teléfono, inverosímil pero real así como mi desesperación por buscar el hilo conductor que me lleve a un nuevo encuentro.
En forma urgente llamé a Otto Vianello, después de buscar en antiguas agendas su móvil, logré dar con él.
- Hola, ¿Otto Vianello….Nicascio?
- Yo mismo…Hola Moranguiño!! ¿Cómo vas? ¿Cómo te ha ido con Olhype?
- ¿Olhypé? ¿Pero es que nadie se llama como dice que se llama?
- Perdona, con Yanela
- ¿Por qué has dicho Olhypé?
- Bueno…Yanela ha sido una compañera de infancia y luego me convertí en su confidente, en su amigo, nunca hubo más que eso entre nosotros. Cuando pequeña, Yanela era la más alta de la clase y le decíamos ojos pequeños, pies grandes, olhypé. Los vi muy ensimismados y me hice a un lado, espero que la hayan pasado bien.
- Te llamo porque olvidé pedirle su número de teléfono
- ¡¡Vaya con Casanova!!
- Lo sé, ha sido un error, aunque debo decir…compartido, lo cierto es que quería saber si tenías su número.
- Lo siento my friend, el encuentro del domingo con Yanela y contigo fue enteramente casual, hacía mucho que no la veía y obviamente a ti. No tengo contacto alguno con Yanela, aunque ella es inteligente, si siente que puede haber algo más contigo, te buscará. Por cierto, menos mal que has llamado, tampoco tenía tu teléfono, pasó mucho tiempo…volveremos a vernos, al menos eso espero. Ten paciencia Alexis, habrá una segunda vez. ¿Te ha contado algo?
- ¿Debía haberlo hecho?
- No…bueno, digo….
- A ver, dime lo que no quieres decirme
- Pues, no puedo. Los dos sois amigos y si ella no te ha contado nada…yo he sido su confidente y no puedo decirte nada que ella no te haya dicho. Lo siento Alexis, lo mismo le diría a ella sobre un asunto que me hubieras contado.
- Pero….
- No hay nada malo, es una confidencia.
Entre mi desconcierto y sus palabras, nos despedimos y me senté sobre la cama como en una nube de esperanza, suavemente y casi distraído, me dormí hasta que el sol obligó a mis párpados a entreabrirse.
En enero, esperaría febrero, un salto a marzo y ni noticias de Yanela. No sabía cómo hacerlo, el desconcierto se había juntado con el desgano y los grises se convertían en negros muy a menudo. Eso hizo que improvisara una estrategia. ¿Y si Yanela fuera asidua al Bar Brahma? Decidí entonces a partir del segundo domingo de marzo, dar presencia en el bar, en la misma mesa de ser posible y a la misma hora todos los domingos restantes hasta poder dar con ella. Una estrategia un poco vaga, sin sustento, pero al menos dilataba mi maltraída esperanza. Domingo tras domingo a la misma hora que aquel día, me sentaba y hasta mis movimientos, mis bebidas fueron desesperadamente rutinarias, abúlicas, sinsentido. Después de casi tres meses, promediando mayo casi había agotado la paciencia de mis esperas, un domingo, el que había decidido que era el último de antemano, mientras me dirigía hacia el bar y sin saber porque, cambié mi rumbo, ya no dirigía mis pasos hacia Sao Joao e Ipiranga, solo caminaba en sentido de una vaguedad no calculada, algo como abúlico e impersonal, no sé si era yo el que se desplazaba u otro que zigzagueaba sin sentido hacia un lugar desconocido.
En una toma de conciencia sobre lo que hacía, fui tomando nota mental del trayecto, caminaba por una calle llamada Duque de Caxias, viré en Consolaçao hasta la avenida Brasil hasta llegar a la plaza California decidí entrar en el bar Da Praça, un pequeño y acogedor bar que tenía un aroma cultural, cuadros y libros denotaban su carácter, me sentía en una pequeña parte de mi mundo. Pedí un café largo y sin azúcar. Fue entonces cuando vi una información que estaba sobre la barra cercana a mi mesa, me acerqué tomé un folleto que publicitaba un lugar llamado Baró. Decía literalmente “Galpao, espaco dedicado a artistas das décadas de 1970 e 1980, mostras excluisivas e inéditas” Rua Barra Funda 216. Terça a sexta, das 10ás 19h, sábado das 11h asl 16h. tel (11 3666 6489) Constaba un mapa y estaba a ocho calles. Pagué y me dirigí hacia el lugar.
El Galpao es un lugar amplio con divisiones circunstanciales donde exponen varios artistas contemporáneos. En la entrada hay en un costado una especie de mesa redonda con diferentes books pertenecientes a pintores y escultores que exponen. Divisé dos de los cuatro que tenían presencia pictórica en la sala, también había un plano de situación.
Juarez Machado, me pareció interesante, un pintor de Joinville que, aunque vive en Paris tiene un estilo art Deco/Figurativo. Me sedujo la idea de contar historias románticas, sexo y seducción que subyacen en la vida nocturna de bares, clubs y fiestas elegantes. La elegancia vestida de transgresión que sucede con las manos bajo la mesa. Bajo uno de sus cuadros rezaba: “El arte para mí es tratar de encontrar mi propio tamaño, mis límites en el pasado, mis medidas en este, mi espacio en el futuro”. El segundo pintor de mi elección fue Fabio Baroli, que aunque vive en Río, es nativo de Minas Gerais, tiene mucho de erótico e impone su deseo de provocar otras emociones más íntimas y cercanas. Lo extraño en este caso fue que Baroli, nacido en 1981 nada tiene que ver con 70/80. Fue en un cuadro de este pintor donde me detuve más tiempo, quizá por el título para empezar porque toca las fibras de lo que no se ve y en definitiva es lo que me gusta. “En la intimidad uno se angustia” era el sugerente nombre del cuadro impactaba la semidesnudez de una mujer que aporta su calor corporal y deja sus piernas entreabiertas bajo las faldas. Allí quedé y me acerqué lo bastante para mirar algo en el cuadro, algunos, los más se alejan, yo neófito, hice lo contrario, más me acercaba más parecía ver.
Una voz detrás de mí dijo:
- No es una mancha.
Enrojecí de pronto. Viré y el calor del cuadro trasuntó mi cuerpo. Era ella, Yanela. Casual causal que llenaba de color y vida el momento más allá de la muestra pictórica. Nos quedamos mirándonos por un instante eterno, sin palabras, solo nos mirábamos y sonreíamos hasta que sonó un móvil que hizo perder ese efecto ilusorio cambiando por una cruel realidad también momentánea, algo fútil quizá que nos alejaba del sueño. Yanela cogió el teléfono de su bolso.
- Hola, si, si ya está, estoy con él, gracias, luego hablamos. Nicascio que me daba tu teléfono
- ¿Justo hoy?
- Es que…Creo que fue un error de los dos, y yo no tenía el teléfono de Nicascio…
- ¿Y cómo?
- Es que llevo meses buscando un contacto que lo conoce y que de seguro tenía su número de móvil y ayer pude dar con él, estaba en Paris y volvió justo ayer.
- Supongo que los mismos meses que yo te busco en guía, que voy al bar los domingos…
No sé si fue retomar o fue algo así como si aquel domingo hubiera sido ayer y hoy lunes nos viéramos por segunda vez. Lo cierto que había en un principio una cierta confirmación de la sospecha. La primera vez que la tuve en mis brazos tocarla fue como llegar a casa. La maravilla de la sorpresa una y otra vez, ¡teníamos tanto que contarnos! Pero era todos los días, todos los días había aportes, descuidos y abundantes sesiones de miradas y presencias aún sin estarlo, sin estar presente, sin la cercanía de los cuerpos, aún estábamos juntos. Las primeras semanas por algunos momentos intentaba hacerme a la idea que era algo momentáneo, una especie de coraza anti sufrimiento que nos inventamos creyendo que eso nos salvará. Pero con el paso del tiempo esa idea “protectora” desapareció y quedé a la merced de los acontecimientos que me sobrepasaban.
Hacer el amor con Yanela era algo continuo, el acto en sí, el sexo era como mirarse, tomarse de la mano, caminar; a la vez que mirarse, tomarse de la mano, caminar era hacer el amor, hacerlo a diario, en nuestras conversaciones, en la cocina cuando Yanela pedía permiso para sazonar mi salsa, cuando yo agregaba perejil a su tostada con tomate.
Yo vivía en un pequeño apartamento cerca de la Av. Sao Joao, Yanela tenía su casa en el barrio Perdizes y era donde estábamos la mayor parte del tiempo. Todo en Yanela me atraía, su forma de decorar, de proponer ambientes cálidos, luz difusa, su comida….su forma de amar porque amar era la forma misma. Fueron los tres meses más maravillosos de toda mi existencia. Tres meses. Solo tres. ¿Cómo sucedió? Así como así. Yanela un día desapareció sin dejar vestigio, sin mensaje, sin despedida. Infructuoso fue llamarla, ir a su casa, estar horas en los aledaños. Yanela me rompió el corazón en mil pedazos. Me sugerí a mí mismo aquello de amar sin ser amado pero no entendía la circunstancia porque lo que emanaba no era eso, sino el mismo flujo que circulaba de ida sí, pero también de vuelta. Volvían a pasar los meses sin mí. Yo ya no era yo. Tomé una decisión, dejé la vida en la ciudad y volví al pequeño pueblo que fue mi residencia durante muchos años. Volví a Itajaí, el pequeño pueblo pesquero me había cobijado desde los 80, muy cerca a pocos kilómetros del Balenario Camboriú tenía amigos que terminaron regenteando una disco. Encontré un pequeño apartamento con vistas en la playa Buraço y allí viví durante años. Volví, pero alejarse a veces no soluciona el problema, solo que cambiar de ambiente ayuda.
La escritura, la lectura, siempre han salvado los momentos más álgidos y me ayudaba a acompañarme de mi mismo, es una introspección constante que ayuda a verbalizar nuestros vacíos, sentimientos. Un intento es una aventura así que el mío, el de alguien que escribe cuentos intentar escribir novela es complicado, pero en esa complicación se encuentra el gusto y la forma de evadirse y de no pertenecer por momentos a este mundo letal. Consciente de que la novela solicita del autor información, comencé a escribir sin preocuparme sobre lo que iba escribir, solo me dejé llevar, siempre es así, cuando uno se adentra, luego necesita la información para después, si ficciona, cambiarla a su gusto, después de todo, escribir es definir un estilo, el propio. De todas maneras y aunque internet ayuda, era necesario para mí, oler libros, así que me tenía que desplazar hacia bibliotecas y poder tocar, oler e imaginar de otros autores consecuencias de sus escritos.
Habían pasado dos meses de la huida de Yanela, ya no pensaba todo el tiempo en ella, pero pensaba, la imaginaba aún cocinando y riendo a mi lado. Decidí entonces consultar la biblioteca que más tuviera que ver conmigo. La biblioteca Albertina Ramos de Araujo, una biblioteca nominada como nostálgica, allí una antigua casa de dos pisos guarda en sus estantes la historia viva del mundo. Apenas 90 kilómetros me separaban del lugar, llegué a Sao José y pronto estuve en la Rua Padre Macario 10, lugar de la biblioteca. Entré y comencé una búsqueda sin guía, abría y cerraba libros sin saber que buscaba, cuando lo encontrara sabría que estaba buscando.
“Le Rouge et le Noi” de Stendhal, una novela de fines del siglo XVIII que mostraba una Francia borbónica y un poder omnímodo del ejército (rojo) y del clero (negro) fue la pista, pero no fue esta novela la que me llevó a considerar ciertas situaciones que sentía como propias. En la novela, una de las amantes de Julián Sorel, Madame Renar, era dada a la lectura de ciertas novelas románticas y había una especial que simbolizaba su momento, el de ella y el de su amante Julián. La novela en cuestión estaba escrita por Jean Jaques Rosseau, originariamente titulada “Cartas de dos amantes”, habitantes de una pequeña ciudad a los pies de los Alpes y se inspira en la historia de Eloísa y Pierre Abélard, incurriendo en una sublime entrega que poco a poco sobrepasa la pasión amorosa. La obra habla sin duda del amor, pero instala una teoría filosófica con la que Rosseau explora valores morales dando preferencia a la ética. Me interesó la perspectiva que brinda el amor cuando salta vallas que nos presenta la sociedad. Una joven noble enamorada de su preceptor de origen humilde y que obliga a las partes a amarse en secreto. La novela es epistolar y aunque las primeras ediciones la daban como “Cartas de dos amantes”, el libro tuvo su consagración como “La nueva Eloísa”.
Volví y a la mañana siguiente en la estrecha calle que me separa del mar, se encontraba un coche azul y de pie, junto a él la mujer que, como en un gráfico de ejes cartesianos, había curvado en forma de parábola descendente una vida colmada de esperanza. Caminé hacia ella y permanecimos paralizados en una mirada eterna caracterizada por un grito mudo de impotencia y un lo siento en la mirada. Caminamos por la arena, nos detuvimos sin mediar palabra mirando el mar. Sentados allí, Yanela giró su cuerpo hacia el mío dejando el mar a un costado y me obligó a imitarla. Sin dejar de mirarme ni por un segundo comenzó diciendo:
- Te contaré que ha pasado, lo que pasa y un poco la historia de mi vida
- La verdad es que no llego a comprender como…
- Te pido, eso sí, no me interrumpas, está en mi ánimo poder dar transparencia al cómo y porque he actuado como lo he hecho.
El énfasis y su determinación me fueron preparando para escucharla mientras me internaba en la sinceridad de esos ojos brillantes que hacía mucho no me dejaban dormir.
- Siempre he sido menos sana de lo que parezco. Durante mi adolescencia sufrí una enfermedad rara que aunque no duró mucho fue premonitoria de otra que me hizo aborrecer mi nariz. La bromhidrosis tiene que ver con el olor corporal y aunque se considera rara, en mi caso fue solo el comienzo de la rareza. De todas formas con el paso de los años desapareció sin más, siempre supuse que mis glándulas sudoríparas iban al ritmo de mis hormonas pero según me pareció se fueron autocontrolando. El problema y el colmo de la rareza me llegó después con casi treinta años comenzó a evolucionar en mi un estado inconsciente de emociones rescatadas del pasado que se fue exacerbando con el tiempo. Lo cierto es que ni siquiera es considerada enfermedad y solo hay un puñado de médicos especialistas dispuestos a tratar algo que nadie trata, entre ellos se encuentra el Dr. Mistakis que es mi médico hace más de 20 años, reside en las afueras de Paris y ya hace un tiempo que cuando me atiende me recibe en su casa, él y Teófila, su mujer han sobrepasado lo profesional y…soy, se podría decir una amiga de la familia. Y es justamente donde he estado este tiempo en que nos dejamos de ver, de allí vengo, de Paris.
Como es de imaginar, intentaba comprender mi padecimiento pero es compleja la comprensión cuando no se tiene ni idea de las causas. Solo Mistakis y sobre todo en los primeros momentos pudo darme un poco de luz más que nada con su trato afable y comprensivo mucho más que con su saber hacer.
Los olores son una mezcla compleja, una combinación de diferentes categorías. No tuve en claro nunca si predomina lo físico o lo psíquico aunque me inclino más por lo segundo, creo que la fascinación en los humanos está íntimamente ligada a sensaciones, emociones y experiencias. Los olores, atraen y repelen, son parte del cortejo, establecen atracción o quizá alarma. Lo cierto es que el olor es un estímulo y en él hay una especie de reconocimiento de algún momento ya vivido. Mi problema Alexis es que, si bien conviven tanto los momentos de felicidad con aquellos que los que sufrimos, estos últimos me aniquilan como persona. El hecho en sí es que hay aromas, una mezcla de ellos o quizá uno determinado que me conduce a momentos aciagos, mis receptores olfativos remueven lo que está instalado en mi memoria y eso me lleva a una depresión que tardo en controlar días, a veces semanas. La intensidad del aroma no solo es fuerte sino que termina en una descripción y apreciación, ambas inconscientes. Hay cosas que fui aprendiendo con el tiempo, el umbral que es la concentración mínima que percibe el estímulo en mi es revelador de lo que me pasará seguidamente después de pasado dicho umbral.
Como comprenderás, me fue difícil explicar esta situación a la persona con la que estaba viviendo el idilio que ha marcado mi vida. Entiendo que las cosas se deben compartir, sin embargo estando en mi lugar y ante el miedo diario que volviera a suceder, a llegar al umbral y tener que desaparecer de improvisto…
- Lo has hecho, has desaparecido sin más
- Sí y no. Lo que hice fue paradójicamente al revés, comencé a sentir que me faltaba algo, que ya me había acostumbrado a que me sucediera que algún aroma alcanforado, floral, frutal me llevara al intento de desertar de tener una vida normal. Me fui sí, desparecí pero me fui corriendo a Paris para exponerle a Mistakis la preocupación de no estarme sucediendo lo de siempre, casi podría decir que extrañaba mi infelicidad, ese llegar a ese umbral que me llevaría inexorablemente a situaciones caóticas que ya eran parte de mi vivir. Mistakis con su infinita paciencia me hizo todas las pruebas, hasta me expuso a fragancias como ambergris que es una fragancia que de origen animal y al alcanforado pero con resultados neutros. Un día, después de cinco semanas de análisis y comprobaciones Mistakis me dijo en el desayuno:
- Yanela, he estado pensando y revalorizando toda tu historia clínica, me gustaría que esta tarde vayas a mi consultorio y hablemos tranquilamente.
Intrigada, inconsciente pero esperanzada, Yanela estuvo a las tres en punto en el consultorio.
Al entrar se percató que aquel médico, su amigo, la esperaba sonriente, sentado y pulcro al frente de su escritorio y mientras la miraba y la invitaba a sentar, decía:
- El Dr. John Amoore fue quien propuso la teoría de la mezcla de categorías olfativas, y en ti se daba esa circunstancia muchas veces de una conjunción de aromas. En realidad cuando llegaste a mi consultorio en aquellos años yo navegaba en el sistema olfativo como quien se compra una barca nueva y sale al mar, tu ayudaste a mi mejor comprensión de los problemas humanos que debemos tratar los médicos. Querida Yanela, toda tu enfermedad, si se le puede llamar así, tiene un tinte muy elevado de psicosomático, en realidad habiendo estudiado más que tu historia clínica, tu historia como persona, he llegado a la conclusión que tu infancia pubertad y madurez tienen un síntoma que es el enclave de mi diagnóstico. La falta de amor ha sido la clave de la mayor parte de tu existencia, querida Yanela, el tiempo que has vivido en un idilio permanente ha sido la clave de tu cura, si tengo que extender una receta yo diría que regreses cuanto antes al lado de la persona con la que amas y con la que llegaste a la posibilidad de sentirte como una extraña en ti misma por faltarte el connato de la infelicidad. “El amor no tiene olfato ni nariz el corazón” es el título de una novela interesante que he leído hace poco y que deberías leer. Aunque tu estado sea la incredulidad, querida mía, estás curada.
- Las palabras de Mistakis que aún resuenan en mí, fueron las que me trajeron hasta aquí.
Los ojos de Alexis no dejaron nunca de estar atentos a las necesidades de Yanela, el paso del tiempo lejos de convocar el habitual desgaste, ha logrado afianzarlos más en la relación. Hablan mucho pero cuando no lo hacen sus miradas, sus gestos son el mejor acabado de ese amor que impregna el aroma de la casa.
Hoy leyendo
AROMAS DEL TIEMPO
Los que escribimos hemos sido grandes lectores, aunque va mermando con los años la actitud, siempre hay algo interesante que nos mueve en una búsqueda, a veces hasta casi inconsciente, de pensamientos pares u opuestos. Leemos, releemos porque es el sentido de escribir, leer, iniciar un monólogo interior, volcar nuestra propuesta, lo que pensamos, que es verdadero sentimiento puesto en letras.
Hoy leo un pequeño libro que llegó a mis manos causalmente porque la casualidad no tiene nada que ver con entrar a una librería y obtenerlo. Este pequeño libro cuyo nombre es AROMAS DEL TIEMPO, es obra de un autor coreano nacido en Seúl, Byung - Chul Han, quien es profesor de la Universidad de las Artes de Berlín.
El mensaje de Han es recopilatorio de actitudes que nos han llevado a un cambio acelerado de esta sociedad exultante de modernidad. Esa modernidad que nos quita tiempo, lo acelera; se ha perdido el arte de desmoronarse al más puro estilo Proust, no hay intervalos entre los instantes desmereciendo así al tiempo en su sentido. Así todo va de carrera, los objetos devienen en efímeros en un mundo desintegrado. En la secuencia de instantes, el tiempo en sí pierde la duración, tan importante para el transcurso de este y se vuelve, se ha vuelto impermanente. La vida acelerada, la rapidez en vivir experiencias, en transitar lo raudo que nos aleja de lo meditado.
Los que estamos preocupados en el alargue en pro del disfrute, nos da por pensar, interpretar, convencernos en no estar de acuerdo o sí, intentamos eternizar el instante para no vivir en esta sensación acelerada de un paso temporal que da vértigo. La obsolescencia inmediata de lo nuevo es producto de esa rapidez que no deja lugar siquiera a la perplejidad. El mismo presente carece de sustancia debido a lo transitorio y al cambio de un nuevo cambio. Nuestra retina no logra muchas veces una atención verdadera debido a la rapidez del envejecimiento acelerado de los fragmentos que pasan ante nuestros ojos. Han nos alerta que hemos perdido la facultad de percibir y apreciar el “aroma del tiempo” que va adosada a esa morosidad que plantea Proust en sus Caminos del Swann, justamente en su Búsqueda del tiempo perdido. Debemos recuperar duración, morosidad para recuperar ese aroma de ese tiempo esfumado en actitud. Se requiere demora, un camino en márgenes de lo contemplativo sin objetivos marcados, esa misma demora necesaria para el transcurso de ese tiempo requerido. Vivir raudamente en el intento de no perdernos nada, hace que perdamos la esencia de la vida, o sea nos abocamos a perdernos todo. Me quedo con una de las frases de Han:
“La vida gana tiempo y espacio, duración y amplitud, cuando recupera la capacidad contemplativa”.
El catarro me estaba poseyendo, el resfrío, lejos de desaparecer comenzaba a profundizarse y planear sus vacaciones entre tissues que iban entrando en el cesto a poco de haber sido abiertos. El desgano que procede a una enfermedad no deja, a pesar de todo, que se interrumpa mi estilo personal en inquietarme por descubrir cosas que, más allá de lo novedoso, me ayudan a una posible historia. Pensaba en Laura, no sé si es porque dispongo de tiempo o porque me estoy acostumbrando a su forma, a su respuesta, al juego que jugamos desde el primer día. Lo cierto es que entre esos enrevesados pensamientos, entre idas y venidas hacia la cocina, vigilando mi caldo de pollo, me entretenía leyendo por internet, más bien esquivando las noticias características que nos invaden día a día, La bolsa, Cristiano, los goles de Messi, la crisis, la guerra...esperaba algo mejor, claro todo estaba allí pero mi ojo experto ignoraba aquello que parece lluvia sobre lata y que ya no nos deja ni siquiera perplejos, lo malo se ha instalado para ser costumbre, pero yo, animal irreverente instalado en el desagrado, en descontento, insisto en que debemos buscar lo mejor, lo diferente. En eso estaba yo cuando leí algo que esta vez sí llamó mi atención, entre tanta noticia repetida, había algo en letra pequeña que asomaba como ese sol radiante en el comienzo de las mañanas, algo de esperanza aunque luego se nuble. El texto decía :"Estrategias para una propuesta" "Estar juntos no significa estar de acuerdo en todo, aun sin parecerlo, siempre estamos negociando para conseguir lo que queremos, lo que nos atrae. Si uno necesita decirle algo a ella o a él, debe hacerlo con la mayor naturalidad posible. Claro que siempre hay, por personalidad, quien prevalezca más que el otro, alguien con más labia o fuerza que trata de imponerse. Lo normal en cualquier caso es ceder en ciertas ocasiones (que no en todas) igualmente, sea como sea, hay cosas a las que uno no debe renunciar tan fácilmente, pero son cosas que están, que viven en nuestros tuétanos, de lo que estamos hechos, el porque somos así, que nos hace serlo. Quererse uno mismo y valorar nuestras capacidades es un seguro de vida en cualquier relación, es el aporte que podemos dar desde el otro lado. Valorarse y estar a gusto con nosotros, con nuestro físico es muy importante a la hora de la seducción, así que lo primero es creérselo, creer que somos magníficos ya que eso más tarde o más temprano se traslada. Elegir el momento, antes de cualquier solicitud, debemos tomar en cuenta el ambiente que sea el adecuado, no podemos abordarle de buenas a primeras, sin una antesala, ni interrumpirla para mostrar que lo que decimos es más importante que lo que dice ella. Debe haber una cierta relajación (aunque si fuera la primera vez que lo propones, se torna difícil) no debe haber estrés ni cosas por hacer, de esta manera se está más receptivo a escucharse. Debemos intentar que el lugar no sea común, digamos qué aunque sea común a los mortales, no lo sea para las dos personas intervinientes. La conversación quizá no verse sobre hechos importantes pero en medio de ella y en forma natural (camuflado) como si uno estuviera hablando del tiempo, se hace presente la propuesta. Con tacto y sin miedo, así se proyecta una buena estrategia. Las mujeres generalmente suelen poner en juego sus armas de seducción cuando quieren algo y casi siempre tiran de sus encantos y eso manifiesta su sexualidad. Pero la palabra es una de las formas de seducción más poderosa, claro que es importante lo que se dice, pero de igual calibre es la importancia del cómo se lo dice, la posibilidad de una respuesta negativa, puede producir un estado donde se vacila y eso modificaría seguramente el sentido de lo que pretendemos. Debemos tener en claro lo que queremos, y que no lo queremos por un bien individual, sino que el bien beneficiará a ambos, "los dos nos veremos beneficiados". "La forma es importante, impregnada de palabras dulces y un tono suave, evitando toda brusquedad y sin ser demasiado directo, después de todo eso dará el nivel de comprensión y receptividad que el otro tiene en ese mundo mágico en el que perviven mientras están juntos. El enfoque debe ser plural, no hay que pedir por uno, ya que como se dijo, el beneficio es para dos, no se debe mirar únicamente desde una perspectiva y que el otro vea únicamente una necesidad momentánea, si uno piensa en una modificación, en algo nuevo, positivo, que este cambio se manifieste por sí mismo en un bien para los dos. Llegados a esta circunstancia, dejar entrever al otro como se beneficiará al ceder a la petición". Al leer esto me pareció comprender que yo también debía tener una estrategia, me sentí igual de enfermo, pero con ideas renovadas, bueno, la verdad es que el caldo también hizo lo suyo. Volví a mi pensamiento inicial: Laura, cavilé en la mejor forma de decírselo, buscar el momento y lugar adecuado, casi copiando el artículo, iría yo a por todas, subrepticiamente claro. Antes debía pensar que lo primero debería suceder es una mejoría, este catarro quizá no me deje ser del todo locuaz, necesito que se me entienda, que interprete la proposición. He pensado mucho en ello ya desde antes del caldo y no veo errores en mi estrategia, se lo diré el sábado, sí el sábado es un buen día y será de noche con lo que un poco de penumbra ayudará, por eso del ambiente. A pesar de todo debo confesar que no sería la primera vez que lo hacemos, por lo tanto quizá la propuesta adolezca del factor sorpresa, pero si la primera vez fue bien, no tiene porque no serlo esta segunda. Bueno, me armaré de valor, esperaré el momento oportuno y el sábado mismo le digo a Laura si quiere cenar conmigo.
Los amantes
El teléfono estaba sonando mientras Sarah en la otra punta de la casa no había llegado a cogerlo. Volvió a sonar...
- Hola
- Hola, ¿podría hablar con Roberto?
- Temo está equivocado de número, aquí no hay ningún Roberto.
- Lo siento, debo haber marcado mal el número
Eran las diez de la mañana cuando esa primera llamada, a las cinco de la tarde volvió a sonar el teléfono
- Hola (contestó Sarah nuevamente)
- Hola, buenas tardes, no sé si sigo estando equivocado o ¿puede usted comunicarme con Roberto?
- Ya le he dicho esta mañana que aquí no hay ningún Roberto, debe verificar el número, porque al que está llamando es erróneo
- Perdone Usted otra vez, no es mi intención molestar, pero es que lo he testado y es el número que Roberto me ha dado en oportunidad de haber estado con él en Madrid.
- Bueno, si que el prefijo es correcto ya que este número pertenece a Madrid, pero como le dije, no hay aquí ningún Roberto.
- Lo siento
- No es nada, buenas tardes
Los días eran tristes para Sarah que confirmaba su soledad cada mañana, la imagen de sus padres que ya no estaban, corroboraba que el último vestigio de compañía se había esfumado. Su carácter, forjado en la destemplanza, se había vuelto agrio, sus noches alargadas, sus días cansinos y sus cenas llevaban sus ojos a la mirada de un infinito perdido.
Su nostalgia tomaba dimensión en ciertos momentos cuando recordaba aquel noviazgo que dejó su alma sin pudores, tantos años de esperanza y luego el engaño se llevó lo poco que atesoraba, aunque ya no era relevante el recuerdo de aquel hombre, sino el simple estado de monotonía que le hacía recordar su compañía.
Sarah había nacido en una familia de labriegos, de esos que la dureza los convierte en esa forma de pureza donde todo se ve y se huele de antemano, hombres y mujeres acostumbrados a las faltas, pero que a su vez, emanaban con sublime sencillez, ese cariño irrenunciable a su entorno.
Pasados dos días de aquella llamada a un teléfono que ya casi era una parte más de los recuerdos, volvió a sonar
- Hola
Pasaron unos segundos, interminables segundos sin que del otro lado de la línea se escuchara una palabra por respuesta
- Buenos días, eh... mire, perdone pero...bueno no sé … es que yo...
- ¿Quién habla?
- Soy yo … digo, el que buscaba a un amigo …
- ¡¡Otra vez!!
- Lo siento, no quiero molestarla, pero su voz se me ha tornado familiar y …
- Escuche, voy a colgar, no me parece procedente la conversación
- Por favor, sólo un momento
La mujer calló por unos instantes, luego de ello dijo:
- Bueno, supongo que debe haber encontrado a ese tal Roberto
- Oh, ¡se acuerda! Quizá si le hubiera dicho mi nombre, también se hubiera acordado de mí
- Es la tercera vez que llama, ¡como para no acordarme!
- Julián, es mi nombre ¿y el suyo?
- Sarah (contestó languidamente)
- Mucho gusto Sarah
- Con hache al final
- ¿Me deja hacer algo?
- ¿Algo como qué?
- Adivinar
- ¿Adivinar?
- Si adivinarle la vida
- ¡Usted es como un niño! ¡Y un atrevido! Llama aquí por un número equivocado y ahora quiere adivinar mi vida
- Soy un soñador … ¿usted no necesita de sueños?
- Se pasó mi momento de sueños, ahora vivo en la más absoluta realidad
- ¡Mal que hace!
- ¿Porqué lo dice?
- Porque ya bastante dura es … la realidad como para que la tomemos sin la ilusión de un sueño. Un sueño que puede dejar de serlo sólo de insistir en ello, los sueños se convierten en realidad, ¿sabe?
- Esto me parece una pérdida de tiempo
- El tiempo al final es el que determina todo, el tiempo es el que marca la historia de una vida, el tiempo la limita …
Esta mañana, después de una noche de insomnio, al despertarme pude ver en los entresijos de mi ventana una luz que recorría las paredes de mi dormitorio, quizá ocurra eso todos los días soleados de mi vida, pero hoy era diferente, yo estaba atento, no dejé que fuera un día como otro, lo quise, lo presentí singular. Es como cuando uno pasa por un lugar todos los días y lo cotidiano lo vuelve desaprensivo, uniforme y en esa uniformidad se pierde el detalle, una de tantas veces, uno se para y eso hace que avance, como el aforismo: “ cuando me detengo es cuando más avanzo” y en ese detener comienza a ver cosas que lo cotidiano, lo repetitivo no deja apreciar, siente uno que es la primera vez que pasa por ese lugar, que se pierde cosas en tanta repetición. Por eso hoy he visto un día soleado distinto a tantos otros, quise verlo así, me detuve, lo sentí, lo quise todo para mí. Quizá la vigilia de la noche anterior me hizo comprender que no debemos tener una mirada imprecisa sobre las cosas que nos acontecen, aún las diarias, que debemos tener más presente, que respirar no solo es un acto necesario para nuestra vida, sino que esa vida es lo único que realmente tenemos y debemos sentirla, disfrutarla, aprovecharla, aprovecharla como yo hice en la mañana con el sol entrando por mi ventana, hacerlo, con todo el cuerpo, en toda su dimensión.
- Estoy perpleja, no me había detenido nunca en esos detalles, bueno, además creo que lo que más me está aconteciendo en este mismo momento es que no le conozco Julián, sin embargo lo escucho como se escucha a un amigo, a alguien que se conoce hace tiempo. La verdad es que en este momento pienso que me alegraría y mucho que haya encontrado a Roberto.
- Los detalles …, los detalles Sarah, son los que realmente importan, mi insomnio, mi desvelo patente en estos mis pensamientos tienen un fundamento. He pensado más de una vez sobre la fragilidad de la vida, sobre la rapidez con que dejamos todo esto, esas cosas a las que nos aferramos, tantas cosas inútiles pero a las que creemos importantes salvo en nuestro último momento de conciencia, allí se puede uno arrepentir, bien tarde de todo ese bagaje, que aunque no llevaremos, lo vemos en forma crítica. La llamé tres veces, pero esta última fue para sentirme como si fuera la primera, cuando desconocía que mi amigo, aquel de tantos avatares compartidos, el del instituto, el de juegos, el de algún negocio frustrado en este tiempo, ese que vivió mis ascensos y descensos y me animó siempre con su palabra, había dejado una carta para mí en su despacho diciendo las razones de huida de este mundo. Roberto ha muerto Sarah.
- ¡Ohh! Lo siento, de verdad que lo siento Julian, no esperaba yo …
- Su número telefónico se parece, solo que he cambiado un 9 por un 6, quizá si hubiera escrito el número bien, me habría dado tiempo de hablar con él, de convencerlo.
- Las cosas malas a veces traen con ellas cosas buenas.
- ¿Lo dice por consolarme?
- Lo digo porque estamos hablando hace un rato y su conversación, sus expresiones me han mantenido interesada gran parte del tiempo. No dejaré que me adivine una vida, pero puede que esto sea el punto de partida de una amistad.
- ¡Quiero verla!
- ¡Es demasiado rápido!
- ¿Cómo se mide el tiempo? El tiempo toma más valor en función de lo que nos resta, déjeme ver gestos, deje que me detenga como si hubiera pasado muchas veces ante usted y ahora me haya detenido en los detalles, en sus ojos, en su sonrisa. Deja que me sacuda la uniformidad de la repetición y que me pare a verte, a disfrutar de tu compañía como el sol de mi ventana.
- ¡Es una locura!
- ¿Crees que no lo sé? Vivimos en un mundo de locos donde ya lo que menos destaca es la locura.
- Pero nosotros, bueno puedo hablar por mi, soy una persona normal
- Por eso estoy de acuerdo al considerar un encuentro contigo como una locura.
- No sé …no sabemos nada el uno del otro, solo estamos conectados por un receptor, no tenemos imagen.
- Tienes mis palabras… ¡Magia! ¿Crees en la magia?
- Son simplemente trucos
- Como los sueños, pero nos ayudan a imaginar otra realidad, a ilusionarnos, a creer que todo puede ocurrir, y quien sabe, lo que soñamos puede convertirse en nuestra vida. Me gusta lo mágico. Mira hace unos días no sabía de tu existencia, sin embargo hoy me encuentro hablando contigo. Yo buscaba a Roberto, no a ti.
- Es verdad, pero soy aun la mujer invisible para ti, no sabes nada de mí, ni de mi vida
- Eso es lo que se ve a simple vista, pero no podemos quedarnos con que las cosas ocurran y si no ocurren dejamos todo como está, hay que aproximarse, hacer que las cosas sucedan, además ¿qué hay de la percepción?
- ¿Percibes algo en mi?
- Es difícil poder hacer indicaciones que resulten comprobables con nuestra teoría, sin embargo, puedo vislumbrar honestidad, no me pidas comprobaciones, he dicho que es una percepción. Aunque si quieres una comprobación respecto a otro adjetivo que apareció en mi mente : pasión, puedo decir que no has contestado las tres veces con un tono monocorde a mi requerimiento, a mi búsqueda. Digamos que las personas pasionales la demuestran en sus actitudes, tu segunda, bueno quizá más la tercera llevaba implícito un: ¡Oiga… porque no se va a tomar viento!
- ¿Y eso que quiere venir a demostrar? ¿Que soy pasional?
- Que no todo te da igual, que reaccionas tanto favorable como desfavorablemente con pasión
- Me estoy creyendo que tus libros preferidos son los de psicología, hasta seguro que es parte de tu trabajo.
- Nada más lejano. Soy arquitecto.
- Ah, te dedicas a hacer proyectos, construir edificios…
- No
- ¿Cómo que no? ¿Qué hacen los arquitectos entonces?
- Si, hacen eso. Pero yo fui tras un sueño.
- ¿Vives de sueños?
- Algo así. La arquitectura fue para mi un obstáculo que tenía en el camino y debía salvarlo, una vez acabado, digamos con el título bajo el brazo….
- Fuiste a buscar trabajo
- No, yo a mi sueño y el título al cajón. Jamás ejercí como arquitecto, sólo fue un salvoconducto para poder hacer feliz a mi padre.
- Me estás intrigando con tu sueño
- Mi sueño es vivir otras vidas. Puede que sea más pobre (en dinero) que lo que alguna vez había imaginado ser, pero mi vida es intensa. Me gusta estar pendiente de mis palabras como éstas lo están de mis sentimientos. Me siento literato no solo porque escribo sino porque investigo lo que nos pasa como sociedad. La literatura estudia como interpretar los sentimientos a través de las palabras (no solo los sentimientos, sino las situaciones). Esa es la forma en que vivo otras vidas, soy, muchas veces otro, sin dejar de ser yo mismo. Ese fue siempre mi sueño.
- Ahora sé porque siento la cercanía, porque me eres cercano. Mis padres estuvieron siempre alejados de la cultura, eran unos nobles labriegos que nunca supieron más de lo que marcaban sus costumbres y estas circundaban lo básico y en esa subsistencia me crié, aunque debo decir que tuve el empeño (y el de mis padres claro) de modificar esa alegoría que parece marcar nuestra crianza respecto de nuestra forma de vivir. Me licencié en empresariales y aquel trozo de tierra que apenas sirvió para el sustento familiar se convirtió en grandes extensiones y estas a su vez en una empresa de lácteos asociada a una mayor que hoy recorre el planeta con sus productos. Esto marca una sutil diferencia: tu arte, yo ciencia. Sin embargo la cercanía que mencioné en un principio proviene de algo singular, un familiar muy querido siempre trató de convencerme para que me dedicara a la escritura, aún hoy conservo sus misivas que venían de muy lejos. Mi tío Haroldo vivía en Argentina, sólo lo ví dos veces en mi vida, pero su insistencia fue casi convincente en algún momento, si no fuera porque la enseñanza paterna respecto a lo intrincado de la subsistencia con pocos recursos y la necesidad de crecer, inclinaron la balanza. Recuerdo, sin embargo con nostalgia las primeras palabras de un cuento suyo que me gustaba mucho: "Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales. Sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol es un día del mundo"
-"La balada del Álamo Carolina"
- Si, ese era el tít...¡quiero verte!
- ¿Ahora, te parece?
-¡ Estás tardando mucho!
No había nada que entender, solo dejarse llevar. El entendimiento humano le debe mucho a las pasiones, pensó Julián.
Sonó el timbre. Él estaba allí. Sarah moderó su carrera por las escaleras, se detuvo en el recibidor, se miró en el espejo, tocó su cara reflejada en él y esbozando una sonrisa siguió su camino hacia la puerta de entrada.
Liberó el cerrojo y despaciosamente entreabrió la puerta. Aparecieron unos ojos intimistas que se clavaron en los de Sarah. Sonrieron. La puerta terminó de abrirse para dejar paso a Julián que entró cerrándola con la palma de su mano sin dejar de mirarla, mientras Sarah permanecía centrada en sus ojos impregnando la escena de un candor juvenil. El acercamiento fue de una lentitud extrema, sutil sin palabras, la mirada prevalecía sobre los olores del lugar, nuevos para Julian, cotidianos para Sarah. Todo era secundario salvo sus miradas. Suave, casi sin besar, posándose en sus labios, se besaron. Se acariciaban, se miraban, volvían a besarse. Una escena sensual, sin el tiempo por testigo hizo de los amantes un eterno sentir. La tarde se convirtió en noche, la noche en amanecer, mientras sus cuerpos desnudos retozaban de tanto en tanto después de cada marea de sentimientos.
El amor es algo inclaudicable mientras dura, pero siempre y sobre todo en los comienzos, depende de nuestros actos pasionales. Decía Nietzche que al amar juntamos todas las mejores propiedades de las cosas más maravillosas y perfectas que consideramos en el mundo y como estas son similares con el objeto, éste es considerado como esa cosa maravillosa, ese algo perfecto. Al interactuar nos brindamos y se nos brindan y esas interacciones se nivelan según la influencia de uno hacia otro, el nivel más bajo es el odio, le sigue la ignorancia, después la tolerancia, luego el respeto y en la cima: el amor. Cuando el nivel de interacción es más bajo, las personas tienen necesidad de alejarse, cuando es más alto, la necesidad de acercarse entre ellas.
La noche que volví de Arenys, mientras conducía y después de habernos despedido con un beso sin ninguna vibración, pensé en Sarah y Julián y en que eso era lo que yo quería para mí, pasión desde el primer minuto, sin cálculos, sin pensar, solo vivir, sentir. El amor llega compartiendo, haciendo proyectos, viviendo los días cada uno como si fuera el último.
«No sé si el cuento es una manera de vivir como la poesía, pero sé que escribir cuentos es una manera de mirar». Isidoro Blastein
SIMPLE RETÓRICA
Quizá haya sido la mera copia de un estilo, quizá yo sea así, no lo se, pero siempre que me decido hacerlo penetra en mi mente una especie de literatura psicologista, supongo que haber leído a Henry James ha incitado en mí esa especie de escritura plagada de monólogos interiores. Pero esa sintomatología decanta de alguna manera mi forma de enhebrar palabras. Si tuviera que confesarme a mi mismo una especie de conformidad o aprobación, diría que acepto con gusto la libertad de mi mano ejecutando esa ficción que es la vida de un simulador de acciones y personajes. Por el contrario me distancia con el disfrute del trazo mismo aquello que me hace sentir acotado: una instantánea periodística, donde la realidad no necesita del esfuerzo verosímil.
Mi escritorio: mi lugar, es un escondite donde siempre que puedo refugio mi inestabilidad ante la primer blancura que vomita mi Lexicon 100, pero (aunque no siempre) suelo salir airoso de la contienda, es decir: logro escribir unas primeras líneas, que no sabré nunca como seguirán después del punto.
¿Por qué lo hago? ¿Por qué escribo? ¡Eso quisiera saber yo! Es algo que nace aun siendo precavido para que no suceda. Supongo que es la vida, la mía que insiste en ser como es en todo momento. Mis textos son eso: mi vida. Si tuviera que definir un estado de ánimo para poder recrearme en la escritura, inventaría uno nuevo:” escritutiva “ y siempre estoy en ese estado: siempre proclive. Mis ritmos no son los que mi cuerpo/mente requieren, despisto como un buen burlador de monotonías, por ello no planeo constancias, sino más bien una suma de interferencias. Tengo la rapidez de un teustodin que piensa y repiensa cosas que seguramente no son las que volcaré sobre papel: borradores mentales dispuestos disuasivamente en forma desordenada.
En algún tiempo pasado fui un gráfico estilo, o por decirlo mejor: estilográfico, pero aún tengo la Lexicon (¿qué escritor no tuvo una alguna vez?), es solo un símbolo, porque mi artilugio es: TOSHIBA NOTEBOOK. La modernidad ayuda, te puedes situar en Egipto en segundos, guardar, borrar, corregir ortográficamente, gramaticalmente…..con la RAE en el navegador uno se siente un verdadero Borges.
Nunca estoy del todo satisfecho con la obra, veo en ella, en la mía, un desperfecto accional, muchas veces rodeo el objetivo sin cumplirlo, escritos quizá algo intelectualoides que se comen la acción misma, pero a veces, solo a veces doy con una frase que me hace sentir bien.
Entiendo que en literatura, importa lo que se dice, pero también como se lo dice, la estética es una parte del todo, así que también es menester corregir gramaticalmente y dedicarle tiempo a hacerlo o publicar (como decía Borges) para dejar de hacerlo.
Un escritor es un lector con alguna anomalía que lo lleva a cruzar la línea y ver que se siente del otro lado. Soy un parsimonioso lector que relee, vuelve a releer (quizá por falta de madurez cognitiva) y nunca guarda un libro en la biblioteca sin antes pensar que volverá sobre algún párrafo.
Escribir es un delicado proceso entre la escritura y la lectura, una música compleja con sentido, graduación e inspiración, pero también es ahondar en esa felicidad que consiste en que las letras abastezcan nuestra necesidad de vivir.
Paraíso e infierno terrenal
P ablo, religioso, busca
siempre un paralelismo con de las cosas de la vida con las cuestiones de fe, todo lo ve reflejado en un abstracto mundo espriritual.
Un día después de larga espera en la puerta de un cine decide entrar y comprar una entrada, al intentar buscar dinero en su bolsillo cayò en la cuenta que no contaba con dinero suficiente para poder
obtener su billete. La negación circunstancial del acceso a la sala le hizo recapacitar en su posible ingreso al paraíso. Si en este mundo no le han dejado entrar al cine por no tener dinero pensó
que cuando intente entrar en el paraíso no le dejarían entrar si no justificara obras buenas en su haber para permitírsele el acceso, buscó en su interior y al igual que el dinero sus obras,
presumiblemente buenas no aparecían. Así, Pablo entendió que su destino era el infierno.
Alguien se acercó a Pablo y le dijo que el paraíso no es un allá es mas bien un aquí.
No se necesita acceder, se está en él de alguna manera por las circunstancias a las que pertenecemos. Lo más terrible del infierno dijo, es la ausencia del ser amado, la terrible soledad del amor,
ese es el infierno. El paraíso, por el contrario es tal porque ella lo ocupa, existe porque existe el amor, sin ella, sin esa persona que vive por y para ti, no hay paraíso.
Barcelona 2008, después del desayuno
Puerto: En una caminata de aquellas que suelo hacer sin fijar un objetivo final, un destino, mirando sin mirar, con el pensamiento en esa
constante búsqueda de frases sospechadas de ser poseedoras de un carácter extraordinario, que luego se revelan como espurias, comunes.
Un poco cansado, mirando cosas aparentes, de dudosa existencia, creaciones de mi abstracto mundo del pensamiento.
Plaza Cristóbal Colón: Llegué a un banco cercano a la plaza, mientras mi abstraída y consecuente mirada observaba el movimiento de los objetos, de las personas, me
pareció ver a alguien que se acercaba a aquel Colón de cobre y zinc, el cual parece señalarme que tengo que volver a Menorca. Lo cierto es que en un principio lo que me llamó la atención fue la
vestimenta, una túnica blanca por delante y roja en su mitad trasera, un parche en un ojo y un libro en su mano derecha.
La segunda instancia fue ver que se
acercaba hacia mi, y a tres metros de distancia, se petrificaba tal cual Colón, con la mano extendida con su dedo índice indicando el lugar donde yo estaba.
Luego de una hora o más, no lo se, me intrigó la actitud, no me pareció que buscara, al igual que en las ramblas, un resarcimiento económico por esa especie de actuación
que recorre las calles de la ingenuidad.
Volví a mirarlo, esta vez intensamente, me acerqué para ver su ojo, su petrificada inacción.
Lo observé fijamente, buscando movimiento, sonrisa…no se.
Luego de un momento de cavilación, le
pregunté:
¿Por qué?
No hubo respuesta
Insistí - ¿porque lo hace?
Sin mirarme siquiera, dijo: Me acostumbro al rechazo
Siguió sin moverse, mientras yo si lo hacía en dirección al metro.
Pensando en la frase aportada, que me llevó a otras, a dilucidar sobre el mundo, sobre su existente y pertinaz intransigencia.
Pensé en el olvido, que llega con más eficacia que el perdón, en la muerte. En acostumbrarse al rechazo, a vivir en un mundo que rehuye. Donde la virtud pasó a ocupar lugares menos inquietantes,
menos prodigiosos.
Pensé en que nos adiestremos para vivir así en este tiempo, un adiestramiento que no termina a no ser con el último suspiro, un proceso secuencial que no nos deja otra alternativa que aceptar este mundo tal cual se comporta.
Ataraxia
Ahora es hoy, el mañana del ayer que fue justamente cuando anoté en mi cuaderno de notas registradas para mis cuentos, tu teléfono. Mientras miraba mis notas respecto a un nuevo cuento tu número bordeaba el margen de la hoja. Muchas veces intenté evadirlo, pero me perseguía y la treta, entendí yo, era la ataraxia que figuraba como la primera palabra de mi próximo escrito, y que define algo así como la contención del deseo. Contuve entonces el deseo por llamarte, no una vez, muchas...muchas.
Comprendí entonces que si pasaba el tiempo, no lo haría, no te llamaría y eso era lo que estaba haciendo una y otra vez: no llamarte. Pero entonces me asaltó una idea que me vino de lo más profundo y provenía del recuerdo de las tantas veces que me habías solicitado una foto sin gafas y una foto a secas, entendí entonces que aunque no te llame, debía intentar al menos decirte (me) algo que justifique mi propia ataraxia. Cerré entonces el cuaderno de notas y pensé que te hubiera dicho por aquel teléfono que parecía titilar como los carteles luminosos del centro de la ciudad y que tientan al consumo.
¿Qué diría yo… cómo empezar?
El médico me preguntó cómo me sentía y yo le dije que desvariaba pero que por favor no me curara la locura que es lo único que tengo. Insistió el médico en mi estado, esta vez el general, a lo que yo dije que lo de la pierna, la cara y el ojo estaba superado en el dolor pero ahora venía la faz psicológica de poder enfrentarme a mi estado de ser diferente al común de la gente. Comenzar con una no pertenencia y poder asumirla, seguro me llevará tiempo, le comenté, pero la insistencia es el método y ya sabe, porque usted es mi médico, que soy constante a pesar de todo, tantos años escribiendo de esta manera terrible que lo hago y sin embargo no abandono, lo mismo ocurrirá con mi ojo, mi pierna y mi cara, estaré instalado en la constancia de siempre, no abandonaré.
La sinceridad ante todo. Siempre he sido un hombre feliz o convencido de ello, después de todo es lo mismo, si uno está convencido de ello pues es feliz. Pero un buen día y según todos dicen después del accidente: por culpa del destino, cogí el coche de Thomás porque el mío y el de mi novia Lorena estaban averiados, tenía que ser el de Thomás. Nada sabía yo de la rotura del decimonoveno diente de la caja de dirección, los coches viejos son así, tienen cosas que se arreglan, no se cambian por otro nuevo con el que a una velocidad media te puedes matar sin justificativo: ¡Pero si era un coche nuevo...caray! Lo cierto es que los primeros kilómetros de la M40 dirección Burgos nada me hicieron notar de la avería y claro, Thomás no dijo ni pío al respecto. Se le habrá olvidado pensé después en el hospital. En las autopistas la velocidad es de 120kms pero mi prudencia siempre me hacen ir por debajo de la norma, pues ni caso, en la curva pronunciada del último tramo el volante se trabó justo en el diente 19, ni que hubiera sido el 13 y ya poco pude hacer para no dar contra el quitamiedos, el guardarrail de mi pasado ayudó, a pesar del freno o por el freno (no lo sé) y el cambio de marcha, a que formara un trompo voladizo que terminó campo traviesa con las concernientes vueltas en tirabuzón. La sirena, el bullicio, la gente a mi alrededor, de eso, no me enteré de nada, me desperté en Santa Catarina en aquella habitación 37 oliendo a desinfectante viendo por un solo ojo y con una de mis piernas colgadas de un trapecio. Un joven médico a quien no conocía y luego el mío de familia me vaticinaron que iba para largo, pero me tuvieron sin noticias precisas durante varios días, mi cara estaba vendada, el ojo tapado y la conciencia sobre mi estado: desinformada.
Cuando al fin Páramo, así se llama mi médico, creyó el momento justo o enfrentó la cobardía de decirle a un paciente que está jodido, me contó lo sucedido. Habían pasado 15 días que para mí podrían haber sido el doble o diez veces más, no puedes medir el tiempo en el encierro con una realidad distinta a la tuya cotidiana. Me habló como médico dándome ánimos antes de decir palabras que no llegaban atadas a la preparación previa hasta que mis nervios danzaron ante su parsimonia y vomitó sin técnica alguna: "perdiste un ojo, un pié y tienes un corte longitudinal profundo en el lado derecho de tu cara". No me pude caer porque estaba acostado pero el mundo me daba vueltas, no entendía como ayer (ayer o cuando fuere) estaba yo saltando por el parque, tirándome a la piscina...y hoy pertenecía a la raza de los desahuciados. Insistió Páramo en que la cicatriz de la cara se podía disimular, que un colega amigo de la infancia era cirujano plástico y era algo así como un orfebre de su profesión, "no sabes las maravillas que hace"
¡Estaba yo para maravillas!
Lo cierto que en estos casos se impone la espera, todo debe cicatrizar, aún las cosas que no son sangrantes pero sí producto de acciones deliberadas, la prótesis, el nuevo ojo estético y la cirugía debían esperar cada cual su turno. Los que no esperaron y que funcionaron como prótesis uno de otro fueron Thomás y Lorena, hoy ya a tantos años vista, casados y con la pequeña Lorenita me lleva a una toma de conciencia de que nunca sabré a ciencia cierta si mi coche y el de Lorena estaban averiados aquella mañana y si el diente diecinueve del viejo Seat no fue el fruto un proyecto de futuro feliz para algunos y de triste consecuencia para otro.
Ya ves, no es fácil decir la verdad mintiendo, por eso elijo siempre el camino, no se si más corto, pero sí más plausible para mí: el relato. Dicho sea de paso, ya no escribiré el cuento que tenía in mente, este será mi cuento en honor a la ataraxia que no pudieron suprimir Lorena y Thomás en su camino hacia la felicidad.
El hombre culto
Borges, hombre tan prodigioso como su Funes. Me parece escucharlo recitando poemas, a veces hasta en alemán, con fechas, autores, confirmaciones literarias. Borges, el hombre culto, el memorioso.
MI PRIMER LIBRO
¿De dónde vienen los encantos? ¿De dónde tanta ilusa perfección? Ingesta de palabras de domingo, en noches silenciosas de tenues luces dirigidas.
FRASES CORTAS
La esencia del instante es la fugacidad, busco aquellos que por sublimes, quisiera eternizar.
Julián Busto Vallés
Encuentros
Porque, sin buscarte te ando encontrando por todos lados, principalmente cuando cierro los ojos.
Julio Cortázar
Volveteloco
TODO ES VERDE – Las opiniones son como las narices: todo el mundo tiene una -
El pensamiento rígido de las personas y su facilidad al simplificar contextualmente lo que no se profundiza, no deja margen para ver más allá de la superficie de las cosas. Los temas así tratados tienen la defectuosa perspectiva de no poder ser discutidos con la amplitud necesaria para poder ver en ellos los errores de un lado, pero también los de lo que se le opone. Dicho así, las discusiones con este nivel donde uno dice: he visto tres puntitos verdes, por lo tanto todo es verde, nos plantea la imposibilidad de equilibrar ya que tres puntos no pueden determinar un todo, sino tan solo esos mismos puntos. Sí decimos 3 son verdes y lo vemos, pero lo demás podemos discutirlo, pues ya puede haber un principio de desacuerdo discutible pero no un alegato de tal manera que si todo es verde, aunque no sea así, debamos aceptar lo que dice apenas una parte.
Ceder y aceptar ciertas revelaciones que pueden hacer cambiar nuestro pensamiento luego de repensar nuestra postura es verdaderamente admirable, al menos en este contexto, pero debería ser normal que nos convencieran de vez en cuando de nuestros desaciertos, ya sabemos que nadie tiene la verdad de su lado, la subjetividad manda y las verdades para uno no lo son para otros, de tal manera que uno puede hablar no de la verdad sino de su verdad y esa si que es objetiva desde el punto de vista personal aunque no sirva para un uso universal de la misma.
La discusión siempre goza de la licitud de un enriquecimiento que valora nuestras aptitudes y muchas veces logra que seamos más humildes y sepamos escuchar a quien piensa ya no digamos distinto parecido, sino esa diferencia que impone el pensar en forma totalmente opuesta a la nuestra.
Debemos siempre intentar desarrollar los temas aceptando la propuesta connotativa de los mismos,
no hay una sola acepción de las cosas porque depende de la perspectiva, no hay una opinión válida y otra no, hay opiniones y eso basta para poder desmenuzar en tono cordial y asumir las diferencias.
Hay quizá un punto de no retorno en la postura y es muy posible que no baste con un momento concreto de cambio de opiniones sino que se considere hacerlo en distintos momentos y alargando la discusión sin caer en el cansancio. Claro que el punto de no retorno significa que nuestro ego cierra la puerta a la que también pertenecen nuestros oídos, a la postura diferente a la nuestra. Sin embargo a quienes nos sucede a menudo, derivamos, no siempre, pero algunas veces en la duda acerca de nuestra creencia, eso nos hace que el tema tenga un amplio desarrollo y ayuda al intelecto para pulirlo, para mejorar nuestra forma de pensar y ver mejor la realidad. Con esto se puede pensar que un método de convencimiento es la insistencia, puede que para algunos casos, para algunas personalidades sí lo sea, pero aquel que no se limita a sí mismo, en su interior deja que ingrese lo opuesto, lo contrasta y puede que siga pensando igual, que cambie diametralmente o que abone su creencia inicial habiendo de este modo blindado de rotundidad a su propuesta.
Veo tres puntos verdes, pero nada es verde. Tampoco tiene sentido la postura, podría uno decir veo tres puntos verdes, puede que todo sea verde o una parte lo sea o quizá nada sea verde salvo los tres puntos, claro que en este caso el quizá cambia el tono de aseveración de la frase.
DESPEDIDA
A VECES ME PARECE
A veces te escucho entre esta tiniebla de mi soledad, te dibujas en palabras, me das el aliento para salir de madrugada, para cocer las redes de mi esperanza, dar sentido a las horas de este transcurso que nos lleva por entre las sombras del desacierto, con destino a la luz que plantean tus faldas.
Ya ves, puedo hablar de ti sin nombrarte, imaginarte en la sugerencia, creerte a mi lado y no en ésta injusticia impar, disparidad de solo uno, cuando tan bien nos iba el dos.
Eladia lo miró a los ojos tiernamente, ya sabían los dos de lo que hablaban sus miradas, siempre desde el primer momento habían dado por sentado que estaban
hechos en el mismo molde.
- ¿Sabes lo que pasará, no?
Samuel devolvió aquella mirada tierna acompañada con una tenue sonrisa.
-¡Pues no! no se lo que pasará, dímelo tu.
- Que voy a morir, debes estar preparado.
- Es una marcada tendencia en los hospitales que haya gente que muera, pero las hay que salen de aquí por su propio pié. Son momentos difíciles, pero no estás sola, y no me abandonarás, mi sino
es que sigas haciéndome llegar tarde a las reuniones mientras dilatas el tiempo frente al espejo.
- No exageres, no es algo que ocurre cada vez.
- Ocurre.
- ¿Cómo me vez hoy? ¿Estoy muy demacrada quizá?
- Si te digo que eres la más bella del hospital,¿me lo creerías?
- No.
- Crees en que te vas a morir, pero no crees en lo que te digo y que no es más que lo que siempre he visto con mis ojos, con estos que me han dicho que eres la mujer más bella en cualquier lugar
donde estés.
- Eres un adulador.
- Quizá, pero adularte me llega de ti, quiero decir que siempre ha sido sensorial, que tu haces que yo sienta esa sensación, que me lo trasmites, que siempre ha sido así aún cuando no nos
conocíamos y hablábamos de cosas simples.
-¿Luego todo se ha ido complicando no?
- Vivimos, es lo que pasa mientras uno cree que está haciendo otra cosa, pero no se hace más que vivir.
- ¿Qué es lo que recuerdas con más intensidad?
Samuel se acercó un poco más al costado de la cama de aquella habitación asceptica, cogió la delgada mano de Eladia sonrió y dijo:
- Me vienen imágenes de momentos todos felices, la vida contigo es redundante en placer, mis actos, aún los individuales, no son míos únicamente, sino nuestros. Pero te contaré un secreto, bueno
no es secreto lo ocurrido, sino lo que pasó en mí en tres momentos de nuestra vida.
- Me ilusiona que me cuentes, ¿tendremos tiempo?
- Si, la enfermera me avisará con antelación cuando te preparen.
-¡Todo ha pasado tan rápido!
- La vida es fugacidad, por eso cuando estamos en esos momentos de comunión, en instantes como estos, debemos dilatarlos, tomarlos a consciencia, con todo el cuerpo. ¿recuerdas el ejercicio de
concentración?
- ¿El de la mano?
- Si, concentrarse en una parte del cuerpo para sentirla profundamente. Sentir que estás vivo, como circula la sangre por tu cuerpo. Así debemos hacer con los momentos como este, para escapar de
esa fugacidad, esa rapidez que nos plantea la vida cuando transcurre el instante.
- Estoy con los ojos cerrados y esperando que cuentes.
- El primero de mis recuerdos, no me merece mayores comentarios, como comprenderás fue aquella noche del primer encuentro, del primer abrazo y del suave beso. Fue el comienzo de una antesala de
diálogos que tuvimos por teléfono o por esa moderna forma de comunicarse que hay ahora y que nos da la probabilidad de ver nuestros gestos. Te dije no mucho antes de vernos: "Si fuera profeta, si
entendiera de misterios y de cualquier conocimiento, si estuviera en mí la fe para mover las montañas, pero no tuviera amor, nada sería. Si mis precarios bienes donara a gente más pobre que yo, si mi
cuerpo entregara para ser quemado, pero aun no tengo amor, nada de él se aprovecharía. El amor es paciente, bondadoso y sin jactancia, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido, lo sufre y lo
espera todo, todo lo cree y lo soporta. Hay dos cosas que nutrirán nuestras vidas: Esperanza y amor. Son dos cosas que van juntas, basta que una falle para que la otra la sostenga."
La segunda fue nuestro primer contacto físico, nuestro acercamiento y nuestra desnudez engendrando timideces, convirtiendo todo el ambiente en algo primoroso, cálido; un mundo tan nuestro que nos
aislaba de todo lo demás, un mundo marcado por aquella esperanza de mis anteriores palabras. Un mundo de tu y yo, de quimeras, de no saber que piensa, que siente el otro, mientras uno siente y piensa
profundamente. También la continuación de aquel primer contacto, porque lo seguido fue más y mejor, porque el vino no derramado en un momento de excitación mientras sostenías la copa, iba a darme la
perspectiva de un loco amor, loco pero equilibrado, tanto como ese vino sin derramar. Jamás olvidaré ninguno de estos instantes, tampoco serán ajenos a mi todos los que me han hecho feliz a tu lado,
y que son todos, hasta los malos, los aparentemente injustos, los inmerecidos, porque ni yo ni tu merecimos estar separados a partir del mismísimo día en que la casualidad y seguidamente la
causalidad dio que nos conociéramos.
Mientras ella apretaba la mano de Samuel, una lágrima le recorría la mejilla buscando el vértice lejano de la comisura de su boca. Él secaba con su dedo aquel imperceptible y cristalino hilo de
sentimiento.
- Y por fin, la tercera...
Eladia abrió grande sus ojos, sonrió y dijo:
-¿ Ya lo sé?
- ¿Qué es lo que sabes? ¡Qué costumbre de adivinar lo que voy a decir basándote en lo que harías tu si fueras yo, en este caso: ¡pensarías tu si fueras yo mismo!
- Es que tu a veces eres yo y yo a veces tu, siempre dices eso.
-¡Eso lo dices ahora con el fin de que ocupe tu lugar y sea yo el que me opere y no tu! De buena gana lo haría, de buena gana ocuparía tu lugar para que no sufras ni física ni mentalmente, pero
debes saber, entender que lo que pase ahi dentro -señalaba con la mano derecha una lejanía y con la izquierda su pecho - ocurrirá aquí dentro.
- También lo sé, soy tu continuación, y tu la mía, me duele lo que te duele, te duele lo que me duele.
- ¿Me dejarás que te cuente mi tercer inolvidable experiencia contigo?
- ¡Mientras no sea sobre sexo!
- ¿Sexo?
-¡Si! ahora no puedo estoy convaleciente y no repararás (como siempre) en actitudes y dichos para hacer que te desee.
Rieron en voz baja por unos minutos, hasta que Samuel frunció el seño diciendo:
-¡Bueno basta! ¿Digo o no digo lo que vine a decir?
- ¿A eso has venido?
- ¡Si!He venido a contarte lo mucho que amo y he amado contigo.
- Cierro mis ojos.
- ¡Y tu boca por favor! ¿Recuerdas el día que me dijiste que Adela se iba de casa a vivir a Madrid?
- Si claro.
- Pues ese día no fue, pero fue el inicio. Cuando decidimos buscar una casa con jardincito y...encontramos ese apareado que estaba derruido...
- ¡Lo sabía! ¡lo sabía! sé lo que vas a decir
- No lo sabes.
- ¡A que sí!
- No.
- Lo de la pintura.
- No se puede contigo.
- Igual cuéntamelo, volveré a cerrar mis ojos y mi boca claro.
- Bien, mientras tu mirabas los cuartos y la cocina yo me quedé ensimismado mirando la pared de aquel comedor nuestro, ese que nos daría escenario a futuras escenas a veces (muy pocas)
cotidianas.
- Nada de sexo dijimos.
- No, no hablaré de sexo, hablaré de...
La puerta se abrió y un aire hospitalario inundó aquella habitación, una delgada, sonriente y demacrada enfermera entraba con una bandeja y en ella una píldora, un artefacto de medir la tensión y
un vaso de agua.
- ¿Comó estás mi reina?
- Ya lo ve aquí con mi rey.
- Si lo veo. Este rey se tendrá que marchar en cuarenta minutos tenemos programada la cirugía.
La enfermera terminó su tarea y la habitación volvió a quedar sumida en el silencio. Solo se miraban, Samuel tenía la mano de Eladia entre las suyas, fue un momento de amor, otro más. Al cabo de
unos minutos ella dijo:
- ¿Me seguirás contando?
- No hay tiempo.
- Estás preocupado ¿no?
- En absoluto, me conozco y se que saldré airoso de esto.
- Yo soy la que tengo que salir airosa.
- ¿En que quedamos tu no eres yo?
- Bobo
- Han llegado tus hijos, te dejaré sola con ellos un minuto.
Eladia y sus hijos estuvieron hablando hasta que la enfermera llegó nuevamente con el pijama para la operación.
Adela besó a su madre con fuerza inusitada y Jorge, su hermano la tomó en su brazos y le dijo cuanto la quería. Luego esperaron afuera, cuando salió la camilla los tres,dos de un lado y uno del
otro tomaban sus manos y la acompañaban por el largo pasillo hacia el ascensor. Samuel la besó en la frente, sus hijos en sus manos. El ascensor se cerró como quién cierra un libro, como aquel libro
que Samuel se había puesto a escribir sabiendo que Eladia estaba enferma.
- No le dije que la quería
Adela lo miró, puso su mano sobre su hombro y dijo:
- Lo sabe, mamá sabe cuanto la quieres.
- No importa cuanto sepa, todos estos años se lo he dicho cada día, cada día le he dicho dos cosas: lo bella que es y cuanto la quiero, aunque lo sepa, debe, siento que debe escucharlo
siempre.
Los tres sentados en la sala de espera, esa espera interminable que lleva a uno a un eden donde cosas como las que están sucediendo, no son posibles, todo allí es una nube poblada de recuerdos,
imágenes instantáneas de una vida que parece lejana.
Samuel se concentró en la pared del comedor, recordó que cuando Eladia se había ido a Madrid, él para darle una sorpresa, había pintado la pared de color verde pistacchio con un color blanco. A
su vez, cuando el se fue a ver a su editor, ella pensando que el blanco de la pared era un sellador sobre ese verde oscuro, pintó la pared de color pastel y no quedó allí, al volver Samuel y como aun
no habitaban la casa, creyó que los pintores a quienes se les había encargado el trabajo en un principio, habían equivocado el color, volvió a pintar la pared de blanco y por supuesto hubo una última
vez que fue cuando cedió a los encantos de ella, no sin reirse horas enteras por el suceso. Igual que ahora, en este momento en que ella estaba en la cocina y el en el estudio.
-¿De que te ríes? ¡Nome digas nada, estás escribiendo sobre lo de la pared!
- ¡Cómo para engañarte a ti!
- ¿Estás terminando?
- No, me falta un capítulo
- Y dime...¿Insistes con lo de Eladia?
- ¿Y Como quieres que te llame?
- Como me llamo en realidad al menos parecerá que le hablas a una flor.
- No, en la ficción eres Eladia y yo Samuel. Ah y no te dije que TE AMO.
- Me lo dices todos los días amor.
- Sí pero no te lo dije cuando se cerró el ascensor.
- ¿Qué?
Me dirigí al cuartito del fondo y encontré unos tornillos en la cajita de los recuerdos. Superé la primer instancia que me reservaba esa falta de memoria que a veces despista. Luego de un rato con ellos en la mano, me di cuenta que el óxido me indicaba esa cronología que el tiempo había dado a mis grisáceos cabellos. Recordé entonces aquel arcón en la esquina de mi juventud, en aquella convexa unión que angulaban los días de mis años noveles.
El meccano: Un juego latoso que con disímles componentes nos dejaba crear distintas formas. Uniones, tornillos, tuercas, todo para el ensamble, todo para la creación. Cerré la mano con los tornillos dentro, lo mismo hice con mis ojos y me vi armando una figura con el mecano. Cuando los abrí, entendí que había creado una vida, igual que cuando niño, ensamblando, atornillando instantes, dándome esa licencia de poder vivir el sueño de ser feliz.
PLAZA MOLINA
Un viaje. Guía de metro: Un frondoso conjunto de líneas multicolor con pequeños desvíos oblicuos que rápidamente vuelven a su cauce rectilíneo, todos cruzados en algún punto de su verticalidad
por un trazo comunicante donde predominan los cambios sistemáticos de destino, algunos consecuentes con los días y las horas repetidas y otros en cambio, esporádicos, con la simpleza de un solo acto
espaciadamente secuencial afin a su destino pero sin la utilidad de esa prosecución diaria que determina nuestra vida en su periplo más rutinario
8,12 de un día cualquiera
Siempre subía en Lesseps, aligeraba el paso, y volvía a tomar el vagón y aclaraba su destino Paseo de Grácia
Habían pasado cuatro minutos. Tomado del barral cuya continuidad dibujaba perimetralmente un asiento, allí parado observaba el movimiento de la estación, el ir y
venir presuroso de apuros convencionales. Comenzaba a declinar la velocidad y por la ventanilla se veia la espera, bolsos y portafolios cargados de rutinas, de horarios preconcebidos
Con el movimiento, con el avance despacioso comienzan a pasar las imágenes cada vez más raudamente hasta una desaparición total, hasta una oscuridad tunelesca, un húmedo olor a profundidades nos
lleva en un desplazamiento que se sublima y se vuelve cadencioso en el llegar y salir de cada estación. No me había percatado en un principio, pero un movimiento curvilíneo con un pequeño tirón de
derecha a izquierda del vagón me había hecho desplazar dos pasos en sentido de la máquina y mi panorama había cambiado.
Declinaba la velocidad, llegábamos a un punto de detención pero a medida que aparecían figuras más cercanas, me costaba verlas, todo era controvertidamente más lejano, confuso, solo el contorno
de un perfil que por momentos se convertía en frente y volvía a ser perfil se recortaba sobre la ventanilla, captaba mi atención. Unos ojos confirmados con la veracidad desde los míos llevados desde
el cristal hasta su humanidad toda, me daban la certeza de su imagen. Sus ojos no me miraban aunque los sabía risueños, una boca pequeña de dulces labios finos y delicados en el recorte de un afinado
rostro que acusaba delgadez.
La miraba fijamente en su imagen cristalina, era mágica, no podía dejar de mirarla, de meterme en esa figura enigmática, en ese cristal dinámico, que me transfería los mas dulces pensamientos,
los mas inquietantes sentimientos. Que me persuadía de imagenes futuras en el incomensurable paisaje de lo imaginable.
Hubiera querido romper aquel: mi silencio, contarle mis devaneos, regalarle por todas las estaciones de su vida: mis ojos, mis palabras.
¿Cómo pretextar un encuentro fortuito? ¿Cómo dejar de mirarla, de contemplar su indiferencia hacia mi, hacia mi presencia confundida entre tantas presencias?
Pero había llegado el fin de su trayecto, comenzó la culminación de nuestro encuentro, que era mío, tan propio y cercanamente mío como distante y desconocido era para ella: primera
vez.
Sin percatarse siquiera de mi existencia, dejó su asiento, esquivó mi invisibilidad como si fuera un obstáculo, rodeó el pasamanos con sus delicados dedos para abastecer su equilibrio poniendo su
mano muy cerca de la mía, muy cerca, dejándome el calor de su presencia que había nacido tenuemente en aquel, ahora lejano cristal
Observé con detenimiento, como se alejaba, su figura abandonaba el tren, todo, pero lo mas abandonado era yo mismo, que sentía aquel instante como final, irrepetible.
Por un momento, un tiempo ex temporal que no sabría medir, no conseguí tomar una acción. Miré el nombre de la estación, la hora, pensé en la hora, hace años que no llevo reloj, recorrí las
muñecas impaciente, agudizando mi vista, todas las horas, una hora: 8.30, me apee, subí escaleras, busque, confundí las faldas, se había esfumado, ya no estaba, en esa marea de personas que
enfrentaban su dirección con la mía. Volví, bajé escaleras, esperé otro metro, me quedaba una única esperanza, que fuera ese su trayecto habitual, que en su puntualidad rutinaria, volviera una y otra
vez a realizar el viaje en los mismos horarios.- Yo estaría allí. Esperando.
Segunda vez, otro día cualquiera: consecutivo. Ocho y once.
Entre cada terminal el promedio temporal era de cuatro minutos, si había subido cuatro estaciones antes eran dieciséis minutos, sumando el tiempo muerto (dos) en cada parada me daba una suma de
dieciocho, sumado a los doce, indicaba la hora exacta de bajada, faltaba un minuto, el horario de detención era ocho y doce.
Acompañé la detención con un paso poco firme, diletante, importaba solo el seguimiento de mi vista, busqué en cada ventana, en cada puerta acristalada en cada asiento, un lugar, su figura, su
imagen en cada viajero
Entraba y subía a los vagones como un loco, no había tiempo había que decidir la elección por uno, entré en el tercero, caminé en la dirección del convoy, miraba
hacia los lados, a los asientos, escudriñaba a las personas de pie. Por un momento pensé que no la volvería a ver. Pero allí estaba, otra vez ofreciéndome su imagen sobre el cristal para el regocijo
de mis ojos. Cabello rubio, un corte casi masculino, bella, dominante, risueña vestida en un tono agradablemente oscuro, contrastando con su tez pálida, con sus ojos, enturbiando cualquier belleza a
su alrededor. ¿Cómo podría llamar su atención? No sabía qué, como iniciar una conversación, mi timidez sobrealimentaba mi inacción, mi falta de decisión. Pensé quizá mañana...el tiempo se esfumó
perdido entre el como y el cuando, otra vez eludió mi invisibilidad dejándome el perfume con un toque ácido de piel y esencia pagada.
Sería mañana, mañana concretaría mi plan de abordaje, intentaría al menos que notara mi presencia. Pero mañana estaba lejos y yo debía darle una vida, saber que hacía donde trabajaba como era su
historia. Bajé raudamente para recuperar el tiempo perdido entre tantas cavilaciones, pero otra vez había perdido su imagen que tan firmemente se aposentaba en aquel cristal. Otra vez la multitud
sumida en aquellos horarios vespertinos me confundía en un ir y venir de apuradas correspondencias. Sentado, soñando con un encuentro fortuito, casual o producto de un momento de inspiración
seductora, con ese placer que produce la respuesta de una sonrisa a una palabra . Decidí que se llamaría Laura, la sonoridad del nombre me daba seguridad de continuidad, asociaba eso como a veces lo
hacía con la catarsis que me produce de una canción suave pero contundente, con el amor por las cosas nobles y así era ella, poseedora de una nobleza candorosa. Laura trabajaba en una clínica dental,
era la secretaria, la encargada de distribuir las citas, de las cobranzas, ella era todo lo que no era dominado por el tecnicismo que rodea a los profesionales para dar luz a una sonrisa, ella era
natural en su sonrisa como en su vida. Me hubiera gustado que viviera sola, daría eso un interés especial en el sentido de como emplear su tiempo por elección propia sin el compromiso de cocinar para
alguien, sino de elegir su tiempo, invertirlos en la variedad de gustos ligados a la perfección, su figura, su dulzura me hacían inclinar hacia esos notables comportamientos. Sin embargo en mis
devaneos ingresaron dos hijas, una perra y amigos y amigas pocos, bien elegidos Comencé a sentir su cercanía, de tal manera que el roce inconsciente entre mis dedos me hacía pensar, sentir el roce
con los suyos, el acercamiento a sus labios me aproximaban a ese calor, a ese hogar.
Un abrupto movimiento inercial me trajo hacia la realidad, mis ojos seguían abiertos pero ahora miraban figuras reales, existentes en ese mundo visible que hacía apenas instantes no contaba para
mi.
Sería mañana, mañana intentaría entrar en la vida de Laura
Tercera vez: Logré coordinar horarios, vagón con su llegada, al verla llegar, acompañé su andar conservando una distancia prudencial y pude entrar al mismo tiempo que ella al vagón. Se sentó junto al cristal de la ventana como otras veces, pude sentarme a su lado observaba solapadamente. Su imagen, la real, ella misma, y la proyectada en el cristal, la más cercana me daba sensaciones calor, suavidad, una honda y pulcra notificación de olores de ensueño. La otra, la del cristal, brillo, contorno, perfección.
No podía dejar escapar el tiempo en tanto devaneo, quería tenerlo para poder hablarle, debía hacer algo, no quería hundirme en él como, otras veces. Me hubiera
gustado deslizar mi mano en alcanzar la suya, en esa lucubración aterciopelada de su piel, en esa blancura perfumada.
Entonces sucedió! Miró su reloj pulsera, giró su cabeza hacia mí, sonrió y me dijo dulcemente:
- Me parece que es la primera vez después de tanto tiempo cogiendo este metro en el mismo horario día tras día, la primera vez que llegaré tarde al trabajo.
Confundido entre sus palabras y ese esperanzado aliento al escuchar pronunciarlas, prodigué:
- Si pudiera decirlo en una forma surrealista, diría que soy yo el que frena este vagón.
- No me diga, ¿y cuál es la razón de postergar mi llegada siempre tan puntual a mi trabajo?
- Alargar el tiempo
- ¿Le gusta viajar en metro?
- No tanto, después de todo, mis viajes, en su mayoría son ocasionales
- Como este supongo
- No
- ¿No lo es? ¿No es ocasional? ¿Se dirige a su trabajo quizá?
- Pues siguiendo con mi propuesta surrealista, he venido día tras día luego de semanas para poder coger este metro.
- No entiendo porque, pero sus razones tendrá
- ¡Si!, mi razón se ha comunicado conmigo y me habla
- ¿y qué le dice?
- Que no sabe porque lo hago, pero que seguramente tendré mis razones para obrar así.
- ¿Me implica en su obsesión por coger este metro día tras día a la misma hora?
- Es usted la razón de esta consecución, de esta obstinada forma de conseguir estos minutos que fueron parte de mis devaneos y hoy calibran en una realidad que atomiza mi presente de tal manera
que no me parece estar en un transporte público subterráneo, sino más bien montado en una nube.
- ¡Ohh! Estoy sorprendida… quizá debiéramos seguir esta conversación fuera de esta penumbrosa circunstancia.
- Estoy de acuerdo
- Tengo que apearme, si no tiene inconveniente y su tiempo según sus palabras está marcado por el mío, me acompaña hasta la puerta de la clínica y hablamos en camino
- Más que de acuerdo
- Bien
Caminamos juntos, cercanos, hablando de cosas simples reconocidas hoy como maravillosas, fue un tiempo breve locuaz, medido en palabras y gestos, decorado con sonrisas y llenos de candor, ese
candor del inicio, ese candor de la brevedad, ese poco, poquísimo tiempo que nos daba llegar hasta la entrada de aquel viejo reacondicionado edificio que se había convertido en su rutina
diaria.
Nos miramos, nos dimos ese beso sin pretensión, giramos nuestros cuerpos y mientras yo soñaba con la Laura de hacía unos ya viejos instantes, recordé que no le había dicho, cuando, como…ni
siquiera tenía forma de comunicarme. Rápidamente volví la vista hacia el lugar de aquella despedida, pero ella ya no estaba, Laura ya no estaba. Caminé sin rumbo, preocupado más en como resolver el
próximo encuentro que en mi escritura, en el fulgor de mis próximas letras, más que en todo mi quehacer literario, pensaba en Laura y en como hacer para volver a encontrarla.
Llegué a casa apesadumbrado, subí las escaleras y me enojé con el espejo, culpándolo de todo, de mi vida vacía, de mi necedad. Un improperio acompañó mi mano en el
bolsillo derecho de mi americana que estaba dispuesto a otro abandono. Mis dedos sintieron algo suave, los cerré apretando entre ellos la pequeña tarjeta, la acerqué a mis ojos…
Laura Asor
Turnos
Clínica Condal
Mitre 3218 Barcelona
Lo supe con el tiempo, a confesión de Laura, ella misma la había puesto en mi bolsillo en el momento de la fugaz despedida.
Los años pasaron…
- ¡Amor! ¿Estás en la biblioteca?
- Si amor, casi terminando
- ¿Cenamos fuera?
- Cenamos donde tu quieras, solo dame unos minutos
- Terminaré de contestar mis correos mientras te espero
- Feliz era una palabra inesperada, hoy a tantos años de aquel encuentro puedo decir que mis horas con Laura han sido la mejor prueba de una felicidad continua, de un amor que rueda por toda la
casa aun sin terminar de lograrse por completo, quizá lo logremos en el día de mañana… ahora que recuerdo, ¡Eso fue lo que dije ayer!
Llegamos al lugar indicado como si hubiéramos recibido una información cósmica. Él buscaba las suyas. Lo digo por Julio, claro a él le era más fácil, en cambio para mí, encontrarlas en una consecuente asociación con mis ideas, me era mucho más complicado, quizá por que Julio tenía ya bastantes compiladas. Mucha escritura y vida centradas en cientos de frases ya homologadas hacia la posteridad. Residían allí, en una secreta vida que les permitían perpetuarse, en ese mundo sin tiempo, las palabras como núcleos generadores de vivencias, afectos y sensaciones con el intrínseco valor cognitivo de su sonoridad y su inmanente disposición asociativa. Preparadas para un discurso coloquial, para una admonición literaria, en una clara conjunción de letras inseminadas de símbolos como sólidos puentes de comunicación.
Cuando entramos, había una pequeña recepción, donde un señor, alto con bigotes dispuestos horizontalmente a los lados de sus mejillas como signos interrogantes y vestido en forma solemne con frac, nos daba alguna indicación sobre el lugar, constaban sobre el escritorio , vacío de papeles, vacío de horarios, fechas, agendas o algo que pudiera significar compromiso. Nos explicaba como debíamos encontrar nuestras búsquedas, nos facilitó un gráfico pre impreso en blanco y negro donde se contorneaban las distintas partes del lugar. Saliendo de la recepción se ingresaba en un pasillo angosto que derivaba en un área circular cubierta por estanterías dispuestas en una misma redondez perimetral. En el centro, un gran escritorio circular con lámparas individuales, una al lado de la otra hasta cerrar el círculo, aportaba una especie de serenidad y ambientación placentera especial para la búsqueda y conciliación de las palabras.
A un costado estaban las escaleras que nos llevaban a dos pisos superiores concebidos de igual manera al de la planta baja. En sentido descendente, había otra que bajaba a un sótano con las mismas características circulares, con sus correspondientes estantes dispuestos en dos semicírculos por estancia acompañando la redondez de aquellos muros casi ovales. Aunque los estantes parecían vacíos, no lo estaban, daban por su frente y alto una idea de dimensión, no así su profundidad. donde no se visualizaba un límite determinado, solo se patentizaba una limitación en la negrura de su infinita concepción universal
En su interior todas las palabras llenando ese espacio infinito. Allí permanecían en la espera de zutanos que buscaran conciliarlas, que definieran una historia, un cuento, en variadas construcciones literarias destinadas a ser escuchadas con los ojos de los muertos. Los diferentes estadios correspondían al mundo de los conceptos, que unidos a lo real y lo ficticio ilustraban en forma de escritura lo que los creativos y oficiosos escritores siempre nos han querido comunicar. El carácter general tenía, sin embargo, una simiente extraordinariamente semántica.
El primer piso, generaba un sentido sincrónico, mientras que el segundo y el tercero eran de contenido diacrónico. La planta baja conjugaba la sonoridad de las palabras que tanto implican para lo literario, en la consecución de una sensación armónica, casi musical.
El sótano funcionaba como apéndice, figuraban allí en forma añadida, accesoria para amalgamar la función de las palabras, las distintas alternativas como recursos ofrecidos para el relato. Así se podía dar uso a la parábola, la peripecia, la metáfora, la recurrencia, la paráfrasis, otros usos demandados, todos en función de la escritura. Permanecí sentado en la primera planta mucho tiempo, a Julio se lo veía subir y bajar en esa intensa búsqueda de palabras que lo había caracterizado durante su vida, en cambio a mi se me daba la complicación de enlazarlas una con otra, no sabía por momentos si bajar o subir, quizá esa falta de oficio o de agilidad intelectual o esa ductilidad estructural, que Julio tenía y que esbozaba al menor intento de congeniarlas.
Me contentaba, aún me contento, con aquello de que intentarlo es suficiente para encontrar una felicidad interior de poder disfrutar únicamente con el tránsito del camino, sin importar el destino, ensimismado en la realización, sin mirar, muchas veces, hacia el objetivo final, perdiendo de vista la contundencia que nos exige lo literario, esa necesidad de ser efectivos al momento de escribir. Al salir, y luego de prometerse uno reincidir en la visita, nuevamente el hombre de frac nos entregó una forma que debía llenarse con los datos del visitante y un ítem que enunciaba la palabra: testimonio, Julio escribió Rayuela, yo lo había dejado en blanco.
El encargado me preguntó: ¿ningún testimonio? Aunque lo considere poco importante... ¡No! - contesté - Aún no he logrado encontrar todas las palabras.
IDENTIDAD
Si hubiera sido algo rutinario, quizá le habría sido más fácil, pero él no tenía la costumbre de viajar en metro. Sin embargo ese día lo cogió en Paseo de Grácia para volver a su casa despues del trabajo, tenía solo tres estaciones hasta llegar a Lesseps para luego caminar hasta la calle Ballester donde residía hacía años, en un antiguo edificio, aunque renovado gracias a la gestión del actual presidente de la comunidad que ya llevaba cinco años en el cargo.
- Así parece, tampoco hace tanto que vivo acá, aunque me parece casual que en dos años que resido nunca nos hallamos visto, ni siquiera en las reuniones de comunidad que ahora por varias razones son más asiduas.
FUTUROS RECUERDOS
Montroy, Febrero 22 de 2007
Querida Laura:
Julián
TREINTA AÑOS NO ES NADA
No conocí a Cortázar en persona, pero tampoco a Sócrates, sin embargo abrevo de sus experiencias. Carezco de nostalgia respecto a ciertas certidumbres, a pesar de ello soy todo eso (nostalgias) sobre inciertas cosmogonías. Creo en los destellos que convierten algunos postulados, y a sus postulantes en clásicos. He sentido la pobreza al igual que Akaky Akakievich, así como nuestra vieja casona (mía y de mi hermana Irene) se convirtió en una Casa Tomada. Tampoco he coincidido cronológicamente con Platón, sin embargo he vivido intensamente los Diálogos de Amor de León Hebreo. Nunca he querido pervivivir, por eso siempre me he decidido por la vida y ésta, gran parte de ésta se circunscribe a mi dedicación por la escritura.
Julio fue una nota musical en medio de la noche, me despierta aún cuando lo leo, cuando en entresueños sigo admirando su destreza, aún hoy sus letras me
infieren una suprema nobleza. Cortázar persigue lo infinito, hace pensar, establece un acuerdo tácito con el lector al que no le es todo dado, su colaboración es crucial, Julio, el escritor, marca el
sendero.
Nos dice en sus charlas en la Universidad de Berkeley que enfundado en el preciosismo de la lengua hizo un trayecto prospectivo marcado por una época determinada por un esteticismo de inusitada
belleza, su cambio fue a "cuento" de un viaje, la riqueza de otras clturas le dieron el pretexto y la historia comenzó a ser mucho más importante que la forma de contarla, desplazando el objetivo
desde un planteamiento de culto a la literatura hacia ese mismo arte como indagación del destino humano.
La síntesis del comentario es que a Cortázar se lo sigue leyendo al ritmo de nuevas ediciones editoriales. No deja de ser un referente paradigmático de como se
escribe un cuento, aunque nunca albergó la instancia de ser a conciencia quien dicte normas al respecto, "no se escribe ni bien ni mal" decía..."hay temas bien tratados o mal tratados". Sin duda él
perteneció a la estirpe de su misma invención, me refiero a esos seres verdes y húmedos al que hizo referencia y bautizó de Cronopios que eran criaturas ingenuas, idealistas, desordenadas, sensibles
y poco convencionales, a diferencia de los Famas: rígidos, organizados y sentenciosos.
No soy dado a los tópicos, pero en este caso es justificado aquello de que: la fama es puro cuento
Oval, a veces blanco, otras amarronado, delicado en su aspecto, natural, acusado de agudizar el colesterol, el huevo regala connotaciones. Si se lo sufija, nos lleva a la tontería. Nos ayuda cocido o en su estado crudo, en la protesta o en la cocina. Allí texturiza, pero sobre todo cambia las mazas por las masas. Dos minutos de cocción, dos orificios contrapuestos y un sorbido, manifiestan proteínas en su estado líquido, sin embargo ocho minutos bastan para que su estado sólido decore nuestra mesa. Casi siempre se lo rompe, a veces para decir basta: ¡que no se lo rompa más! El huevo es capaz de determinar situaciones. Alguna vez estrellado sobre aceite, americaniza el desayuno. Es popular, venerado y denostado. Tiene madre pero padre ausente.
El huevo es, lo digo: necesario, contundente, aunque efímero. A veces lleva sello otras lotrae la vecina. Es alimento pero también significa un desaprobado. Manifiesta un gran dolor como también un gran "te quiero". Va muy bien solo pero mejor acompañado. Nutritivo, completo, recomendado, aporta fósforo y selenio, antioxidante, nos ayuda con la visión y la memoria, aporta, siempre aporta, también hierro, yodo y zinc. Siempre bien preparado, en tortilla, en revoltijo, frito, hervido o asado, con su forma ovoidal o diluido, en mayonesa o en los postres. El huevo es señores: un nexo o un compuesto de otros manjares. Picado, rallado, batido, relleno, alimenta y decora. En su forma habitual o en mayonesa, el huevo es el pueblo: es nuestro. Se lo clasifica en tamaños, denota virilidad, las cosas cuestan mucho más cuando se lo nombra. Lo usan todos, lo uso yo, lo usa usted que está leyendo, lo usó Cristóbal. Lo producen algunas hembras y contiene embrión, es un huevo pero también gónada. Algunos marcan inteligencia otros los arrastran y muestran su bobera. Pero el huevo es elemento de cocina, detrimento en política, alegría y color en nuestra dieta. Es comprensión y lo contrario, sirve para comparar el de quien es más grande, marca infertilidad, estupidez y desazón.
Aunque nunca sabremos si fue primero él o su madre, el huevo es todo eso que dije, es también diminutivo y superlativo. ¿Sabe usted a cual de estas dos clases pertenece?
MÓRIS
A todos los Moris que de alguna manera cohabitan en cada amigo que fui encontrando en el tránsito de este camino que es la vida.
Y en especial a quien con su magia ilusionó los días de mi infancia: A Maurice cómplice y testigo de mi dilatada inocencia.
Julián Busto Vallés
CAPITULO I
El Instituto
Lo cercano se me propone olvidadizo, ahora ya me es más fácil recordar lo lejano, aquellos felices días de la infancia seguidos por una adolescencia con luces y sombras, con aquel peregrinaje hacia destinos de veloces cambios, donde se fraguaban aquellas asociaciones vacías de preocupación. El regreso a casa después del obediente día escolar y ese olor que impregnaba la escalera, un olor repetidamente cotidiano. Fui aprendiendo a diferenciar los aromas antes de irrumpir en la cocina, no lo sabía, ahora lo sé, que disfrutaba antes de llegar a la mesa aquel tiempo que mi abuela invertía en acostumbrarnos a tener una vida. He sido, soy: un solitario. Muchas veces me encontraba en el centro de una gran terraza junto un enorme avión de madera con pedales imaginando que no estaba solo, me decía cosas para aquel amigo imaginario que tantas veces no me escuchaba. Mi infancia ha sido un bagaje de ilusiones, algunas maltrechas por la falta puntual de concreción y rápidamente olvidada para poder asirme de otra bien recibida, como en una cadena de esperanzados sueños que salaban, al igual que mi abuela, aquel guiso que era la vida con más futuro que presente.
Los días eran largos, ahora se me escapan en esa velocidad que nos sugiere el tiempo restante. Tengo fijaciones de momentos que han marcado mi existencia, me es más fácil reconocerlos hoy cuando busco en esa mirada retrospectiva como si estuviera en esa soledad de los atardeceres, vuelven hacia mí en forma de nostalgia abrigando una marcada esperanza por volver a transitarlos. Mis padres ataviados de esa modernidad que nos va quitando perspectivas, cedieron gran parte mi custodia diaria a mi abuela que dominaba genuinos recursos de afabilidad. Al igual que Buda, cuando salí de mi castillo descubrí que la vida no es solo lo que uno piensa sino lo que uno vive, que la presencia de los males nos rodea, nos acucia, nos somete. Así mi primer vestigio de comprensión de que el bien existía por el mal, que a la vida se le antojaba la muerte, me llegó a los once años con la inesperada desaparición de mi salubre abuelo. Quizá no pocos momentos sean los que, parte de una sucesión, se revelan como destacados. Uno en especial ha quedado perpetuo en mí como si fuera un deseo no cumplido, como si su relevancia haya marcado mi vida después de ese instante. Recuerdo que en mi séptimo cumpleaños, una noche de tormenta apareció por mi ventana una fuerte luz, fuerte pero suave a la vez, dulzona, amarillenta casi dorada, más bien dorada, un haz de luz triangular y en el centro de su luminosidad, algo semejante a una cabeza, no sé si era eso realmente, pero si había una sonrisa. Blanquecinos y destellantes dientes que me sugerían paz en la tormenta. No se precisar el tiempo, fue rápido y contundente, pero no tuve miedo, por el contrario me dejó una sensación de libertad, de armonía, ¡eso es! Unas palabras mejor que escuchadas, sentidas, resonaron en mi: “Busca tu armonía interior y trata de conservarla durante toda la vida. Solo el que guarde su equilibrio interior logrará su equilibrio hacia fuera” Ahora a través de los años, creería que esa figura geométrica, ese haz de luz triangular dando marco a esa imagen de sonrisa fue el interludio de un sublime acontecimiento que llegaría tiempo más tarde. Muchas veces, luego de aquella noche, esperaba los relámpagos para revivir aquella circunstancia que nunca más volvió a repetirse. Entre mis preferencias, además de la soledad y la lectura descubierta en mi adolescencia, se encontraban un sin fin de confirmaciones de la existencia de los momentos sobresalientes, detalles, notas escritas, frases, dibujos, esquelas, alguna figura geométrica, aquel triángulo que me hablaba de un encuentro con algo maravilloso que el paso del tiempo daría valor, color y gusto por haber compartido unos pocos años con aquella representación que da ese amor que implica la amistad. No sé en que momento tomé conciencia de que era una persona retraída en búsqueda de momentos que aportaban soledad, pero sí me sentía distinto a los demás, mis preguntas no eran las comunes, quería esencia, buscaba algo más. Fui confirmando a través de los años que mi solitaria existencia estaba calculada por mí de antemano. Mis años en el High School dieron sentido y orientación a ese inminente deseo de abarcarlo todo que tiene la juventud. Un muro de contención para esos azarosos y emocionados sentimientos que remueven todo desde el inicio. Por esos días, la acumulación de conceptos que infunde el conocimiento que concluye en estandarizar una diferencia en el estrato social, me dieron la indubitable idea de que todo pasaba por el saber, por ser el mejor, por subirse al podio, vencer. El paso secuencial de las acciones y su contracara, al igual que la ley de empuje, fue dejando el cubo fuera del agua y todo viró. Por fin logré escuchar las voces del río que hicieron que todos mis esfuerzos se dirigieran hacia la búsqueda de la verdad, no como única, conceptual y generalizada, sino como mía: mi verdad. Unos detalles sueltos sustentaban la imagen del barrio donde todo sucedía, mis padres, mi abuela, mis compañeros, todo su quehacer se daba dentro de los límites geográficos de aquel poliedro. Detalles que implican imágenes que perduran, como un viejo almacén, una tienda de libros, la farmacia o el portal de mi casa. Colores identificatorios de aquella policromía que por algún insistente acostumbramiento se situaron en mi retina. Mi padre era un hombre muy ocupado, muy sociable y creativo. Su trabajo le absorbía mucho tiempo, era representante de una importante acería de la capital del estado y tenía muchas personas a su cargo. Era ejecutor y metodista, me refiero a que todas sus acciones eran precedidas por un método infalible y contagioso, todas las personas que trabajaban con él padecían de desorbitación en la mirada. Mi padre era un sujeto divertido que hacía divertir, pero como dije: metodista. Para él, el día tenía tres divisiones taxativas: trabajar ocho horas, dormir ocho horas y divertirse ocho horas y todo debía hacerse aportando hasta el último rincón del cuerpo y por supuesto del alma. Mi relación con él era de amistad, fue muy importante para mí haber sido su hijo en la forma en que lo he sido, de haber contado con él en innumerables ocasiones cuando verdaderamente necesitaba su presencia, su palabra. Mi madre trabajaba en una fábrica de hilados, sus tiempos, como su forma de iniciar su acción eran más elásticos menos espesos diría yo. Comencé mi primer ciclo escolar a la edad de siete años y con todos los compañeros de ese inicio llegamos al final de ese primer escollo, vendrían otros como es de suponer, pero ya no con aquellos diecisiete compañeros, realmente dieciocho, ya que en el segundo año hubo una incorporación inesperada que a través de los años y en distintos momentos de mi vida, se convertiría en el punto de partida de la mayoría de mis reflexiones. El instituto de aquel entonces era una pequeña casa que contaba con algunas habitaciones que eran usadas como aula, luego fue incrementando superficie para convertirse en una gran empresa del saber que te catapultaba hasta las postrimerías de la universidad. El aula de aquel primer año y que nos daría estancia de cinco horas diarias nos dio su utilidad hasta el tercero, cuando cambiamos a una del primer piso con olor a pinceladas recientes. Rectangular, con sonoros pisos de madera, un gran pizarrón verdoso, una puerta comunicaba con el aula contigua y otra era la entrada que daba justamente a un pequeño patio con una fuente con una cabeza de león adosada a una de las paredes laterales, un verdadero patio andaluz, que comunicaba una tercera aula y al lugar más visitado por los disidentes: La dirección. Todo eso pertenecía a la entrada de la casa, luego, internándose hacia la zona más ruidosa encontrábamos un gran ambiente al que se accedía por un pasillo contiguo a la entrada de nuestra aula, ese gran ambiente contenía un piano y uno de los muros receptaban notas escolares, horarios de cada asignatura y noticias de próximos eventos a realizarse por alguna inminente cercanía a fechas patrias o alguna información del ámbito escolar. A esa misma sala casi menos ancha que alargada y que no era otra que la sala de música, convergía por medio de una puerta de doble hoja, el lugar donde casi éramos libres de timbre en timbre, el gran patio de la escuela, lugar de actos y formaciones, donde se izaba la bandera, se comía, bebía mediante la oblación al que regenteaba lo que se llamaba la cantina mediante un índice de precios al consumidor que podíamos todos observar en letra imponente, había convertido los recreos en sustento dentro mismo del templo del saber. A pesar de mi carácter poco receptivo, siempre he tenido buen trato con mis compañeros, con todos, bueno, había una excepción claro: Abygail Tusso. Era el más alto de la clase, el último de la fila y a pocos metros del final de la lista. Desde el primer día no me pegaba ese Abygail con ese Tusso, es que me parecía que el paisano Abygail no tenía nada que ver con el paisano Tusso, aunque siempre intuí que los dos juntos tendrían buena pegada y que por esas cosas del destino debían ir juntos a pesar de su sonoridad. El primer año fue todo lo nuevo que podía ser, resultando que multiplicando números se llegaba a ser más rico, y que restando o dividiendo ocurría exactamente lo contrario, por eso había que, según la matemática, para tener más, multiplicar o bien sumar, cosa que a mi no me daba mucha ilusión, ya que el dinero o mejor dicho la producción del mismo no era asunto mío, sino que aparecía en esa víscera tan sensible como lo es el bolsillo por obra y decisión de mi hacedor. El segundo año fue agregando a mis vagos pensamientos reinantes hasta el momento nombres como el Monte Everest, Napoleón o las Cruzadas a las que identificaba con una equis. Aunque debo decir que no fueron esos nombres lo que le dieron importancia al año en tránsito. Habíamos comenzado las clases de ese segundo año cuando al promediar la mañana, con la asignatura en pleno proceso de aprendizaje se abrió la puerta del aula y apareció una figura delgada, con un semblante sonriente, un aspecto que desbordaba insignificancia. Yo que, como mi carácter marcaba, era parte de la última fila en la que estaban dispuestos los pupitres que por cierto eran uno solo divididos por mitades, observaba la acción. Camisa blanca, corbatín a rayas oblicuas del color de la chaqueta conjuntamente con rayas amarillas y bordó, se acercó a la profesora, la que le indicó mi medio pupitre vacío tanto de esperanza como de persona alguna y así desde ese mismo momento el número de personas atentas a la clase se convirtió en diecinueve. A paso lento, como a sabiendas de estar en un estrato superior, recorrió el largo del rectángulo con dirección indubitada hacia mi vecindad; apoyó un portafolios de un gastado amarronado y se sentó en forma cadenciosa con un aire de superioridad, con la convicción de no ser el último, sino el primero. En ese momento la profesora hizo una presentación formal: Este es vuestro nuevo compañero Mauricio Llabrés y se sentará con Marcos hasta el final del ciclo. Fue en ese momento el centro de las miradas, aunque poco evidente, de soslayo también había sido infaltable la mía. Cerca del final del día ya no fue tan disimulada mi mirada, lo observé con detenimiento, acusaba una inminente delgadez, unos dedos finos, delicados, su piel era blanca, su sonrisa nada tímida, amplia y brillante con dientes blanquecinos y destellantes, una cabellera de un luminoso amarillento casi dorado, su nariz era respingona y gran parte del centro de su cara era divertidamente pecosa y cuando por un momento giró su cabeza hacia mí, pude ver sus ojos del marrón más claro que hubiera visto. Igual que su color era su penetración, así me había sentido cuando por primera vez y por segundos, había decidido mirarme. En ese instante dejé de hacerlo casi sonrojado, no me gustaban esas evidencias y llevé mis ojos y mis pensamientos a kilómetros de distancia buscando la insustancialidad del momento. Pasaron unos instantes, noté que hacía un movimiento, que ponía su mano en el bolsillo derecho y sacaba un papel de forma cuadrada, lo puso sobre el pupitre, escribió algo hacia un vértice, lo dobló en dos como no lo habría hecho yo, dándole una forma de triángulo, con su mano derecha y sin dejar de mirar hacia el mismo frente al que yo estaba mirando, me acercó aquel papel de forma triangular, que yo tomé y en un mismo acto bajando la vista y desdoblando el triángulo para convertirlo en cuadrado, pude ver que decía: Hola soy Móris. Al terminar la clase intenté buscar a Mauricio para tener un encuentro con él, para hablar, escucharlo, quizá solo mirarle, ¡eso! Solo mirarle. Pero como si hubiera consagrado su invisibilidad a las mismas de mis horas de ocio, desapareció en forma imprevista, a pesar de haber comenzado a domesticarme al buen decir de Sant Exuperí. Con el paso del tiempo supe que era su estilo, una de sus características: desaparecer como aparecer en forma impensada para quien ansía lo contrario. Pasaron semanas en las que escuchábamos los mismos conceptos, las mismas preguntas las mismas respuestas, luego desaparecía, no podía encontrarlo en los recreos y al terminar el día volvía a hacerse invisible. Ya no me preocupé más de intentar verlo fuera de clase, hice caso a mis pensamientos huidizos y volví a mis solitarios estados. Una mañana, en la sala de música, estaba yo absorto mirando los horarios de las asignaturas en el panel informativo, cuando sentí que se acercaba, intuí esa fuerte presencia detrás de mí. Sin dejar de mirar el panel pero distraído en espera de sus palabras, sentí como posaba su mano casi sin peso sobre mi hombro, los dos seguimos en la misma posición mientras él decía: Me acompañas a ver las estrellas -¿las estrellas? No puedo volver tarde repliqué Será temprano, a las nueve te espero en la calle que corta el ferrocarril, aquel pasaje. Allí estaré. ¿A quién se le ocurre invitar a alguien a ver las estrellas? ¿Porque no era como los demás y me sugería ver un partido de football o invitar a alguna compañera al bar? Era tonto y raro, casi tan raro como yo…¿y tan tonto? Puntuales nos encontramos en el sitio indicado, caminamos unos pasos por aquella pequeña callejuela, saltamos una alberca y dimos a parar a las vías de ferrocarril, allí en una especie de patio con vista hacia un descampado nos sentamos y enfilamos nuestras miradas hacia el cielo azul, un cielo muy azul con estrellas brillantes. Luego de unos momentos, Móris señaló una que parecía más lejana, titilante. - Dime Mauricio… - Me llamo Moris, te lo he dicho - En ese caso sería Maurice - No, mi nombre es Móris, Llabrés Vuh - Pero Moris… - ¡Móris he dicho! - Esta bien, entiendo - Pasaron unos minutos - ¿Vuh es un apellido raro no? - Tiene que ver con mi pasado, con mi lugar de residencia - Y donde…- ¿Ves aquella que está cerca de la Osa Mayor? - ¿Cual? ¿La que titila? - Esa misma - ¿Es bella verdad? - Sí - Tiene que ver conmigo, con todo lo que soy - Pasaron unos minutos sin que pronunciásemos palabra alguna - Dime, ¿cuán lejos está? - Pues eso se mide en años luz, que es la distancia recorrida por la luz en un año - ¿Y cuantos años luz está de la tierra? también se puede medir por una unidad llamada pársec y que corresponde a 3, 269 de años luz. Bueno los cálculos no para todos son iguales - No te entiendo - Bajó su cabeza, acercó su mirada y dijo: - No podré explicarte esto ahora. Además es tarde, será mejor que nos vayamos –
Bien
Nos despedimos y no tardé mucho en llegar a casa. Fue una noche larga, noche de cálculos, de años luz, me costó dormirme y más aún intentar comprender como Móris sabía todo eso. Volvió a pasar un tiempo, semanas creo yo, hasta que algo produjo otro acercamiento. En esos días todo estaba convulsionado por la cercanía de los exámenes. Una mañana Abygail niño con pocas pulgas o consciente de ser el último de la fila, me solicitó en forma imperante que le facilitara la última lección para poder copiarla. Tenía yo uno de esos días de malhumor y le dije que se lo pidiera a otro. Me miró haciendo una mueca inexplicable con la boca para luego hacerme escuchar por lo bajo: - ¡Nos veremos en el recreo! Cuando se escuchó el timbre pensé que podía maniobrar de alguna manera y salir en otra dirección, pero Abygail estaba tras de mi para no dejarme lugar a evasión. Salimos y nos dirigimos al patio. Estuve unos minutos y no vi moros en la costa así que me confié y me alejé a una zona tranquila con mis pensamientos. La montaña humana se acercó a mi sin decir palabra, me tomó de las solapas, acercó su cara…mejor dicho acercó mi cara a la suya, a esa mueca desafiante…cuando noté que giraba la cabeza mientras soltaba gradualmente mi mal trazada americana. Entonces lo vi. Móris, impávido, sin violencia alguna estaba ante él, concentró su mirada, captó la mirada del monstruo con sus ojos, lo paralizó, lo dejó sin voluntad, lo sometió a su razón y le ordenó ejecutar en silencio lo que le exigía. Abygail enmudeció, sus ojos quedaron fijos, su voluntad paralizada, sus brazos relajados e impotentes junto a su cuerpo: había sido vencido por el hechizo de Móris. Esa tarde, quizá como tantas otras, quedó en mi recuerdo para siempre. Comencé a entender que Móris era algo especial, que nunca ejercía la violencia pero que su dureza residía en alguna parte de su cuerpo. Que su presencia era impactante no solo para mi sino para cualquiera y que solo usaba sus recursos cuando era necesario, no se ufanaba de lo que podía hacer y se mostraba como uno más a pesar de todo. Nunca más el insonoro conjunto Abygail Tusso osó intentar hacerme notar su aparente superioridad, por el contrario su trato era cordialmente molesto en ocasiones. El año tocó a su fin, no hubo glorias, pero tampoco penas. Los diecinueve Abygail incluido, volveríamos por más el año entrante. El primer trimestre se presentó apacible y el resto del año se presentaba igual, salvo por algo que no estaba en los planes. Mi joven corazón había decidido desbocarse. Sara Moller Pons, una joven estudiante del aula vecina inauguraba mi paupérrima condición de conquistador. Sara había nacido en una pequeña isla perdida en el Mediterráneo, a ella me había prometido en cuerpo y alma para toda la vida. Más tarde que temprano se desinteresó de mi para dar lugar a mi primer desengaño amoroso. La tarde del infeliz suceso busqué acercarme a Móris, conocía la calle donde residía por haberlo leído Busqué la calle Cavour 143, entré por un pasillo y en el apartamento número tres frente a una puerta verde, dubitativo y diletante esperé unos minutos antes de Intentar llamar nuevamente, pero nadie contestaba, sentado en el pasillo, esperé su llegada Sin saber cuánto tiempo había pasado, casi anocheciendo, pude ver su figura mirando desde lo alto. Me invitó a pasar y ya dentro pude comprobar que Móris vivía en un sencillo apartamento compuesto por un patio central, donde iban a dar un baño y una cocina que estaban enfrentados y más al interior una pequeña sala contigua a un dormitorio y una especie de entrepiso que hacía las veces de habitación juvenil. Allí vivía con un tal Carmell Ravinal, a quien nunca logré conocer. Sentados en la sala, me convenció que esperara que iría por leche al almacén para que bebiera algo caliente, me sorprendió porque nunca estaba preocupado por alimento o bebida alguna. Mientras esperaba pude ver sobre la mesa un libro: Siddharta, al abrirlo, encontré que en diversos capítulos había señalizaciones en rojo como si alguien quisiera resaltar dichos párrafos: Durante largo tiempo siddharta había vivido la vida del mundo sin pertenecer a él, los todavía los seres humanos le eran extraños, igual que él era para los demás. Aleatoriamente en la página 38 estaba remarcado: Se colocó ante el samana y concentró su alma, captó la mirada del anciano con sus ojos, lo paralizó, lo hizo callar, lo dejó sin voluntad, lo sometió a su razón y le ordenó ejecutar en silencio lo que le exigía. El anciano enmudeció, sus ojos quedaron fijos, su voluntad paralizada, sus brazos relajados e impotentes junto a su cuerpo: había sido vencido por el hechizo de Siddharta. No tuve más tiempo de continuar porque sentí el ruido de la puerta al abrirse Bebimos un tazón de leche tibia mientras compartía con Móris el peor día de este mi inicio sentimental. Hubo un silencio de esos que Móris bien sabía promover, durante unos minutos solo hubo ruido de miradas, hasta que por fin dijo: - El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. Habrá otras oportunidades para ti. Las cosas no son cosas, son procesos, la vida es un constante proceso, cuando construimos un edificio: Planta baja y dos pisos Al comenzar con la planta baja lo hacemos con un pensamiento, al pasar al otro hemos cambiado nuestra convicción, volviendo a hacerlo en la última planta. No hay obligación de pensar o de aferrarse a ser siempre los mismos. Lo miré nuevamente a sus ojos y sentí ternura, agradecimiento - De donde provengo…… - ¿De dónde provienes Moris? nunca me lo has dicho - Eso no importa ahora. De donde provengo hay un principio que se representa visualmente en forma geométrica como un triángulo Un vértice marca Verdad, otro Sin cólera y el tercero es Dar - Habla con verdad, o te dejes dominar por la cólera y Da aunque no tengas más que muy poco que dar. Esa es la trilogía que aparece en nuestros códices más antiguos Volvimos a quedar en silencio aunque sus palabras resonaban en mi: el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. Al despedirme le mencioné si estaba leyendo Siddharta y me dijo: - Puedes llevarlo, léelo, ya me lo devolverás algún día.
Había decidido que mi opción por el sufrimiento sería descartada, con lo que seguí mi vida dejando el accidente de Sara a un lado. Las clases se volvían abúlicas con el tiempo, supongo que a través de los años nos pensamos más ejercitados para eludir pasar al frente a exponer una lección o simplemente escuchar la cantinela de la profesora de turno. Móris, como siempre genial no dejaba de sorprender con sus intervenciones. Recuerdo una de sus últimas de casi fin de curso. En la hora de química, ante el requerimiento de la profesora, Móris comenzó a hablar de “El PICO DEL PATO QUE ES HERMOSO Y CHIQUITO”, claro que eso produjo gran hilaridad entre todos los compañeros, no así en la profesora que invitó a Móris a continuar. A lo que Móris continuó de esta manera: - Las sales, Dijo, son aquellos productos resultado de la reacción química de un ácido y un metal, químicamente están formadas por el ion correspondiente al ácido y el metal. Será una sal del metal si tiene esta formación química aunque haya sido resultado de una reacción diferente a la del propio ácido con el metal. La frase incoherente que acabo de pronunciar no es ninguna ley química, es simplemente para que con su sonoridad podamos tener en claro que toda sal derivada de ácidos terminadas en ico llevan nombre terminado en ato, las de los ácidos terminados en oso se nombran como ito. Ej Ácido nítrico - nitrato de sodio // Ácido nitroso – nitrito de sodio. Es de suponer que, a pesar de su inaplicabilidad en la vida cotidiana, todo asistente a aquella clase jamás olvidará porque el pico del pato es hermoso y chiquito. Los años se fueron sucediendo y si bien mis cambios continuaron siendo el resultado de otros vaivenes, llegué al igual que Móris a ese tan anhelado fin de curso. La tarde de la despedida, la foto del conjunto aún con mi amigo Abygail se tomó en el patio, todos estábamos vestidos impecablemente para la ocasión, allí quedó el recuerdo, en esa instantánea, fue la última vez que vi a la mayoría de mis compañeros. No fue así con Móris a quien volvería a ver en distintos momentos de mi vida. Como final de aquel tránsito - la vida siempre lo es - la profesora nos regaló a cada uno un libro diferente. Nunca leí su dedicatoria, pero a Móris le había tocado El Gran Químico. El mío era Juvenilla de un tal Miguel Cané. En él en su primera página había una dedicatoria “Ya no pasarás más por mis aulas, pero tu paso ha sido dado. Te buscaré en cada imagen de mi próximo alumnado, en aquellas que dan todo de sí. No dejes de plasmar tu pensamiento en papel, Recuerda, la constancia es un signo de voluntad” A todos les había hecho una dedicatoria, lo tomé como el colofón de sus pacientes años junto a todos nosotros.
Beatriz
A todos les había hecho una dedicatoria, lo tomé como el colofón de sus pacientes años junto a todos nosotros
CAPÍTULO II
La feria del libro
Transcurrieron meses sin saber nada de él, mis momentos solitarios a veces me confundían, quizá por que esperaba ver a Móris en algún momento, eso pasó en forma inesperada al encontrarlo caminando por la calle y me invitara a la feria del libro. Como entendí que no era casual que fuera con Móris a la feria del libro, le pregunté porque estábamos allí, no se deshizo en porques, pero dijo: - Conocerás a la literatura móvil, tiene dos piernas y a esta altura está para dar consejos. El último de los dinosaurios vivientes de ese pelaje literario perteneciente al siglo pasado, Nació en un país del sur de América, pero allí poco se lo conoce, menos aún se lo reconoce, pero es el autor más frondoso de que tenga conocido ese lugar, su obra consta de cuarenta y dos volúmenes, de los cuales 18 están inéditos. Si se lee, cosa que no es muy frecuente, su obra provoca de todo menos indiferencia. Impaciente, escatológica e irreverente, es como cachetazo en la nariz, quizá eso, ese querer mostrar la realidad circundante del momento en un tiempo inadecuado, lo catapultó al peor de los olvidos para un escritor: que casi nadie lo leyera en su propio país. Móris tomó mi brazo y me acercó al stand de libros y me presentó al hombre alto y delgado como un admirador suyo. Luego y como era de esperar desapareció sin más, quedé solo ante ese hombre sin saber que decir. Me invitó a pasar y a sentarme. - Pero dígame, ¿es cierto que usted me conoce? - Otra vez no supe que decir ¿es usted Juan Filloy?
– Filloy…Juan - Se pronuncia Fiyoy porque es un apellido gallego y no irlandés, Móris me ha dicho que quiere ser usted escritor ¿Conoce usted bien a Moris?
- Nunca se conoce bien a Moris, pero si lo conozco.
- Volviendo a mi pregunta inicial¿es que quiere ser escritor?
- Si
- Como se llama?
- Marcos - Pues bien Marcos, ante que nada debe usted conseguirse un trabajo. ¿No pretenderá vivir de la literatura verdad?
- No supe que responder por un instante
- Si claro, supongo que será necesario
- Bien
- ¿Y porque género literario se decantará usted?
- Por el cuento…creo
- Si es verdaderamente eso lo que quiere, lea a Edgar Alan Poe, Guy de Maupassant, Cortázar
- He leído algo de cada uno ¿y si me decidiera por escribir novela?
- Pues sin duda Balzac, Flaubert, bueno hay tantos…
- Y a usted, ¿no me aconseja que lo lea?
- Bueno yo soy el mejor, déjeme para lo último, así tendrá más comprensión sobre el tema, si es que encuentra algún libro mío editado, claro.
- Lo tendré en cuenta. Pero dígame, ¿cree usted que en literatura el centro es el lenguaje o las historias bien contadas?
- Hay de todo un poco, Borges se refugió en el lenguaje, tampoco es un desacierto. Recuerde que el idioma castellano consta de 80.000 palabras, no se quede solo con las 1200 habituales, eso es muy pobre. La literatura también trata de eso, de usar todo el léxico. Al idioma inglés se le calcula aproximadamente 260.000 palabras, pero carece del recato y pudibundez a que nos somete la Real Academia Española de la Lengua que todo lo pasa por el tamiz de la purificación.
- Señor Fiyoy ¿cree que se toma mucho de la realidad o es poca cosa la que dedicamos a ello?
- Si quiere puede ser periodista es otra forma de trabajar con la realidad, pero si escribe ficciones debe saber que aunque tomemos datos de la realidad circundante, el 80 por ciento, quizá más, es pura imaginación. Y recuerde que un artista debe tener una imaginación de contrabandista de drogas, de experto en burlar aduanas. La dedicación debe ser continua, Baudelaire decía que el trabajo es una forma desesperada de divertirse. La constancia en el trabajo es un signo de la voluntad y provee ideas y se estimula la imaginación en una especie de mayéutica constante que se convierte en la matriz del escritor. Ah y no deje de cultivar la locura como decía Henry Miller, lea Elogio a la locura de Erasmo de Rótterdam. Nunca piense en lo rentable que puede ser su escritura, rentable económico me refiero, la felicidad en esto consiste en que las letras abastezcan su necesidad de vivir.
- Y usted ¿trabaja?
- Trabajaba. Soy grafólogo, pero fui encargado de la asesoría de pobres en un juzgado, pero solo sesenta y siete años.
- Como definiría a un escritor?
- Mire un escritor es un idiota que transita por la vida fabulando, al que no sé como no le ocurren más accidentes cuando camina por la calle porque siempre está pensando en otra cosa diferente de la que está haciendo en ese momento, con los bolsillos llenos de frases aparentemente geniales y la cabeza llena de palabras. Escribir, amigo Marcos, debe divertirle
- Eso es lo que produce en mi: diversión
- Entonces, ¡adelante!
- Gracias Señor Fiyoy, tendré presente este diálogo cuando decida ponerme manos a la obra.
- No olvide, que la hoja en blanco es nuestra tragedia diaria.
- No olvidaré nada, Adiós
Con un apretón de manos me despedí de aquel compendio de literatura, sabiendo que nunca más volvería a tener una charla tan enriquecedora alimentada desde otro siglo. Salí del lugar sin los bolsillos llenos de papeles con frases geniales, pero con la cabeza llena de palabras. Y según él había dicho, llegué a casa sin saber cómo y sorprendido de no haber pensado en todo el trayecto en Móris, de la mano de quién había entrado en la feria del libro.
En una época marcada por los cambios, en aquel verano del 68 y llevado por una juvenil inclinación reformista, decidí que lo mío era ayudar a equiparar las desigualdades del mundo. Creí poder corregir el desnivel de la balanza, en la libertad, igualdad, fraternidad… La herramienta era la justicia, con lo que ingresé a la universidad de derecho para poner en práctica mis condiciones natas de hombre imparcial a la vez que intentaba dominar mi inclinación literaria en pos de un articulado legal la mayoría de las veces imposible de cumplir. Fueron años de un esfuerzo en vano, no podemos ir contra nuestra naturaleza, eso era lo que hacía realmente, ir contra la perspectiva que estaba marcada en mi desde un primer momento. Fue difícil asimilar que la teoría planteada en la filosofía de aquel derecho que se daba de narices en un manifiesto contraste real y práctico que siempre se ha ejercido desde cualquier poder, que todo esto estaba signado por un ancestral desencuentro práctico-conceptual. La balanza no sabía de equilibrio y la inequidad era su pesa más accional en los grados de inclinación, la comprensión no fue instantánea, me llegaría con el tiempo. No fueron muchos los años, pero remar en contra hacía que el gran esfuerzo siempre apareciera minimizado, se perdían batallas en forma constante, continuas como fotogramas de un filme y lo satisfactorio estaba limitado a aprobar de vez en cuando alguna asignatura plagada de fechas y conceptos en pro de la igualdad: la ley lo era todo. ¿Lo es?
La aceleración hacia un tiempo de cambio fue precedida por una serie alocada de lecturas, la letra, la palabra circulaba en mi como si el oxígeno no fuera parte del transporte sanguíneo, sino más bien mi oxigenación se consolidaba en la siguiente hoja, en un nuevo párrafo, idea, concepto. Mi verdadero despertar literario tomó cuerpo en la lectura de Las mil y una noches, fue solo el comienzo de unas sesiones sin límites, pero fue el principio que marcaría una constante durante toda mi existencia. Desde el propio enfoque de sentirme sospechado de carecer de una vida interesante, de alguna manera me había planteado una diferencia sustancial respecto a que la realidad no tiene porqué ser algo que despierte interés, sin embargo la literatura si está siempre obligada a serlo, está obligada a ser interesante, por otra parte allí se pasa uno las horas corrigiendo, la vida no nos deja, no se deja corregir. Todos los pretextos eran pocos para dejar aquella nominación de justiciero y de una vez por todas poner proa al viento y dejar que la corriente me fuera ayudando a comenzar a ser lo que siempre he sido aunque más no sea potencialmente: un escritor. El cambio de carrera tuvo como coste el hastío fundamentado en la recurrente preparación para un nuevo examen y la pérdida de ganas de ese continuo pulular por las aulas universitarias, pero sabedor de que todo lo que merece la pena nunca es fácil, me dejé llevar por esa juvenil locura interior, por el cambio y la aventura de dejarse arrastrar por el sentimiento. Unos meses de descanso harían que mis maltrechos cuerpo/mente tomaran el nuevo rumbo con la naturalidad necesaria que sugiere el cambio pero el tiempo parecía desvanecer mi anhelado y paradigmático convencimiento de haber nacido narrador. Dos años transcurrieron en plasmar tal iniciativa, dos años y la llamada al orden de un viejo y amigo profesor de literatura: “Cualquiera puede ser un escritor, no se puede pensar en lo contrario, lo que si debemos saber es que para ello hay que poner algo de uno mismo, algo similar pasa con el dato cronológico, con la edad. Rambow escribió su última novela a los 19 años, Lampeduza lo hizo a los ochenta, escribió El Gatopardo a los 80 años de edad” dijo. El dato de la edad terminó por convencerme que a los 22 años no se es viejo para intentar una novela y culminó encausando mis pasos hacia la vieja universidad de filosofía y letras.
CAPITULO IV
La Universidad y Laura
Mis años de castidad se rebelaron en un solo instante, mi pasión, mi desvelo se alentaron con su sonrisa, con su mirada. Laura afloró la voracidad de lo viril que subyacía en mí. La culpa fue de Simón. Simón y quizá aquellos pasillos estrechos de la universidad que hacían que alguna que otra vez enfrentáramos nuestras miradas, algunas caían por el magnetismo aplicado desde aquella cercana perspectiva, otras se mantenían en su desvelo por adentrarse desde el iris hasta el último rincón de las tempestades. La tarde del encuentro quizá esté abonada de suspicacia por mi parte, pero conociendo a las mujeres, supongo que Laura ya me había elegido y solo debía encontrar el momento oportuno. Sonriente, con esa sonrisa que no deja pensar más que en eso, en esa expresión que comunica brillantez, vestida de un rojo contundente y con tacos que ayudaban a simetrizar nuestras miradas, pasó a mi lado rozando con una brisa lo que estaba debajo de mi vestimenta, sentí un suave aunque intenso calor epidérmico, su presencia traspasaba todo, llegaba hasta mi piel, se daba por confirmado su ascendiente, mi pertenencia. Dejó… sentí el golpe de algo que supone golpear con toda su superficie en un sonido abarcativo acompañado de los ecos de aquel angosto pasillo. Giré mi cabeza, al detenerme vi que un libro de especial grosor y tapas negras junto con un papel supuestamente salido de entre sus hojas yacían en el piso muy cercanos a mí. Recogí el guante, también el libro y el papel que titulaba Simón el Mago. Enfrentados, solitarios en un mundo poblado de presurosos compromisos. Allí estaba ella, allí estaba yo.
- ¿Lees la biblia?
- Aquí se leen cosas muy raras, ya sabes aprendemos a discernir.
- Respecto a Simón el Mago he presentado una monografía el pasado año sobre sus pensamientos y la escuela agnóstica que presidía
-¿No me digas? ¡Estoy metida de cabeza en la investigación de este señor! El cambio de la caída del libro por la información selló el acuerdo para que Laura embista sin la preocupación de ser evadida, más bien había cumplimentado una reverencia varonil que en la realidad se leía como el reverso para confundir a la gente a la hora de definir la feminidad de lo masculino. No supe su nombre sino hasta promediar el siguiente día, cuando en el bar de la universidad (el bar de la cita) nos encontramos a “discernir” motivados aparentemente por un montón de papeles y el libro de tapas negras.
- No sé el nombre – dije ni bien me senté
- Simón de Gitta, bueno Simón el mago, ya sabes
-¡ Me refería a ti!
- Sonreímos
- Laura, soy Laura
Dijo acompañando una última carcajada
- Marcos dije, Marcos EL MAGO
- ¿también eres mago?
- He logrado que te sientes aquí, ¿verdad?
En una aparente contundencia teórica poco original de ver una especie de aurea masculina en la conquista, preguntó: - ¿Estás seguro de la teoría?
- Para nada, pero estoy compenetrado con el desenlace
- ¡Así me gusta! Habla de lo que parece que conoces, háblame de Simón…EL MAGO.
- En la monografía que he traído lo tienes todo, aunque te diré que hay dudas sobre la procedencia de Simón, los hilos conductores nos llevan a una ciudad bíblica ubicada a la margen occidental del río Jordán. Dio inicio a una especie de conocimiento intuitivo, su religión linda con la judaica y aún pervive en algún lugar de Israel
- Y porque mago?
-¿Yo o Simón?
- ¡Simón!
- Pues, porque al igual que Jesús, de quien fue contemporáneo, ofrecía milagros, además oficiaba de Cristo considerándose por ello la emanación directa de Dios en la tierra. Puedes leer más en el Nuevo Testamento, en el párrafo dedicado a los apóstoles.
Cerró los ojos suavemente, sonrió cautivándome sensorialmente y dejó que el tiempo me impusiera el arrebato de la decisión de volverla a ver cada noche, de encontrarla a mi lado cada mañana de mi vida.
Transcurrieron cinco años de aquel primer encuentro con Laura y dos de una vida en común. Decidimos vivir en un piso en el centro de la ciudad cercano a su trabajo como profesora de lengua de la Universidad. Mi trabajo no era formal, dependía de encargos, aún no había terminado la tan ansiada carrera universitaria, pero la práctica y el gusto por corregir textos me daban el aliciente necesario para ser constante en mis estudios. Fueron pasando los años, años maravillosos compartidos con una mujer dúctil, inteligente y siempre bien dispuesta a compartir proyectos que rápidamente, nacieran de uno o de otro, se convertían en comunes y se transitaban palmo a palmo, de forma de sentirle ese gusto que se paladea como en aquel tiempo de infancia cuando mi abuela se disponía a crearnos memoria de gustos cotidianos convertidos en placeres. Si algo le faltaba a Laura, si es que yo pudiera dictaminar un puntaje para redondear una mejor nota era su falta de gusto por la cocina. Por lo demás éramos una sociedad perfecta donde sus integrantes tenían una visión similar sobre la vida y sus encantos y por sobre todas las cosas se complementaban en las faltas de cada uno con los sobrantes del otro. Por caso yo siento la cocina como el lugar más familiar de la casa y las ollas como el suplemento perfecto de mis horas de papel y estilográfica
Así como el óxido da una especie de ultimátum a algunos metales, el tiempo corroe las relaciones y si no se está muy atento el ultimátum se cumple y da por tierra con todas las buenas intenciones por mejor arraigadas que estas se encuentren. Tuvimos dos hijas y con ellas los mejores momentos que yo pueda recordar haciendo un balance, no muy minucioso pero si certero de mi vida. ¿Qué nos pasó? Quizá no supimos renovar el alimento de cada día. Eso no quiere decir que no fuéramos personas creativas, ciertamente lo éramos, aún yo me siento así en varios aspectos. O quizá fuimos siendo otros, pero en forma individual y sin embargo como conjunto seguimos siendo los mismos, de tal manera que cada uno sentía una especie de frustración de a dos por no cristalizar lo que verdaderamente se iba transitando en forma individual. Lo cierto es que todo se fue tornando cada vez más complicado, Laura hablaba, explicaba... yo no escuchaba, yo hablaba, explicaba...ella no escuchaba. El engaño puso el broche de oro y ya no hubo necesidad de no escuchar lo que se nos decía o se nos explicaba. Éramos dos extraños que vivíamos bajo un mismo techo únicamente para no mojarnos o tener frío, por lo demás nuestros horarios eran en forma planeada no coincidentes, el desayuno la comida, la cena igual que lo fueron nuestros dormitorios. Había un mundo de sentimientos que fue el verdadero sostén de aquella relación, quizá idílica en sus comienzos, pero rotundamente real y placentera con el paso de los primeros años, un mundo de belleza integral, todo era estupendo, cordial, amable y valedero. Un mundo lleno de sensaciones, olores, perfumes, deseo…esas sensaciones que no cuentan tanto en nuestros primeros años de nuestra vida como lo harán en adelante. Tampoco el sentido del tacto es tan nítido y agudo en la niñez como llega a serlo en nuestra madurez. Solo el dolor nos iguala en esas diferentes etapas de nuestra vida, el dolor es el verdadero señor de almas y cuerpos. Un día no recuerdo como y sobran los porque yo estaba buscando un piso donde seguir mi vida, buscaba un ático algo con altura donde poder observar con claridad, esa claridad que se me había tornado nebulosa a mí misma altura. Buscaba los colores y las formas desde una perspectiva menos comprometida que la cercana y simétrica.
CAPITULO V
Los Planetas
Para adquirir esa luminosidad que requiere mi siempre atento libre albedrío caminé sin rumbo con la cabeza sujeta a algunas frases que destilaban supuesta genialidad. Sin dar demasiadas alternativas a mis pensamientos entré en un debate interior inevitablemente suspicaz, enredado en la madeja de la clasificación de lo que debe estar bien o puede estar mal, de las correcciones que llevan a deliberar entre lo uno y lo otro. Cerré los ojos por un instante y se me llenaron de luz, una luz estelar, intensa y momentánea de brillantez difuminada. Al abrirlos me encontré bajando una boca de metro que ayudaba a la desaparición del contraste de aquella brillantez sumida ahora en una sombra tunelezca de desconocidas bifurcaciones. Mi insonora soledad se convirtió de pronto en el bullicio de la turba cronometrada. Alguna insospechada atracción me sitiaba en un vagón de metro en dirección a una estación llamada Plaza Catalunya. Al detenerse, subí por unas anchas escaleras hacia la boca de salida, los sonidos eran ya sin el abrazo de los ecos, ahora se iban perdiendo en los alejamientos de tacos y pisadas. Levanté mi vista, un cartel invitó a mi cuerpo y una negrura de sabor bajó desde el recuerdo de mi hipotálamo a la humedad de mi boca. Café Zurich decía el cartel. Entré, una mesa estaba vacía, a su lado otra ocupada por un parroquiano que me enfrentaba con la primera plana de un periódico del lugar. Miré las manos que lo sostenían, cuando parecía que me perdía en el detalle de su blancura y delgadez, fue dejando caer la noticia para darme en aparición la sonrisa del siempre eventual Móris. Dirigió su mirada hacia la silla vacía que lo enfrentada, aseveré con un gesto sin dejar de mirarlo y contesté su sonrisa con la de mi alegría por volver a encontrarlo.
- Quizás seas mi guía, porque no sé como he llegado hasta aquí. Los misterios de la telepatía – dijo – Sonreímos -
- La vida va dejando su estela, se te ve no muy bien
- El amor esclaviza. Convierte tu vida en la del otro y luego de un tiempo ya no tienes ni al otro ni a tu vida, porque se la ha llevado.
- No te sonará bien esto, porque quizá no sea oportuno mencionarlo, pero Marcos, son ciclos que se cumplen. Nada es para siempre, lo único que nos pertenece realmente son las ilusiones, todo comienza, se desarrolla y luego termina, tiene un fin. Así sucede con todo. Con las estrellas por ejemplo, su destino es el colapso, uno inicial y otro final ¿Café?
- Americano. Siempre me ha intrigado los conceptos que vertías en algunas clases respecto al firmamento, o aquello de que la velocidad de la luz no es numéricamente igual para todos los planetas
-¿Tiene nombre?
-¿Quien?
-¿El problema que te esclaviza?
- Laura
- Elije: ¿los planetas o Laura?
- En Laura no dejo de pensar, los planetas en cambio son privativos de conversaciones contigo, tan casuales como nuestros encuentros.
- Es variado lo que se puede decir de los planetas, de las estrellas, del sol, de la tierra. Si quieres podemos ordenar algo cronológico. ¿Marcos, que crees que eres?
- ¿Cómo?, bueno…una persona - Materialmente digo - Pues, algo así como materia orgánica y agua: mucha agua
- Es mucho más complejo que eso
Móris cruzó los brazos sobre la mesa, me miró intensamente y acercó su voz que iba perdiendo decibeles en cuanto acortaba distancia hacia mí.
- Somos todos. Absolutamente todos: “materia estelar”. Walt Whitman dijo: “Una brizna de hierba es un día de trabajo de una estrella” Estamos determinados por un cosmos al cual pertenecemos, del cual formamos parte. La teoría de que vivimos en un universo es real parcialmente, en realidad pertenecemos si bien a ese universo, somos parte de un multiverso, hay infinitos mundos paralelos, somos una burbuja flotando en un océano de burbujas y todo bajo el tinte de fugacidad que envuelve cada acto de nuestra vida. Todo lo que nace tendrá un fin, una muerte inapelable, más tarde o más temprano eso sucede irremediablemente. La materia es infinitamente más vieja que la vida. En el génesis de la humanidad, fueron los rayos estelares los que dieron inicio a la vida, todo comenzó a 150.000 millones de kilómetros de la tierra. La aparición de la primera bacteria en la tierra fue lenta, tardó 70.000 de años en consolidarse, así apareció vida en el agua. Todo proviene del pez, luego hubo transformaciones, el telecanto y la blefarofimosis hicieron lo suyo en los cambios de la especie. Como dije todo es cíclico y todo termina en el fin. Se tardó tiempo en cambiar la faz acuática por la terrestre, aparecieron los dinosaurios que duraron 200 años y devinieron en mamíferos, se fueron sucediendo ciclos, pero vuestro destino es volver a las estrellas, donde todo comenzó. En las estrellas el ciclo vital se compone de una suplantación de gases, primero el hidrógeno, cuando este desaparece cede su paso al helio que ocupa su núcleo estelar y da lugar a la brillantez que podemos observar desde tan lejanos planetas, cuando el helio se acaba, la estrella ha muerto. Cada estrella, cada lugar que deja una estrella, se convierte en un agujero negro, un pozo sin fondo que se convierte en un espacio sin tiempo, un portal hacia un universo diferente, otra dimensión. El sol, ese gran reactor de fusión, como cualquier estrella, también morirá, cumplirá su ciclo: en cinco mil millones de años el sol arrasará Júpiter, Venus y la Tierra, devastará todo lo que encuentre, evaporará los océanos. Perderá la mitad de su masa solar, pero antes de su muerte cegará toda vida. Esa muerte será natural. Luego ese fin podría no ser tan lejano si tomamos en cuenta que la rapidez con que se termine el planeta tierra dependerá de algo más sutil, casero. Si deciden seguir combinando codicia y estupidez será todo más rápido, sin el abrazo solar claro. Si en cambio eligen el camino de la compasión y la tecnología, el curso del fin se pasará de civilización en civilización, y alguna, alguna de las últimas quizá, encontrará la forma de no estar en el momento de la desaparición. Compasión más tecnología para poder volver a recorrer el camino inverso andado en el origen mismo de la vida. - ¿Y tu crees que hay vida en algún otro planeta? - Pues…no solo lo creo, ¡estoy seguro!
Hummm - Por ejemplo hay un pequeño y lejano planeta del sistema Univor donde se ha encontrado agua.
- ¿Cómo es ese planeta?
- Más pequeño, menos verde
ç- Es más fácil la vida?
- Menos ruidosa, todo lo contrario que este bar. Móris pagó la cuenta y me invitó a caminar por entre los apuros de la muchedumbre instalada en las calles céntricas de la ciudad. Pronto nos detuvimos en una plaza y nos sentamos en uno de sus bancos. Aprovechaba sus silencios, parecía dar un intervalo intrigante a sus futuras palabras.
- Más pequeño que la tierra, Uqbar, así se llama es menos fértil, más rocoso. El suelo es en su mayoría de origen ígneo formado por la piedra más común del planeta: la obsidiana, producto de una fusión volcánica. Es un planeta bastante más lejano del sol que este, y mucho más pequeño, digamos la tercera parte de lo que es la tierra. Quizá debiéramos dejar esto tan lejano y nos propusiéramos algo más cercano, lo que te preocupa por ejemplo, después de todo la vida se hace de presente, Quizá debiéramos hablar sobre Laura.
- No, he optado
- Bien, si lo prefieres…
- Dime algo más sobre Uqbar
- Preferiría no seguir hablando de los planetas.
- Entonces dime algo, dime que piensas de la vida, o mejor aún, dime que piensas de la muerte.
- ¿De la muerte?
- Si de la muerte
- Yo provengo de un lugar donde en un principio todo era místico y de ello se hacía un culto. Hades era el dios de los muertos que tenía a su cargo un mundo subterráneo feroz y despiadado. Ese mundo tenía dos divisiones, Erebo: entran los muertos cuando mueren y Tártaro: región profunda, oscura y funesta custodiada por una especie de dragón. Esa creencia disparatada data de muchos siglos. Ahora todo debe sostenerse en una explicación racional, de otro modo no tiene cabida, todo es empírico. Por un momento nos invadió el silencio, Móris me miró y sin darme explicación alguna, me saludó cortésmente diciendo:
- Lo siento, seguiremos otro día, lo vi alejarse con esa despaciosa seguridad que lo caracterizaba, mientras pensaba: “de todas formas, a pesar de sus tajantes apariciones, su presencia siempre me era absolutamente estimulante, todo se entendía desde sus labios”.
CAPITULO V
EL ACCIDENTE
Aproximarse al fin de nuestros días, al límite formal de ese precipicio que supone nuestro último reducto, signado por alguna acción preliminar de último momento, creo, se tornará una acción inconsciente sumida en el casi imperceptible y definitivo gran paso hacia la nada, al ya no ser, no estar. Los accidentes no resurgen en nuestras mentes como momentos excepcionales, son más bien esos salidos de calendario para sellarse en el olvido. Era un día primaveral, de aquellos donde las flores van regando con mantos de color la cercana finalización invernal que como en la vida, corresponden a claroscuros, a tormentas y días frescos pero aún soleados. Mientras conducía, Radio Nacional daba información sobre el estado de carreteras que nunca escucho. Aplicaba mis sentidos a los colores abundantes de la vera del camino. Los girasoles en su despertar giraban hacia el sol, las lavandas parecían perfumar una vida en constante perspectiva, los pinos rompían con la monotonía multicolor del paisaje reunidos en racimos de arboledas distantes unas de otras, como seres vivos que interactúan entre sí. Los ramilletes de flores amarillas bordeando el camino indicaban vivacidad resaltando de entre lo verde como dando un haz lumínico de constante disparidad. Entonado en la vaguedad de mis recuerdos, comprendí entonces que una historia comienza cada día, que es uno el que va haciendo las veces de personaje de su propia y novelada vida, mis padres, mis amigos, mis hijas y Laura daban luz a cada día de mi vida como aquellas flores que en continua alineación acompañaban mi desplazamiento iluminando mis pensamientos. Rita, mi hija mayor me había comunicado su embarazo de 3 meses y su decisión de continuar con el mismo. Su embarazo, su enfermedad y su solitaria existencia, se manifestaban como puntos de desencuentro, pero ella al fin y al cabo era como su abuelo, constante, sistemática y valiente. Desde chica había sufrido los síntomas de una curiosa enfermedad. La primera vez que escuché sobre aquella afección se dio bajo circunstancias casuales, Rita apenas contaba con seis años y aunque siempre nos había llamado la atención la tardanza de sus reflejos, nunca hubiera imaginado que se trataba de una enfermedad, curiosa, pero enfermedad. La tarde del descubrimiento, casualmente una florida tarde primaveral, no se precisar el año pero fue en los ochenta. Jugábamos con Rita a los goles, siempre teníamos un balón en el coche por si se nos presentaba la ocasión de jugar un poco. Debo decir que siempre me he resistido en aceptar la generalidad respecto a las pertenencias a uno u otro sexo, Rita tenía muñecas, sí, pero también balones y canicas, además casi siempre vestía de color celeste, el rosa ha sido ocasional en su vida, aún hoy me dice que lo ve como un color débil, un rojo que no se anima a serlo, se podría decir lo mismo del celeste con respecto al azul. Pero en cuestión de auto imposiciones personales, uno elige el pretexto que más convenga para consolidar su teoría.
Esa tarde parecía haberse agudizado el problema o quizá se nos presentara más claramente, en forma evidente. Al enviarle el balón, Rita tardaba más tiempo de lo habitual en tomar la decisión de devolverlo y realizar la maniobra muscular que finaliza con la acción misma, luego, en medio de una forma inadecuada, gesticulaba o emitía alguna que otra palabra en la más absoluta descoordinación. La falta de cohesión provenía de una atetosis o sea de un movimiento muscular lento, pero también de una distonía que supone una contracción de los mismos. No es que yo supiera los términos exactos, fueron estos los que indicó el médico al diagnosticar la enfermedad a la que no llamó por su nombre científico y que aún no se si lo tiene, solo dijo: ”le llaman la enfermedad de la parsimonia”, siguiendo con su alocución profesional, manifestó que: “este tipo de afección puede que provenga de una patología somática o no, puede ser una mezcla o bien puede que sea determinada por una herencia familiar, en la mayoría de los casos se desarrolla a estas edades y culmina en la adolescencia o con un primer embarazo, quizá aparezca una corea de gesticulaciones inapropiadas o sin sentido. Además debo decir –culminó – que este tipo de afecciones no es tan común en las mujeres como si lo es en los hombres, en estos últimos es donde más se consolida en la estadística, superando en un grado de 3 a uno al sexo femenino”. Estas dos últimas frases me retrotrajeron en el tiempo, en segundos se patentizó lo ocurrido con Amanda mi hermana cuando se descubrió que los síntomas que arrastraba de pequeña provenían de una enfermedad denominada TS. La palabra corea despertó mi atención, recordando que el significado de esta es una danza de movimientos comúnmente denominados tics. Por lo demás, también el síndrome de Tourette (nombre científico) es casi privativo del género masculino. En Amanda, aún hoy debo decirlo, hay rastros de tics como si esto tuviera una intención determinada provocada por alguna causa externa o alguna idea subyacente en su foro interno amparada en su más íntima convicción. La repetición – al igual que sucedió en un principio con Rita – conduce a la habitualidad para finalizar en una reproducción involuntaria sin causa aparente al tiempo que resulta exagerada la forma, intensidad y frecuencia. El hecho fue que luego de una intensa búsqueda sobre correlación entre las dos enfermedades, se llegó a la conclusión que a pesar de ser concordantes en los síntomas y aunque puede haber algo fundamentado en lo genético, esto es que hay un defecto en el gen#4., todo depende de la cantidad de copias que se traspasen de generación en generación que desemboque en la agudización de la dolencia, en mi hija los síntomas se fueron relativizando con el pasar de los años. Amanda menguó en la profundización de la sintomatología, pero mantuvo inversamente a esta característica, la longitud temporal hasta nuestro presente y aunque lejos está de componer música, comparte enfermedad con Mozart, quizá para sobreponerse al peso de la unilateralidad de una enfermedad incompresiblemente solitaria en la generalidad de la regla. Mientras mis pensamientos vagaban por los personajes cercanos que han alimentado mi vida, la conducción se había convertido en monótona. Los colores ya no asombraban y la falta de contraste y ebullición seductiva habían convertido mi desplazamiento por el camino primaveral de aquel multicolor de incandescente perspectiva en la tenue mirada confundida en el infinito de mi parabrisas. Un ruido ensordecedor me alejó de mis pensamientos, un golpe seco sobre el lado izquierdo viró el coche que siguió su recorrido desplazándose inercialmente hacia uno de los lados de la calzada. El momento fue eterno, regresaron a mi las imagenes de una vida en segundos, los altibajos, las reyertas, lo positivo y algunas veces incoherente de mi estancia, qué como aquellas florecillas amarillas, daban un haz de luz suave, determinante para aquellos interminables segundos de dislate, al compás de un concierto de lacerantes latosos sonidos. Sentí que algo salía de mí mismo, un desplazamiento de mis sensoriales aptitudes que iban alejando de su núcleo hacia el lado contrario sobre el cual se movía toda aquella materia estridente. Un silencio comenzó a ahondar el momento, un agudo dolor intercostal, mis piernas entumecidas y mi cabeza virando otra vez sobre pensamientos ahora confusos enrevesados, y un líquido rojizamente pardo comenzaba a bullir desde el centro de mi abdomen, sintiéndome mojado, quizá con más dudas que humedad, dudas sobre certezas de las que había hecho causa, sobre las que había cabalgado convencido en razones inalterables, razones propias quizá ejercidas en forma egoísta, un balance atónito de rápido y cruel contenido me indicaba como principio un fin que coloreaba todas las imágenes del instante. Sin precisar el tiempo transcurrido me adjudiqué una idea absurda: “Un ateo en el cielo”, pensé en lo inconmensurable del trance de sentir mis primeros olores mortales, olores conscientes de un nuevo nacimiento pero ahora en la muerte. Suave y despaciosamente entreabrí mis ojos en lo que supuestamente era el cielo que según cartel indicativo residía en alguna parte del continente europeo, más precisamente en Suiza. Leia apenas: SCHILLER, Swiss made, sonreí con unas pocas fuerzas convincentes y pensé en Frederick Schiller ese poeta alemán que tanto había costado adosar a mi preferencia literaria hasta que con su poema “Éxtasis por Laura” terminó por convencerme. Quizá la blancura y asepsia del lugar me indicaban que estaba en el paraíso, sabía que el paraíso tiene siete puertas, dudé de mi perspicacia de saber cuál golpear, solo sabía que para llegar a él había que cumplir el protocolo de estar muerto. Pronto entendí que Schiller era una marca de medidores de signos vitales antes que poéticos y que el cielo no estaba en Suiza sino en la habitación 106 de un hospital perdido en un valle rodeado de montañas. Así mi desvanecido cuerpo, no titubeó a instantes seguidos en percibir una presencia sobredimensionada, alguien que con su simple respiración cercana daba placidez a mi decaída vitalidad. Su mano sobre el borde izquierdo de mi cama y su sonrisa implacablemente cordial daban curso a la mía, que en un estado soñoliento agradecía en contagiosa correspondencia. Dormía y por momentos volvía a surgir desde las sábanas como el alter ego de mí mismo para manifestar mi consecuente permanencia a este mundo letal, volviendo a caer en aquel sopor inducido por la medicina y el estado de mi convalides, sin embargo, Moris allí estaba, en medio de mis alegaciones de presencia soñolienta y mi ambiental y total desaparición. Su presencia, esta vez, fue casi sin palabras, aunque lo que siempre simboliza Moris (aún sin decirlo en palabras) despertaba mi interés y debía cumplimentar su pregunta buscando la respuesta que me era sugerida subrepticiamente, pero era su forma de hacerlo, con autoridad pero sin que se note demasiado, creando intriga y nunca en forma insistente. Era como si su voz fuera mi propia voz, la voz de aquel amigo invisible que vivía en la terraza de mi infancia, como si se hubiera materializado para preguntar por mis respuestas, para responder por mis preguntas. Esa tarde de accidente simplemente atinó a decir: “solo lo provisorio dura y tú lo eres, eres provisorio, lo ocurrido es una contingencia que como todas las contingencias, de mucho transitarlas se convierten en vida”.
CAPITULO VII
Uqbar
Pasaron algunos años desde aquel encuentro, siempre fortuito como en forma constante sucedía con Moris desde el mismo día que incursionó en mi vida. Mi cabeza se fue tiñendo de un gris espeso que llevaba irremediablemente a esa blancura que determina que el paso del tiempo se convierte en nada, que aunque todo parece haber ocurrido ayer, eso que sucedió a tanta lejanía que apenas se percibe, esos afluentes de sentimientos que en algún momento erizaron nuestra piel, que encantaron nuestra avidez por vivir ensordecidos de consecuencias, de vivir el sueño de la vida, el ahora y aquí que fue dejando paso a un experimental pasado que jamás tendrá repetición, todo será un nuevo esfuerzo de guardar hechos para seguir consolidando pasado y convirtiendo el gris en el blanco de un nuevo tiempo por venir. La vida me siguió dando el pretexto de continuar intentando conjugar el verbo, los tiempos de esas acciones se fueron consolidando y el contundente presente me daba esa verdadera alusión de sentirme vivo. Todas las personas que pasaron por mi lado profundizaron la huella de mi creencia por lo mejor de la esencia existencial de mi especie, la relación que nos da esa perspectiva de perpetuarnos en el otro, la amistad, el amor, el amor en la amistad, el amor…. Ävido de recuerdos, muchas veces asocio algún lugar de la casa con Aquella proverbial vivencia y allí estoy, víctima de mi sombra solitaria, buscando por horas aquellas acciones a las que voy perteneciendo. Iba siendo hora de probar que cuota de imaginación era capaz de aportar a la literatura y transitar por los senderos de palabras Laura había dejado de ser presente, mis años con ella fueron maravillosos. Fue imposible recuperar aunque sea un mínimo de magia de otros momentos, fuimos perdiendo la sorpresa, luego la comunicación y más tarde las caricias. En otros tiempos supimos ser conscientes que lo más profundo de nuestro cuerpo es la piel y desarrollábamos un lenguaje diario donde la respuesta estaba en nuestras manos. La caricia fue casi exclusivamente el único medio de expresar lo innombrable, aquello que no alcanza decirse con palabras. Ahora caminaba sin rumbo, sin tener en cuenta que lo más importante ya no era volver a casa. Me alteraba por cualquier motivo, mi necedad no acordaba reconocer el fin de la historia, pero no había paliativo, había que vivirlo, no pude entronizar aquello de que el sufrimiento es optativo, no podía optar por no sentir. Laura fue, desde un primer instante, por lo que viviría en adelante y ahora mi vida estaba vacía. Mis allegados recomendaban médico, pastillas para el sueño, para los nervios, hacer yoga. Como alcoholizado buscaba refugio en aquellas recomendaciones fútiles. Decidí cortar con la enrojecida yaga de esa vuelta a casa después de maratónicas jornadas de trabajo en pos de distracción, para encontrarme a mi regreso con la vacuedad de los lugares antes llenos por un todo y ahora ocupados por mitades, mitades únicas que solo yo aportaba. Necesitaba un cambio, transitar lugares nuevos, vacíos de recuerdos y conflictos. Alquilé un pequeño ático en un cuarto piso no muy lejos de donde estaba ella, por si acaso necesitaba algo de mí. Seguía sin comprender que mi presencia lejos de ser necesaria, se hacía improcedente. Cerca de mi nuevo domicilio, encontré un lugar donde se practicaba yoga, un día de esos, después de haber dudado tantas veces en traspasar la puerta, me entoné y salvé mi indecisión queriendo saber cuál era el contenido de aquella materia hindú, que curaba los males metafísicamente. Al entrar, el encargado de afiliaciones me explicó que para tener un ritmo en el aprendizaje había hacer una elección sobre los días de la semana (no menos de tres) y por medio de una cuota social y el llenado de una forma me permitía el acceso a un horario para la actividad, un horario libre que yo decidiría dentro de la apertura y cierre del establecimiento. Se me invitó a conocer las instalaciones, y accedí a ver aquel templo de la meditación en forma discreta. En una de las salas enmoquetadas, observé detrás del cristal a un maestro (supuse que lo era) con la cabeza rapada, con ropaje color naranja, sentado en posición de Buda con los antebrazos apoyados cada uno en una rodilla y los tres dedos, esto es: índice, anular y pulgar en conjunción, sus ojos estaban cerrados. Al mirar con más detenimiento, pude observar que sonreía y que un haz de luz comenzaba iluminar su figura, en ese momento alguien se me acercó y me entregó la forma para que llenara, agradecí prometiendo un pronto retorno con los datos allí solicitados. Caminé unos pocos metros sin dejar de pensar en aquella sonrisa, en aquella imagen que sin abrir los ojos me regalaba una paz momentánea. Entré sin saber porque lo hacía, a un bar donde estuve sentado como si esperara algo. El tiempo se me hizo eterno, no entendía porque no me levantaba de allí y me iba, pronto sentí la mano sin peso sobre mi hombro, su cabeza ahora sin cabellera y su sonrisa. Sus ojos se posaban sobre mi. - Eres Instructor de yoga? Sin contestarme, rodeó la mesa para ponerse delante de mí, sentado, con su paciencia y su mirada, acercó su mano a la mía, para decirme: - Caminamos por el parque? El parque La Trinidad, aún desconocido para mí, 136 hectáreas arboladas de una belleza indescriptible, con un sinnúmero de asientos, árboles añosos, plantas, y fogones. Internados en él, Móris indicó un cercano y largo banco de madera en una zona despejada cobijada por un grupo de eucaliptos a nuestras espaldas. En silencio, elevó su mirada al cielo, así estuvo por interminables minutos hasta que torció el eje de su cuerpo hacia mí, apoyó su antebrazo derecho sobre el respaldo de aquel largo banco de madera y me dirigió su mirada.
- ¿Qué quieres saber?
Dijo lacónicamente Sabía a qué se refería pero no entendía como dirigía su pregunta dando certeramente en el blanco de mi reciente pensamiento.
Me miró un instante en un tiempo largo en intensidad. Luego llevó su mirada a un espacio perdido donde sus ojos se perpetraron como excluyendo toda su persona del instante. Volvió del silencio y dijo: - Kamnicté. La palabra resume un lazo social que no tiene porque ser: hombre, mujer, hijos. Cualquier relación, lazo, constituye Kamnicté que es nuestra organización primaria. Preconizamos la armonía, ese es nuestro bien, un absoluto sobre las relatividades.
- La economía ¿en que se basa?
- Es Inexistente
- ¿No existe un sistema económico?
- Ni económico ni político, al menos no como lo enfoca tu imaginación. Hablamos de un mundo diferente Marcos, otra dimensión. es un sistema que se basa en un intercambio de necesidades, nadie necesita más que lo que tiene. Toda persona desde cierta edad accede que llamamos Dromm y que satisface necesidades. Es como si tuvieras un crédito mixto que cubre la necesidad alimenticia y se basa en la cantidad de Ammoniakós que un ser necesita para la vida y el resto lo conforma la creatividad individual. Quizá lo entenderías mejor si te dijera que todo habitante de Uqbar goza de una jubilación de por vida desde los nueve años de nacimiento, esa es la mitad de sus ingresos, la otra mitad viene atada a su creatividad, la habilidad de que esa persona es capaz. Pero no pienses en dinero como tal, es como si tuvieras permiso para adquirir cosas hasta un cierto tope y su tope está dado por la cantidad de vitaminas, que sería algo así como el respaldo que ustedes ven en el sistema monetario, para nosotros, nuestro respaldo, nuestro oro es: Ammoniakós, la vitamina de la vida.
- ¿Tampoco existe la política?
Me miró como intrigado por un instante y dejó caer una sonrisa.
- Lo nuestro es una perspectiva psico-social más que un modelo político definido y cerrado. En Uqbar no hay poder. No hay fuerza ni dinero, no hay ideas preconcebidas. Hay tantas ideas como habitantes, es un sistema horizontal sustentado en un Consejo de ancianos que solo imponen el respeto que aporta una centuria más de vida que el común de sus conciudadanos. Somos individualistas, pero muchos pensamientos individuales hacen al conjunto. No podríamos siquiera imaginar un sistema político como el que se sustenta en la tierra. Para nosotros no hay obediencia posible hacia un partido político. Me imagino que si alguien de Uqbar fuera diputado, seguramente en muchas ocasiones en el parlamento votaría en forma contraria a su mismo partido, muchas veces apoyaría la moción de la oposición o quizá ninguna, tendría la suya propia, su propia libre interpretación. En eso radica la libertad, en pensar y actuar libremente, son los individuos libres los que dan lugar a una sociedad realmente libre. No hay individuos por sobre otros individuos, ergo no hay explotación y eso recae en que no haya represión. Visto desde un criterio ontológico, entendemos que en nuestra sociedad sólo los individuos son reales, los fenómenos sociales son construcciones mentales. Respecto a las ideas, entendemos que el hecho de que la mayoría de la gente comparta ciertas ideas o sentimientos no da validez a esas ideas y sentimientos. Compartir equivocaciones no convierte esas equivocaciones en certezas.
- ¿Un hombre y una mujer como se relacionan?
- No hay una norma que estipule la relación de las personas. Supongo que de alguna manera es como aquí, el hecho de conocerse e interesarse es igual, pero hay un aditivo.
- ¿Un aditivo?
- Si. Ha quedado alguna huella de los tiempos en que interveníamos en el devenir de vuestra historia, ahora solo somos simples observadores planetarios.
A pesar de haberse corroborado algunos vestigios en Grecia, la verdadera concepción se canalizó en el siglo XVIII por intermedio de la persona de Jeremy Bentham Vuh y refiere al máximo bienestar para el mayor número de personas. Declaramos bueno a todo aquello que produce placer. La satisfacción de una necesidad de orden emocional, físico, intelectual o espiritual. La sociedad se perfecciona coincidiendo con el bienestar general y la felicidad personal.
- ¿Quiere decir esto que podría haber relaciones de placer entre más de dos personas?
- La naturaleza ha impuesto dos amos: el dolor y el placer, disfrutamos del segundo e intentamos una desobediencia supina hacia el primero. Los placeres son semejantes en su tipo y difieren solo en cantidad, o sea en intensidad, certeza, duración.
- Supongo que en ese planeta no existen las mismas necesidades que en este. El ansia de obtener cosas sin parar y las necesidades que esto produce en la mayoría de los semejantes proceden únicamente de la invención humana. Impera quien puede más, quien da gusto a sus deseos hasta la saciedad. Entonces se puede ver el “todo” junto a la “nada”, la sublime necesidad junto a la total abundancia dotada de una especie de folie à millions. Una patología compartida que deviene en una especie de delirio psicótico donde unos mueren y otros matan por poseer, donde unos muestran lo mucho que tienen a observadores que viven inmersos en la necesidad más absoluta. Todo eso en una acostumbrada y diaria convivencia…Marcos; no somos nada importante, salvo cuando somos útiles unos a otros. El silencio se adueñó del momento. Móris ya no hablaba, solo miraba el infinito. Mis pensamientos se removían en el eco de sus últimas palabras: “no somos nada importante, salvo cuando somos útiles unos a otros”
CAPITULO VIII
Solé Noir
Aquella casa era un lugar esperanzado, vívido. Un esplendoroso verde intenso anudaba mis pensamientos para poder esparcirlos en aquella blancura de mi esperanzada soledad de papel donde una nueva novela parecía asomar, se desperezaba al igual que yo en la recta perspectiva que afrontaba día a día la belleza de aquel paisaje de montaña. Una veracidad contundente de colores empalmados con sueños, con vivencias no ocurridas, con sugerencias. Así me sentía habiendo dejado la ciudad, a Laura, a mis hijas…Solé Noir, era un punto lejano en un plano distante de ciudades modernas, pero al mismo tiempo era el pretexto para un sueño, para una última esperanza. Quería acompañar la escritura con la suave brisa campestre, con aquel aire de montaña, con los aromas dispersos, aromas que aun hoy se entremezclan con aquella salsa de mi abuela convirtiéndose en mi propia salsa, una salsa cancina, de horas, con laurel y tomate, con aceite de oliva y orégano, una salsa con todo el cuerpo, como mi escritura. La vida está plagada de casualidades, todo es tan casual como el nacimiento para uno, no fue mi decisión pero aquí estoy. Las noches de la ciudad me estaban dejando aturdido, sus ruidos y prisas, sus costumbres y lugares me desorientaban. Una noche de esas en que no podía alcanzar una imagen, imprentar una palabra, una letra, una noche como tantas, recibí una llamada. Un tal Sr. Hilario, un vendedor de agencia inmobiliaria preguntaba por mí, recordé que un tiempo atrás había estado pululando por distintas agencias en búsqueda de una finca en mi intento por escapar de ese ensordecedor ruido que desorientaba mis dilaciones, mi propia dualidad, esa que se pone de manifiesto cuando se me da por escribir mi primera letra, siempre soy yo pero también otro, soy otro, muchas veces lo soy, soy otros. Hilario Rodríguez contactó para mostrarme algunas fincas, luego de pensarlo unos instantes acepté ir a ver algunas siempre y cuando fueran casas en las que yo pudiera sentir que eran como monumentos que honraban el tiempo, que sus estructuras se mantenían como en una heroica manifestación de reconocerlos en pie a pesar de los años. Yo me encargaría de convertir antiguas modas en una funcionalidad que respetara mi conveniencia: una biblioteca. Un estar, dormitorios amplios, madera y piedra, mucha madera y lo esencial: ser parte de un paisaje autóctono, sin simulacros con el espacio y el verde que realzan las construcciones antiguas y dan brillo y ganas de respirar por las mañanas y deseo de encender el fuego en las noches de invierno. Hilario, me propuso ver 9 fincas, todas más o menos semejantes en algunas de sus características, un común denominador por ejemplo eran las parcelas que las contenían, la más pequeña era de 1 Ha y la más grande 7 Ha, sin vecinos cercanos y con buenas vistas, era mi exigencia y todas coincidían al menos en esos puntos a los que yo les daba importancia sublime. No recuerdo los nombres que rezaban en catalán y todas llevaban el prefijo CAN, solo una no tenía el prefijo y su nombre era en francés. La primera, segunda y tercera casa, eran casi aledañas una de otra, las dos primeras necesitaban mucha reforma y si bien estaba dispuesto a ello, tenía que calcular que un novel escritor con unos pequeños ahorros y una hipoteca debía intentar que su inversión sea lo más cercano a su realidad financiera. La tercera, aunque aún recuerdo sus vigas de madera y su techo de tejilla, sus dos patios y su cocina agradable y perfumada prospección de un tiempo de guisos y calderos, era la de menor amplitud visual en cuanto a su entorno, por ello decidí sin descartarla, llevarla como ejemplo de mis comparaciones. La cuarta había sido modernizada totalmente y por tanto fue descartada de plano, la quinta era demasiado grande para mis aspiraciones de funcionalidad, además ¿para que quería yo 5 cuartos de baño y 7 dormitorios? El cansancio fue minando mis esperanzas de tomar una decisión acertada, así que le comenté a Hilario que lo dejaríamos, que no encontraría algo a mi medida. – Espere, me dijo, podríamos saltearnos algunos números e ir por la número nueve, que aunque está más lejos, me gustaría que le echara un vistazo. ¿Capricho lo de los números, por que la nueve no podría ser la uno o la cuatro? ¿Por qué? Porque yo no sabría vender una finca, pero Hilario ¡si!, iba de menor a mayor, buscaba el remate para su venta, el toque esencial. Me vería la cara y diría ES ESTA. Nos dirigimos a 20kms desde el lugar donde estaban las primeras fincas, salimos de la carretera, una carretera comarcal, pasamos por lugares plagados de viñas, por huertos y en un lugar de doble hilera de Acacias, entramos por un camino, un bello camino que nos llevó a dar a una finca: Solé Noir, Hilario conducía y seguramente miraba con su rabo de ojo a su víctima que yacía a su lado con los ojos desorbitados. La finca era toda de piedra, construida en el siglo XXVII, tenía sus tejas originales, en su frente una galería que miraba al norte con un patio donde bien se podría escribir una novela. Robles, pinos y flores la rodeaban a una distancia prudente, tan solo para realzarla, para darle un marco imponente. Contaba...cuenta con dos pisos en una superficie de 242, 30 m, excelentemente distribuidos, una cocina comedor, 3 dormitorios, uno lo bastante amplio para que fuera el de mi elección, todos con baño, un pequeño baño en la cocina y lo más importante: un estar, y un lugar diseñado en forma semicircular, donde yo vi libros, estantes con muchos libros….UNA BIBLIOTECA. Pisos rústicos, vigas añosas, puertas de roble macizo de un grosor imponente con unas cerraduras…. Cercano a la casa una vieja cuadra y aledaño un almacén donde antiguamente se colgaban a secar embutidos y se depositaban granos de la cosecha y vinos, O sea: UNA BODEGA DE VINOS. La habitación principal estaba en la primera planta con una especie de balcón terracita, tenía unas vistas excepcionales hacia la montaña, todo era verde, todo...como mi esperanza, ¡todo hasta que Hilario me dijo el precio! El estado de la casa era bueno, salvo la cuadra y el almacén que se podrían ir arreglando periódicamente, a la casa solo le faltaba algo de pintura, un buen barniz de mantenimiento mobiliario, tirar algún muro que pudiera dar mejor acceso a la cocina, que aún conservaba aquella chimenea donde se colgaban los calderos y una pica de granito imponente, cambiar algunas tejas y eso era todo…Todo estaba muy bien, pero lo principal: el precio, era un escollo insalvable, era la número nueve, la que tendría que haber visto como última finca, el número viró y ocupó el lugar 7. Fue la última casa que ví esa tarde, decidí no ver ninguna más. Cuando nos íbamos, quise darle un último vistazo con mi mirada, como añorando lo que nunca iba a conseguir, como una última esperanza. En ese momento me pareció ver una luz, un destello, como un aurea que contenía a la casa toda, algo resplandeciente que iluminaba mis ojos y me hacía sentirme de forma placentera, como si uno llegara a un lugar, a ese lugar que se siente como propio. Hilario, un vendedor experimentado, dejó que en el viaje de regreso, resaltara yo mismo las bondades de la casa, su funcionalidad con solo hacer unos pequeños cambios, el estado, el solo escuchaba. Cuando nos despedimos solo dijo:
CAPITULO IX
El Libro
Cuando me dispongo a escribir, nunca se sobre que voy a escribir, quizá si lo supiera nunca me pondría a hacerlo. A veces tengo una primera frase, a veces un final y otras las dos cosas, el problema es llenar el medio de esos dos extremos. Pero es una obsesión, escribir de alguna manera es eso, una constancia implícita de poder vencer ese espacio en blanco que espera por el llenado, una vertiginosa lluvia de ideas, una complejidad inmanente que baja desde nuestra hipófisis hasta la punta de nuestros dedos que se mueven por un teclado buscando la perfección nunca encontrada de algún giro idiomático que nos lleve a la próxima frase.
En el ático los truenos son más truenos y la lluvia más abundante. Una tarde de domingo estaba yo perseverando para no morir ese intento que da luz a la creación, llovía y los rayos iluminaban por momentos toda mi escena fantasmal. Mis fantasmas llegaban con nombres y figuras, los personajes y las acciones venían a mi todo el tiempo, así como se marchaban también con una facilidad impensable; las ideas parecían diluirse fruto de una brutal conspiración que las obligaba a fluir todas juntas en el mismo momento y por tanto ninguna de ellas daba lugar a la otra para florecer, un atasco de ideas que me dejaba sin ideas. El sonido del teléfono puso las ideas en su lugar y a mi concentrado en escuchar por el auricular: Hola ¿quién habla? –
Toda esa explicación me hizo despertar de mi atonía y comenzar a reconocer la voz y la particular paciente forma de explicar las cosas dándole un sentido de importancia sublime al significado de las palabras pronunciadas.
- Quizá, un decantador…un servidor pueda ayudar a separar dos elementos o bien indicarle como se vuelve a la senda perdida o mejor aún...tomar partido por algo. - Me gustaría verte.
No había escuchado su voz por un largo tiempo y como siempre me reconfortaba y daba un ánimo distinto el poder escucharla.
- Claro, Móris, ¿dónde nos vemos?
- Estoy en un teléfono público, en el café que está frente a tu casa.
- Dame diez minutos y estaré en el café
Pasaron 5 minutos y estaba entrando por la puerta para verlo sentado en la primera mesa, me senté sin dejar de mirarlo, sonrió y me dijo:
- ¿Decantamos?
- Estuvo muy bien la explicación, pero siempre quiero saber más así que….
- No está mal que siempre se quiera saber más, ser curioso, ser inquieto ayuda a las personas a tener distintos objetivos por los que decantarse (justamente)
- Pasa el tiempo, nos dejamos de ver y sin embargo parece como si ayer hubiésemos estado juntos, es algo que únicamente me pasa contigo
- Ya sabes que no soy bueno para estar en lugares concurridos.
- Bien, podemos caminar o sentarnos en la plaza más cercana
Eran las dos de la tarde y no había niños en la plaza, además era domingo y se suponía que todo el mundo estaba en la mesa familiar, eso no nos pasaba a Móris y a mí, que estábamos departiendo en un banco de una plaza de un barrio de la ciudad.
- ¿Has leído las últimas noticias?
- Ni escuchado ni leído, estoy demasiado consustanciado con mi libro, quizá hasta algún día lo edite, ya sabes de mi inconstancia, lo cojo y me meto en sus entrañas eso me dura un tiempo, luego caigo en una especie de desánimo, de desorientación, de desgano. A pesar de ello, me gustaría poder terminarlo, quisiera tener éxito con mi escritura.
- ¿Éxito? ¿has dicho éxito?
- Eso he dicho
- El fracaso y el éxito son apenas sensaciones, no hay nada real en cualquiera de las dos circunstancias.
- ¿ Y qué es lo real Móris?
- Lo real es que estás escribiendo, que cada momento disfrutas, que el trabajo terminado, el final, quizá también sea un disfrute, un premio, pero el camino…Marcos el camino también es felicidad, concreción. Vivimos inmersos en asuntos insignificantes, carentes de durabilidad, en la mayoría de las veces no llegamos a apreciar la profundidad de esas cosas simples que nos rodean, ser felices se toma bajo el parámetro de lo que deseamos, no de lo que tenemos. Estamos hechos de una esperanza tan inaccesible como lo sería alcanzar la vía láctea y cuyo funcionamiento es como un axioma prolongado que acaba en el mismo momento que lo hace nuestra propia vida. Sonrió, me miró largamente a los ojos, no pude desviar la mirada, no lo supe en ese mismo instante, pero al darse vuelta, a medida que se alejaba…yo estaba impertérrito, sin mover un músculo lo vi alejarse al tiempo que comprendía que no lo volvería a ver.
CAPITULO X
Séptimo Día
El calendario diría que pronto vendrían las lluvias. Era una mañana soleada de un 07 de febrero, no es que recuerde bien fechas, pero la importancia de la efemérides radicaba en dos puntos sobresalientes.
1 – había terminado mi libro, una novela que seguiré corrigiendo hasta el fin de mis días
2 - una llamada telefónica importante
Del primer punto puedo decir que mi última novela tuvo el mérito de ser la primera y del segundo que fue una noticia inesperada, regocijante y con el tiempo se convirtió en un acto de relajación permanente, aún hoy lo es.
A partir de las diez de la mañana de ese día sonó el teléfono en forma insistente, pero nunca llegaba a cogerlo porque se cortaba antes que lo hiciera, por distintas razones cada vez que sonaba estaba yo en algún menester que no me daba el tiempo suficiente para que el que llamara tuviera la paciencia de la espera. Decidí entonces no alejarme demasiado ni concentrarme en alguna actividad que no me dejara tiempo de volver a la realidad con suficiente tiempo para coger el auricular. Lo que quiere decir que el teléfono solo sonó una vez cuando ya lo tenía junto a mi oído.
- Hola…¿Quién Habla?
- Sr. Marcos…habla Hilario, ¿Me recuerda? - Bueno…es que….
- Hemos revisado algunas fincas hace un tiempo
- ¡Ah! Si Hilario ,¿cómo está usted?
- Yo bien, lo llamaba por lo de Solé Noir
- Ah la finca imposible
- No, digo si, esa es la finca, pero no imposible ni mucho menos, quiero hablar con Ud. Esa casa tiene que ser suya y puedo tener el problema resuelto para que así sea.
- Hilario, soy un hombre sentimental y no me gustaría entusiasmarme sobre algo que parece irreal
- Pues, yo le digo: ¡entusiásmese sin límite! – Humm…mire, lo mejor es hablar personalmente, estas situaciones hay que encausarlas mirándose a los ojos.
- Bien, dígame cuando y donde
- Mañana por la mañana, a las once si le parece bien en Casa Fuster.
- Bien Hilario allí estaré
- Hasta mañana
- Hasta mañana
Quizá en alguna otra ocasión o si hubiera tenido menos años que los que detento seguramente habría sido una noche de insomnio, pero como mi juventud estaba lejos, con la connotación de que sigue alejándose sin remedio, pues esa noche dormí como nunca, en ningún momento sentí impaciencia o algo que se le parezca. Soñé con prados verdes, árboles, una mecedora y por supuesto todo eso estaba en Solé Noir, mi sueño fue placentero y relajante. La mañana siguiente al despertarme respiré hondamente y me pareció que aspiraba un aroma conocido, mezcla de robles, abetos, jazmines...abrí los ojos y miré a mi alrededor, todo me parecía confuso y nuevo, nuevo y confuso, nada me era familiar, cerré los ojos para poder abrirlos nuevamente y confirmar que la realidad era otra, pero no fue así, mi ático se había convertido en un lugar espacioso, luminoso y lleno de aire puro. Me levanté en forma paulatina, sin sobresalto y caminé hacia una ventana. Mis ojos sonrieron, la vista que me regalaban era algo sublime, los frondosos árboles, el jardín y un espléndido sol mañanero daban marco a mi estado de estupefacción. Me vestí, atravesé una gruesa y enorme puerta que daba a un pasillo al cual lo circundaba una escalera abarandada con madera de roble torneada, bajé despacio mirando todo como en vez primera. Los muros de piedra, el estar, la biblioteca circular… No todos evaluamos o valoramos el tiempo en la misma medida, aunque he vivido en otros lugares, Solé Noir es mi casa de siempre quizá por añorada, quizá porque al verla, al transitarla por primera vez, me sentí como la primera vez que toqué a Laura…me sentí como en casa.
Una mañana hace diez años en Casa Fuster, Hilario, un vendedor de fincas, me develó un secreto. No sé si fue lo del todo leal con su cliente vendedor, en todo caso yo era el otro, el comprador.
En esa casa había sucedido algo que anulaba el valor económico pretendido, el precio había pasado a ser irrelevante. Su propietario, Arthur Myriades, había sido un hombre muy adinerado que fue perdiendo su fortuna en juegos de azar. Su vida estaba signada por cábalas y martingalas, los números eran su presagio de buena o mala suerte. Un día 7 de febrero, llamó a Hilario y le dijo: “Consiga un comprador por la casa, no importa el precio, olvídese del precio actual, solo me importa que la persona que la compre cumpla años un día 7 antes que finalice este año (2007) y que el segundo dígito de su edad termine en 7,”En sus manos encomiendo mi espíritu”. Todo era muy surrealista, pero accedí a lo que Hilario me iba proponiendo
El precio me parecía irrisorio, pero Hilario me alentó a que lo ofertara de puño y letra, con solo una condición: Que la oferta terminara en siete. Así escrituramos en una notaría que estaba en una calle cuya numeración era un siete y por supuesto el acto fue un día 7, siete de diciembre de 2007, día en que yo cumplía los 57 años. Había cosas que no comprendí hasta un tiempo después, como ser aquella frase: EN SUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPIRITU…fue la última frase (la séptima) que Jesús mencionó en la cruz. Que este Sr.Myriades se había mudado a la ciudad de Olmedo en Valladolid porque en ella había una connotación, la referida ciudad tiene: 7 iglesias, 7 conventos, 7 caños, 7 arcos, 7 plazas, 7 pueblos y 7 casas nobles. Que siete es un número mágico y que suena en toda la literatura. Que hasta Shakespeare dividió las edades del hombre en 7: infancia, niñez, el amante, el soldado, el adulto, la edad avanzada y la senilidad. Siete son los días de la semana, siete los cuerpos celestes que le dieron sus nombres, siete son los pecados capitales, las notas musicales, las artes…Y por último el hijo de este Sr. Myriades cuyo nombre era Álvaro (intrínsecamente relacionado al número 7) murió en Solé Noir la noche del 7 de Abril de 2007. Esta fortuita situación, que nada tiene que ver con la suerte, sino más bien con la obsesión, quizá con la locura, modificó mi vida. También en esta ocasión recuerdo un acertijo que Móris me dejó escrito respecto a que debería diferenciar el último día de la semana del primero. El primero es el domingo, el lunes es: El Séptimo.
FINAL
La esperanza tiñe los puentes de comunicación, los lazos que intercalan idas y venidas que dan esa magnificencia esplendorosa de poder ser receptivo a la vez que emisor, dar y recibir, amar, a veces darse a la fuga en la dicha o presentar batalla en el campo de lo adverso. Móris me dejó la estela de sus pensamientos, la clave que corre el velo del entendimiento de cómo atrapar las ondas de esa comunicación transversal, esos vestigios que deja una amistad sincera, amplia, sin regateos; comprometida. Aún sugerente en los devaneos de su ausencia, hoy que ya no lo veo, que no aparece como en arrestos fantasmales, que abandonado por esos blanquecinos y destellantes dientes que amalgamaban toda su sonrisa, su luminosidad; la esperanza de su mirada, sus cabellos amarillentos casi dorados, sus manos; su animada y versátil conversación. Hoy que me falta presencia, lo traigo en escuetos pero continuos atardeceres consecutivos de mañanas que preludian algunas noches cuando observo las estrellas, cuando elijo un lugar, una luz estelar donde evadirme, donde pensar en esa irrepetible forma de entendernos, de congeniar lo dispar de dos seres de culturas diferentes que aplicaron su vida al intento de la mutua comprensión.